A fines de 2016, decenas de diplomáticos estadounidenses apostados en Cuba y China empezaron a reportar síntomas extraños: dolores de cabeza persistentes, vértigo, visión borrosa, escuchaban sonidos fantasma. Desde entonces, científicos y comentaristas han tentado distintas explicaciones. ¿Ataques físicos deliberados con microondas u otra tecnología similar? ¿O era más factible un conjunto de factores psicológicos subconscientes pero mentalmente perturbadores?
La extrañeza de los síntomas y el misterio de las causas propuestas ha hecho que la historia cobre vida propia en el cuerpo diplomático, el Pentágono y en varios rincones de internet donde prosperan las teorías de conspiración.
Ahora, unos investigadores reportaron resultados de los primeros estudios de imágenes cerebrales de cuarenta de esos diplomáticos, quienes fueron cuidadosamente examinados por neurólogos después de volver a casa procedentes de Cuba. El estudio, que se publicó este 23 de julio en la revista médica JAMA, concluye que los diplomáticos sufrieron trauma cerebral. Pero la naturaleza y la causa de dicho trauma no han quedado claras pues no se parecían a otras lesiones cerebrales más comunes, como golpes repetidos o exposición a estallidos en el campo de batalla.
“Lo principal que podemos hacer con la imagenología cerebral es preguntar si algo le sucedió al cerebro”, dijo Ragini Verma, profesora de Radiología en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y autora principal del nuevo reporte. “Y la respuesta que encontramos es que sí”.
Con base en los hallazgos, Verma dijo que era muy poco probable que la causa fuera completamente psicogénica o psicosomática. “Pero desconozco la causa”, dijo. “Las imágenes en sí mismas no pueden decírnosla”.
Expertos externos se mostraron divididos por las conclusiones del estudio. Algunos vieron que la nueva evidencia es importante; otros dicen que apenas es un primer paso hacia una explicación y que resulta difícil de interpretar dado el pequeño número de pacientes.
“Es buen trabajo pero simplemente no hay suficiente [información] para llegar a ninguna conclusión”, dijo el doctor Mark Rasenick, neurocientífico de la Escuela de Medicina de Chicago de la Universidad de Illinois. Rasenick pertenece a la Academia de Ciencias de Cuba y tiene estrechos vínculos con los científicos allá que se han mostrado escépticos de que hubiera armas invisibles involucradas. “Creo que la única razón por la que aparece en JAMA es porque es un tema políticamente muy cargado”.
En una nota editorial, dos de los editores de la publicación reconocieron la incertidumbre de los hallazgos pero agregaron: “Estos datos únicos proveen información adicional y contribuyen a una creciente base de evidencia que puede ayudar a comprender los síntomas y signos neurológicos experimentados por este grupo de individuos”.
El nuevo estudio es una extensión de los exámenes implementados en el Centro para el Daño y Reparación Cerebral de la Universidad de Pensilvania de decenas de diplomáticos que volvieron de Cuba. En 2018, el equipo de Penn, que incluyó a los doctores Douglas Smith y Randel Swanson reportó sobre los primeros veintiuno de dichos pacientes e identificó un rango de síntomas peculiares y a menudo compartidos.
“Las circunstancias únicas de estos pacientes y la consistencia de las manifestaciones clínicas plantean preocupación por un nuevo mecanismo de posible daño cerebral adquirido”, concluyó el reporte.
En el nuevo estudio, el equipo de investigación se enfocó en esos veintiún pacientes y diecinueve subsiguientes y examinó áreas del cerebro que se sabe están involucradas en la audición, el equilibrio y el control motor. También midió el volumen de materia gris, la población general de neuronas y también de materia blanca, el tejido conectivo entre las neuronas. La materia gris forma el grueso de los órganos distintivos del cerebro; se especializa en manejar funciones como la visión, la audición y el movimiento. La materia blanca conforma el cableado que conecta las células y los órganos en circuitos más amplios. Los déficits agudos de cualquiera de las dos pueden comprometer la función cerebral.
Dichas medidas fueron comparadas después con una batería idéntica de imágenes cerebrales de 48 adultos saludables que representaban la misma composición de edades, género y nivel educativo.
En promedio, los diplomáticos tenían un volumen menor de materia blanca que los del grupo de control. También mostraron claras diferencias en el volumen, conectividad y propiedades del tejido del cerebelo, que participa en el equilibrio, y una conectividad más baja entre las neuronas de las áreas auditiva y visual-espacial del cerebro. El análisis no encontró diferencia entre los grupos en las llamadas redes de control ejecutivo que intervienen en el pensamiento y la planeación.
Los investigadores no pudieron afirmar con certeza lo que estas diferencias significan, excepto que son consistentes con los síntomas reportados por los diplomáticos. El patrón general no se parecía en nada a los hallazgos de estudios hechos en personas con lesiones cerebrales traumáticas, esclerosis múltiple, daño de infarto u otros desórdenes neuronales.
“Si observas la totalidad de los hallazgos —un incremento en esto, un decremento en aquello— y los combinas todos, tienes una presentación muy peculiar de este conjunto”, dijo Verma.
Si la presentación refleja un daño físico de un arma enigmática o algo más, aún está muy lejos de quedar claro, reconocieron los autores. Alcanzar una conclusión firme requeriría probablemente de muchos casos más, una situación que nadie está esperando encontrar.