Las seis diócesis católicas del estado de Illinois, en Estados Unidos, ocultaron los nombres de 500 curas acusados de abusos sexuales, según denunciaron este miércoles las autoridades.
La fiscal general de Illinois, Lisa Madigan, denunció en un informe que la Iglesia Católica en el estado recibió denuncias contra 690 párrocos, de los que tan solo 185 fueron considerados creíbles y sus nombres difundidos.
Casi el 75% de las acusaciones o fueron consideradas no creíbles al haber solo una víctima denunciante o no fueron investigadas al haber sido reubicado o fallecido el cura en cuestión o pertenecer a otras órdenes como la jesuita, marista o franciscana.
Según Madigan, "el abuso sexual del clero a menores en Illinois es significativamente más extenso de lo que las diócesis de Illinois han reconocido".
El caso de Illinois se divulga después de otros en el país, siendo el de mayor perfil el de Pensilvania, donde un gran jurado identificó en otro informe a 300 presuntos curas pedófilos con 1.000 víctimas.
El fiscal general del estado, Josh Shapiro, destacó que la investigación del gran jurado detalla "un encubrimiento sistemático por altos cargos de la Iglesia en Pensilvania y en el Vaticano".
Las alegaciones también han golpeado con especial virulencia a las archidiócesis de Boston y de Nueva York, cuyo cardenal, Timothy Dolan, tuvo que declarar en 2013 en una investigaciones de abusos sexuales atribuidos a sacerdotes.
En 2007 la Iglesia católica estadounidense indemnizó con 660 millones de dólares, tras alcanzar un acuerdo extrajudicial, a más de 500 víctimas.
En su informe, Madigan concluye que las diócesis católicas de Illinois son incapaces de investigarse a sí mismas y que "no solucionarán ellas solas la crisis de abusos sexuales de su clero".
“Nunca diga violación”: los mandamientos de la Iglesia de Pensilvania para ocultar los abusos
El informe del gran jurado de Pensilvania sobre la trama de abusos sexuales de más de 300 clérigos a más de 1.000 menores describen la depravación entre los muros de la Iglesia. Un relato del horror consentido y silenciado durante décadas que ahora sale a la luz y que ha llevado al Vaticano a tachar de "criminales" a los responsables.
"La Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado y debería haber asunción de responsabilidad tanto por parte de los abusadores como por parte de los que permitieron", reza el comunicado que la Santa Sede ha difundido este viernes ante la indignación y el rechazo que han despertado los relatos de perversión sin límites que documenta la investigación judicial de la Corte Suprema del Estado de Pensilvania.
El informe describe también toda una maquinaria de silencio que durante décadas ha ocultado a los responsables de los abusos, que cometieron violaciones con somníferos y prácticas sadomasoquistas con total impunidad. Existe incluso en el informe un detallado "manual de instrucciones" para ocultar la incómoda verdad:
-“Primero, asegúrese de usar eufemismos frente a palabras reales para describir agresiones sexuales. Nunca diga violación, sino contacto inapropiados”.
“Segundo, no lleve a cabo verdaderas investigaciones” sino “asigne a clérigos a hacer preguntas inadecuadas”.
-“Tercero, para lograr una apariencia de integridad, envíe a sacerdotes para ‘evaluación’ en centro psiquiátricos de la Iglesia”.
-“Cuarto, cuando un cura deba ser trasladado, no diga el motivo. Diga a los feligreses que está en ‘baja médica’ o ‘fatiga nerviosa’. O no diga nada’.
-“Quinto, aunque un sacerdote esté violando a niños, proporcióneles casa y cubra sus gastos”.
-“Finalmente, y sobre todo, no diga nada a la Policía. El abuso sexual, aunque sin penetración, siempre ha sido un delito. Pero no lo trate de ese modo, sino como un ‘asunto personal’, ‘dentro de casa'”.
"Destrozó mi alma y se llevó mi infancia"
John Delaney, una de las víctimas de esta trama de abusos ha relatado para la agencia Efe su traumática experiencia: "Cuando tenía 10 años, llegó a la parroquia y comenzó con los tocamientos, a los 11 ya me había violado. Destrozó mi alma y se llevó mi infancia"
Delaney, que ahora tiene 48 años, fue uno de las víctimas de estos abusos en serie que se produjeron en la década de 1980 en un barrio al noroeste de Filadelfia donde el nuevo párroco comenzó a reclutar a los monaguillos que le asistirían en la misa. "Fui uno de los escogidos: a los 10 años me tocó, a los 11 ya me había violado", relata.
Delaney dice que su comportamiento cambió totalmente tras los abusos de Brzyski, quien falleció en 2017 sin ser condenado, ya que pasó de ser un chico tímido y estudioso a ser violento y faltar a clase constantemente.
"Mis padres me llevaron a este sacerdote para que me aconsejase. No sabían que justamente me estaban enviando al depredador", lamenta aún emocionado.
Como muchas otras víctimas, Delaney sufrió problemas de alcoholismo y drogadicción en los años posteriores, y tuvo que abandonar Filadelfia abrumado ante el recuerdo del sacerdote pederasta.