Por unas elecciones justas y libres y una democracia real. Miles de personas han protestado este sábado en Moscú para exigir que los candidatos opositores puedan participar en los comicios locales de otoño. “¡Esta es nuestra ciudad!”, clamaban los ciudadanos. “¡Rusia será libre!”, gritaban en una manifestación no autorizada en el centro de la capital rusa, sitiada por cientos de policías y antidisturbios, que trataban de evitar el acceso al Ayuntamiento, el punto clave. Las autoridades han detenido a 1.377 personas, según la ONG OVD-Info. Ya antes de la protesta, y para evitar grandes discursos, las autoridades detuvieron en sus casas o en sus oficinas a los principales aspirantes independientes.
El Servicio Federal de Seguridad (FSB, la antigua KGB) investiga ahora el vínculo de los principales líderes de la oposición extraparlamentaria —Liubov Sóbol, del equipo del bloguero anticorrupción Alexéi Navalni; Dmitri Gudkov, exdiputado; Iliá Yashin y Serguéi Mitrojin, dirigentes del partido liberal Yábloko— con organizaciones extranjeras. Algo que, además de costarles una gran multa, les apearía definitivamente de la campaña electoral. Los aspirantes independientes que se postulan al consejo local de Moscú denuncian que las autoridades tratan de evitar que participen para seguir controlando políticamente la capital de Rusia.
“Es triste que no dejen participar a los candidatos independientes en las elecciones. No hay libertad de expresión. No hay democracia, sino autoritarismo”, lamenta Andrei Morózov, estudiante de 18 años, que ha acudido con su amigo Mijaíl a la protesta, cuya convocatoria se ha ido difundiendo durante los últimos días a través de las redes sociales. “Todos los aspirantes opositores merecen un escaño en la Duma de Moscú”, añadía, rodeado de policías fuertemente equipados que han cargado con fuerza contra los grupos de manifestantes en una protesta que duró hasta bien entrada la noche.
La de este sábado y las de los días anteriores son las protestas políticas más importantes desde las grandes manifestaciones de 2011 en respuesta al resultado de las elecciones parlamentarias que muchos consideraron fraudulentas, apunta Andrei Pértsev, analista del think tank Carnegie de Moscú.
Mientras los manifestantes, en pequeños grupos rodeados por la policía, inundaban las cercanías del Kremlin, el presidente ruso, Vladímir Putin, se sumergía en un nuevo minisubmarino en el Golfo de Finlandia. Después, se reunió con familiares de los militares fallecidos en la catástrofe del submarino Losharik hace un mes.
"¡Putin, ladrón!", "Vergüenza!", gritaba la ciudadanía entre palmas, reunida al anochecer en la plaza Trubnaya, al noroeste de Moscú. "¡Rusia sin Putin!", seguían desafiantes. Y cada vez que coreaban algún lema o mostraban alguna pequeña pancarta --"Basta de que nos mientan", decía una-- los antidisturbios cargaban con fuerza y se llevaban a varios detenidos; entre ellos María Aliójina, una de las integrantes del grupo Pussy Riot.
“Estamos ante una irregularidad repugnante. Un día todos los que están actuando así responderán ante la ley”, clamaba a medio día de este sábado a este diario el aspirante opositor Konstantín Yankauskasfrente al Ayuntamiento de Moscú, justo antes de ser arrestado. Además, el líder de la oposición extraparlamentaria y conocido bloguero opositor Alexéi Navalni ha sido condenado a 30 días de prisión por animar a acudir a protestas no autorizadas.
Hace años, las elecciones locales eran un asunto más bien “familiar” que interesaba a poca gente, apunta la profesora asociada en la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública (RANEPA, en sus siglas en inglés), Ekaterina Schulmann. Eso ha cambiado. Solo un 21% de los moscovitas participó en las anteriores elecciones locales, en 2014. Y hace algo más de dos semanas, solo un 5% de la ciudadanía se había mostrado interesada en los comicios del próximo 8 de septiembre.
Sin embargo, la negativa de la Comisión Electoral a inscribir a los principales opositores extraparlamentarios ha despertado una ola de indignación. Ahora, el 50% de los moscovitas está al tanto de la polémica. El 36% está seguro de que van a ser irregulares, según la fundación de análisis político de San Petersburgo, y el 16,3% señala que no solo va a haber irregularidades sino, directamente, un fraude.
Las protestas por los comicios moscovitas aumentan la presión sobre el Gobierno y sobre el Kremlin en un momento delicado para su popularidad. Conforme van pasando los días, la indignación ciudadana aumenta. Y lo que está ocurriendo con las elecciones locales de septiembre está actuando como una espita para el descontento de los rusos, señala Schulmann. La crisis económica, la caída del nivel de vida y el malestar por la gestión del Ejecutivo están llevando a los ciudadanos a salir a la calle para reclamar derechos sociales.
Ha habido protestas en distintos puntos de Rusia por los problemas con la basura, el bajo salario de los médicos, por el aumento en la edad de jubilación o por la intención de construir una catedral ortodoxa en una zona verde de Ekaterimburgo, contra la intención de controlar Internet. Además de la reciente movilización masiva por la detención irregular del periodista de investigación Ivan Golunov, que, entre otras cosas, también había destapado varios escándalos de corrupción en el Ayuntamiento de la capital rusa.
El Ayuntamiento de Moscú, donde viven 12,5 millones de personas, tiene 45 escaños. Es responsable de un gran presupuesto municipal que ahora controla Rusia Unida, el partido del Gobierno. Sin embargo, esta marca política está bastante dañada, tanto por la gestión como por el malestar ciudadano, apunta Schulmann. Así que sus candidatos concurren como independientes, pese a su vinculación con el partido.
“No pueden permitirse un resultado incontrolable. Han perdido popularidad y los opositores podemos ganarles una gran cantidad de terreno, así que lo que están haciendo es directamente evitar que participemos”, reclama Alexánder Soloviov, aspirante independiente a candidato. “Estamos ante un régimen autoritario. Y como tal trata de evitar que uno de los elementos esenciales de una democracia, unas elecciones, se celebre. Es lamentable”, ha añadido antes de ser arrestado también.
Para competir en los comicios, aquellos candidatos no respaldados por un partido político representado en la Duma Estatal deben reunir unas 5.000 firmas —o las correspondientes al 3% de la ciudadanía registrada en el distrito o distritos que quieran representar—. Hasta ahora, la Comisión Electoral ha registrado a 200, todos respaldados por Rusia Unida, el partido del Gobierno.
Las autoridades han rechazado inscribir a candidatos como Soloviov o Liubov Sóbol --que está en huelga de hambre desde hace días para denunciar la situación-- afirmando que sus firmas son falsas o inválidas. Rúbricas que han revisado durante días, en un recinto cerrado y sin que los aspirantes pudieran estar presentes. Los opositores denuncian, además, que los candidatos respaldados por el Kremlin no han tenido que pasar por ese control extremo. También que la Comisión les impide una auditoría externa de esos avales, muchos de los cuales sospechan que están falsificados.
El Kremlin es consciente, advierte el reputado analista Andrei Kolésnikov. Y por eso trata de maniobrar no solo intentando evitar que los opositores obtengan cualquier migaja de poder, sino también intentando impedir que ese descontento social sea visible. “Creen que dejar a un candidato opositor concurrir sería de alguna manera romper una presa de agua”, apunta Schulmann.
El presidente del Tribunal de Cuentas, Alexéi Kudrin, afirmó la semana pasada que la caída en los ingresos reales de los hogares y la pobreza generalizada provocaría una “explosión de las protestas” y que solo puede evitarlas una reforma a fondo del sistema económico del país.
Hace cinco años, antes de que Rusia se anexionase la península ucrania de Crimea y de las sanciones occidentales, el 39% de los rusos suspendía la gestión del Gobierno. En julio de este año, el 55% declara que no apoya la gestión del Ejecutivo liderado por Dmitri Medvédev, según el centro independiente de análisis Levada. En 2014, solo un 14% de la ciudadanía rusa decía no apoyar al presidente Putin; ahora es un 31%, según Levada.