Desde que sus hombres capturaran a Ernesto Guevara (más conocido como el Che) en Bolivia, el general retirado Gary Prado Salmón jamás se ha mordido la lengua al ser preguntado sobre el «Comandante». De hecho, lleva más de dos décadas llenando las tiendas de obras en las que analiza profundamente la figura de este personaje. Sus libros narran sucesos tan controvertidos como la última conversación que mantuvo en vida el líder revolucionario o la batalla final en la que se enfrentó a los «Rangers» que habían sido entrenados de forma específica para acabar con él.
Sabiendo esto, no es de extrañar que el antiguo militar haya aprovechado estas fechas (el próximo 9 octubre se celebra el 50 aniversario de la muerte del Che Guevara) para volver a sacar a colación, en una entrevista concedida a la agencia Efe, la colaboración de Fidel Castro en la captura y asesinato del «Comandante». Una teoría que ya había barajado anteriormente, pero que en este caso se atreve a afirmar de forma tajante. «Después de tantos años, lo que se ha desentrañado es que finalmente al Che lo mandaron a morir aquí. Esa es la realidad», ha señalado desde la ciudad de Santa Cruz (este).
Prado ha afirmado además que «Fidel Castro se libró de él» enviándole a Bolivia a luchar por una causa perdida de antemano. No obstante, también ha señalado que el fallecido tirano no lo hizo «tanto porque él quería, sino porque la cúpula del partido comunista cubano ya no toleraba su carácter y su forma de ser impulsiva».
A sus casi 80 años, el general retirado ha explicado también que argumentará de forma pormenorizada esta aseveración en el prólogo de su libro «La Guerrilla inmolada». Una obra que será editada de nuevo próximamente para conmemorar el medio siglo del asesinato de Guevara y que analiza la debacle en la que se convirtió la guerrilla que el Che dirigió en el país latinoamericano.
La teoría de la traición de Castro, que ya fue analizada por el diario ABC el pasado octubre, ha sido recurrente en las páginas de la Historia desde que el Che fuese capturado el 8 de octubre de 1967 tras enfrentarse a unos 200 «Rangers» bolivianos.
Uno de los que más apoyó el odio de Fidel hacia el «Comandante» fue su antiguo compañero de armas, Dariel Alarcón Ramírez (alias «Benigno»). Fallecido en 2016, el guerrillero cargó contra Castro en una entrevista concedida al diario italiano «Corriere della Sera»: «La muerte se debió a una maquinación de la que son responsables Fidel Castro y la Unión Soviética». En sus palabras, la URSS consideraba al revolucionario un peligro para sus intereses, por lo que lanzó al líder cubano un ultimátum. Y este no lo dudó y eligió la ayuda que iban a prestarles los soviéticos.
Un enfrentamiento oscuro
La relación entre Fidel y el Che comenzó en la década de los 50, cuando ambos se conocieron a través de Raúl Castro. A partir de ese momento, trabaron una amistad que culminaría con la revolución iniciada en 1956. Movimiento mediante el que ambos tomaron de la mano el poder en Cuba.
El líder revolucionario afirmó entonces lo siguiente del «Comandante»: «El Che era de aquellos por quienes todo el mundo sentía inmediatamente afecto a causa de su sencillez, de su carácter, de su naturalidad, de su espíritu de camaradería, de su personalidad, de su originalidad». Los elogios del barbudo no se detuvieron en este punto, sino que -utilizando su don para la palabra- añadió que Guevara contaba «con un gran talento, una gran inteligencia y una gran capacidad teórica».
Por su parte, el guerrillero tampoco evitó los buenos adjetivos a la hora de definir a Fidel en una misiva dirigida a sus padres: «Me impresionó como un hombre extraordinario».
Su amistad, sin embargo, se terminó en 1965. Ese año, el «Comandante» cargó contra la URSS durante un discurso pronunciado en la Conferencia Afroasiática celebrada en Argel. En su alocución, acusó a los soviéticos de ser «cómplices de la explotación imperial» mediante prácticas «inmorales». Para Fidel, que buscaba de forma desesperada el apoyo económico de los rusos, esto fue un verdadero tiro en el pie. Por ello, los Castro marginaron al Che de todas las decisiones políticas y, según afirmó el propio Benigno en una entrevista concedida antes de fallecer, casi le obligaron a marcharse de Cuba. Fue por ello por lo que Guevara hizo el petate y llevó su guerrilla hasta el Congo.
La traición no acabó en este punto, sino que se completó el 3 de octubre de 1965, cuando Fidel leyó públicamente una carta de despedida que le había entregado el Che y que (según sus instrucciones) solo podía ser desvelada tras su muerte. Tal y como ha afirmado Prado en su última entrevista, aquella puñalada fue una «jugada maestra» de Castro, pues así «cerró la puerta» a un posible regreso de Guevara al país. «Benigno decía que al Che le dio un ataque de furia cuando se enteró de la publicación de la carta porque esa carta era solo para el caso de ser capturado o muerto», ha determinado el general retirado.
Incomunicado
Aunque no regresó oficialmente a Cuba, el Che se introdujo de incógnito en el país después de salir derrotado de su aventura africana. Desde allí viajó a Bolivia con el objetivo de dirigir un comando guerrillero que acabara con el poder local. Arribó a la zona el 5 de noviembre de 1966 con la promesa de recibir periódicamente ayuda de Fidel. Sin embargo, y tal y como señala Prado en la entrevista, el líder prefirió olvidarse de él y dejarle morir. De hecho, la frase que más escuchó Guevara a partir de entonces fue «Sin contactos de Manila». Y Manila era, por entonces, el nombre en clave con el que denominaban a Cuba.
Sin ayuda, el revolucionario y sus hombres se vieron obligados a sufrir las penurias del hambre extrema mientras vagaban perdidos por la selva. «Era una guerrilla sin sentido y debilitada», señala Prado.
El general afirma incluso que, tras recabar datos, está seguro de que el grupo «no tenía contacto con Cuba» y que, durante su periplo, no recibió tampoco órdenes a las que atenerse desde la capital. Según señala, esta información la ha obtenido de Humberto Vázquez Viaña, muy cercano a Guevara por haber sido uno de sus compañeros de colegio. A su vez, ha determinado que el gobierno castrista ordenó a los agentes que apoyaban a los guerrilleros en Bolivia desaparecer del teatro de operaciones. Uno de ellos fue Ariel. «Esa salida de escena de Ariel es otra instrucción», añade.
La teoría del veterano coincide con expertos como el periodista cubano Alberto Müller. Este autor ha afirmado en repetidas ocasiones (una de las últimas, en una entrevista concedida en 2015) que el Che fue «traicionado» y «abandonado» en Bolivia por Castro: «La posición del Che corría en contra de los intereses de Fidel. Se convirtió en un apestado para la revolución cubana, una piedra en el zapato».
Este autor es partidario también de que, al volver del Congo, el «Comandante» quería viajar hasta Argentina para «liberarla», pero que «en La Habana le inventaron Bolivia» a pesar de que allí «no tenía condiciones para la guerrilla».
Y tiroteado
Mientras el Che viajaba hambriento y sin un objetivo concreto por la selva, los Estados Unidos enviaron a varios Boinas Verdes a Latinoamérica para entrenar a un grupo de soldados bolivianos en la contraguerrilla. Los futuros «Rangers».
Estos hombres fueron precisamente los que, el domingo 8 de octubre, cercaron y dieron un buen escarmiento a los guerrilleros en la posición de la quebrada del Churo. Y lo hicieron bajo las órdenes (entre otros) de Gary Prado Salmón. Tras varias horas de lucha, Guevara fue capturado cuando intentaba escapar junto a uno de sus compañeros. Sus palabras al ser «cazado» pasarían a la historia: «No disparen. Yo soy el Che Guevara. Valgo más vivo que muerto».
«En el momento de su captura, era un hombre derrotado, que veía el fin de sus sueños. Estaba desmoralizado. Eso en las tres primeras horas bajo mi custodia. Le di agua, café, cigarrillos... vio que lo tratábamos bien, con respeto porque no había necesidad de hacerle nada ni de preguntarle nada. Entonces ahí empezó a cambiar, al ver el buen trato, al ver que estaba tranquilo, seguramente empezó a sentir alguna esperanza porque ya empezó a hablar con un poco más de tranquilidad», explicó posteriormente el general en una entrevista concedida al diario «Los Tiempos».
Prado le explicó al Che que iba a ser juzgado. Pero eso nunca ocurrió. Posteriormente, el guerrillero fue entregado a Félix Ismael Rodríguez, el agente de la CIA que había trabajado durante meses en su captura. El 9 de octubre el espía recibió un mensaje en el que se le ordenaba acabar con el prisionero. Una muerte que se sucedió poco después. En palabras de Müller, Fidel podría haber evitado que el «Comandante» fuese acribillado, pero prefirió que muriera. Y es que, de esta guisa, eliminaba a un enemigo político y ganaba un mártir.
Fue su última traición a un hombre que, antes de su última batalla, instó a sus soldados a morir recordando las bondades de la Cuba dirigida por Castro.
Manuel P. Villatoro