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General: 50 años del Apolo XI: la huella que dejó la Luna en los hombres
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De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 04/06/2019 13:07
 El 20 de julio de 1969, por primera vez en la historia el hombre pisó suelo lunar
El próximo 20 de julio se cumple el 50 aniversario del lanzamiento del cohete que transportó hacia la Luna a los astronautas estadounidenses Edwin Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins, dentro de la cápsula del Apolo 11.
 
50 años del Apolo XI: la huella que dejó la Luna en los hombres
POR MIGUEL Á. HERNÁNDEZ MORÁN
“¿Y ahora qué?¿Qué hace una persona cuando ha logrado el sueño de su carrera?¿Qué hace un hombre a los 39 años tras haber caminado sobre la Luna?”. Estas cuestiones abrumaban la mente del segundo hombre que pisó nuestro satélite, Edwin “Buzz” Aldrin, tras regresar de su histórica odisea.
 
La honestidad de Aldrin, sus luces y sus sombras, y la angustia existencial poslunar que encierran estas preguntas se compilan en la autobiografía Magnífica Desolación. Su título corresponde a los términos exactos con los que el astronauta estadounidense definió el paraje lunar aquel 20 de julio del 1969, cuando el Eagle hundió sus patas en la polvorienta superficie del Mar de la Tranquilidad.
 
De los tres astronautas embarcados en la misión Apolo XI, solo Armstrong y Aldrin pisaron la Luna, mientras su compañero Collins vagaba indefinidamente por la órbita del satélite en la nave Columbia.
 
Armstrong, comandante de la misión, fue el primero en descender la escalinata del Eagle para, acto seguido, sellar en el imaginario colectivo la frase “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.
 
EDWIN “BUZZ” ALDRIN: UNA DESOLACIÓN NO TAN MAGNÍFICA
Para Aldrin, ente competitivo por deformación profesional militar, siempre fue una losa ser recordado como “el segundo” hombre que pisó nuestro satélite.
 
La falta de capacidad de “Buzz” para asimilar su regreso a la Tierra, la desatención psicológica del Gobierno de Estados Unidos y unos antecedentes familiares truculentos, provocaron en este astronauta su hundimiento en un alcoholismo depresivo que destrozó su matrimonio, su economía y su salud. Él había dejado su huella en la Luna y la Luna había dejado huella en él.
 
Su madre, cuyo nombre era curiosamente Marion Moon (“Luna”), se había suicidado en 1968. Su abuelo también se había suicidado años atrás y Aldrin siempre asumió su depresión como una herencia genética inevitable.
 
Regresó a la Tierra como quien despierta de un sueño para volver a la realidad. Solo fue capaz de asimilar su vieja nueva vida recurriendo al alcohol, lo que le sumió en continuos episodios depresivos.
 
En la década de los años 70, tras volver a la Fuerzas Aérea de EEUU y formar parte de varios proyectos de investigación aeroespacial, trató de mantener su economía vendiendo automóviles Cadillacs en Beverly Hills. Se divorció de su primera esposa después de casi 20 años de matrimonio, y recurrió al alcohol siempre que las cosas no iban como esperaba.
 
Durante esa década se materializaron las consecuencias de sus excesos: las organizaciones para las que trabajaba como consultor dejaron de confiar en él, rompió con su segunda esposa, tuvo un accidente de coche y fue arrestado por conducir ebrio.
 
“Regresar a la Tierra fue demasiado estimulante. Era una especie de celebridad sobre un pedestal”, declaró en una entrevista a la revista Time.
 
Finalmente, decidió enfrentarse a su depresión, su alcoholismo y sus traumas recurriendo a un equipo de psiquiatras que le ayudaron a poner los pies en la Tierra de forma definitiva.
 
En las reuniones de Alcohólicos Anónimos se concienció de que no todo le iba salir bien en la vida. No era un héroe como le habían hecho creer tras su aventura en el Apolo XI, sino un ser humano con los mismos problemas que sus compañeros de adicción.
 
Dejó de beber definitivamente en 1978, y su vida se estabilizó. Se volvió casar y comenzó a desarrollar varios proyectos aeroespaciales con el fin de alentar a los gobiernos y a la NASA a no abandonar la investigación espacial y seguir viajando a la Luna y Marte.
 
Con este propósito ideó el proyecto Aldrin Cycler, una nave con capacidad para 50 astronautas que funcionaría como transporte periódico entre la Tierra y Marte, pero la NASA nunca llegó a concretar la idea de Aldrin.
 
Su último episodio escabroso tuvo que ver con la extendida creencia de que la misión Apolo XI fue todo un montaje. En 2002, el cineasta Bart Sibrel, conocido defensor y promulgador de esta hipótesis, se acercó inquisitivamente a Aldrin en un hotel para instarle a reconocer la teoría del montaje.
 
Tras aguantar estoico ante las insistentes preguntas de Sibrel, el astronauta se terminó hartando y le propinó un puñetazo en la mandíbula, zanjando así el encontronazo.
 
MICHAEL COLLINS: EL PARADIGMA DE LA IMPOTENCIA AJENA
La vida de Michael Collins, piloto de la misión Apolo XI, podría definirse como la antítesis de Aldrin.
 
Recordado como el hombre que se quedó pululando por la órbita lunar mientras sus compañeros completaban uno de los mayores hitos de la historia de la humanidad, muchos lo habrían asimilado con impotencia, como “nadar para morir en la orilla”.
 
Sin embargo, Collins siempre se sintió afortunado por su proeza, siempre valoró su función en la misión y lo que hizo y nunca le atormentó lo que dejó de hacer.
 
En una entrevista concedida al diario argentino La Nación comentó algunos años después: “Siempre me consideré afortunado, alguien a quien dieron la oportunidad justa en el momento justo. Había treinta astronautas esperando para ocupar mi asiento pero me eligieron a mí ¿Crees que además necesito caminar sobre la Luna para sentirme feliz?”
 
La vida de Collins tras la misión nada tiene que ver con la intensa historia de Aldrin, más bien fue todo lo normal que puede ser una vida después de haber estado a más de 300,000 kilómetros de la Tierra.
 
El piloto del Columbia se mantuvo alejado de los focos y, a pesar de su relevancia histórica, siempre llevó una vida discreta. A diferencia de sus dos compañeros de expedición que terminaron divorciándose, Collins sigue casado con su mujer, Patricia, desde 1958, con la que tuvo tres hijos.
 
Su figura, y el hecho de haber estado solo en la nave Columbia mientras sus compañeros paseaban por la Luna durante 21 horas y 31 minutos, no ha pasado inadvertido en el mundo de la música.
 
Varios grupos han recurrido a Collins durante las últimas décadas para personificar cierto sentimiento de impotencia y soledad.
 
En 1970 el grupo de rock inglés Jethro Tull lanzó en el disco “Benefit” que incluía la canción “For Michael Collins, Jeffrey and Me”, en la que el cantante Ian Anderson comparaba sus sentimientos de inadaptación y los del bajista de la banda Jeffrey Hammond, con los que entendía que tuvo que sufrir Michael Collins durante el alunizaje de sus compañeros.
 
Anderson canta en ese tema: “No me quito de la cabeza que me he quedado atrás cuando debería estar ahí, caminando con vosotros”.
 
La figura de Collins sigue siendo recurrente para la música en los últimos años. La banda The Boy Least Likely To lanzó, en 2013, la canción “Michael Collins”, que equipara el sentimiento de soledad del astronauta, aislado de todo, con la soledad del individuo en la sociedad actual.
 
Más recientemente, en 2017, el artista de folk americano John Craigie publicó “Michael Collins”, una canción biográfica en la que se narra, de forma condensada, la vida del astronauta y su experiencia en el Apolo XI con frases tan representativas como:
 
“A veces acaparas la fama/ a veces te sientas detrás del escenario / Pero si no fuera por mí/ los chicos todavía estarían allí”.
 
NEIL ARMSTRONG: EL PESO DE DAR UN GRAN PASO PARA LA HUMANIDAD
A su vez, la poca notoriedad de Michael Collins contrasta con la fama de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna. Sin embargo, esta conversión de humano a figura histórica nunca fue del agrado del astronauta.
 
El inevitable reconocimiento y consecuente ensalzamiento de su figura le convirtió en un símbolo de la nación estadounidense. Él optó por alejarse de todo aquello y retomar su condición humana, ejerciendo como profesor en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Cincinnati.
 
Su carácter introvertido le hizo detestar ser una celebridad, más aún teniendo en cuenta las situaciones que esta le generaba.
 
“No es que lleve mal la fama, es que considero que no la merezco” dijo en una entrevista a la web CNET News.
 
Tuvo que demandar a su propio barbero, en 2005, tras conocer que había vendido un mechón de su pelo por $2,600. Era el reclamo principal de las convenciones espaciales a las que asistía, y le abrumaba el simple hecho de que la gente le pidiera un autógrafo o una foto.
 
Siempre se mantuvo distante con los medios y apenas concedió entrevistas que testimoniaran qué supuso para él convertirse en el primer hombre que pisó la Luna.
 
De los tres integrantes de la expedición Apolo XI, Armstrong es el único que no sigue con vida. En 2012, tras una cirugía en la que se le colocó un “bypass” vascular, su estado de salud fue empeorando progresivamente hasta fallecer solo tres semanas después de la intervención.
 
La misión Apolo XI fue un hito sin precedentes y, sus protagonistas, Armstrong, Aldrin y Collins, se convirtieron en héroes dignos de epopeya griega. Sin embargo, no fue sencillo sobrellevar esa condición impuesta de superhombres.
 
Armstrong, el gran nombre de los tres hombres, nunca supo lidiar con su popularidad e importancia histórica. “Buzz”Aldrin, el hombre que le dio nombre al astronauta más famoso de la gran pantalla, Buzz Lightyear, se sumergió en un alcoholismo galopante que a punto estuvo de arruinar su vida por completo. Y Collins, el nombre ignorado por la historia, el único que podía haber digerido la experiencia del Apolo XI como algo frustrante; por paradójico que resulte, fue también el único que supo asimilar y valorar haber formado parte de un hito memorable.
 
Los tres astronautas consumaron una hazaña histórica, dejaron la huella de la humanidad en la Luna; lo que la historia ignora es que, la Luna, también dejó su huella en estos tres hombres.
 
Diez curiosidades sobre esa misión histórica.
La distancia de seguridad de una explosión
Los espectadores VIP que asistieron al despegue desde Cabo Cañaveral estaban situados a tres millas y media (5,6 kilómetros) del emplazamiento del despegue. Esa medida no era casual. Los técnicos de la NASA eran conscientes de que los cohetes Saturno V llenos hasta los topes de combustible podían explotar, y habían calculado que tres millas (4,8 kilómetros) era la distancia máxima a la que una eventual explosión podía enviar fragmentos de metralla.
 
Circulando sin seguro
Hoy, los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins son famosos, pero antes de la misión que los convirtió en leyenda tenían problemas más mundanos. Uno de esos problemas era que no podían permitirse un seguro de vida con la misión que estaban a punto de emprender. Para tratar de ayudar a sus familias, los tres astronautas firmaron cientos de autógrafos durante el mes previo al despegue y los enviaron a un amigo con instrucciones de venderlos o subastarlos para recaudar dinero para sus familias en caso de que pasara algo malo.
 
El misterioso (y pestilente) olor de la luna
Mientras llevaron puesto el traje no lo notaron, pero al quitarse el casco dentro del módulo lunar, los astronautas de la Apolo 11 notaron un detalle inesperado. El polvo lunar que habían traído en sus botas y trajes desprendía un olor intenso y muy desagradable que les recordaba a la pólvora. El polvo lunar no tiene ni de lejos la misma composición que la pólvora, así que el origen de ese olor sigue siendo un misterio. Se cree que fue algún tipo de reacción que se activó al entrar en contacto con el aire húmedo de la cápsula y después se disipó.
 
Dejar la puerta medio abierta
Los astronautas que salían de la cápsula tenían instrucciones de no cerrar la puerta de la Apolo 11 completamente. Se dejaba entrecerrada para evitar que se perdiera mucho calor, pero no debían cerrarla del todo por si se volvía a presurizar de manera fortuita, algo que hubiera complicado mucho el proceso de volverla a abrir.
 
No fue un pequeño paso para el hombre
Todos recordamos la frase que pronunció Neil Armstrong por radio al salir del módulo lunar (Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad), pero resulta que no fue un paso tan pequeño, sino más bien un salto. El propio Armstrong había posado el módulo lunar tan suavemente que los amortiguadores pensados para amortiguar el aterrizaje apenas se movieron, dejando el escalón más bajo del módulo a unos 120 centímetros del suelo.
 
La primera comunión en la Luna
Pese a que la NASA instruyó a los astronautas para no hacer comentarios sobre religión (el evento se estaba retransmitiendo a nivel mundial y no querían ofender a nadie) Buzz Aldrin no estaba de acuerdo. El astronauta era presbiteriano y pidió permiso a si iglesia para administrarse una comunión al alunizar. Aldrin llevó un pequeño kit con una sagrada forma y un poco de vino, y comulgó con ellos poco después de aterrizar y decir unas palabras. Desde entonces es la primera y única persona que ha celebrado un oficio religioso y ha consumido vino en la Luna.
 
Récord de audiencia durante doce años
Se calcula que más de 600 millones de personas siguieron en directo el alunizaje de la Misión Apolo 11 a través de la televisión. La cifra fue récord de audiencia absoluto durante 12 años. El nuevo récord no llegó hasta 1981, fecha en la que la boda de la Princesa Diana de Gales convocó a 750 millones de personas ante el televisor.
 
Todas las banderas en la Luna ahora son blancas
La bandera de la misión Apolo 11 ya no ondea allí. Los astronautas la pusieron demasiado cerca del módulo lunar y este la tiró al suelo cuando sus motores se encendieron para abandonar la superficie lunar. Quedan otras cinco banderas estadounidenses que, aunque parezca mentira, aún están en pie. La ironía es que ya no son banderas con las barras y estrellas. El paso del tiempo, el frío y la radiación las han desteñido hasta volverlas completamente blancas. Ahora mismo hay cinco banderas de rendición sobre la luna.
 
El discurso que Nixon nunca dio
El presidente Richar Nixon tenía dos discursos preparados, uno si la misión concluía con éxito, y otro que nunca llegó a usar por si fracasaba. Comenzaba con la frase: “El destino ha querido que los tres hombres que fueron a la luna en paz, descansen en paz ahora allí”.
 
En el espacio nadie podrá oir tus... flatulencias
El agua que bebían los astronautas era un subproducto de las células de combustible, y tenía muchas burbujas. A resultas de ello (y con medios bastante más precarios que los actuales para defecar) los astronautas sufrían de muchos gases estomacales. Al parecer, el olor dentro de la cápsula lunar no era del todo agradable. Los astronautas lo definieron entre un cruce de olor a perro mojado y pantano.

MIGUEL Á. HERNÁNDEZ MORÁN / EFE/ REPORTAJE / 2019    


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