Los diplomáticos estadounidenses solicitaron permiso al Departamento de Estado para izar banderas de arcoíris este mes en la embajada y el consulado de los Estados Unidos en Brasil, con el argumento de que, desde la elección de Jair Bolsonaro como presidente, hay un ambiente cada vez más hostil en contra de las personas homosexuales en el país.
Washington rechazó la solicitud, una decisión que para algunos es la señal más reciente de que el gobierno de Trump podría estar abandonando la lucha por los derechos de las personas gays y trans como uno de sus estandartes de política exterior.
La bandera del arcoíris no debería izarse en un “asta que dé al público”, según instruyó el departamento estadounidense al personal en Brasil y otras legaciones en todo el mundo el lunes pasado.
Este gesto simbólico ha sido rutinario en los postes de las embajadas estadounidenses desde 2011, cuando la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, proclamó en un discurso memorable que los “derechos homosexuales son derechos humanos”.
El Departamento de Estado ha tomado otras decisiones que reflejan este cambio desde que terminó el gobierno de Barack Obama.
Este año no hubo un anuncio que declarara a junio como el Mes del Orgullo ni tampoco indicaciones detalladas para las legaciones con sugerencias para las celebraciones del orgullo gay ni se les animó para que “avancen los objetivos de la política de derechos humanos de las personas LGBTI” durante todo el año.
El departamento ha eliminado, silenciosamente, la figura de enviado especial para los derechos de las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans como un trabajo destacado y autónomo.
Además está creando la Comisión de Derechos Inalienables, que los grupos de derechos de las personas gays temen que tenga el objetivo de limitar el alcance de la defensa estadounidense. El panel busca “proveer una perspectiva fresca al discurso sobre los derechos humanos, que se ha alejado de los principios fundamentales de nuestra nación de ley y derechos naturales”, según una nota publicada el 30 de mayo en el Registro Federal, un diario del gobierno.
Aun así, los diplomáticos estadounidenses en Brasil no tenían motivos para esperar una resistencia oficial a que conmemorasen el Mes del Orgullo como lo hicieron en años previos.
Los equipos del consulado en Río de Janeiro y de la embajada en Brasília sugirieron en un memorando que, a causa de la creciente polarización política bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, sus acciones serían “una oportunidad para mostrar apoyo a la comunidad LGBT y a los derechos de las minorías” y demostrarían “orgullo y confianza en nuestra heterogeneidad y fortaleza como sociedad”.
El cortante rechazo del Departamento de Estado descolocó al personal gay y a quienes los respaldaban; en conversaciones mantenidas la semana pasada, los diplomáticos estadounidenses que son homosexuales describieron un estado de ánimo predominante de miedo y angustia. Nadie accedió a hablar públicamente por temor a que hubiera represalias.
Robyn McCutcheon, que en 2011 se convirtió en la primera funcionaria estadounidense del servicio exterior que estaba en proceso de transición de género, expresó en una entrada reciente en su blog su decepción por la decisión del departamento de no emitir el comunicado oficial de cada año en el que se anima a las embajadas a destacar un Día del Orgullo Gay o el Día en Contra de la Homofobia, que se conmemora cada 17 de mayo.
“Nuestros derechos como estadounidenses LGBT han sido deteriorados con la eliminación de esta guía por aquí, la reescritura de esta política por acá o simplemente con la desaparición silenciosa de un sitio web”, escribió.
Los funcionarios del Departamento de Estado no respondieron a las preguntas que hicimos acerca de la política de la bandera ni dijeron nada sobre si el apoyo a los derechos de las personas gays y trans sigue siendo una prioridad de la política exterior. Mientras se rehusaron a aclarar las intenciones de la nueva comisión, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, les dijo hace poco a periodistas que eso le ayudaría a decidir cómo pensar los derechos humanos en la diplomacia.
“¿Cómo nos aseguramos de que tenemos una definición confiable de los derechos humanos a partir de la cual podamos decirle a nuestro personal diplomático en todo el mundo que se involucre en esos asuntos importantes?”, se preguntó.
Pompeo mencionó que sus creencias religiosas moldean su acercamiento a esta política. “Mi trabajo está formado por mi entendimiento de la fe, mi creencia en que Jesucristo es el Salvador”, le dijo a Christian Broadcasting Network, un medio cristiano en abril.
Los grupos de defensa de los derechos homosexuales mencionaron que, para ellos, la comisión es un revés.
“Sinceramente dudamos que esta comisión haya sido organizada para asegurarse de que los derechos humanos de las personas LGBT y otras que viven violencia extrema y discriminación sean totalmente cumplidos”, afirmó Ty Cobb, director global del Human Rights Campaign.
Agregó: “Trump y Pence dejaron claro que no son aliados de la comunidad LGBT, ni internamente ni en el exterior”.
El discurso de 2011 de Clinton en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra en el que dijo que los “derechos homosexuales son derechos humanos y los derechos humanos son derechos homosexuales” fue una apuesta ambiciosa para que Estados Unidos liderara una campaña global para evitar la criminalización de la homosexualidad y ampliar los derechos de las personas gays y trans.
La priorización de Estados Unidos en este asunto ayudó a consolidar el movimiento a favor de los matrimonios igualitarios en todo el mundo. El gobierno de Obama buscó avanzar incluso en países conservadores, a pesar de que a veces fue criticado por arriesgar a los defensores que quería empoderar.
La postura de Washington importa, dicen los defensores de los derechos.
“En ambientes en los que las poblaciones marginales tienen pocos recursos dentro de su propio gobierno, estas veían a Estados Unidos como un protector”, dijo Rob Berschinski, el vicepresidente sénior de Políticas de Human Rights First, quien trabajó en materia de derechos en el Departamento de Estados en la administración Obama. “El retroceso del gobierno de Estados Unidos en asuntos como los derechos de las personas LGBT les importa mucho a esas comunidades; para algunos es una cuestión de vida o muerte”.
Aunque Estados Unidos no ha abandonado oficialmente la protección de los derechos humanos de las personas gays y trans como una obligación de la política exterior, con el presidente Trump esta búsqueda ha perdido visibilidad e impulso. Algunos diplomáticos más experimentados continúan abogando por ella, pero ya no cuentan con una directriz integral que seguir.
El anuncio que dio Trump este mes de que su gobierno lideraría el esfuerzo por evitar la criminalización de la homosexualidad en el mundo ha sido recibido con críticas por el retroceso que los derechos de las personas gays, bisexuales y trans han tenido en Estados Unidos.
En Brasil, los derechos de las personas LGBT se habían ampliado considerablemente en la última década con la aprobación del matrimonio igualitario en las cortes en 2013 y con la posibilidad, relativamente fácil, de cambiar los nombres y los marcadores de sexo en los documentos de identidad.
Además, se espera que el Supremo Tribunal Federal de Brasil emita este mes una resolución que convertirá los actos homofóbicos en un delito penal.
Pero la violencia en contra de las personas gays se ha extendido y muchos se sienten cada vez más vulnerables con el ascenso de funcionarios como el presidente Bolsonaro, quien dijo en 2011 que preferiría que su hijo muriera a saber que era gay. En abril, dijo que Brasil no debería anunciarse como un destino para turistas homosexuales porque “hay familias”. Anticipándose a la resolución del tribunal sobre la homofobia, el presidente les dijo a sus seguidores que estaba interesado en nombrar un juez evangélico.
En este contexto, un diplomático en el consulado estadounidense de Río de Janeiro envió un correo electrónico a un supervisor a mediados de mayo para solicitar la aprobación para ondear una bandera arcoíris junto a la bandera de Estados Unidos durante todo junio.
Scott Hamilton, el cónsul general, apoyó la idea en un memorando que envió a la embajada de Brasilia, en el que destacó la “atmósfera creciente de intolerancia y actos de violencia homofóbica”.
El personal de la embajada también respaldó la solicitud y planeaba izar la bandera arcoíris en su edificio en una ceremonia pública el 19 de junio.
El rechazo del Departamento de Estado desencadenó una especulación frenética sobre lo que significan los derechos de las personas homosexuales para las autoridades estadounidenses.
En otras legaciones diplomáticas, incluyendo las embajadas estadounidenses en Corea del Sur e Israel, las banderas y estandartes del orgullo han sido desplegados públicamente, pero no en astas, como lo prohibió el Departamento de Estado. La embajada de Estados Unidos en Alemania, donde el embajador es el diplomático gay más prominente en la administración Trump, planea hacer lo mismo.
Pero no en Brasil. En una nota emitida el viernes, la embajada instruyó al personal de cinco consulados en el país para asegurarse de que cualquier bandera del orgullo “sea colocada en interiores”.
ERNESTO LONDOÑO, RÍO DE JANEIRO — JUNIO DE 2019