Pudiera decirse que esta fecha y su celebración dividen a los “revolucionarios” de los que no lo son. No debe asombrar ese desconocimiento abismal de la historia de Cuba por los propios nacionales. A ello el régimen ha dedicado sus mejores cerebros y ríos de tinta, kilómetros de papel.
Érase una vez el 20 de Mayo…
Es muy probable que pocos cubanos nacidos antes de la Revolución de 1959 sepan decir con certeza que sucedió el 20 de mayo. Acaso una minoría contestará que fue el día en que se inauguró la seudo-república o república neocolonial —es lo que está en sus libros de texto, lo que le han enseñado en las escuelas por sesenta años—: seudo —falsa— y neocolonial —esclava. Acaso unos pocos habrán visto la foto del general en jefe Máximo Gómez izando la enseña nacional por primera vez. Casi nadie al primer presidente de la República de Cuba, Don Tomas Estrada Palma, con su gabinete —cubanos todos— en pleno.
No debe asombrar ese desconocimiento abismal de la historia de Cuba por los propios nacionales. A ello el régimen ha dedicado sus mejores cerebros y ríos de tinta, kilómetros de papel. Es lo que saben y hacen las revoluciones: la relectura y rescritura de la historia que, en primer lugar, justifique la conquista violenta del poder; después, servir de sustentación ideológica al autoritarismo, a la castración de las libertades y los sueños.
Es una regularidad cumplida desde la antigüedad. Roma nombró meses con el patronímico de sus emperadores. Pero es en la modernidad donde el renombrar alcanza su cenit; los medios de comunicación, después del invento de Gutenberg, consumarán la importante función de “moldear la masa”. Así sucedió con la Revolución francesa: el año de 366 días fue Franciada; los meses del año según términos agrarios y estacionales; el día con 10 horas, la hora de 100 minutos, y el minuto, 100 segundos.
La Revolución rusa y los comunistas rusos llamaron Stalingrado a Volgogrado, a Petrogrado, Petersburgo, para luego Leningrado y volver a ser San Petersburgo. Un familiar de visita en el Museo del Hermitage oyó de boca de la guía rusa en tiempos soviéticos, frente a la bandera del imperio —la tricolor de Pedro el Grande—, que algún día aquella insignia volvería a hondear en el Kremlin. No se equivocaba. A pesar de todo hay una memoria heredada en los pueblos, más poderosa que la ideología más tiránica.
En Cuba el comunismo tropical ha hecho verdaderas hazañas al renombrar cosas para el olvido y escarnio de los adversarios. El renombramiento, publicitado como “inauguración” en realidad es un cambio de nombre para un teatro, una tienda, una escuela o un hospital de más de medio siglo de existencia.
Pero la mayor estafa a la identidad nacional ha sido la negación, u omisión del 20 de mayo como el día en que nació la República de Cuba. Pudiera decirse que esa fecha y su celebración dividen a los “revolucionarios” de los que no lo son. Los primeros la niegan o aborrecen porque, según argumentan, ese día surgió lo que llaman “república mediatizada”, es decir, un país a medias, chueco, renco, incapaz.
Para los segundos, la fecha del 20 de mayo, escogida hace 117 años por los patriotas que lucharon por la independencia del colonialismo español, tiene el significado de una redención: la república resucita, vive simbólicamente un día después de la muerte del apóstol en combate. Durante medio siglo, abuelos y padres esperaban el 20 del quinto mes para estrenar ropas, irse a la playa, visitar amigos y familiares distantes.
¿Era muy costoso para el régimen, políticamente hablando, mantener el 20 de mayo como día de asueto, de festividad, de recordación a aquellos que, con sus luces y sus sombras, pusieron al país en el concierto de naciones libres? La férula de la enmienda Platt, ¿era suficiente para catalogar la República de neocolonia norteamericana? ¿Por qué la historia buena, la verdadera, comienza el Primero de Enero, fecha tramposa, pues todavía casi todo el ejército de Batista estaba en control de los cuarteles, las marinas y los aeródromos?
La respuesta es sencilla: en el proyecto castrista siempre estuvo condenado a morir el 20 de mayo, como también la democrática y liberal Constitución de 1940. No solo debía ser borrada la celebración y su significado, convertido en bochorno, afrenta, malestar. Como toda revolución, la cubana necesitaba autenticarse, tener su propio certificado de nacimiento. Y no se puede nacer dos veces. La República, según el canon histórico comunista, nunca existió. La primera criatura, la de 1902, fue un aborto, un feto deforme, un malnacido —Canel dixit. El nuevo alumbramiento, la Nueva Era, la Única, Eterna, empezó el primer día de 1959.
Hay más. Para el régimen, celebrar el 20 de mayo no es un desliz histórico. Es una actitud platista, pro-yanqui, contrarrevolucionaria y una retahíla de epítetos más. Al embonar el 20 de mayo con la Enmienda Platt, y tildar a la república de neocolonia norteamericana, intentan alimentar un “antimperialismo” que justifique todas las desgracias de la Isla, antes, ahora y por siempre. Pero contario al deseo, el anti-yanquismo pedestre e hipócrita, no ha hecho otra cosa que más pro-yanquis a los jóvenes de hoy. Como demuestra la historia, madre y maestra, toda esa “reprogramación” es fútil, y se torna en bumerang.
Pensar que la gente no se va preguntar algún día por qué se llamaba Avenida de los Presidentes es pura ilusión —dejarle los zapatos a la estatua de Estrada Palma, nada menos que el segundo al mando del Partido Revolucionario Cubano y hombre de confianza de José Martí, fue una chapuza. Muy cerca de allí alguien indagará como se llama el hospital materno. Sabrá que es el América Arias, patriota, esposa y madre de dos presidentes de la República a la cual el régimen niega todos sus valores. En el mismo Vedado, imponente, se alza el FOCSA —Fomento de Obras y Construcciones, Sociedad Anónima— un enorme edificio, todavía es el más alto de Cuba, diseñado y construido por compatriotas en apenas dos años —entre 1954 y 1956.
Una vez más podrán obviar o denigrar el día en que Máximo Gómez alzó la bandera cubana en el Palacio de Gobierno, exclamando: “¡Ahora sí creo que hemos llegado!”. La República vivió 57 años después de aquello. No fue un remanso de paz y alegría. No podía serlo. La guerra fue demorada, sangrienta, caudillista, como no la deseó, con asombrosa premonición, José Martí. Hubo gobiernos y presidentes malos y buenos. Hubo tiranos. Y sobre todo, hubo un pueblo, que con sus diferencias puso a la recién nacido estado, imperfecto e inmaduro, en la senda de la democracia y de las mejores economías de la región.
El agua tomará su nivel, tarde o temprano. El Capitolio Nacional, donde las vacas de feria pastaron en sus jardines, regresa a ser la sede del parlamento. Una Asamblea Nacional monocorde, comunista absoluta, pero ahí va a sesionar, de donde nunca debió irse. Los bellos hoteles de la Habana van recuperando su prestancia con capital extranjero. Capitales neocoloniales. Pero ahí estarán para recordarnos a todos que la Habana un día fue llamada el Paris del Caribe, y no el maloliente y descascarado solar en que lo han convertido. Así irá sucediendo tras derrotar a los soberbios. Las ideologías no son más grandes que la memoria afectiva de los pueblos.
El 20 de mayo es una fecha inseparable de nuestras tradiciones. Un monumento en el calendario —no en el “revolucionario”— a quienes ese día creyeron haber hecho realidad por lo cual lucharon durante 30 años contra España. Un símbolo que perdurará mientras más intenten negarlo. Vienen muy a tono ahora las estrofas de Ana Belén y Víctor Manuel; recordarnos la pequeñez de los hombres, y la inmensidad de Historia:
“Lanceros con casaca, monarcas de otras tierras/Fanfarrones que llegan inventando la guerra/Milicias que resisten bajo el “no pasarán”/Y el sueño eterno como viene se va/Y ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo/La puerta de Alcalá”.

Estrada Palma: La formación de un patriota cubano
La escritora Margarita García indaga sobre los acontecimientos que precedieron al 20 de mayo de 1902 en su libro Antes de Cuba libre: el surgimiento del primer presidente Tomás Estrada Palma.
El derribo de la estatua de Tomás Estrada Palma de la Avenida de los Presidentes, o Calle G, de la cual sobrevivieron los zapatos, y la manipulación de su quehacer como presidente en los libros después de 1959 en la isla, no han logrado desvirtuar su imagen.
Tengo en mis manos un ejemplar de Antes de Cuba libre: el surgimiento del primer presidente Tomás Estrada Palma, de la doctora en Filosofía Margarita García, profesora emérita de la Universidad de Montclair, de New Jersey. Este libro, publicado en 2015 por la Editorial Betania, aborda la biografía de Estrada Palma antes de que asumiera la presidencia de Cuba en 1902 y recurre a archivos y fotos que hasta el momento eran inéditos.
Como advierte la autora al inicio del libro, la idea de concebir este estudio surgió de forma accidental, tras hallar “un letrero en la ruta 32 en New York que anunciaba el pueblo de Central Valley, donde Tomás Estrada Palma había fungido como maestro y director de una escuela de su nombre”.
Sobre el proceso de investigación, García enumeró algunos de los sitios que visitó en busca de las huellas de Estrada Palma. “Fuimos a Central Valley [al norte de Nueva York], donde encontramos muchos documentos importantes, y residentes amables que estaban al día de lo que había hecho Estrada Palma en su tiempo allí. También fuimos a visitar el Castillo en España [Figueres, Cataluña] donde estuvo prisionero, y Tegucigalpa, Honduras, donde fungió como Jefe de Correos y donde conoció a su futura esposa”, señaló García.
Se trata de una biografía del detalle, donde no faltan profundas lecturas del entorno social, político y cultural del cubano. Basada en periódicos de la época, en documentos originales, testimonios y estudios previos, la autora ahonda en el carácter de Estrada Palma a partir de hechos puntuales que lo definieron como un hombre honrado, austero y leal a sus principios.
Resulta interesante que el primer presidente de la República de Cuba estuviera tantos años fuera de la isla. Como apunta la autora, un previsor Martí le había encomendado a Estrada Palma que estuviera a cargo del Partido Revolucionario Cubano. “Cuídeme el Partido; Cuba le pagará mañana”, cita García al apóstol en su ensayo.
En efecto, tras la muerte de José Martí, Estrada Palma había tenido que trasladarse a Nueva York para atender la Junta Cubana (Delegación del Gobierno Cubano en Guerra). Su labor organizativa durante la Guerra de Independencia entre 1895 y 1898 se basó, como recoge García en su investigación, en la “dirección de todas las actividades diplomáticas de los mambises, la recolección de fondos, preparación y envío de expediciones armadas”. Previamente, durante la Guerra de los Diez Años, había fungido como Presidente de la República en Armas.
En el estado de Nueva York, asume la creación del Instituto Estrada Palma, en Central Valley. De su labor en este centro educativo, como cita la autora del libro, Martí diría que era “puntilloso y constante, que gobernó ayer una república y hoy gobierna su colegio afamado con todas las enseñanzas y prácticas necesarias para el bienestar independiente del hombre trabajador en la dignidad republicana”.
Pero no imaginaba que la isla de la que había salido como prisionero hacía más de 20 años le llamaría otra vez. Estrada Palma fue elegido presidente in absentia el 31 de diciembre de 1901.
“Cuando fue elegido presidente el 31 de diciembre de 1901, a los 66 años, Estrada Palma estaba en Central Valley”, detalló la escritora.
Su regreso a Cuba consistió en un emotivo periplo por varias regiones de la isla. Fue recibido con vítores y carteles por los residentes de Gibara, en la zona oriental de Cuba. “El pedazo de tierra que pisó fue guardado para ponerse en un museo; el cemento donde primero caminó lo partieron en nueve pedazos y los distribuyeron entre sus ilustres acompañantes”, narra la autora en su estudio.
De ahí fue a su natal Bayamo y enterró finalmente los restos de su madre, Doña Yaya, que había muerto de hambre tras ser capturada y abandonada en la manigua por soldados españoles, en 1873. Otro de los episodios entrañables del regreso de Estrada Palma a Cuba fue su paso por el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde dejó, en las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes y José Martí, dos coronas de flores con el mensaje “Ya tienes patria”.
Una vez en La Habana, el 20 de mayo se izaron banderas cubanas, acto que se replicó en todo el país. “El 20 de mayo de 1902 fue la culminación de 30 años de esfuerzos por la liberación de Cuba de España. El Congreso de EEUU había declarado que ‘Cuba es, y por derecho debe ser, libre e independiente’. Y lo fue”, expresó la investigadora.
Sin embargo, a nuestros días han llegado diferentes versiones de la figura de Estrada Palma, entre ellas, la que ha reinado en Cuba desde 1959 y que lo tacha de anexionista a EEUU. Según dijo la investigadora, “el régimen comunista de Cuba desde luego que menosprecia esta fecha entre otras cosas porque Tomás Estrada Palma, el primer presidente, era admirador de la democracia norteamericana. No era ‘anexionista’, como algunos lo llamaron. En los primeros años de vida republicana hasta un encargado de negocios de los EEUU fue expulsado de Cuba por trabajar por la ‘anexión’”.
“Hay que enfatizar la característica de Estrada Palma que más lo diferencia de otros gobernantes (cubanos y extranjeros): la honestidad. El fue escrupulosamente honesto que dejó un superávit en el tesoro nacional cuando terminó su gobierno”, recordó la autora, que menciona en su libro otros beneficios de su administración. “Cuba obtuvo el control de la Isla de Pinos, y las mejoras en educación, obras públicas y sanidad que habían empezado durante la ocupación americana continuaron”.
La ensayista considera también que es preciso que los más jóvenes conozcan con mayor profundidad este capítulo de la Historia de Cuba. “Es importante conocer cómo comenzó todo, cuál fue el sacrificio de los fundadores, y darse cuenta de que los Estados Unidos fueron nuestros aliados”.
Sin duda, se trata de un libro que los amantes de la Historia sabrán apreciar, donde se combinan investigación y narrativa en una lectura agradable y con importantes datos para completar una zona poco conocida de la vida de Estrada Palma.
*Francisco Almagro Domínguez y Grethel Delgado
Las masas humanas más peligrosas son aquellas en
cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…
del miedo al cambio.
Octavio Paz

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