En el Imperio británico, las leyes que penalizaban la homosexualidad en las colonias eran tan similares que a menudo incluso compartían el mismo código. En India, se trataba de la sección 377. En Singapur es la 377 A.
Por eso, cuando la Corte Suprema de India eliminó hace unos meses la ley de la época colonial que criminalizaba el sexo homosexual, Johnson Ong —a 4023 kilómetros, en Singapur— consideró el suceso un llamado a la acción. En cuestión de días, Ong, de 43 años, presentó un recurso de inconstitucionalidad para anular la versión singapurense de la prohibición, con el argumento de que era “absurda y arbitraria” y que “vulneraba la dignidad humana”.
“La sociedad india es muy conservadora, mucho más que la singapurense en algunos aspectos”, comentó Ong. “Así que pensé: ‘Si India puede hacerlo, ¿por qué nosotros no?’”.
Esa es una pregunta que los activistas por los derechos de las personas homosexuales en todo el antiguo imperio británico se hacen después del histórico dictamen de la corte en India. Ellos consideran la decisión de los legisladores indios no solo como una victoria para el movimiento global de los derechos de las personas homosexuales, sino también un repudio contundente a la herencia victoriana que desde hace mucho las ha reprimido.
Más de la mitad de los casi setenta países que criminalizan el sexo homosexual son antiguas colonias que heredaron esas leyes de los británicos. Muchos adoptaron las leyes directamente del código penal indio, que en ese entonces se consideraba un modelo para las otras colonias.
Ahora, décadas después de obtener su independencia del Reino Unido y de que los británicos despenalizaron la homosexualidad en su propio país, estas leyes de la época colonial siguen vigentes. Este año, la primera ministra Theresa May incluso reconoció la responsabilidad del Reino Unido al respecto, y dijo que esas leyes “eran erróneas en ese entonces y también en la actualidad”.
La decisión en India ha dado un nuevo aire a una batalla que los activistas por los derechos de las personas homosexuales han llamado “la resaca colonial”.
Quizá el movimiento más resonante después de la decisión de la corte india surgió en Singapur, una próspera ciudad-Estado que no destaca por su vibrante activismo cívico. Aunque antes ya han fracasado los desafíos legales contra la prohibición, los activistas revivieron las iniciativas después de que Tommy Koh, un veterano diplomático singapurense, habló sobre la decisión india e instó a la comunidad homosexual a “intentarlo de nuevo”.
El apoyo de Koh detonó una ola de diálogo en torno a la sección 377A, que data de 1938 y amenaza con hasta dos años de prisión a los hombres que cometan “cualquier ultraje contra la moral pública” con otro hombre. La ley no dice nada sobre el sexo entre mujeres y rara vez se aplica.
Además del desafío constitucional de Ong, más de cincuenta mil personas, entre ellas un exfiscal general y varios diplomáticos, firmaron una petición con la que instaron al gobierno a reconsiderar la sección 377A como parte de una gran revisión del código penal, la primera en más de una década. El gobierno la rechazó.
Aunque el ímpetu inicial ha disminuido en su mayor parte, los activistas siguen determinados a impulsar los cambios.
Singapur ha pasado gran parte del año en un rol protagónico de la escena global, primero por ser el lugar donde se celebró la cumbre en junio entre el presidente estadounidense Donald Trump y Kim Jong-un, el líder norcoreano, y más tarde porque ahí se ambientó Locamente millonarios, una exitosa película que exhibe la vida de lujo de un grupo de personajes adinerados.
“El mundo tiene la imagen de que Singapur es un país moderno y perfecto con una gran calidad de vida y políticas progresistas”, comentó Glen Goei, un director de cine y teatro que ayudó a crear la petición. “Sin embargo, esa solo es la superficie de Singapur. No ven lo que hay debajo”.
Los grupos religiosos conservadores han encabezado la oposición al movimiento de revocación. En septiembre, el Consejo Nacional de Iglesias de Singapur, que representa a casi doscientas iglesias, expresó su apoyo a la ley, y declaró que “el estilo de vida homosexual no solo es nocivo para los individuos, sino también para las familias y la sociedad en general”.
Haciendo eco de argumentos que se han utilizado en otros países, algunos singapurenses han expresado preocupación de que eliminar la prohibición amenace “los valores familiares tradicionales” y provoque que el país “se dirija hacia un camino incorrecto”.
Los funcionarios dicen que depende de la sociedad decidir qué dirección quiere tomar al respecto. Una encuesta reciente realizada por Ipsos Public Affairs, una empresa independiente de investigaciones de mercado, halló que el 55 por ciento de los singapurenses apoyaba la sección 377A, mientras que el 12 por ciento se oponía a ella.
En una entrevista con la BBC el año pasado, el primer ministro Lee Hsien Loong dijo que la ley “era un arreglo incómodo”. “Estoy dispuesto a vivir con ella hasta que cambien las actitudes sociales”, comentó.
Los activistas dijeron que eso era inusual para un gobierno conocido por su pragmatismo respecto a los asuntos de los ciudadanos.
“Es extraño que digan ‘que la sociedad decida’ porque nuestro gobierno nunca ha sido pasivo”, dijo Johannes Hadi, un abogado que comenzó la petición junto con Goei. “Siempre han hecho lo que sienten que corresponde a los intereses del país”.
En 2007, el Parlamento singapurense votó a favor de repeler la sección 377 original, que prohibía el sexo oral y anal entre adultos de manera consensuada, y dejaron en vigor solo la sección 377A.
Los funcionarios han buscado tranquilizar a las personas homosexuales, al recordarles que la ley rara vez se aplica. Sin embargo, según testimonios reunidos por organizaciones locales sin fines de lucro y compiladores de testimonios a lo largo de los años, los singapurenses homosexuales han relatado que viven bajo la sombra de una ley que los clasifica como criminales tan solo con base en su identidad.
La soledad profunda es un tema recurrente. Aunque los singapurenses se enorgullecen de su sociedad multicultural, las leyes nacionales de medios y sedición son estrictas y desaniman los debates en torno a las diferencias étnicas y religiosas, y ni qué decir de las conversaciones sobre la identidad sexual.
Los activistas dicen que la prohibición de sexo entre parejas de hombres impone un tono de discriminación que afecta a toda la comunidad homosexual. En los medios, por ejemplo, no se permiten las representaciones positivas de personas homosexuales.
Incluso en este entorno relativamente hostil, es posible tener algún sentido de normalidad. Ong es un DJ que también dirige una agencia de mercadotecnia digital y vive con su pareja de hace tiempo, un chef. Los fines de semana ven películas. Para el Festival del Medio Otoño, hicieron pasteles de luna con taro y durio para vender a sus amigos.
No obstante, mientras la sección 377A siga vigente, dijo Ong, vivir como un hombre homosexual en Singapur será como “estar parado sobre una trampa”.
“Ves que la palanca para activarla está ahí mientras que el gobierno te dice: ‘No te preocupes, no vamos a usarla”, comentó. “Pero jamás estás seguro”.
Aunque el gobierno se mostró impávido ante la petición, el desafío constitucional de Ong sigue pendiente, y se tiene programada una conferencia previa al juicio para el 18 de febrero.