Del Estado-nación al Partido-Estado
Roberto Álvarez Quiñones | Diario de Cuba
A la luz del derecho, el Estado en Cuba es una aberración histórico-jurídica, una anomalía que se contrapone a la razón, la naturaleza humana y la justicia. Este tema, poco o nada abordado por los académicos, viene a colación a raíz del proyecto de Constitución con que Raúl Castro quiere darle una nueva imagen a su Partido-Estado.
Este último es una versión mal disimulada de una monarquía absoluta. Es una hibridación, ilegítima, pues no emana de la voluntad popular. El Partido-Estado no surge como producto de la evolución histórica natural del Estado. Es postizo, impuesto a la fuerza.
Más de mil años antes de Cristo, luego de quedar atrás la tribu como forma de organización social pre estatal basada en la agrupación de numerosas familias, se formaron las ciudades-Estados. Fueron fundamentales en Mesopotamia y en Grecia, con Babilonia, Atenas, Esparta y Tebas. En América, la civilización Maya tuvo a Chichén-Itzá, fundada en el siglo VI. En la Edad Media brillaron Florencia y Brujas. Hoy quedan remanentes modernos como El Vaticano, Mónaco y Singapur.
Llamadas "polis" en Grecia, eran pueblos nucleados en torno a una urbe y áreas agrícolas, de pastoreo, bosques, y puertos para comerciar. O sea, eran autosuficientes económicamente y soberanas, defendían su territorio. Los hombres libres (había esclavos) se representaban a sí mismos en el gobierno, votaban y eran personalmente responsables del cumplimiento de las leyes.
Finalizado el medioevo apareció el Estado-Nación, con el Renacimiento y, especialmente, tras la Guerra de los 30 Años en Alemania y la de los 80 años entre España y los Países Bajos, en 1648. Se estableció en Europa un nuevo orden social basado en la soberanía, esta vez nacional, pero que alcanzó su plena institucionalización y mayoría de edad en América con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776, y la Constitución de 1787.
George Washington fue el primer jefe de Estado en la historia elegido en las urnas por el pueblo y con el título de presidente. En EEUU se plasmó, antes que en ninguna otra parte, el Estado de derecho con separación real de poderes, que armonizó los intereses del individuo y la comunidad y el derecho de propiedad como fruto natural de la cooperación entre los ciudadanos.
Es decir, inspirado en el pensamiento político, social y filosófico de la Ilustración europea, el Estado moderno ya completo brotó en América, antes de que la Revolución Francesa pusiera fin, en 1789, al ancien régimede las monarquías absolutas. Pero en el Nuevo Mundo no rodaron por el suelo de manera salvaje las cabezas de decenas de miles de ciudadanos a golpes de guillotina.
Actualmente, con la revolución tecnológica y la globalización se va conformando algo así como el Estado globalizado. Los países y sus habitantes están más interconectados que nunca. Expresión temprana de ese nuevo Estado futuro, ya no autosuficiente y que cede parte de su soberanía al "grupo", son los Estados de la Unión Europea.
El híbrido postizo: el Estado soy yo
Pero en medio de esta evolución histórica del Estado se atraviesa un paréntesis, el Partido-Estado ya citado. Vio la luz en 1917 con la revolución bolchevique en Rusia. Tan pronto Lenin tomó el poder, el Partido Comunista se tragó al Estado y lo suplantó. De partido político pasó a ser otra cosa, Partido y Estado a la vez. Así sucedió en los 35 países en los que fue impuesto el comunismo, Cuba incluida. Los pueblos sometidos al "socialismo real", de hecho, fueron regresados a las monarquías absolutas, en las que el Estado lo era todo y el individuo nada.
El florentino Nicolás Maquiavelo, considerado el padre de las ciencias políticas modernas, empleó por primera vez en 1513 la palabra Estado, en su libro El Príncipe. Lo llamó "stato", del latín status. También entronizó el concepto de la "razón de Estado" para justificar las medidas incluso ilegales y los atropellos de un gobierno para mantener el orden establecido o enfrentar a enemigos y disidentes. Maquiavelo mostró así su vocación autoritaria. Obviamente el marxismo-leninismo tiene sobrados rasgos maquiavélicos. Como los tiene el fascismo.
Pero ninguno de los artífices teóricos del Estado moderno, como John Locke, Montesquieu, Adam Smith, Jean Jacques Rousseau, Thomas Jefferson, ni antes tampoco Thomas Hobbes o el propio Maquiavelo, pudieron sospechar que algún día un partido político dejaría de serlo al llegar al poder para convertirse en el Estado mismo.
El Partido Comunista-Estado de Cuba, creado por Fidel Castro a su imagen y semejanza, es un gran aparato estatal-administrativo-ideológico-paramilitar, de carácter represivo, cuya misión es mantener la "lealtad revolucionaria" del pueblo a toda costa mediante el control social férreo, la intimidación —velada o explícita contra militantes y no militantes—, y el bombardeo constante de propaganda.
Si en algo encaja de manera perfecta la frase del rey Luis XIV de Francia, "L’Etat, c’est moi" ("El Estado soy yo")es en la definición de un PC en el poder, pues el partido es el Estado mismo, las dos cosas en una sola.
Un PC gobernante asume todos los poderes públicos, suprime la propiedad privada, monopoliza la economía y los medios de comunicación, la educación, la salud, la cultura, la vida privada de los ciudadanos.
La mayoría de los cubanos no sabe cómo se llama ningún presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular (gobernador) o municipal (alcalde), pero todos conocen el nombre del Primer Secretario del PCC. Él es quien encabeza en cada territorio el Partido-Estado, y sí tiene poder real.
Excluidos políticamente el 92.1% de los ciudadanos
La naturaleza tiránica del castrismo no solo se advierte por su carácter policial, sino porque excluye de la vida política a más del 90% de la población. Constitucionalmente, el PCC es la máxima expresión del poder político en la Isla, pero solo tiene 700.000 militantes (hace 20 años que no crece su membresía) y la Unión de Jóvenes Comunistas cuenta con 450.000 militantes, en un país con 11.2 millones de habitantes. O sea, nueve de cada 10 cubanos no son comunistas.
Según datos oficiales, la Isla tiene ahora 8,9 millones de ciudadanos adultos (mayores de 16 años). Por tanto, solo son miembros del PCC el 7,9% de los adultos. El otro 92,1% no es comunista.Sin embargo, esa minúscula cantidad de comunistas constituye el patriciado de ciudadanos de primera clase que pueden ocupar los cargos públicos del Estado y el gobierno, las fuerzas armadas, el dizque Parlamento. No hay jefe de mediana importancia en ninguna oficina en Cuba, ni diputado, que no sea miembro del PCC.
De manera que el Partido-Estado no representa a todos los ciudadanos, sino a los de primera clase, los que militan en el PCC. Ello significa que el 7,9% de la población (que milita en el PCC) es la que elige a los delegados que cada cinco años, en los congresos partidistas, "eligen" a su dirección nacional, que a su vez es la que rige la nación.
Una ventaja de la élite dictatorial a cargo del partido político convertido en Estado es que esgrime de forma permanente la "razón de Estado" postulada por Maquiavelo. La asfixia de las libertades básicas modernas en Cuba, los abusos y la marginación del pueblo de la vida política obedecen a "razones de Estado".
Conclusión: había más libertad y derechos ciudadanos en una tribu sumeria hace 5.500 años, en Babilonia o en los tiempos medievales de Carlomagno, que la que hay hoy en Cuba.
La estructura del Estado en la reforma constitucional, ¿reflejo de los temores del régimen?
Roberto Álvarez Quiñones, Los Ángeles, Noviembre de 2018