Entre 10 y 12 cubanos acaban de morir ahogados por una crecida del río Darién, cuando intentaban llegar a Panamá desde Colombia, atravesando esa zona selvática; pero los medios de comunicación internacionales, con escasas excepciones, y la prensa pagada por el Partido Comunista no han encontrado un hueco para informar sobre la desgracia de unos pobres que huían del comunismo.
Normalmente, este tipo de noticias luctuosas encuentran amplio eco en la prensa mundial y fotos de emigrantes muertos, niños incluidos, han ganado premios y el reconocimiento de la opinión pública, conmovida por el horror de seres humanos ahogados; pero pareciera que para buena parte de la prensa mundial los ahogados cubanos merecen ahogarse o ser atacados por fieras y reptiles en su travesía por el Darién por el pecado de alejarse del comunismo empobrecedor y represivo que el castrismo impuso en la isla.
En Europa y en Estados Unidos funcionan varias organizaciones humanitarias que, junto con las iglesias, procuran alivio y acogida a los emigrantes; y los partidos de la izquierda transversal tardan cinco minutos en lanzarse contra el mundo próspero y democrático en el que viven cuando se trata de abordar la emigración.
Durante años, el gobierno cubano culpó a su homólogo norteamericano de estimular la emigración mediante la Ley de Ajuste Cubano y la política de Pies Secos, Pies Mojados, esta última derogada por Barack Obama; pero antes y después muchos cubanos han seguido escapando del paraíso que no fue.
Evidentemente, la causa principal de la emigración cubana son la pobreza y la opresión del castrismo, que no solo dilapidó el desarrollo heredado de la república y el dinamismo económico del batistato, sino que redujo a Cuba a país monoproductor al servicio del CAME y excomulgó con cárcel, exilio e inxilio a los discrepantes.
Aún puede verse un vídeo de Fidel Castro, Oliver Stone y tres reclusos en vísperas de ser fusilados, conversando sobre las causas de un intento de salida ilegal de la isla mediante el secuestro de una embarcación con turistas, que no corrieron peligro de muerte.
Estoy seguro –aseveró Castro en la charla con los jóvenes negros condenados a fusilamiento- que ustedes quieren ir a Estados Unidos para tener una buena casa y un buen carro. Y el mundo no dijo ni mu, siguió callado frente a la barbarie y la sinrazón del barbudo carismático y ególatra.
En aquella ocasión, Castro no hablaba para los que serían ejecutados pocos días después; sino para George W. Bush y la opinión pública norteamericana, a los que transmitió que había entendido el mensaje que la Casa Blanca considera acto inamistoso de guerra una oleada migratoria masiva, como fueron Camarioca (1963), Mariel (1980) y los Balseros (1994).
Años antes, militares cubanos habían perpetrado las matanzas del río Canímar (Matanzas, 1980), cuando fuerzas de la marina y la aviación, apoyados por un barco civil hundieron la embarcación “XX Aniversario”; aún se desconoce el número exacto de víctimas, pero viajaban familias con niños incluidos.
En julio de 1994, se produjo el hundimiento provocado por militares y paramilitares del remolcador “13 de marzo”, que prestaba servicios en el puerto de La Habana. Murieron 42 cubanos, incluidos diez niños, al zozobrar la embarcación a 7 millas de la costa norte habanera.
El mundo horrorizado con las msacres de Cassinga (Angola, 1978), Sabra y Chatila (Beirut, 1982), y Tianámen (Pekin, 1989) enmudeció ante la barbarie castrista y sigue callado ante la desgracia cubana en una inexplicable complicidad que se prolonga como hito permanente en la guerra cultural ganada por la izquierda y sus compañeros de viajes del transversalismo político.
Cuando un haitiano emigra huye de la pobreza generada por un Estado fallido; cuando un cubano emigra es porque ha sido encandilado por las lentejuelas del capitalismo; cuando un centroamericano bebe agua en una yagua (hoja) de palmera lucha contra la pobreza capitalista, cuando lo hace un cubano es porque es un tipo ingenioso.
La emigración cubana se está convirtiendo en un problema para la región, que antes los ayudaba a pasar porque sabía que serían recibidos en Estados Unidos sin mayores sobresaltos; pero ahora son devueltos a Cuba por Panamá y México, advertidos por Washington de que no se presten a ser válvulas de escape del tardocastrismo.
Sí, ya sabemos que ese mercado tan dinámico e injusto que es USA atrae a millones de emigrantes; ya sabemos que los privilegios norteamericanos a la emigración cubana ha sido un imán; lo que el mundo no quiere saber es porque tantos cubanos malagradecidos huyen a diario del paraíso, imitando al resto de emigrantes del mundo que huyen del capitalismo pobre al capitalismo rico.
Pero ese viaje del comunismo al capitalismo solo se produce en Cuba, sus emigrantes buscan el capitalismo; sus repatriados intentan construir islotes de gozadera en su antiguo CDR, los llamados cuentapropistas (empresario es mala palabra) achinan los ojos oteando cruceros y el gobierno ¿revolucionario? sigue apostando al Cundeamor: los cubanos de adentro que se callen, los de afuera que callen y paguen, mientras el Buró Político y la guara verde oliva ponen la dignidad hasta que la patria los contemple orgullosos.