|
‘Si el asunto es lo que usted está sintiendo al tocarme, es mi pene’”, dijo Olivia, quien aceptó ser entrevistada solamente si la identificaban por su segundo nombre, por temor a que la gente la trate de manera diferente si sabe que es transgénero.
Las dificultades de los viajeros transgénero cuando pasan por los escáneres corporales
POR LUCAS WALDRON Y BRENDA MEDINA
El 15 de septiembre de 2017, Olivia entró en un escáner corporal en el Aeropuerto Internacional Fort Lauderdale-Hollywood.
Cuando salió, una agente de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA) se le acercó. En la pantalla del escáner se veía la silueta de un cuerpo humano con el área de los genitales destacada. La agente le dijo a Olivia que debido a que el escáner había detectado algo, sería necesario hacerle un cacheo.
Como mujer transgénero, Olivia, de 36 años, ya había enfrentado revisiones adicionales por la TSA. En esas veces, una revisión manual en el punto de control fue suficiente para asegurar a los agentes de la TSA que no llevaba un arma o explosivos ocultos bajo la ropa interior.
Pero esta vez fue diferente.
Después de cachear a Olivia y someterla a una prueba para detectar la presencia de restos de explosivos en las manos, la agente le dijo que todavía no podía autorizarla a subir al avión y que era necesaria una revisión más profunda.
Olivia contó que fue llevada entonces a un cuarto privado, donde la agente la cacheó de nuevo, pasándole las manos por los muslos y la entrepierna otra vez.
“Le dije: ‘Si el asunto es lo que usted está sintiendo al tocarme, es mi pene’”, dijo Olivia, quien aceptó ser entrevistada solamente si la identificaban por su segundo nombre, por temor a que la gente la trate de manera diferente si sabe que es transgénero.
Poco después, otras dos agentes y una supervisora de la TSA, entraron al cuarto.
Las reglas de la TSA exigen que los agentes que revisen a los pasajeros sean del mismo género con el que los pasajeros se identifican. Pero según Olivia, la supervisora de la TSA le dijo que tendría que ser cacheada por un agente varón.
Después que Olivia se negó a ser revisada por un hombre, los agentes le dijeron que como no aceptaba la revisión, no podría tomar el avión y la iban a sacar escoltada de la terminal aérea.
Olivia dijo que empezó a llorar y que rogó a los agentes. “¿Por qué no me dejan mostrarles?”, recordó que les pidió.
Los agentes de la TSA no deben permitir a los pasajeros que se quiten la ropa interior. Pero Olivia dijo que los agentes que estaban en el cuarto con ella no objetaron cuando se quitó su falda negra y blanca y se bajó la ropa interior. Entonces la autorizaron a seguir el viaje.
Olivia quedó traumatizada por lo que le sucedió ese día, y ahora teme pasar por los aeropuertos. Esa experiencia refleja los peores temores de muchos viajeros transgénero, quienes dicen que la TSA les está fallando.
Problemas con la tecnología que usa la TSA y la capacitación inadecuada del personal de la agencia han hecho que los viajeros transgénero y de género no definido sean particularmente vulnerables a revisiones invasivas en los puntos de control de los aeropuertos, reveló esta investigación periodística.
Una vocera de la TSA dijo que la agencia está comprometida a tratar con igualdad y respeto a todos los viajeros. Pero aunque la TSA conoce de los problemas desde hace varios años, todavía batalla para asegurar el trato justo de los viajeros transgénero y de género no definido.
Para comprender el alcance del problema, ProPublica revisó información de quejas disponibles públicamente en la página digital de la TSA y pidió a viajeros transgénero que contaran sus experiencias en puntos de control de los aeropuertos.
La revisión, que cubrió quejas por derechos civiles presentadas entre enero de 2016 y abril de 2019, identificó que 5 por ciento, equivalente a 298 quejas, estaban relacionadas con la revisión de personas transgénero, aunque se calcula que esas personas representan ligeramente menos de 1 por ciento de la población.
Es posible que esto subestime la proporción de quejas de los viajeros transgénero. Cuando Olivia contactó a la TSA, su queja fue archivada en una categoría diferente —una clasificación general llamada “sexo/género/identidad de género— no transgénero”. Esa categoría representa aproximadamente 15 por ciento de las quejas por derechos civiles en ese período examinado por ProPublica, pero la TSA dijo que no tenía un desglose más específico de las quejas y no podía decir cuántos casos, como el de Olivia, estaban relacionados de alguna manera con la identidad de género y las revisiones. ProPublica presentó en abril una solicitud a tenor con la Ley de Libertad de Información en que pidió información sobre cada queja en esas categorías, pero la agencia todavía no ha entregado una respuesta.
Cuando ProPublica pidió a personas transgénero y de género no definido que nos contaran sus experiencias, recibimos 174 respuestas, muchas de ellas sobre el trato humillante de que fueron objeto al ser revisadas adicionalmente tras pasar por el escáner corporal. De esas personas, solamente 14 dijeron que habían presentado quejas a la TSA. Y muchas de las que no se quejaron dijeron que no sabían cómo hacerlo, que tenían temor de que se conociera su identidad de género o que no quería revivir la experiencia.
Algunos de los viajeros que respondieron a ProPublica dijeron que agentes de la TSA les pidieron que se levantaran la ropa para mostrar partes privadas del cuerpo o los presionaron para que mostraran sus genitales para que los autorizaran a pasar el punto de control.
“Las personas transgénero se han quejado de discriminación y otras malas experiencias durante viajes desde que la TSA comenzó a funcionar y han protestado por los escáneres corporales invasivos que usan desde 2010”, dijo Harper Jean Tobin, directora de Políticas del National Center for Transgender Equality (NCTE).
Los nuevos escáneres se diseñaron para detectar amenazas potenciales que no sean necesariamente un metal. Pero los agentes de la TSA no pueden determinar con solamente mirar la pantalla del aparato si ha detectado un arma, o como en el caso de Olivia, un órgano que la máquina no está programada para relacionar con el cuerpo de una mujer.
Desde la implementación de la tecnología de escaneo corporal, la agencia ha batallado con asuntos de privacidad y discriminación. Al igual que las comunidades transgénero y de género no definido, las personas con discapacidades, las que usan prendas de vestir en la cabeza por razones religiosas, y las mujeres de minorías, cuyos peinados activan la alarma en los escáneres con más frecuencia, han planteado preocupaciones sobre la caracterización y las revisiones invasivas.
Jenny Burke, secretaria de Prensa de la TSA, dijo que las revisiones se hacen “sin importar la raza, el color, el sexo, la identidad de género, el origen nacional, la religión o la discapacidad de una personas”.
En febrero, la agencia lanzó un nuevo programa de capacitación en línea sobre los viajeros transgénero, obligatorio para sus 43,000 empleados que realizan revisiones, y está estudiando opciones de mejor tecnología, dijo Burke.
Las personas transgénero han enfrentado una incertidumbre cada vez mayor sobre si sus derechos civiles están protegidos por el gobierno federal. En mayo, el gobierno del presidente Donald Trump echó atrás protecciones a las personas transgénero contempladas en leyes contra la discriminación. El año pasado, el gobierno prohibió a las personas transgénero servir en las fuerzas armadas. Como ProPublica reportó el año pasado, algunos estados prohíben a las personas transgénero obtener una identificación estatal acorde con su identidad de género, a menos que puedan probar que se sometieron a una operación.
La mayor parte de los incidentes revisados por ProPublica para este reportaje comenzaron con una alarma del escáner corporal.
Antes que la persona se coloque dentro del escáner en el aeropuerto, un agente de la TSA debe registrar el género del viajero presionando un botón en la máquina: uno rosado para las mujeres y uno azul para los hombres. Por lo general, los agentes toman esa decisión sobre la base del aspecto de la persona en cuestión.
El escáner corporal se programa para identificar el pene en los varones y senos en las mujeres. Si el agente selecciona el botón correspondiente a una mujer y la máquina detecta algo en la entrepierna —como en el caso de Olivia— puede interpretar el órgano como una amenaza potencial, y activa la alarma.
Peter Neffenger, quien fue administrador de la TSA durante los últimos 18 meses del gobierno del presidente Barack Obama, dijo que escuchó una y otra vez sobre la ansiedad que provocan los escáneres.
“Como me explicaron muchas personas de la comunidad transgénero, para ellos es una de las partes más estresantes de la revisión”, dijo Neffenger.
En septiembre de 2018 Terra Fox, una mujer transgénero, estaba en el aeropuerto de Albuquerque, Nuevo México, camino a una conferencia en Orlando, Florida. Cuando pasó por el escáner corporal, la máquina mostró en la pantalla un cuadrado amarillo sobre sus genitales.
Fox contó que le dijo a los agentes que era una mujer transgénero y que la máquina sencillamente había detectado sus genitales.
Fox pidió que una mujer la cacheara, pero las agentes de la TSA se negaron a hacerlo.
Según Fox, dos agentes varones la llevaron a un cuarto privado y le ordenaron que se bajara sus leggins y les mostrara sus genitales. Fox obedeció, pero la revisión duró tanto tiempo que perdió el vuelo. Dijo que la experiencia la ha dejado afectada.
“Cada vez que viajo tengo que llorar y sentirme humillada”, dijo.
Fox tiene que viajar con frecuencia por su trabajo y dijo que no tiene la opción de no viajar por avión.
Allister McGuire, un hombre transgénero que vive en Long Island, Nueva York, dijo que estuvo cinco años sin viajar por avión después de una experiencia que tuvo en el Aeropuerto Internacional Lambert de St. Louis en 2014. McGuire fue llevado a un cuarto privado después que el escáner corporal alertó con un rectángulo amarillo colocado sobre la zona del pecho en la pantalla.
“Yo estaba muy nervioso”, dijo McGuire. “No me sentía seguro”.
Los dos agentes varones que estaban en el salón le dijeron a McGuire que se quitara la prenda de compresión que tenía puesta —que usan algunos hombres transgénero para aplastarse los senos— y luego le levantaron cada seno con las manos, contó McGuire. Agregó que al final lo dejaron tomar su vuelo, pero dijo que de inmediato tuvo que tomar un medicamento contra la ansiedad.
McGuire dijo que no presentó ninguna queja.
En una entrevista con ProPublica, McGuire se preguntó: “Si yo pareciera una mujer, ¿iban a tocarme así [los agentes de la TSA]?”
Burke, la secretaria de Prensa de la TSA, dijo que la agencia no desnuda a los pasajeros para revisarlos, pero que algunos pasajeros pueden tener que “ajustarse la ropa” durante los cacheos. La agencia no respondió a preguntas detalladas sobre las alegaciones de Fox y McGuire.
Neffenger dijo que durante el tiempo que fue administrador de la TSA los agentes no debían pedir a los pasajeros que se quitaran la ropa durante las revisiones. Pero reconoció que era difícil mantener debidamente capacitada a una fuerza laboral tan grande.
“No me sorprendería si usted me dijera que ha descubierto que se pidió a algunas personas que se desnudaran”, dijo Neffenger a ProPublica. “Es una organización muy grande, el personal cambia mucho”.
En general, 17 por ciento del personal de la TSA deja el trabajo todos los años, cifra similar a la de toda la fuerza laboral federal, según un informe emitido este año por el inspector general del Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Pero los agentes que salen de la TSA voluntariamente lo hacen a un ritmo más elevado que otros empleados federales, según el informe, que indicó que “los retos de retención y capacitación son factores que contribuyen a la los problemas en la seguridad aeroportuaria”.
Neffenger estuvo 33 años en el Servicio Guardacostas antes de ser nombrado en 2015 para liderar la TSA.
Neffenger dijo que su prioridad inmediata como administrador fue desarrollar un programa nacional de capacitación. Fue un reto, dijo, porque la naturaleza intrusiva del proceso de revisión inevitablemente coloca en una posición incómoda tanto a los pasajeros como los agentes.
“Los cacheos, por naturaleza, son invasivos”, dijo Neffenger. “Lo que se pide [a los agentes de la TSA] es algo que a la gente no le gusta hacer”.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 2 de 2
Siguiente
Último
|
|
COMENTARIOS PÚBLICOS
Pero los agentes de la TSA no tendrían que hacer tantos cacheros si la agencia contara con una mejor tecnología.
La agencia usa una máquina llamada escáner de onda milimétrica en casi todos los aeropuertos en Estados Unidos. Las máquinas las fabrica L3Harris Technologies, que usa un algoritmo para analizar imágenes del cuerpo de los pasajeros e identificar cualquier amenaza oculta por las ropas de la persona.
La TSA ha gastado unos $110 millones en desplegar las máquinas, que cuestan unos $150,000 cada una, según un informe del gobierno.
Desde que la TSA comenzó a desplegar los escáneres corporales en los aeropuertos, defensores de la comunidad LGBTQ han expresado preocupación de que los nuevos procedimientos de revisión afectaran desproporcionadamente a los viajeros transgénero.
En una carta al entonces administrador de la TSA, John Pistole, en diciembre de 2010, NCTE, el Transgender Law Center y el National Center for Lesbian Rights describieron dos incidentes en que hombres transgénero fueron interrogados por agentes de la TSA porque la imagen de sus cuerpos en el escáner era diferente de lo que los agentes esperaban. Las organizaciones exhortaron a Pistole a tomar medidas inmediatas para detener la discriminación contra los viajeros transgénero. En una respuesta por escrito, Pistole dijo que la agencia estaba “trabajando duro para responder a las preocupaciones de los viajeros”.
En 2010, el Electronic Privacy Information Center (EPIC) demandó al Departamento de Seguridad Nacional en respuesta a la decisión de la TSA de hacer de los escáneres corporales el sistema primario de revisión en los aeropuertos. El EPIC alegó que la agencia debía haber dado al público una oportunidad de comentar sobre la tecnología antes de implementarla. El Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia falló a favor de EPIC en 2011, aunque la TSA no empezó a aceptar comentarios hasta 2013.
“Ahora culpan a los escáneres cuando parte del proceso de toma de decisión debió sacar a la luz estos asuntos”, dijo Jeramie Scott, director del Proyecto de Vigilancia Nacional de EPIC.
Burke dijo que la agencia adquiere equipos, como los escáneres corporales, que puedan acomodar a la mayor cantidad posible de tipos de personas. Burke dijo que la TSA no desarrolla su propia tecnología y pide a empresas privadas que desarrollen escáneres que satisfagan las necesidades de la agencia.
La TSA y L3Harris Technologies no respondieron a preguntas sobre cómo el algoritmo de los escáneres procesa las imágenes para identificar amenazas. (En junio, L3 Technologies y Harris Corporation se fusionaron para formar L3Harris, que tiene unos 48,000 empleados y es un contratista clave del gobierno).
En un comunicado por escrito, Jennifer Barton, portavoz de L3Harris, dijo que los detalles sobre los trabajos de investigación y desarrollo de la compañía son confidenciales. Agregó que la compañía está trabajando “con la TSA” en nuevas tecnologías y productos que satisfacen “las exigencias cambiantes de la agencia y las necesidades de todos los pasajeros”.
“Reconocemos la importancia de asegurar que los escáneres de seguridad acomoden a todas las identidades de género, y por eso [la compañía] está desarrollando tecnología que se aleja de las imágenes masculinas y femeninas que se usa en este momento y podrá analizar con seguridad a los pasajeros sin necesidad de imágenes de géneros específicos”, explicó Barton.
Barton no respondió a preguntas sobre cuándo la tecnología estaría lista para usarse en los aeropuertos.
MÁS ALLÁ DE LA TECNOLOGÍA
Mientras a Olivia la cacheaban en el cuarto privado en Fort Lauderdale, su prometida, Marguerite, esperaba cerca del punto de control de seguridad. Olivia, abogada litigante, y Marguerite, psicóloga escolar, llevaban saliendo un año y planeaban casarse ese invierno. La pareja se dirigía a Nueva York para asistir a la boda del hermano de Marguerite, y a Marguerite le preocupaba que pudieran perder el vuelo.
“Yo no sabía si podía llamar a la policía”, dijo Marguerite. “Yo no sabía cuales eran mis derechos”.
Olivia dijo que está acostumbrada a que los demás le cuestionen su aspecto —incluso su derecho a existir— porque es transgénero. Pero mostrar su cuerpo desnudo a agentes de la TSA era un nivel de invasión para el que no estaba preparada.
“Todo el fin de semana de la boda estuve pensando en eso. Me arruinó el viaje”, dijo. “Como abogada, estoy acostumbrada a estar en control de la situación, pero esa situación se salió de todo control”.
Días después del incidente, presentó una queja detallada ante la TSA, que describe lo sucedido, como el pedido de que se sometiera a una revisión por parte de un hombre, lo que infringiría las políticas de la TSA.
Burke, la secretaria de Prensa de la TSA, dijo que las personas transgénero deben ser cacheadas de por una persona del mismo género con que se identifican.
Una agente de la TSA, que ha trabajado en puntos de control desde 2016 y habló a condición de no ser identificada, dijo que los agentes no debieron haber permitido que Olivia se desnudara.
“En el momento que ella [Olivia] dijo que se iba a quitar la ropa, tenían que haberle dicho que no, que no podían permitir eso. Eso es totalmente contrario a los procedimientos establecidos”, dijo la agente.
Por su parte, Olivia dijo que no sabía que tenía el derecho a tener un testigo en el cuarto privado, en cuyo caso Marguerite habría estado allí con ella.
Seis semanas después de presentar su queja, el 31 de octubre de 2017, Olivia recibió una carta de la Oficina de Derechos y Libertades Civiles de la TSA. La carta le informaba de las conclusiones de la investigación del incidente por parte de la agencia: “Nuestra revisión indica que los agentes y el personal de la TSA siguieron los procedimientos establecidas en la revisión general y el cacheo”, decía la carta.
Según la misiva, la investigación de la agencia abarcó “la recopilación y revisión de declaraciones de testigo, imágenes de circuito cerrado de televisión y otra evidencia para aprobar o desaprobar las alegaciones de un viajero”.
La carta de dos páginas no abordó la queda de Olivia de que había tenido que enseñarle sus genitales a agentes de la TSA.
“Llegó [la respuesta] a mi queja pero eso no fue lo que dije que había sucedido”, dijo Olivia.
A final de cuentas, Olivia presentó una solicitud sobre la base de la Ley de Libertad de Información (FOIA) pidiendo las pruebas que la TSA dijo que revisó para investigar su alegación. La solicitud fue denegada.
“Nadie me llamó, nadie hizo nada, bloquearon completamente mi solicitud”, dijo.
CAPACITACIÓN DEFICIENTE
Los agentes y supervisores de la TSA empezaron a tomar un curso en línea de 30 minutos que debe enseñar a los empleados a interactuar con las personas transgénero con respeto, según un resumen de una página de la capacitación entregada por la TSA.
Burke dijo que la agencia no entrega una copia completa de los materiales de capacitación porque son “información sensible de seguridad nacional”.
La agente de la TSA que habló con ProPublica a condición de no ser identificada, dijo que formuló su propia manera de revisar a los pasajeros transgénero.
“Lanzo una moneda al aire en mi mente y aprieto un botón, espero a que la persona salga del escáner, señalo hacia la pantalla y le pregunto: ‘¿Esto es correcto?’”, dijo la agente. “Es una manera discreta de preguntar”. Si el pasajero responde que no, la agente le pide que pase otra vez por el escáner y aprieta el otro botón.
Otra empleada de la TSA, que ha trabajado con la agencia desde hace más de una década y habló a condición de no ser identificada, dijo que los botones en el escáner para asignar género crean mucho estrés tanto a los pasajeros como a los agentes.
“Buena parte de los viajeros nos odian”, dijo. “No queremos ofender a las personas [escaneándolas] equivocadamente”.
En una encuesta de 2015 entre estadounidenses transgénero, el NCTE identificó que de los encuestados que pasaron por puntos de control de seguridad en aeropuertos en los 12 meses anteriores, aproximadamente 43 por ciento había tenido un problema en el punto de control relacionado con ser transgénero.
Muchas personas transgénero temen interactuar con la policía en cualquier situación. Según la encuesta del NCTE, aproximadamente 57 por ciento de los que respondieron a la encuesta dijeron que tendrían miedo de pedir ayuda a la policía.
Fox, la mujer transgénero que dijo que le pidieron mostrar los genitales en el aeropuerto en Albuquerque, dijo que su novio la alentó a presentar una queja, pero que ella decidió no hacerlo.
“Lidiar con el sistema jurídico da miedo”, dijo Fox.
Este reportaje es publicado conjuntamente con ProPublica,un medio sin fines de lucro. Doris Burke, reportera investigativa de ProPublica, contribuyó a este reportaje.
|
|
|
|
|