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General: ¡50 AÑOS DESPUÉS DE LA LLEGADA A LA LUNA!
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 16/07/2019 13:59
 AL PARECER, AHORA TODOS QUIEREN IR A LA LUNA 
Desde que el ser humano llegó a la Luna el 20 de abril de 1969, muchas teorías han tratado de explicar que no era posible. Ahora, un director de cine explica por qué sí fue real.
 
50 años de la llegada a la Luna
¡Claro que llegamos a la Luna!
El experto en cine que desmonta las teorías conspiranoicas
    RUBÉN RODRÍGUEZ
El 20 de julio de 1969 tuvo lugar un momento que cambió nuestras vidas: por primera vez en la historia, el ser humano era capaz de pisar la Luna. El Apolo 11 no solo consiguió llegar a nuestro satélite, sino que incluso Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron a caminar por su superficie, dejando frases e imágenes para la historia. Sin embargo, muchos siguen creyendo que todo fue un burdo montaje y una gran mentira orquestada por EEUU.
 
Cincuenta años después de uno de los grandes logros de la historia de la humanidad, se siguen multiplicando las voces que siguen defendiendo la teoría de que el hombre nunca llegó a la Luna. El principal argumento que esgrimen es sencillo: ¿por qué no se ha vuelto a ir allí desde 1969? A partir de ahí, muchas son las 'pruebas' que confirmarían la verdad de los conspiranoicos, que ahora el cineasta Howard Berry se ha encargado de refutar.
 
El 20 de julio de 1969 tuvo lugar un momento que cambió nuestras vidas: por primera vez en la historia, el ser humano era capaz de pisar la Luna. El Apolo 11 no solo consiguió llegar a nuestro satélite, sino que incluso Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron a caminar por su superficie, dejando frases e imágenes para la historia. Sin embargo, muchos siguen creyendo que todo fue un burdo montaje y una gran mentira orquestada por EEUU.
 
Cincuenta años después de uno de los grandes logros de la historia de la humanidad, se siguen multiplicando las voces que siguen defendiendo la teoría de que el hombre nunca llegó a la Luna. El principal argumento que esgrimen es sencillo: ¿por qué no se ha vuelto a ir allí desde 1969? A partir de ahí, muchas son las 'pruebas' que confirmarían la verdad de los conspiranoicos, que ahora el cineasta Howard Berry se ha encargado de refutar.
 
La icónica foto de la llegada a la Luna que la NASA admite que ha sido retocada
Muchos conspiranóicos aprovechan las imágenes de la llegada del ser humano a la Luna para afirmar que todo fue un gran montaje, pero la NASA afirma que solo una foto fue trucada
 
A través de un artículo publicado en 'The Conversation', el director, editor, productor y encargado de efectos especiales de más de 50 películas y documentales, ha hecho un análisis pormenorizado de buena parte de los argumentos que utilizan los negacionistas de la llegada a la Luna, explicando por qué todas las teorías de la conspiración no son reales. La grabación, el movimiento de la bandera, los sombras en la superficie lunar... Todo al descubierto.
 
Uno de los argumentos que se utilizan de manera más habitual es que la llegada a la Luna fue grabada en un estudio en lugar de en la superficie lunar. Berry explica que es imposible, pues los estándares de aquella época no encajan con el material real. Es decir, en un estudio se habría grabado en película -a 24 frames (imágenes) por segundo- o en vídeo -entre 25 y 30 por segundo-. Sin embargo, las imágenes reales están grabadas en una cámara especial a solo 10 frames.
 
Hay quien acepta que se utilizó está cámara especial del Apollo, pero dentro de un estudio y, para dar la sensación de baja gravedad, redujeron la velocidad de la cámara. La explicación de Berry es sencilla: técnicamente es imposible. La tecnología de la época solo permitía almacenar 30 segundos que, a cámara lenta, se convertían en 90. Si intentaran hacer lo propio con los 143 minutos de grabación en la Luna, deberían de haber podido grabar un total de 47 minutos.
 
La tercera pata de esta teoría tiene que ver con que, para simular la grabación en directo, se hubiera utilizado película y, posteriormente, se hubiera reducido la velocidad. Efectivamente, Berry explica que esta opción es la única que técnicamente sería posible para 'falsear' un directo en la Luna... pero pronto hubiera sido descubierta. Habría que empalmar al menos seis rollos de película en los que se habrían colado pelos, polvo o se habría dañado, quedando demostrado que la grabación era falsa.
 
Pero, ¿qué pasa con el viento que hace ondear la bandera? La tela con las barras y estrellas que Armstrong clavó en la Luna no debería de moverse al no haber viento en la Luna. Barry asegura que la famosa imagen de la bandera, que aparece doblada, no se mueve por acción del viento, sino que simplemente ondea ligeramente por la acción de clavarla, siendo las arrugas de la tela las que dan la sensación de movimiento. El cineasta asegura que, en el resto de grabación, la bandera no se mueve.
 
Otra de las teorías de los escépticos tiene que ver con las sombras proyectadas en el suelo. Aseguran que los focos del estudio son los que provocan que las sombras no sean paralelas, como debería de ser por la acción del Sol. Pero Barry explica que no es la única fuente de iluminación: el suelo lunar también refleja la luz, eso sin contar los focos del módulo lunar o la luz residual que pudiera llegar desde la Tierra. Quizá, después de todo, sea más fácil admitir que sí llegamos a la Luna.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 16/07/2019 14:06
 50 AÑOS DEPUÉS
Olvidada después de la misión Apolo, la Luna está de regreso. El reciente descubrimiento de agua dentro de los cráteres polares de la Luna ha fomentado en parte el renovado interés de visitar el satélite natural de la Tierra.

Al parecer, ahora todos quieren ir a la Luna        
KENNETH CHANG
En enero, Chang’e-4, una nave espacial china robotizada que incluye un pequeño explorador, se convirtió en la primera en descender en el extremo lejano de la Luna. India tiene el objetivo de lanzar este mes a Chandrayaan-2, su primer intento por llegar a la superficie lunar. Incluso una pequeña nave israelí sin fines de lucro, SpaceIL, este año intentó enviar un pequeño módulo de aterrizaje robotizado, pero se estrelló.
 
En las próximas décadas, las botas que usen los visitantes de estos y otros países podrían plasmar sus huellas en el polvo lunar. China está tomando un enfoque lento pero constante y prevé la primera llegada de sus astronautas a la Luna en aproximadamente un cuarto de siglo. La Agencia Espacial Europea ha presentado el concepto de una “aldea lunar” internacional que algunas personas vislumbran para 2050, más o menos. Rusia también ha expuesto planes de enviar astronautas a la Luna para 2030, finalmente, pese a que muchas personas tienen dudas acerca de que pueda costearlo.
 
En Estados Unidos, que envió a veinticuatro astronautas a la Luna de 1968 a 1972, las prioridades cambian con los caprichos del congreso y de los presidentes. No obstante, en febrero, la NASA de pronto se vio impulsada a retomar su ritmo cuando el vicepresidente Mike Pence anunció la meta de volver a poner a los estadounidenses en la Luna para 2024, cuatro años antes de lo programado con anterioridad.
 
“La NASA está muy motivada”, comentó en una entrevista Jim Bridenstine, excongresista de Oklahoma y piloto de la Marina elegido por el presidente estadounidense, Donald Trump, para ser el administrador de la agencia. “Ahora tenemos un rumbo muy claro”.
 
Para India, llegar a la Luna pondría de manifiesto sus avances tecnológicos. China se posicionaría como una potencia mundial fuera del planeta. Para Estados Unidos y la NASA, ahora, la Luna es una escala evidente en el camino a Marte.
 
La fascinación con la compañera celestial de la Tierra no se limita a los Estados nación. Un grupo de empresas se han puesto en fila con la esperanza de ganar contratos de la NASA para llevar experimentos e instrumentos a la Luna. Blue Origin, la empresa de cohetes creada por Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon, está desarrollando un módulo de aterrizaje grande que espera vender a la NASA para llevar cargamento —y astronautas— a la superficie de la Luna.
 
Los ojos puestos en otros trofeos
Durante tres décadas después de que terminó el programa Apolo, pocas personas pensaron en la Luna. Estados Unidos había vencido a la Unión Soviética en la carrera a la Luna. Después del Apolo 17, la última visita de los astronautas de la NASA en 1972, los soviéticos enviaron a la Luna unas cuantas naves espaciales robotizadas, pero pronto también perdieron interés en seguir explorando allí.
 
En esos años, la NASA centró su atención en la construcción de transbordadores espaciales y de la Estación Espacial Internacional. Sus exploradores robotizados se dirigieron más lejos para explorar Marte con mayor profundidad, así como el cinturón de asteroides y los mundos exteriores del sistema solar.
 
Bridenstine señala que, ahora, una de las primeras razones para acelerar un regreso a la Luna es reducir las posibilidades de que los políticos vuelvan a cambiar de opinión. Habría un alunizaje en 2024 cerca del final del segundo periodo de la presidencia de Trump, si este ganara la reelección el próximo año.
 
“Creo que es triste que no hayamos regresado a la Luna desde 1972”, mencionó Bridenstine. “Ha habido intentos anteriores. Nunca se han materializado”.
 
La NASA ha denominado Artemisa al nuevo programa de la Luna, como la hermana de Apolo en la mitología griega. Su primera misión será una prueba sin tripulación del Sistema de Lanzamiento Espacial, un gran cohete que ya se está desarrollando. Está programada para finales de 2020, aunque muchas personas esperan que el lanzamiento se recorra a 2021.
 
El segundo vuelo —el primero con astronautas a bordo— sería en 2022 alrededor de la Luna pero no alunizaría.
 
En el tercer vuelo, en 2024, los astronautas primero viajarían a Gateway, un puesto de avanzada que orbita alrededor de la Luna, y de ahí tomarían otra nave espacial a la superficie lunar, en algún lugar cerca de su polo sur.
 
Bridenstine, junto con otros funcionarios de la NASA, ha dicho en varias ocasiones que Artemisa llevará a la Luna a “la primera mujer y al siguiente hombre”.
 
¿Y por qué regresar?
¿Ahora hay un impulso priomordial por ir en estampida a la Luna? El descubrimiento de que allí hay agua, en especial hielo en la profundidad de los cráteres polares donde nunca brilla el sol.
 
Esa es una fuente invaluable de agua potable para los astronautas que en el futuro visiten la Luna, pero también de agua que puede descomponerse en hidrógeno y oxígeno.
 
El oxígeno podría proporcionar aire que se pueda respirar; el oxígeno y el hidrógeno también podrían emplearse como carburante para los cohetes. De este modo, la Luna o una estación para recargar combustible que la orbite podrían servir de escala para que las naves espaciales llenen sus tanques antes de alejarse más dentro del sistema solar.
 
“Si podemos hacerlo, la Gateway se convierte en un almacén para combustible”, señaló Bridenstine.
 
Un momento crítico en el resurgimiento del interés por la Luna se dio en 1998 con la Lunar Prospector, una sonda espacial de la NASA pequeña y poco costosa. Alan Binder, un científico planetario que trabajaba en Lockheed Martin, concibió la Lunar Prospector como una forma de dar seguimiento a los rastros de agua congelada en los cráteres sombreados y de mostrar una forma de llevar a cabo misiones espaciales a precios regalados.
 
En 2005, la NASA puso en marcha planes para el Proyecto Constelación, una flota de cohetes nuevos y más grandes, cápsulas y módulos de aterrizaje, que planeaba construir. Michael Griffin, el entonces administrador de la NASA, lo describió como “el programa Apolo con esteroides”.
 
Sin embargo, durante la siguiente década, el entusiasmo por la Luna volvió a decaer.
 
Los retrasos y los costos excesivos asolaron al Proyecto Constelación. El gobierno de Barack Obama, quien comenzó su administración al inicio de la Gran Recesión, lo canceló en 2010 y en su lugar emprendió un rumbo diferente cuyo objetivo era un asteroide.
 
Posteriormente, el gobierno de Trump volvió a cambiar el rumbo de la NASA. El siguiente destino de la NASA ya no eran los asteroides, sino de nuevo la Luna.
 
Cómo obtener dinero de la Luna
Mientras los gobiernos titubeaban, los empresarios habían comenzado a compartir ideas sobre posibles proyectos empresariales relacionados con la Luna.
 
En 2007, la Fundación X Prize anunció un gran premio de 20 millones de dólares, financiado por Google, que se otorgaría al primer equipo privado que pudiera poner un módulo de aterrizaje robotizado en la Luna.
 
Para los equipos competidores, el desafío fue financiera y técnicamente mucho más difícil de lo esperado. Incluso después de que se amplió el plazo varias veces, el premio caducó el año pasado sin que hubiera ganador.
 
Sin embargo, aunque ninguna empresa pudo hacerse acreedora al premio mayor, muchas de ellas no han descartado a la Luna como una oportunidad empresarial.
 
Los beneficios de la Luna podrían incluir el helio-3 extraído del suelo lunar, que potencialmente es un combustible para los futuros reactores de fusión nuclear, a pesar de que los reactores de fusión nuclear concretos todavía se encuentran a décadas de distancia.
 
Podría haber una oportunidad para las empresas que envíen las cenizas de seres queridos a la Luna como homenaje. También, algunas empresas privadas podrían llevar cargas útiles para investigaciones científicas. Por ejemplo, el extremo lejano de la Luna podría ser ideal para telescopios ópticos y radiotelescopios debido a que ahí no tendrían interferencia terrestre.
 
Con estos posibles negocios, el Lunar X Prize podría resultar un éxito, pese a que no hubo ganador.
 
En otro momento, la NASA hubiera diseñado y lanzado su propia nave especial para llevar a cabo esas tareas. La agencia había comenzado a ir por ese rumbo con Resource Prospector, un explorador que perforaría el suelo a un metro de profundidad para extraer sustancias como hidrógeno, helio, nitrógeno, dióxido de carbono y agua.
 
Pero la agencia canceló la misión del Resource Prospector y pagará, en cambio, a empresas comerciales para que lleven allá sus cargas útiles. Muchas de las empresas compitieron por el Google Lunar X Prize o son empresas que aprovechan la tecnología desarrollada por esos equipos.
 
Nuestras estrellas no tienen la culpa
Los intentos de la NASA por llegar a la Luna para 2024 dependerán de que los financie el congreso. La NASA ha solicitado 1600 millones de dólares más para el año fiscal de 2020, y Bridenstine le dijo a CNN el mes pasado que el calendario acelerado podría tener un costo total de 20.000 a 30.000 millones de dólares, lo que provocará temores de que el dinero pueda desviarse de otras partes de la NASA para pagar el proyecto Artemisa.
 
Ahora, Bridenstine afirma que tal vez el precio no sea tan elevado. “Creo que podría ser bastante menos de 20.000 millones de dólares”, comentó. “Digo eso porque muchos de nuestros socios comerciales están dispuestos a invertir su dinero en esto”.
 
Sin el apoyo de los republicanos y los demócratas, el programa de la Luna podría volver a tropezar, señaló.
 
“Mi meta es asegurarnos de que estamos considerando una gama muy equilibrada y que no pisemos ninguna mina terrestre política, cosa que ha sucedido en la historia de la agencia”, afirmó Bridenstine. “En mi opinión, debe ser bipartidista y apolítica”.
 

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 16/07/2019 14:11
  


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: libreconderechos Enviado: 16/07/2019 14:48
Las incomodidades de viajar a la Luna
Así comían, bebían y hacían sus necesidades los astronautas que pisaron el satélite

Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins fueron los primeros en llegar a la Luna
RAFAEL CLEMENTE
Comparado con las cápsulas utilizadas anteriormente (las Mercury y Gemini), los Apolo resultaban casi palaciegos. Al menos, los astronautas podían soltarse los cinturones de seguridad, flotar por la cabina e incluso dar alguna voltereta. Tan solo cuatro años antes, los dos ocupantes del Gemini 6 habían tenido que sufrir 15 días encerrados en un cubículo del tamaño de un coche pequeño –un Smart, por ejemplo- sin poder abandonar sus asientos. Ni para comer, ni para dormir, ni siquiera para atender a sus necesidades fisiológicas.
 
Los menús también habían mejorado. Lejos ya la época de la comida envasada en tubos como pasta de dientes, los astronautas del Apolo disponían de una variedad de platos seleccionados a medida de sus gustos.
 
Para ahorrar peso, toda la comida a bordo iba en forma deshidratada y envasada al vacío. O cortada en porciones que pudieran tomarse en una cucharada. Pavo en salsa, coctel de gambas (el favorito de Aldrin), espaguetis, pastel de chocolate...
 
Otra cosa eran los espartanos menús para consumir una vez en la Luna: Sopa de pollo, estofado, fruta seca y varias clases de zumos. Y por si los astronautas querían “picar” algo entre horas, tenían a su disposición pan y ensalada de jamón (esta sí, en tubo para esparcirla fácilmente sobre la tostada).
 
Todos los platos iban en bolsas de plástico provistas de una boquilla donde ajustar el caño de una pistola dispensadora de agua. Fría o caliente, a gusto. El contenido tenía que mezclarse durante tres minutos y, a continuación, cortar un extremo de la bolsa y sorberlo directamente por la boca.
 
A bordo del Apolo no se embarcaba agua potable. Toda la que consumían los astronautas era un subproducto de las pilas de combustible en las que se generaba electricidad haciendo reaccionar hidrógeno y oxígeno. El resultado era una líquido tan inocuo como insípido, próximo al agua destilada pero, eso sí, lleno de burbujas de gas.
 
Se probó todo lo imaginable para eliminar las molestas burbujas: presionar las bolsas de plástico para confinarlas en un extremo, centrifugarlas, utilizar filtros... Todo fue inútil. Los astronautas sufrieron de gases en el estómago durante todo el viaje. Solo más adelante se encontró una solución, mediante unos catalizadores de plata y paladio que absorbían los gases con bastante eficacia.
 
Preparar e ingerir la comida era una tarea relativamente rápida; el proceso opuesto, no. Todos los astronautas, sin excepción, odiaban el sistema de eliminación de residuos, en especial, los sólidos. Ir de vientre en ingravidez podía suponer tres cuartos de hora de preparaciones: abrir el culote del mono de vuelo, seleccionar una bolsa de plástico adhesiva, adaptarla a las nalgas y utilizarla confiando en que hubiese quedado bien sujeta, cosa que no siempre sucedía.
 
Es legendario el episodio de los tripulantes del Apolo 10, quienes mientras sobrevolaban la cara oculta descubrieron una masa flotante de inconfundible aspecto. Tras una breve inspección ocular ninguno de los tres aceptó su paternidad. Aparte de la repugnancia que provocaba, un residuo así resultaba peligroso porque podía acabar pegado en el panel de mandos o escabullirse en cualquier rincón de los equipos de la nave.
 
Una vez utilizada, los astronautas debían echar una pastilla germicida en cada bolsa de heces y amasar bien su contenido. Otro procedimiento poco popular. El paquete se guardaba en un cajón hermético, en la confianza de que su contenido no fermentase y produjese gases que podían reventarlo. Si esto sucedía, el compartimento disponía de un sencillo sistema de alarma: una válvula que se abría al superar la presión cierto límite y esparcía el olor por toda la cabina.
 
El manejo de la orina era más simple. Una manguera provista de un adaptador intercambiable para cada astronauta. El líquido se expulsaba directamente al exterior a través de una válvula y un tubo de descarga. Como en el espacio la orina podía congelarse y obstruir la tobera de salida, esta iba calefactada. Y para garantizar un buen flujo del calor, estaba recubierta con el mejor conductor disponible: una fina capa de oro.
 
Otro peligro muy real eran los vómitos. Aproximadamente la mitad de los astronautas sufrían náuseas y mareos durante sus primeras horas en el espacio, con los restos de su última comida flotando en el interior del estómago. Las arcadas podían sobrevenir de repente. La cosa podía ser grave puesto que durante el lanzamiento y fases iniciales del vuelo, era obligatorio llevar puesto el casco “de pecera”.
 
La ingravidez puede jugar otras malas pasadas. El sudor, por ejemplo. En ausencia de peso, se acumula sobre la piel, sin llegar a evaporarse del todo. Durante el programa Gemini, varios astronautas tuvieron que hacer grandes esfuerzos para evolucionar por el espacio, lo que resultó en arritmias, estrés e intensa sudoración. En el caso de Eugene Cernan, copiloto del Gemini 9, el sudor se acumuló en los ojos y empañó el visor de tal forma que hubo de regresar al interior de la nave a tientas.
 
Llegar a la Luna fue difícil, pero regresar a la Tierra, también
Fueron estrellas del rock, pero tenían que mantener las formas. Los astronautas que volaron en las misiones Apolo no solo tenían que superar los retos del viaje espacial, llegar a la Luna y volver. También debían dar ejemplo como lo mejor de la sociedad estadounidense en su enfrentamiento con el comunismo. Tenían que ser tipos duros, pero simpáticos, seductores, pero fieles hombres de familia y, en general, algo parecido a superhombres capaces de protagonizar una epopeya y regresar intactos. Si lo lograron, fue solo a medias.
 
Los años posteriores al regreso fueron especialmente duros para Edwin Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna, un lugar en la historia que le ha escocido hasta el presente. “Se me debería considerar miembro del primer grupo humano que pisó la Luna, no el segundo hombre en hacerlo”, ha dicho en varias ocasiones. La tragedia de Aldrin había comenzado antes de su mítico vuelo, cuando su madre se suicidó en 1968. Antes, su abuela también se había quitado la vida y el astronauta siempre creyó que había heredado la tendencia a la depresión de estas dos mujeres.
 
Después de 21 años casado, su matrimonio de desintegró al poco de volver a la Tierra. No esperó mucho antes de volver a casarse, pero el nuevo compromiso no superó el segundo aniversario de boda. Se hundió, y sus problemas con el alcohol se agravaron. En una ocasión tuvo un encontronazo con la policía cuando, borracho, echó abajo la puerta del apartamento de su expareja. Para entonces, había pasado de ser uno de los ídolos de la humanidad a intentar vender Cadillacs en un concesionario de Beverly Hills, en Los Ángeles. En 1978, dejó de beber y se ha mantenido sobrio hasta ahora.
 
Los problemas de adicción no son tan frecuentes entre los astronautas como entre las estrellas del rock, pero sí parecían compartir cierta afición al sexo desenfrenado y sin compromiso. “Las mujeres simplemente amaban a los astronautas. Era salvaje ver hasta dónde podían llegar para ser amistosas [...] Las oportunidades y las tentaciones eran fantásticas”, escribía Walter Cunningham, astronauta de la misión Apolo 7, en su libro de 1977 The All-American Boys.
 
En su momento, el patriotismo de los medios de comunicación o de sus esposas, libró a los astronautas del escándalo o al menos lo mitigó. En su libro The Astronauts Wives Club, Lily Koppel recuperó testimonios de la época y en particular de muchas de las esposas de aquellos astronautas que tuvieron que soportar las infidelidades de sus célebres maridos manteniendo la sonrisa. De 30 astronautas reclutados para el programa Apolo y sus predecesores, solo siete permanecieron casados años después de su odisea espacial.
 
Uno de esos matrimonios que sobrevivieron fue el de Alan Shepard, el primer estadounidense en llegar al espacio, y su mujer Louise, a la que sus compañeras llamaban Santa Luisa. No era raro ver a Shepard rodeado de mujeres junto a sus compañeros del Apolo Dick Gordon y Pete Conrad y en una ocasión fue fotografiado en compañía de una prostituta durante un viaje con la NASA a California. La agencia espacial encargó al astronauta John Glenn que convenciese al periódico de que no publicase un reportaje escandaloso. Según ha contado Koppel, para Glenn este tipo de comportamientos arruinaría las posibilidades estadounidenses de derrotar a los rusos, no solo en el espacio, sino también en el terreno de la superioridad moral.
 
Después de regresar a la Tierra, algunos se entregaron a lo mundano, pero otro puñado de los elegidos sintió la llamada de lo invisible. James Irwin, uno de los astronautas que vimos recorrer nuestro satélite sobre el primer automóvil que se llevó a la Luna, afirmó al regresar de su misión en 1971 que la experiencia le había inspirado para “dedicar el resto de su vida a difundir la buena noticia de Jesucristo”. Abandonó el cuerpo de astronautas y creó la fundación Altos Vuelos con la que, entre otras cosas, organizó viajes de exploración al monte Ararat, en Turquía, en busca de vestigios del Arca de Noé. Según contaba The New York Times en su obituario, en 1982, alcanzó la cumbre de la montaña, a 5.137 metros de altura, pero tras una caída tuvo que ser cargado pendiente abajo a lomos de un caballo. Nunca encontró los restos de la embarcación que, según la Biblia, debía encontrarse en aquella cordillera. “Es más fácil caminar sobre la Luna”, dijo entonces.
 
Otro moonwalker como Charles Duke sintió la llamada de Jesucristo, y Eugene Cernan, el último hombre que ha caminado sobre nuestro satélite, también tuvo sus momentos espirituales, pero la experiencia mística no solo tomó la forma de la religión dominante en EE UU. Edgar Mitchell, coincidiendo con las teorías científicas aceptadas, pero dándole otra interpretación, escribió en su biografía que en la Luna sintió que todas las moléculas de su cuerpo y de su nave espacial se habían fabricado hace muchísimo tiempo en alguna de las antiguas estrellas que brillaban sobre su cabeza. Con esa epifanía a cuestas fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, una entidad dedicada a explorar “la transformación individual y colectiva a través de la investigación de la conciencia”. Poco preocupado por el qué dirán, afirmó que los extraterrestres habían visitado la Tierra y la NASA lo había ocultado, aunque reconoció que nunca los vio durante su viaje al espacio. Mitchell también se divorció al poco de regresar a la Tierra.

RAFAEL CLEMENTE Y DANIEL MEDIAVILLA,  2019    

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 20/07/2019 16:58
 



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