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General: El travesti más odiado de Marruecos sueña con España
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De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 12/02/2019 17:06
MUNDO LGTB 2019
La vida de Chafiq es una "persecución constante" desde que unos policías difundieron su identidad. Acosado por todos y escondido en su casa, cuenta su historia en esta entrevista. Ahora mismo no puedo ni comprar comida en la tienda de debajo de mi casa. La gente me insulta por la calle, por el barrio.
 
EL TRAVESTI MÁS 'ODIADO' DE MARUECOS SUEÑA CON ESPAÑA
POR REBECA HORTIGüELA
Chafiq Lafrid lo tiene claro: “Vivo en el cuerpo de una mujer todo el tiempo". Quiere salir de Marruecos para dejar de vivir escondido. Su sueño es pasar el día a día vestido de mujer y no hacerlo solo esporádicamente, en fiestas puntuales u ocultándose dentro de las paredes de su casa. La primera vez que lo hizo tenía cinco años. Todavía recuerda cómo se probó la ropa de su madre, a escondidas. Desde ese momento, no ha podido dejar de hacerlo, pero nadie de su familia ni de su entorno más cercano lo sabía. Hasta el 31 de diciembre, cuando el vídeo de su detención, con las manos esposadas a la espalda y un vestido azul eléctrico de mujer, cortito, de encaje, entallado al cuerpo y con la espalda descubierta, se hizo viral. Ese día, su vida en su país se desvaneció para siempre.
 
El encuentro con Chafiq se produce en el apartamento de Ibtissame Lachgar, una activista a favor de los derechos individuales, cofundadora del colectivo MALI —Movimiento Alternativo a favor de las Libertadores Individuales—, que le está ayudando con las gestiones burocráticas y legales para conseguir asilo en España o en otros países europeos, incluso en Canadá.
 
Chafiq está sentado en una 'mtarba', sofá típico marroquí, junto a Lachgar y otras dos personas. Lleva una camiseta verde y un vaquero azul. Al principio cuesta reconocerle. Habíamos visto las fotos y los vídeos de su detención en YouTube, pero nada más entrar en la casa no fue fácil deducir que aquel joven de 33 años y ojos negros, con una mirada dulce pero decidida, era la misma persona cuya imagen difundieron medios locales vestido de mujer, descalzo, vulnerable y derrotado después de que varios agentes marroquíes le humillaran. Tras las presentaciones, Chafiq se levanta y da la mano de una forma educada y cariñosa, pero sin demasiada energía. Se le nota abrumado y triste. Habla bajo, con un tono de voz muy tranquilo, pero sus palabras denotan preocupación e impotencia. Mucha impotencia.
 
—Quiero irme de Marruecos. Ya no aguanto más aquí. Hasta ahora no me lo había planteado, era feliz. Pero ahora mi vida se ha convertido en una catástrofe, en una persecución constante.
 
—¿Dónde te gustaría empezar de nuevo?
 
—Me da igual. Donde pueda ser yo mismo. En Europa. En España. Además, tengo muchos amigos allí. Me encantaría ir a España.

Así empieza la conversación, sentados frente a frente a la mesa de madera de la casa de Lachgar. Son las dos de la tarde y llueve a mares en Rabat. Chafiq está nervioso y cansado, pero comienza a contar su historia: una vida de superación, de humillaciones y persecuciones, de ilusiones puestas en la esperanza de poder salir a la calle vestido de mujer sin miedo a ser ridiculizado, juzgado o incluso encarcelado.
 
Chafiq es de Juribga, un pueblo situado en el interior de Marruecos, a 200 kilómetros de Rabat, pero vive en Marrakech. El fin de semana que le conocimos había viajado a Rabat para empezar a tramitar su solicitud de asilo a través de Ibtissame Lachgar y el colectivo MALI. “No es fácil conseguir asilo por tu condición sexual, pero vamos a poner todo nuestro empeño en lograrlo”, explica Ibtissame, que ya ha empezado a hablar con organizaciones internacionales, organismos oficiales, embajadas y consulados para tramitar la documentación necesaria. Entre todos, con la embajada de España.
 
—¿Qué esperas de Europa?
 
—La libertad. Allí hay un montón de asociaciones que defienden los derechos de los homosexuales. Y la gente allí es mucho más civilizada y tolerante con las personas que somos diferentes. Creo que hay más libertad para la gente como yo.
 
Esa es la idea protagonista en los pensamientos de Chafiq. Y sí, hay muchas asociaciones, pero lo cierto es que la sociedad no está tan familiarizada ni es tan tolerante como él cree con la feminidad de los hombres, con los 'crossdressers' o los travestis. Tampoco con los transexuales.
 
Para Chafiq, su guerra es otra: vivir en paz. Le da igual que la gente se gire por la calle o que no le entienda. “En Marruecos, ahora mismo, no puedo ni bajar a comprar comida a la tienda de debajo de mi casa. La gente me insulta por la calle, por el barrio. Vienen a la puerta de mi casa a insultarme”, cuenta, impotente.
 
“En Europa, me gustaría trabajar de administrativo en el sector de la salud [en Marruecos trabajaba de administrativo en una clínica dental]. Tengo 15 años de experiencia en hospitales. Si tengo la ocasión, me gustaría ser miembro de algún colectivo a favor de los derechos de los homosexuales y, por qué no, vestirme siempre como una mujer, si tengo la posibilidad”, relata Chafiq.
 
Antes de la detención que sacó a la luz su doble vida, Chafiq no sabía qué significaban las siglas LGTB —lesbianas, gays, transexuales, bBisexuales e intersexuales—, ni conocía la existencia de activistas que defendían sus derechos. “No sabía que esto existía en Marruecos. Tampoco en Europa. No me lo había planteado”, reconoce. Le contamos que en Barcelona y en Madrid hay asociaciones a las que van hombres que, como él, tienen la necesidad de vestirse de mujer. Hombres que también lo llevan en secreto y que allí se sienten libres. Hombres casados o que viven con sus padres. En esos locales hay armarios para que cada uno guarde sus prendas femeninas, un tocador e incluso una maquilladora. Chafiq, que vivía inmerso en el refugio del silencio, jamás había imaginado algo así. La lucha en Marruecos es otra: ocultar tu orientación sexual para que sea más fácil sobrevivir.
 REBECA HORTIGüELA RABAT, 2019     


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