La homosexualidad ha existido a lo largo de la historia en diversas culturas y contextos. Roma fue uno de los imperios más poderosos que existió. Pese a que la sociedad romana fue un tanto machista y patriarcal, las relaciones homosexuales entre hombres eran algo común.
La mayoría de los preceptos y creencias de Roma provenían de los griegos. Hay que mencionar que en la Antigua Grecia las relaciones homosexuales eran socialmente aceptadas. Esto también pasó en ‘la ciudad de las siete colinas’ —como se le conoce a Roma—. Durante el periodo de la República Romana, las relaciones entre parejas del mismo sexo fueron prohibidas y mal vistas, pero con el tiempo todo cambio.
En la época del imperio, la homosexualidad no solo era aceptada, sino que además tenía un propósito en la sociedad romana. Las relaciones entre hombres no eran necesariamente por amor. Existían reglas claras sobre cómo debían ser estos vínculos entre los varones de Roma, pues no era lo mismo asumir el rol pasivo o activo en la relación.
El sexo era un juego de un poder
Para los romanos era de suma importancia mantener un estatus. Por esta razón, los habitantes de Roma daban gran peso al rol sexual que asumían. Esta regla era tácita pues las leyes del imperio permitían a sus habitantes disfrutar de su sexualidad de forma libre.
Los hombres de Roma podían mantener relaciones con personas del mismo sexo siempre y cuando tomaran el rol de activo. Según las tradiciones de esta cultura, esto tenía que ser así porque los romanos creían que en el acto sexual solo el hombre activo obtenía placer. El rol del pasivo era considerado algo aberrante.
Cualquier ciudadano romano que se asumiera como alguien respetable debía ser activo. Una posición sumisa entre los habitantes del imperio era motivo de rechazo. En Roma solo los esclavos y los extranjeros podían ser pasivos. La razón de esto es que los esclavos no eran vistos como humanos y los extranjeros no eran del todo aceptados.
No obstante y pese a estos estigmas, algunos relatos de la época indican que el emperador Julio César mantuvo un romance con el rey de Bitinia. El escándalo de esta historia radica en que el monarca asumía el rol pasivo en la relación. Este hecho le valió a Julio César el mote de ‘reina de Bitinia’.
Asimismo, las relaciones entre mujeres eran totalmente rechazadas. Todo lo que tuviera que ver con lesbianismo era despreciado entre los romanos. Esto porque consideraban que las mujeres estaban destinadas al matrimonio.