Según el opositor Antonio Rodiles, un nuevo éxodo cubano está en marcha. En un artículo publicado recientemente en Cubanet —Crisis en Cuba: Éxodo, oposición y futuro, 27 de marzo de 2019— el autor intuye que la singularidad de esta migración es que pretende el desangre de la oposición interna y el régimen ser proactivo al despojarse de los descontentos antes del colapso de la colonia venezolana.
Según Rodiles, hay un pacto con el régimen de Ortega para hacer un puente hacia México, y que los “balseros terrestres” alcancen la frontera con Estados Unidos. Haya o no pruebas de esta connivencia migratoria cubano-nicaragüense, lo cierto es que de pronto han aparecido cientos de compatriotas en la frontera sur de México, Por otro lado, miles intentan de nuevo hacer el arriesgado tránsito desde Colombia hacia Centroamérica.
Durante el éxodo terrestre de 2015-2016, es difícil creer que La Habana no intervino ante el país de los lagos y los volcanes para detener la huida a través de sus fronteras. La marea humana fue parada antes de llegar a su objetivo. Eran los días finales de Obama, y este facilitó las cosas al régimen: eliminó la llamada ley de “pies secos, pies mojados”. Antes de esta suspensión y solo en 2016, entraron por la frontera sur norteamericana alrededor de 46.000 cubanos.
Ahora ningún país ha puesto impedimento al paso de los cubanos, —para ira del presidente Trump—; al menos no Nicaragua, lo cual hace la denuncia de Rodiles aún más creíble. En este macabro laberinto de espejos, donde los únicos atrapados son los migrantes, el régimen cubano ha reciclado el “dejar pasar” de hace algo más de dos años. Ya sabemos la función de saneamiento o descompresión que cumplen estas riadas, además de todos los “Julito el pescador” y “David” que vienen ocultos como refugiados.
Esta última avalancha cubana resulta singular pues se ha unido a los miles de emigrantes centroamericanos que, en la llamada Madre de todas las caravanas, partió de El Salvador hace unos días y aspira tener alrededor de 20.000 personas al llegar a territorio mexicano. ¿De dónde salieron tantos cubanos? ¿Estaban, como los terroristas, en células dormidas —o despiertas— esperando quien sabe qué y de quien una señal? ¿Eran parte de los “tapones” de cubanos, detenidos a su centroamericano paso hace un par de años? O la más loca de todas las explicaciones —y que deleitará al anti-trompismo—, ¿es un “colusión” entre el régimen cubano y el gobierno norteamericano para justificar el muro fronterizo?
Lo cierto es que ahora cientos y pronto miles de compatriotas se acumularán en la frontera mexicano-estadounidense poniendo a los gringos en un dilema muy particular: si Cuba es una dictadura que conculca las libertades y los derechos humanos, cada cubano que asome la cabeza por allí es, potencialmente, un perseguido político.
Como no hay apenas relaciones diplomáticas, la verificación del presunto acosado es imposible. De ese modo queda al oficial determinar, sin otras pruebas que la palabra del hostigado por el castrismo, si califica o no para el asilo. El régimen casi ha logrado que sus súbditos y los emigrantes de todo el mundo parezcan iguales en derechos ante las leyes norteamericanas, lo cual demerita la llamada Ley de Ajuste.
Una vez más, la carta jugada por el régimen toma por sorpresa a los estrategas de Washington. Hay un plan de contingencia que se actualiza constantemente, por si alguna vez otra emigración masiva de cubanos a través del mar ponía al Norte en aprietos. Era lo esperado tras aumentar la presión interna. Pero ¿qué hacer con un “balsero terrestre” cubano a quien, paradójicamente, las leyes actuales protegen? Una vez negado el asilo, ¿qué hará el gobierno mexicano con miles de cubanos varados en su territorio? ¿Quién aguanta un Miami revuelto por la negativa del gobierno norteamericano a otorgar refugio político a familiares de cubanos, y en camino a unas elecciones en las cuales los republicanos tienen que ganar la Florida?
Como está sucediendo hoy en Venezuela, la capacidad de sobrevivencia de los regímenes totalitarios al estilo castrista va varias millas por delante de los más avezados especialistas. Increíble que 60 años después, todavía haya “poca vista” a la hora de valorar, out of the box —fuera de la caja— medidas y contramedidas frente a la emigración como arma política y económica. Puede que una razón básica sea la sinrazón con la cual trabajan estos regímenes: son sistemas carentes de ética y lógica, con un gran nivel de improvisación y flexibilidad a la hora de la riposta. De otra manera no sería explicable que naciones hambreadas y controladas socialmente puedan resistir embargos financieros y aislamientos diplomáticos.
Con la misma efectividad que durante los últimos días del presidente Barack Obama el gobierno de Cuba pidió a los países centroamericanos que fueran poniendo la talanquera a los cubanos, ahora, justo ahora, parece haber pedido —es un eufemismo— que levanten la barrera: libre paso a los cubanos que esta vez no son “marineros” —camariocaneros, marielitos, balserameros o balseros guantanameros— sino terrestres, “fronterizos”. Y aun le dan otro golpe a los “imperialistas”: una ola de emigrantes cubanos pudiera poner en aprietos, de nuevo, las aspiraciones de reelección del ejecutivo en la próxima contienda —corazón abierto de Carter.
El Fronterazo, un nuevo éxodo masivo de cubanos en dos partes no parece tener una estrategia de contención visible por la parte norteamericana salvo el cierre total de la frontera sur. Una crisis real en momentos en que se anuncia, audazmente, el fin del triunvirato comunista latinoamericano. Pero nadie, hasta ahora, quiere poner el muerto. Y mucho menos lo quisiera poner el hijo de vecino de Arkansas o de Wyoming, para quienes La Habana puede ser restaurante y Caracas un salón de bingo. No es fácil entregar la vida en una playa cubana, en un cerro caraqueño, junto a un lago nicaragüense. Lo de Irak y Afganistán fue muy fuerte. Todavía lo estamos padeciendo. Antes, y está bien de su parte, los muchachos norteamericanos pedirán que delante vayan los nacionales, como les tocó a sus mayores durante el peligroso y temerario cruce del río Delaware hace más de doscientos años.
Otra diferencia con los tres éxodos anteriores es, precisamente, el ejecutivo republicano. Según la tradición, los planes anticastristas los preparan los republicanos y los ejecutan los demócratas. No podemos saber si la Administración Trump ha actualizado un plan anti-fronterizo que incluya a los cubanos. Los norteamericanos van cerrando las válvulas para que no escape la presión interna, limitando, dificultando las visas temporales y familiares. Pero la junta de la olla, si cabe el símil, es vieja, y siempre hay un resquicio por donde se escapa el vapor. Toda espera a que la revolución contrarrevolucionaria se cocine solo desde adentro es infructuosa. Eso sucede en los programas de televisión y con ollas muy nuevas.