No hace demasiado, la anatomía posterior de dos mujeres fue motivo de escrutinio. Ocurrió con motivo de la visita del entonces presidente de la república francesa, Nicolas Sarkozy. Carla Bruni y la entonces princesa Letizia subiendo unas escaleras provocaron la fotografía de la discordia. Aquellos que la publicaron en portada recibieron duras críticas, incluido este periódico. La foto podría volver a producirse cualquier día de estos, nunca descartemos el regreso al ruedo de determinado miura, pero dudo mucho de que los defensores y detractores de la publicación de esa fotografía fueran los mismos. Ni siquiera creo que usaran los mismos argumentos. Esto ocurre porque cambiamos nuestro comportamiento, nuestra conducta y nuestros pareceres. Aprendemos, dudamos, cuestionamos y modificamos. El ser humano se merece poder pasar por todos estos cambios. Cambios que, quizás, nos exploten en la cara.
Ernesto Filardi, poeta, escritor y dramaturgo, es profesor en un instituto de Toronto. Si lo siguen en Twitter disfrutarán de su generosidad sin límites. Ernesto, padre de dos hijas, gusta de vestir faldas. Empezó con los volantes con la excusa del teatro, pero este último año, después de un duro divorcio, no le ha quedado otra que reconstruirse entero. Las faldas le han servido de revolera. Su primera falda fue un kilt, la falda masculina escocesa. Con ella se plantó en cine a ver la película testosterónica del momento: Los Vengadores. Pero le apeteció para algo más que hacer la gracia un día. Y, desde entonces, no para: "Lo mejor de llevar falda es lo bien que se lo pasan mis hijas. El primer día que les dije que me iba a poner una falda reaccionaron maravillosamente. Les parecía 'súper guay' que un padre se atreviera a ponerse falda.". Al poco tiempo, sus hijas dejaron de percatarse de las faldas de su padre. Igual que ellas llevan pantalones cuando quieren, su padre hace lo propio con todas las prendas que, habitualmente, se consideran exclusivas de las mujeres. Se llama educación infantil y es absolutamente necesaria.
"Papá, si yo que soy una chica llevo pantalones, tú qué eres un chico puedes llevar falda".
Si somos lo más molón del mundo, se dice y no pasa nada.
Ahab no tiene aún cuarenta años, es un cachalote, entendiendo como tal un pedazo de ejemplar que aprende de las mejores y adapta ese mensaje feminista para que otros lo entiendan. Para él, la base de todos los principios con los que se está reventando el concepto de masculinidad, pasan por abandonar el modelo heterosexual entendido como sustento social: "Aprendo de mis amigas, mis amantes, mis referentes feministas, pero no diría que me han enseñado, sino que me están enseñando. Es un proceso inconcluso, porque aspiro a ser mucho menos chico, mucho menos heterosexual y mucho menos idiota de lo que soy ahora mismo. Mi pareja, me ha obligado a pensarme de muchas maneras." Para Ahab, padre de una niña a punto de escolarizar, todo era muy fácil cuando no había crianza de por medio. "Es muy complejo no adaptarse a la norma, es inabarcable el camino que se abre. Yo tengo pasaporte de hetero cada vez que quiero: no tengo pluma, vivo con una persona con la que paso por una pareja heterosexual al uso. Tenemos el privilegio de pasar inadvertidos. Puede ser peligroso mostrarte fuera del armario en una sociedad conservadora, pero eso me obliga a tener un compromiso para que la heterosexualidad no sea única." Ahab entiende por heterosexualidad el sistema sobre el que se sustenta esa opción sexual, considerándola única y alimentada por todas las fórmulas machistas existentes: "De la heterosexualidad", afirma rotundo, "también se sale".
Las mujeres empezamos a demandar estas masculinidades cerca. Cada vez tengo menos amigas aguantando la pedrá, cada vez somos mejores sin necesidad de acompañamientos. Puedes follarme maravillosamente, que si no eres capaz de tener iniciativa para convencerme de que te acompañe, es probable que no lleguemos ni al año juntos. Ahora que sabemos que podemos estar solas, damos mucho más miedo. Si de verdad quieren seguir relacionándose con nosotras no les va a quedar otra que cambiar la mentalidad heteropatriarcal en la que se criaron. Mientras haya hombres capaces de reventar estereotipos, ¿qué necesidad tenemos de aburrirnos con los que reproducen los estereotipos de nuestros padres?
¿Y tú qué piensas?