Los Reyes magos no escaparon del odio a la felicidad del pueblo de Cuba, sentimiento que mantuvo vivo al dictador anti-cubano Fidel Castro durante 90 años.
Esta bella tradición repleta de alegrías, sorpresas y sobre todo: “una celebración del nacimiento, de la niñez” hicieron que el asesino en serie, Castro Ruz, cambiara todo por “Seremos como el Che” tratando de adoctrinar a los desafortunados que nacimos dentro de aquella locura fascista-comunista, donde no se escuchó por décadas: ¿Qué me traerá Papá Noel? o ¡Me lo trajo Santi “Cló”!…
¿¡Ser como el Che Guevara!?... ¡Dios mío! Quien no fue jamás un buen ejemplo de nada. Todo lo contrario.
Este sujeto, dentro de La Mayor de las Antillas, fue un gran maestro asesino-terrorista, fanático a poner bombas, y a desaparecer la vida y la felicidad por donde pasara con su aspecto pestilente -al estilo camión de la basura- desaliñado y para completar este paquete cerdo-explosivo: su carácter árido-déspota-engreído.
Parece que estar sucio, muy sucio, fue parte de la Involución cubana. “BOLA DE CHURRE" o de mugre, era el apodo que acompañó a Fidel Castro desde la Universidad de La Habana. Refiriéndose a su pavor por el agua o "gatismo", en términos psiquiátricos.
Alguna locura sin diagnóstico ni tratamiento debió padecer. Sus obsesiones fueron muchas. Desde desaparecer casi todo, a construir lo más grande, o disminuir datos a los más pequeños del planeta. Puras verdades sólo en su diabólica mente.
El arbolito de navidad fue abolido y prohibido. Se consideraba contrarrevolución para quienes tuvieran alguno de los tiempos de "Ñañá Seré". Ponerlo en la sala de la casa, visible a los chivatos, podía convertirse en un serio problema político-ideológico. ¡Qué nivel de estupidez!
A mis 20, vi un pino adornado por primera vez, en La Habana. Era 1989. Fue en la casa de unos comunistas y tuve que ponerme seria y desconcentrarme de aquella visión cuando descubrí que aquellas bolas de cristal de adorno sólo conservaron una cara frontal para que las vieran las visitas.
La manta debajo de aquel símbolo de la natividad era de un algodón que venía a las farmacias para higiene femenina. ¿Y los regalos? Invisibles.
Este parecía del laberinto de la película El resplandor (The shining) y esperaba ver aparecer a Jack Nicholson con el hacha en cualquier momento. ¡Qué situación!
Tenía siete años cuando me sorprendió la belleza de un nacimiento del niño Jesús, impresionante, pero escondido en el cuarto donde dormía una vecina de mi tía convertida en habanera, donde pasaba mis vacaciones de verano en la década de los 70’s.
Yo, tan expresiva como siempre… cuando en voz alta dije: ¡Queeeé lindo! Me taparon la boca antes de pronunciar la carretilla de elogios que esperaban de mi. ¡Cuánto miedo! Era terror.
En Cuba no vendieron ningún adorno navideño desde 1959 hasta 1998, cuando el papa Juan Pablo II visitó el archipiélago cubano, y dio cuatro misas televisadas para el mundo.
También el Sumo Pontífice se reunió en privado con la familia de Fidel... pidieron mucho por su salud; imagino que por su poder perpetuo también. Aunque para esto no necesitaba bendición ni aprobación de nadie. Él lo tomó por la fuerza y lo mantuvo con la fuerza. Fue su modo. Y sigue siendo la manera de su sucesor asesino, el nazo-fascista Raúl y los mismos apellidos.
Este Papa logró que el 25 de diciembre se declarara día festivo y de celebración de la navidad otra vez en Cuba después de casi tres décadas como acontecimiento ilegal.
Jugamos tantos niños con juguetes de palo. O con los teléfonos de latas de compota de bebés vacías. Me tocó jugar con juguetes de barro del siglo XIX. De una anciana que los conservaba de su niñez y me los regaló. Fue maestra en su época laboral. Dueña de escuelas privadas y sabía la importancia de jugar para la formación de la personalidad de los niños.
Esto fue olvidado por el comunismo de Cuba. Quise una sombrilla, y mi madre estuvo 30 días rectificando una lista de las mamás deseosas de que llegaran los juguetes. Un mes de espera.
Después vendían tres juguetes al año por cada niño menor de 12. Siempre pasaban vendiéndolos por las cuadras, los padres que tenían que decidir entre alimentar a sus hijos o verlos jugar. No olvido la mirada fija de niños tristes y callados ante aquel acto de supervivencia. Era cruel.
Por eso, si me preguntan, ¿qué regalas más?... No me canso de comprar juguetes. Creo que podría tener una juguetería. La felicidad en el rostro de un niño es celestial.
A los que celebran la navidad, a quienes la aborrecen, o a quien le dé igual, sólo tengo que decir que una infancia feliz convertirá a estos pequeños en adultos sanos, equilibrados que harán una sociedad mejor.
Con reyes magos, o padres buenos, como sea, los niños en la dictadura cubana siguen bajo un abuso sostenido. Con el adoctrinamiento en las escuelas, en la televisión, en una sociedad que no siente lo que dice.
Hablo de los que la defienden. De los que se empeñan en criar a sus hijos bajo la doble moral de lo que oyen en la casa en contra de los Castro -si dices lo que oíste por ahí mamá o papá pueden ir presos-. Esta advertencia es constante.
Los niños dentro de Cuba deben saber la verdad de la dictadura. Y los adultos, negarse a la destrucción contribuyendo a deformar mentes en turbias y desorientadas en el camino del bien.
Esta infancia cubana ha vivido lo peor. La de hoy, la de 2018. Los juguetes son comparados con objetos museables. Mirar y ni chistar. Los precios solamente accesibles para la clase-rascacielos. La burguesía dictatorial dentro de Cuba. ¡Abusivo!
Papá Noel, o cualquiera que represente gozo y felicidad, serán férreos enemigos de la dictadura Castro-Comunista y fascista. Esta dinastía representa el mal. El comunismo es el verdugo de la alegría.
Pero son otros tiempos. Y del atropello contra Cuba tendrán como pago la total rebelión de los cubanos que decidirán su destino para siempre.