El balompié sigue desprendiendo algunos aromas que huelen a podrido. El rechazo hacia la unión entre ser homosexual y futbolista es uno de ellos, como si la condición sexual fuera algo importante para poder disfrutar de este deporte, de cualquier otro o de cualquier otra cosa o actividad en el mundo. Hay muchos tabúes que, en pleno siglo XXI, todavía siguen en pie, lastran a una cultura de años atrás que es arcaica en múltiples aspectos y que se muestra en pañales. El fútbol, rebosante de un enorme potencial para influir en la conducta de la sociedad, se debilita a la hora de hablar sobre cómo combatir una homofobia incrustada desde hace mucho tiempo.
Tras Holanda y Bélgica, España fue la tercera nación en dar luz verde a los matrimonios entre parejas del mismo sexo. En el país de la caña y la tapa es donde mayor aceptación hay de la homosexualidad del mundo con un 88%, según un estudio del Pew Research Center. Pero esto no significa que sea una región donde habite la igualdad. La mayoría de los 1.285 delitos de odio que se produjeron en 2014 fueron por homofobia. La orientación sexual de la víctima fue el motivo del ataque en 513 casos del total.
Este mal endémico tiene un largo recorrido en el globo terráqueo y el fútbol no escapa de su propio historial. Justin Fashanu fue el primer jugador profesional que declaró abiertamente su homosexualidad estando en activo y lo hizo porque fue chantajeado. “Le dijeron: ‘Sabemos que eres gay, o lo cuentas y te pagamos por ello o igualmente lo sacamos y no recibirás nada de dinero’”, confesó su biógrafo. De este modo, en 1990, el tabloide The Sun firmó una portada con el titular: “Estrella futbolística de 1 millón de libras: Soy gay”.
Aquello no fue fácil para el británico, que tuvo que ver como su propio hermano le daba la espalda, las aficiones en los estadios le insultaban, su existencia se había convertido en una humillación y Brian Clough, su entrenador de por aquel entonces, era muy crítico con la vida personal que llevaba.
“No me gusta nada que salga el apellido Fashanu en las portadas de los periódicos relacionado con un tema de ese tipo. Mucha gente pensará que soy yo. Lo único seguro es que a Justin ya no lo contratará ningún equipo”. Así se pronunció John Fashanu al hablar de su hermano.
Años más tarde, el técnico de Middlesbrough hizo pública esta conversación que mantuvo con el delantero inglés en su biografía: “¿A dónde vas si quieres una rebanada de pan?, le pregunté. Al panadero, supongo. ¿A dónde vas si quieres una pata de cordero? Al carnicero. ¿Entonces por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones?”.
Pese a nacer en un barrio de Norfolk, donde la supremacía blanca mellaba en los negros, Fashanu consiguió dominar la pelota y llegar lejos. El delantero tenía un tremendo olfato goleador, fue el primer jugador de color por el que se pagó un millón de libras por su traspaso y llegó a un club que había hecho historia. Pero su cuento no tuvo un final feliz.
Cuando colgó las botas, decidió marcharse a Estados Unidos a trabajar de preparador físico. Allí, en 1998, fue acusado de violar a un menor. Nunca se consiguieron pruebas de aquello. Después, volvió a Inglaterra, donde, con 37 años, decidió ahorcarse un 3 de mayo de ese mismo año, dejando una nota: “Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable antes de comenzar el juicio. Yo no he abusado nunca de aquel joven. Sí, tuvimos sexo, pero basado en el consentimiento mutuo. A la mañana siguiente él me pidió dinero, y cuando le dije que no me respondió ‘espera y verás’. Ya no quiero ser más una vergüenza para mis amigos y mi familia. Espero que el Jesús que amo me acoja. Finalmente encontraré la paz”.
En 2013, el alemán Thomas Hitzlsperger también contó su homosexualidad en una entrevista al medio Die Zeit. Desde su salida del armario, el ex centrocampista ha ejercido de portavoz de diferentes iniciativas contra la homofobia, la xenofobia y la discriminación de diferentes colectivos, según informó el periodista Eduardo Casado en 20 minutos.
Para encontrar casos de lapidaciones y escarnios públicos como estos, no hay que irse tan lejos en el tiempo ni en lo geográfico. Jesús Tomillero, ex árbitro de Regional Gaditana, sufrió hasta 1.500 amenazas, algunas de muerte, por reconocer públicamente que era gay en 2015. El andaluz, que lucía con satisfacción unos cordones con los colores de la bandera del orgullo en sus botas en cada partido que era el colegiado, siguió velando por los derechos LGTB a pesar de los insultos que le puedan llegar, como apostilla en el documental Vice Specials: Fútbol y homofobia.
“Jesús Tomillero es una persona que me merece una admiración tremenda. Ha demostrado muchísima valentía exponiéndose a todo tipo de insultos, amenazas y violencia verbal e incluso arriesgando su carrera profesional para luchar por los derechos de las personas LGTB”, proclama Andrés Martínez, Coordinador sección Fútbol 11 de GMadrid Sports, organización que lucha por dar mayor visibilidad al colectivo LGTB en el ámbito deportivo y trabaja para erradicar la LGTBfobia en el deporte desde hace más de 12 años, y añade: “Él ha conseguido demostrar a nuestra sociedad que la homofobia existe, que sigue tan vigente como siempre, y se ha erigido como un referente para abanderar esta lucha dentro del mundo del fútbol. Sólo puedo mostrar admiración y respeto hacia él”.
El primer equipo de fútbol 11 gay de España fue el conformado en marzo del 2016 por GMadrid Sports, que tiene más de 550 socios y socias que se dividen en un total de 16 disciplinas deportivas diferentes, siendo una entidad que solo pide a sus miembros tener 18 años al menos. “Aceptamos a cualquier persona mayor de edad que quiera venir a practicar deporte, independientemente de su raza, origen, religión, creencias, orientación sexual o identidad de género. Somos un espacio seguro que ofrece las garantías a todos nuestros socios y socias para que puedan jugar su deporte favorito en un entorno de respeto y libre de prejuicios o discriminación”, explica Martínez.
Los guiños a la comunidad LGTB se hacen con cuentagotas. Un ejemplo de ello es la iniciativa realizada por la Premier League bajo el nombre Rainbow Laces, lanzada por la corporación Stonewall. La idea es que la bandera arcoíris inunde los estadios de la competición británica para concienciar a los aficionados en la igualdad y demostrar que el fútbol es para todos. Los brazaletes, los soportes que sujetan el balón antes de cada encuentro, la tablilla electrónica del cuarto árbitro y los videomarcadores, entre otros, se tiñen con los colores del arcoíris.
“Todo acto contra la homofobia y a favor del colectivo LGTB siempre suma y nunca resta, así que estoy completamente a favor (del Rainbow Laces)”, señala Martínez, y añade que “en Inglaterra existan estos gestos, que se vayan dando de forma continuada es muy positivo para que se normalicen y para que cada vez menos gente los cuestione. Es el camino a seguir”.
El Rayo Vallecano, un club muy identificado con sus raíces y con los problemas sociales, decidió que, para la temporada 15/16, su característica franja roja se iba a teñir con los colores de la bandera del orgullo en su segunda vestimenta. Este ha sido uno de los pocos guiños que ha tenido el colectivo en España. Otro conjunto que tiene tatuado un contrato con el pueblo en su piel es el Sankt Pauli. La vestimenta principal de la entidad alemana es marrón porque los primeros jugadores eran trabajadores que llegaban con los ropajes de sus diferentes empleos y eran de este color. Un compromiso de la clase proletaria que se extiende a la hinchada. No es arduo ver en el Millerntor-Stadion pancartas a favor del movimiento LGTB o en contra del machismo.
Martínez, que cree que desde la Liga de Fútbol Profesional, dirigida por Javier Tebas, pocas acciones se van a impulsar de este tipo. “Creo que la diferencia fundamental entre Inglaterra y España en este aspecto radica en que en Inglaterra es la Premier League quien impulsa estos movimientos y, por lo tanto, muchos clubes tienen la posibilidad de secundarlos y poner su granito de arena. Los pocos gestos contra la homofobia en el fútbol vienen dados por los propios clubes y, sobre todo, guiados por movimientos provenientes de sus bases, aficionados y peñas. Ahí abajo es donde realmente hay una verdadera concienciación de la situación de las personas LGTB en el fútbol, y donde se realiza la lucha por su visibilización”, explica.
Algunos artistas del balón han comentado que es muy difícil y complicado salir del armario en un mundo como es el del fútbol. Según Tomillero, que tuvo que abandonar el arbitraje por los ataques homófobos que recibía y ahora es presidente de la Asociación Roja Directa Andalucía LGTB y Director del Observatorio de Delitos LGTB-fóbicos del Campo de Gibraltar, Andrés Iniesta le dijo lo siguiente: “Mira lo que te pasa a ti, imagínate lo que nos pasaría a nosotros”. Unas declaraciones que son duras, pero que no dejan de ser una muestra viviente de lo que ocurre en los entresijos del deporte al que denominan rey. Por su parte, Manuel Neuer, portero del Bayern de Múnich, expresó que a los aficionados lo que les importa es el rendimiento de los jugadores y no la condición sexual, añadiendo que quien sea homosexual debería decirlo, ya que salir del armario alivia. Tras este apoyo al colectivo, el guardameta germano se vio como protagonista de infinidades de rumores sobre su condición sexual.
No todo va a ser malo. Una noticia amable entre tanto anhelo por la equidad es que el Valencia, en sus 100 años de historia, cuenta desde hace algunos meses con su primera peña LGTB. “Nos motivó el poder ver un Mestalla sin tabúes, sin miedo a mostrarte cómo eres, disfrutar del fútbol sin que nadie te diga nada y empezar una importante tarea por todos los estadios posibles”, asegura Alex Rosete, presidente de la asociación. “Poquito a poco vamos avanzando, aunque aún queda muchísimo que hacer”.
Si el deporte del balón a rombos blancos y negros es un reflejo de la sociedad, por pura estadística, tiene que haber jugadores homosexuales. Según BDfútbol.com, 10.851 han sido los futbolistas que han participado en la liga a lo largo de toda su historia. Rosete, que remarca que es “casi improbable que no hayan (gays), porque son miles y miles”, destaca: “El problema es que muchos no lo dicen por miedo a las represalias, insultos, pérdida de patrocinadores, muchas veces son aconsejados por sus propios representantes”. Asimismo, Paloma del Río, periodista que ha cubierto 14 Juegos Olímpicos, tiene el mismo pensamiento: “Sería rarísimo que en el fútbol, como en el resto de la sociedad, no hubiera el mismo porcentaje de chicos y chicas homosexuales”.
En algunos aspectos, el balompié expulsa unos valores que son nocivos. La idea de que se tiene que ser de cierta manera, tener ciertas actitudes y comportamientos. Ser, lo que se diría, un ‘macho’, en definitiva. Ellos no se lanzan a salir del armario, pero ellas sí, ya lo hicieron, como son los casos de la jugadora del Barcelona ‘Mapi’ León, Lola Gallardo, del Atlético de Madrid y Laura del Río, que se ha retirado este mismo año al finalizar la temporada.
“Cuando eres alguien conocido, tienes una responsabilidad. Creo que es importante dar la cara por los derechos de todos, no hay por qué esconderse. Muchas veces oímos cosas muy feas en los campos de fútbol, insultos no sólo homófobos sino también racistas, y yo creo que en el deporte necesitamos lanzar un mensaje claro de tolerancia y en contra del odio.” Esto dijo en una entrevista en la central zurda del Barça.
Con todo ello a las espaldas, se hacen necesarias iniciativas para concienciar a las personas de que todas son iguales. La Real Federación Española de Fútbol, junto a su presidente, se pusieron manos a la obra hace unos pocos meses al anunciar la creación de una plataforma “interdisciplinar” para luchar contra la homofobia o cualquier otro tipo de discriminación que hubiera en el fútbol. De igual modo, Luis Rubiales dijo que “el entorno del fútbol puede hacer mucho daño”.
Los insultos homófobos se han convertido en un ritual que cada fin de semana es la banda sonora de los campos de fútbol. El alud de improperios gruñidos se incrusta entre las aficiones que los expulsan por mera inercia. “Eso demuestra una falta de personalidad de la persona que por imitación hace una cosa que no quiere hacer”, apostilla del Río.
Tampoco ayudan las palabras lanzadas como las de Ivan Rakitić en Offside Magazine en 2012. “Respeto a los homosexuales, pero no quiero a esa gente en el vestuario. No me marcharía de un equipo por eso, porque respeto igual a un homosexual que a un negro, un gordo o un enano, pero de ser posible prefiero no tener gays en mi vida”, expresó el centrocampista croata del Barcelona.
Martínez, que aboga por un cambio de toda la población para erradicar estas conductas, se muestra escéptico con que este problema vaya a tener una solución inmediata. “La homofobia en el fútbol no dejará de existir mientras no deje de existir en la sociedad”. Rosete, que pide educación para ello en las aulas y en las casas, que se haga publicidad y que España coja las buenas iniciativas que se hacen en otros países, remarca que “se podrían hacer muchísimas más cosas”. Y, por último, del Río subraya la fuerza que debe tener el periodismo frente a estos acontecimientos: “Los medios de comunicación tenemos un poder para apaciguar, dar naturalidad a las cosas y no se lo damos. Nuestra labor educativa debería ser mayor en este terreno”.
Miedos, conservadurismo, represalias, no poder derribar prejuicios ya establecidos o ser aquello que te dicen que debes ser y no ser lo que realmente quieres ser son algunas de las ideas que se les pasa a los jugadores por la cabeza. Parece que el rechazo a las personas homosexuales fuera una regla más del juego y que la condición sexual, negada sistemáticamente por la no libertad, fuera el dorsal.
Federico García Lorca, Isadora Duncan, Freddy Mercury, Alan Turing, Lili Elbe y Da Vinci son algunos de los que han luchado contra la intolerancia en otros ámbitos. ¿Y por qué el fútbol no se puede enfrentar a la verdad y dejar ya de estigmatizar?