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CON EL TALENTO A CUESTAS
Muy difícil es hacer un recuento, por somero que sea, o un simple listado de los artistas cubanos que han tenido que tomar el exilio como ruta para poder crear en libertad. Más lo es tratar de hacer una valoración de sus considerables aportes al teatro, la danza, la literatura, la música, las artes plásticas o a la radio, la televisión y el cine. Se trata de una de las asignaturas pendientes de historiadores y cronistas. Tal vez se requiera de ensayos más profundos que analicen y establezcan seriamente la importancia de los miles de creadores cubanos que han tenido que escapar de su amada tierra. Por eso, antes de comenzar este artículo, debo disculparme por las inevitables omisiones --casi hay que depender de la memoria personal-- en que incurriré, muy a mi pesar, ya que sé cuan triste es haber dedicado una vida entera al arte y que ni siquiera encontremos el reconocimiento o el aplauso por ese esfuerzo, muchas veces, descomunal.
Es posible también que, estos párrafos y otros de los muchos que se han escrito al respecto, sirvan para esa obra futura que bien podría ser capital para poder entender la sensibilidad, la singularidad, la verdadera dimensión creadora y el amor a la libertad que ha profesado en su corta historia el pueblo de Cuba.
ANTES DE SER NACIÓN YA TUVIMOS ARTISTAS DESTERRADOS
Al hacer un análisis comparativo, podemos afirmar que, aunque no es equiparable --ni en número ni en importancia-- con el aporte del exilio cubano anticastrista a las artes en general, desde los tiempos de la colonia tuvimos grandes artistas que se vieron desterrados por la fuerza o que decidieron tomar el camino del exilio para poder ejercer su libertad creadora. Ejemplos como el del poeta santiaguero José María Heredia (1803-1839), quien inició con su Himno del desterrado, la Literatura del Exilio --no sólo del cubano, sino de los que pueda haber tenido América Latina--, o el del poeta, ensayista, dramaturgo, pensador y político José Martí, con su colosal obra como escritor exiliado, dan fe del dolor que han enfrentado los artistas al verse privados de su raíz patria, de sus costumbres, ritmos, paisajes, sentido del humor, modos de expresión, cuando no de su idioma y de su idiosincracia en general. Es decir, cuando no han podido beber con inmediatez de las fuentes imprescindibles para la creación en cualquier manifestación artística.
Para colmo de ignominia, el gobierno revolucionario ha tratado siempre de minimizar o de borrar de nuestra historia cultural, el legado y hasta el nombre de los artistas exiliados. Notorio fue el escándalo provocado con la publicación de la primera versión del Diccionario de la Música Cubana, de Elio Orovio. Un libro donde no aparecían ni Celia Cruz, ni Olga Guillot, donde se excluía a compositores de la importancia de Julio Gutiérrez, Osvaldo Farrés y Mario Fernández Porta, entre otros, por el simple hecho de haberse ido de Cuba después de 1959. Fue tal la crítica a esa obra, que se vieron obligados a editar una segunda versión, donde no sólo incluían a las estrellas cubanas exiliadas conocidas antes de la llegada de la Revolución, sino a muchos de los creadores que surgieron luego en el exilio, como Willy Chirino, Marisela Verena o Susy Lemán.
Es conocida la manipulación histórica de aquellos que han pretendido que el que se va, deje de ser. Es un recurso usado por todos los totalitarismos en la historia de la humanidad. En nuestro caso, hay que argumentar que no fueran cubanos entonces, además de Heredia y Martí, la poeta y dramaturga camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), la primera mujer propuesta para ocupar un sillón en la Real Academia Española de la Lengua. Tampoco lo hubiera sido el célebre violinista Claudio Brindis de Salas (1800-1872), quien vivió y triunfó en París, considerado "el Paganini Negro''. Y no lo fueran tampoco, según esos criterios, Gastón Baquero, Eugenio Florit, Enrique Labrador Ruíz, Lydia Cabrera, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas o Carlos Victoria. Como tampoco fueran cubanos Wilfredo Lam, Ernesto Lecuona, Pérez Prado, René Touzet, Rolando Laserie o Facundo Rivero.
Pero hay que reconocer, además, que esa manipulación política ha tenido como resultado, al menos a corto plazo, impedir a las generaciones más jóvenes conocer la obra de la mayoría de los creadores cubanos que se fueon al exilio en los últimos 50 años. Somos tantos, que la simple mención de nombres resultará abrumadora para cualquier desinformado y evocará en el recuerdo de los que sí hemos podido disfrutar de los respectivos trabajos de esos artistas, asombro y admiración. Pero se impone al menos recordar algunos hitos --con muchas omisiones involuntarias, repito-- y poner el éxodo artístico anticastrista en su justa perspectiva histórica.
IR Y VENIR DURANTE LA REPÚBLICA
Si bien durante la colonia, como hemos expresado, hubo varios casos de artistas exiliados, durante los primeros 57 años de República, los artistas solían emigrar, más bien por razones profesionales o motivos personales, aunque lo más corriente era que salieran y entraran del país libremente y según su conveniencia. No olvidemos que Cuba se convirtió, desde mediados del siglo XIX, en surtidor de ritmos, géneros y artistas que difundieron la música cubana por el mundo, sobre todo, por el Caribe.
De los inicios republicanos, cabe recordar las presentaciones en Francia de Rita Montaner, en 1929. La que después sería "La Unica'', triunfa en el Palace de París, canta zarzuelas en Madrid y hace esporádicas incursiones en el cine mexicano de la década del 30 --es en 1933 que bautiza artísticamente, como Bola de Nieve, en México al que era su pianista, Ignacio Villa, quien también recorrería el mundo, pero regresando siempre a su tierra. Rita, además, trabaja en la compañía de Al Jonson en los Estados Unidos, pero regresa a brillar en su patria hasta que muere en 1958. Esther Borja se va, haciendo revistas y operetas a los EE.UU. y luego conciertos a la Argentina, donde nace su única hija, pero regresará para convertirse en la cancionera lírica más importante de la década del 40 en su suelo. Otro que viaja sin parar es Ernesto Lecuona. Hasta pasa un período como director musical de la MGM en los EE.UU., sin olvidar sus largas estancias en España. Otro tanto hicieron ese gigante musical que fue Eliseo Grenet, actuando en Paris, Nueva York y Ciudad México, donde compuso para películas de Jorge Negrete y Libertad Lamarque, y Jorge Ankerman, viviendo largas temporadas en Nueva York. Mientras, se sucedían las giras de Armando Oréfiche, al frente de los Lecuona Cuban Boys primero y luego como líder absoluto de los Havana Cuban Boys. En esas primeras décadas, también iban y venía de su tierra Moisés Simmons y hasta el legendario trovador Sindo Garay. Y es que, ni la tiranía de Gerardo Machado, ni la llamada Revolución del 33, obligaron a un éxodo importante de cubanos.
En la cultura popular esos eran, tal vez, los más conocidos. Pero, también hubo casos menos famosos, a pesar de lo curioso, como el de la vedette de veintiséis pulgadas de estatura Espiridiona Cenda, que se convirtió en estrella de los vaudevilles neoyorquinos de comienzos del siglo XX, un personaje que sirvió de inspiración al escritor cubano, residente en Miami, Antonio Orlando Rodríguez, para su novela Chiquita, con la que acaba de ganar el Premio Alfaguara 2008.
TODOS VENÍAN Y POCOS SE IBAN
Ya a finales de los años 40 eran muchos más los artistas cubanos que salían a probar fortuna en el extranjero, pero siempre regresando al terminar sus contratos o porque tenían mejores ofertas en su plaza natural. Cuba ya era el escenario musical por excelencia de habla hispana. A La Habana llegaban de todas partes las estrellas para grabar, actuar en la radio y en los teatros, pero muchos del patio querían lógicamente ampliar fronteras. Desde la soprano mulata Zoila Gálvez, contratada en la Scala de Milán, a la rumbera María Antonieta Pons, que sería abanderada de una verdadera constelación de figuras que fundarían todo un subgénero en el cine de México, pasando por la bailarina Alicia Alonso, que triunfaría en el American Ballet Theater, de Nueva York. El compositor Mario Fernández Porta, una de las estrellas de la década, se va a vivir a México, pero también regresa para seguir actuando en la radio cubana.
Igualmente por esos años, Beny Moré se va a México con el Conjunto Matamoros --el trío de Ciro, Cueto y Miguel, no da abasto y recorre varias veces América Latina durante esos años--, le pone voz al mambo de Pérez Prado, contrata como secretario al mexicano Marco Antonio Muñíz, actúa con Rafael de Paz y con la orquesta de Mariano Mercerón, otro cubano mexicanizado, y regresa para fundar su Banda Gigante. Otro gran innovador, el pianista Julio Gutiérrez, después de tocar con Casino de la Playa, recorre con su conjunto América Latina, pasa temporadas en República Dominicana, le inserta el mambo al merengue y se va a Brasil por años, pero regresa a su sabor nacional.
Otros, muy pocos en realidad, deciden quedarse en el extranjero, como el cantante Antonio Machín, que después de probar fortuna con su cuarteto en Nueva York y recorrer antes de la Seunda Guerra Mundial media Europa, se va a España antes de que los nazis destruyeran el continente y se convierte en una de las figuras más queridas de aquel país. Otro tanto hace el santiaguero Desi Arnaz, considerado con razón como el productor más destacado de la televisión norteamericana, no sólo por su visión de empresa como artífice del inextinguible programa I Love Lucy, sino por sus aportes formales al medio, incluyendo la tercera cámara en un programa de comedias y por llevar al nuevo medio a estrellas cinematográficas, como Orson Welles, Mario Lanza y Bing Crosby, entre otros. Y en ese sentido, no hay que olvidar al genial pianista y arreglista Dámaso Pérez Prado quien, luego de irse a vivir a México, huyendo del poco caso que le hacían en la isla a sus ideas musicales renovadoras, consigue con su Patricia el No. 1 del "Hit Parade'' norteamericano por 22 semanas, desbancando al mismísimo Elvis del trono, algo que repitió con varios de sus mambos, logrando que la Asociación de Críticos norteamericanos lo eligiera como la Orquesta más popular de 1955 en EE.UU.
Es también a finales de los 40 que el maestro René Touzet, que ya ha compuesto su No te importe saber, funda en Los Angeles su jazz-band, regresando a La Habana sólo por cortas temporadas. Otro grande que se fue definitivamente en esa década para México, como acompañante de Toña La Negra, fue Juan Bruno Tarraza, aunque en los 50 regresa a Cuba para irse por medio mundo con otro grande del piano, Felo Bergaza. El famoso pianista clásico Jorge Bolet se estableció desde la década del 40 en los EE.UU. donde realizó su impresionante carrera. Y, al final de la década, el tresista Arsenio Rodríguez se establece en Nueva York con la esperanza de recobrar la vista con una operación. Será el "Cieguito Maravilloso'' quien creará las bases en esa ciudad del movimiento musical, conocido como salsa.
UN PREÁMBULO ESPECTACULAR
Con la llegada de la década del 50, la isla de Cuba, sobre todo, La Habana, es la catapulta al éxito para miles de estrellas que van y vienen. Olguita Guillot es una de las que más viaja, mayormente a México, donde graba, actúa y triunfa de manera arrolladora. Se convierte en la gran estrella de la música cubana en América. La Sonora Matancera, por amenizar en Radio Progreso, acompaña a decenas de intérpretes cubanos y extranjeros, algunos salen de gira con el conjunto, otros siguen solos sus carreras. Celia Cruz sobresale con su potente timbre y pasa al grupo de estrellas internacionales. Las D'Aida salen a inaugurar el Hilton de Miami Beach y Elena Burke, Moraima Secada y Omara y Haydée Portuondo actúan en varios países, pero regresan junto a su directora, Aida Diestro, con contrato en el Sans Souci de La Habana. El sonero por excelencia, Miguelito Cuní, cautiva a Curacao y Panamá, pero regresa con Chapotín y su conjunto.
La mezzosoprano Marta Pérez, estrella de la televisión y el teatro lírico cubanos, actúa en la Scala de Milán; mientras Rosita Fornés arrolla en el cine mexicano y, entre temporadas en Cuba, se va a triunfar, como ya había hecho María de los Angeles Santana, a España, donde hace Las Leandras. Olga y Tony recorren el continente y causan furor en Perú, donde les nace Lissette Alvarez, pero como todos, vuelven a su isla. Miguelito Valdés provoca locura en Nueva York y Los Angeles, recorre América Latina y se consagra como "Míster Babalú''. Decenas de jóvenes modelos y bailarinas, con mayor o peor suerte, se van a Venezuela y Panamá, pero la mayoría regresa a compartir con sus familias las ganancias de las tournées. Y es que ni la dictadura de Fulgencio Batista, ni el terrorismo que impera en la isla, obligan tampoco a la salida masiva de los artistas, y Rita Montaner hasta se atreve a criticar al gobierno en su programa de televisión.
Por estos años son varios los escritores que se van de la isla durante temporadas. Era país de rumba y entretenimiento fácil, lo sigue siendo pese a cualquier imposición estética, aunque se haya hecho desde principios del siglo XX música sinfónica, ballet clásico, teatro de vanguardia y hasta ópera, aunque hubiera revistas literarias sofisticadas y aumentaran las tiradas de periódicos, durante nuestra República no hubo muchas oportunidades para publicar. Además de Alejo Carpentier, quien trabaja como periodista en Venezuela, Virgilio Piñera se va por nueve años a Buenos Aires, donde edita sus primeros libros. Ya antes, algunos pintores importantes se han ido a París. Amelia Peláez, Víctor Manuel y Portocarrero pasan tiempo en la Ciudad Luz, pero regresan a buscar sus colores y su sol. Allá, codeándose con Picasso, Modigliani y Dalí, se queda el genial mulatochino Wifredo Lam, plasmando minuciosamente orichas yorubas, calderos congos y firmas abakuás en sus lienzos, creando un estilo tan cubano como su origen.
El historiador musical Cristóbal Díaz Ayala llama a este período, en su libro La Música Cubana, del Areíto a la Nueva Trova, "los fabulosos años cincuenta'' y lo son, no sólo en música, radio, televisión y hasta en teatro, con estrenos constantes en las salas habaneras, sino en la vida nocturna en general. Pocos países han tenido un esplendor tan grande en la industria del entretenimiento. Baste decir que La Habana en 1958 había llegado a tener más salas de cine que Nueva York, París o Madrid, y más night clubs que Manhattan. Es de reconocer que aún hoy no puede encontrarse en ningún país de habla hispana cabarets tan suntuosos y espectáculos tan variados como los que se estrenaron durante esa década en Cuba.
Por otra parte, cabe agregar que durante la década del 50, Cuba exportó series de radio y televisión a toda América Latina y que fueron libretistas, actores, directores, técnicos y empresarios cubanos los que crearon o hicieron crecer la industria del entretenimiento en países como Venezuela, Argentina, Guatemala, Ecuador, República Dominicana y Puerto Rico. Sin embargo, sería después de 1959 que cientos de profesionales en todas las ramas de la cultura popular, tendrían que abandonar su tierra y emprender un exilio que aún hoy sigue aportando arte y cultura al mundo.
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"LLEGO EL COMANDANTE Y MANDÓ A PARAR''
Aquella guaracha de Carlos Puebla sería premonitoria. Con la llegada de Fidel Castro al poder, el país se pararía en muchos aspectos y con el abrupto cambio social, la libertad para salir y entrar de los artistas, así como las libertades para crear irían desapareciendo año tras año. "Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución, nada'' sería la máxima que imperaría desde antes de pronunciarla el gobernante frente a escritores y artistas. Si en los primeros meses, después del derrocamiento del régimen de Batista, algunos artistas que estaban en el extranjero trabajando, decidieron regresar a su país, otros tuvieron más olfato y no lo hicieron. Ernesto Lecuona, el compositor cubano de mayor prestigio internacional --primer latinoamericano nominado a un Oscar, por el tema Siempre en mi corazón--, llegó a pronunciarse contra el nuevo sistema político en la isla y no aceptó las ofertas de regreso que le hacía el gobierno, lo que provocó que su música fuera prohibida durante la década del 60 y parte de los años 70, hasta en los consevatorios.
Aunque en un principio algunos cantantes famosos prestaron sus voces para interpretar temas de contenido político y, en medio de la euforia general, amenizaron campañas revolucionarias; a pesar de que algunos cómicos e imitadores se disfrazaban en los primeros meses como los barbudos y muchos locutores leían las consignas alabando la Revolución y a sus dirigentes, la luna de miel terminó bien pronto.
No sólo fueron cantantes, compositores y músicos, los primeros en salir al exilio en desbandada. Muchos actores, locutores, directores y libretistas consiguieron formar parte del primer contingente, aprovechando contratos en Puerto Rico, España, México, Argentina, República Dominicana, Venezuela o en EE.UU. Hay también que decir que, lamentablemente, muchos han muerto sin poder volver a su tierra, otros están retirados y, muy pocos, siguen desarrollando su trabajo artístico dignamente, para orgullo de sus admiradores.
Así, Minín Bujones, estrella absoluta de la radio y televisión; Velia Martínez, versátil vedette en el sentido amplio de la palabra y su esposo, el productor y escritor Ramiro Gómez-Kemp; el actor, productor discográfico y humorista Guillermo Alvarez Guedes, las actrices Lilia Lazo, Marina Rodríguez, Mary Munné, Julita Muñoz, Charito Sirgo, Dalia Iñiguez, Yolanda Fabián, Nury Doré y Raquel Olmedo, entre otras. Los actores Otto Sirgo, Alberto González Rubio, Juan Lado, Luis López Puente, Armando Osorio, Enrique Alzugaray, Néstor de Barbosa, Carlos Badías, César del Campo, Ernesto Galindo, Tino Acosta, Santiago García Ortega, Jorge Félix, Paul Díaz, Osvaldo Calvo, Manolo Villaverde, Albertico Insua, Guillermo de Cum, Gabriel Casanova, Manolo Coego, Luis Oquendo, Angel Nodal, Sergio Doré, Pepe Yedra y Carlos Barba, entre otros, fueron de los primeros en poner mar por medio, vislumbrando lo que se avecinaba para nuestro país.
Primero en Puerto Rico y luego en Monterrey, México, el productor, director y actor Jesús Alvariño y su esposa, la formidable comediante Normita Suárez, rehacen sus carreras en la década del 60 y llevan a trabajar con ellos hasta a la mismísima María Félix. Igualmente, en esos primeros años de la década del 60, Josefina Rovira, protagoniza la primera telenovela venezolana, Historia de tres hermanas, de Mercedes Antón, que ya había estelarizado en Cuba. Mientras, el animador e ingenioso productor Gaspar Pumarejo, funda empresas de televisión en América Central e impulsa de manera descomunal la industria televisiva en Puerto Rico.
Los extraordinarios cómicos Alberto Garrido, Federico Piñeiro, Leopoldo Fernández, Aníbal De Mar, Mimí Cal, Otero, Luis Echegoyen, Manela Bustamante (Cachucha), Lita Romano y Rafael Correa, entre otros, así como los imitadores Tito Hernández y Armando Roblán, también lograron escapar de la isla en la década del 60, tal vez, con la esperanza de volver pronto, como la mayoría de los primeros exiliados cubanos, pues pocos pensaban que el gobierno revolucionario, que ya empezaba su enfrentamiento con los EE.UU., pudiera mantenerse en el poder. Algunos de ellos fueron los iniciadores del teatro de comedias, sainetes, parodias, vaudevilles y teatro vernáculo cubano que alegraba a los primeros exiliados de Miami.
El guionista Alberto González, pone en práctica su habilidad y experiencia para crear personajes humorísticos y programas de sátira política que harán época en Miami, como había hecho con la popular Taberna de Pedro el Polaco, y hasta crea un canal de televisión con programación hecha por cubanos en el Miami de los años 70, TeleYara. Allí se realizará la primera telenovela en español hecha en los EE.UU. titulada Santa Bárbara, protagonizada por Lilia Lazo y José (Pepe) Yedra.
También salieron en los primeros años, el animador y comediante Rolando Ochoa, con su esposa Pepa Berrio y su cuñada, la simpática Lolita Berrios, quien fue crucial en el éxito del Show de Charytín Goico en Puerto Rico. El polifacético animador, actor y compositor Rosendo Rosell, fue de los fundadores del exilio en Miami, no limitándose a animar radio y a producir grandes espectáculos de variedad, sino a publicar varios libros con anécdotas personales del espectáculo cubano. De igual forma, entre los pimeros en llegar, estuvo Pedro Román, cantante y dramaturgo que ya había probado con éxito su talento en los EE.UU. Las locutoras Aleida Leal y Maucha Gutiérrez son parte del inicio de la radiodifusión hispana en Miami, como los locutores Roberto y Modesto Vázquez, Ricardo Jorge, Alexis Farí y Ricardo Valladares, entre otros. A la vez que Fernando Penabad, Juan Amador Rodríguez, Marta Flores y Salvador Lew forman parte de los primeros comentaristas políticos en la radio del exilio en los 60.
Mientras Manolo Urquiza rehace su carrera como estrella de la televisión puertorriqueña, en Miami Miguel Hernández, Nirzo Pimentel y Esteban Lamela inician los informativos en español del Canal 23. La famosa vedette Blanquita Amaro, luego de una exitosa carrera cinematografica en Argentina y de pasear su simpatía por Panamá y otros países del continente, es iniciadora de la televisión en español en la Florida, con un espacio de concursos en el Canal 6 junto al actor y locutor Néstor Cabell, otro de los iniciadores del exilio artístico y figura destacada del teatro de revista hecho en Miami.
Por su parte, el brillante empresario santiaguero Goar Mestre, propietario del Circuito CMQ --la empresa de radio y televisión más próspera e importante de América Latina--, acompañado de un equipo de profesionales de los medios, crea escuela en Venezuela y en Argentina, donde prosigue la impresionante labor que iniciara en su patria.
Hay que destacar en ese grupo inicial de exiliados, al escritor y programador de televisión Mario Barral, quien había creado la primera telenovela en español de la historia de la televisión, y al director Bernardo Pascual y a su esposa, la famosa escritora Delia Fiallo, que cosecharía en Venezuela y en muchos otros países grandes triunfos con sus novelas de televisión. Aunque con menos suerte, salió en esos primeros años, el destacado libretista Armando Couto, creador de Los Tres Villalobos, entre otras famosas series de radio. De igual manera, los productores Joaquín Riviera y Arquímedes Rivero marcan cátedra en Venezuela en sus respectivas especialidades y dan esplendor a la empresa Venevisión, propiedad de la familia cubana Cisneros.
Todos ellos fueron fundadores de movimientos artísticos, iniciadores del teatro ligero en español en el sur de la Florida, creadores de programas, series de continuidad, espacios humorísticos y, sobre todo, responsables del desarrollo de la radio y la televisión en sus respectivos destinos, ya que todos, en mayor o menor medida, sigueron cosechando éxitos y aportando los conocimientos adquiridos en la radiodifusión cubana, la segunda --después de la estadounidense-- en surgir a nivel mundial.
El teatro dramático también produce, a principios de los años 60, los primeros exiliados, como el director Francisco Morín, uno de los iniciadores del teatro de arte en Cuba, así como Ramón Antonio Crusellas, promotor y descubridor de muchos talentos de la radio y televisión cubanas; el director y declamador Dumé, quien se convertiría en uno de los máximos exponentes del teatro cubano en Nueva York. Sin olvidar a la destacada teatrista María Julia Casanova, una de las fundadoras de la sala Hubert de Blanc, en La Habana, y figura fundamental en el movimiento teatral del exilio en Miami.
Después seguirían exiliándose más actores que continuarían sus respectivas carreras en diferentes países, como Violeta Giménez, Teté Machado, Teresa María Rojas --formadora de decenas de actores en el grupo Prometeo, del Miami Dade Community College--, Flor de Loto, María Elsa Estanillo, Miriam Acevedo, Julio Capote, Ada Béjar, Mario Martín --quien jugará un papel importante como escritor y director en la radio y el teatro de Miami--, Norma Zúñiga, Teté Blanco, Jorge Mar, Rolando Barral --quien, tras situarse como galán de telenovelas en Venezuela, Puerto Rico y Panamá, animó el primer show de variedades en español a nivel nacional de los Estados Unidos--, José de San Martín, Rosa Felipe, Nena Acevedo, Osvaldo Alvarez, Martha Picanes y su esposo, el productor de televisión, Antonio Dieguez --quien impulsó decenas de canales de televisión en varios países de América Latina y Miami-- y Griselda Nogueras, joven estrella de la radio y televisión cubanas, que logra llegar a Miami despues de padecer la prisión política en Cuba durante nueve años, produciendo teatro en Miami junto a su esposo, el director Roberto Soto.
De igual manera se establece en Miami el actor, profesor y director Miguel Ponce, quien con los muy jóvenes Alfonso Cremata, Manuel Uriarte y Norma Niurka --quien luego de estudiar teatro en España y estelarizar telenovelas en Puerto Rico y trabajar con el grupo La Mamma en NY, se convierte en la crítica de teatro y una de los fundadores del diario El Nuevo Herald--, estrenarán una puesta de Mundo de cristal, de Tennessee Williams, en los inicios de los esfuerzos para también hacer teatro dramático en el exilio.
Y llegarán a finales de los 60 personalidades radiales, como el locutor y comentarista político Armando Pérez Roura --figura fundamental en el desarrollo de la radio del exilio en décadas posteriores, fundador de Radio Mambí, y que presentará por años un espacio informativo en español en el canal 10 de TV--, el gran narrador radial Félix Sánchez, el locutor y declamador Agustín (Chucho) Herrera y el guionista y comentarista cultural Eduardo Pagés.
Por supuesto, será la música la manifestación por excelencia y los cantantes y compositores los que más exiliados cuentan entre sus filas. Aprovechando contratos, van saliendo desde los primeros días de 1959, decenas de estrellas cubanas. La lista es interminable y las omisiones --defecto de la memoria-- dolorosas, insisto, y agradezco el esfuerzo de María Argelia Vizcaíno, al crear una página web con lo que podría ser el embrión de un diccionario de artistas cubanos.
Muy pronto las autoridades se dieron cuenta del impacto que creaba cada deserción de una embajada artística, por lo que tomaron medidas para impedirlo. Antes de las giras, se establecieron estrictos controles para saber quién era fiel o no al régimen. Más aún, les acompañaban agentes del Ministerio del Interior en cada viaje para impedir las fugas. Eso no impidió que se asilaran artistas cubanos en todas partes, y los que no conseguían que les permitieran viajar, enfrentando castigos y años de trabajos forzados, renunciaban a sus profesiones para poder escapar, como fueron los casos de Luisa María Güell, Jorge Páis, Luis García, Meme Solís y Georgia Gálvez, estrellas juveniles del momento.
LA NUEVA GENERACIÓN
Ya en el exilio venía surgiendo una nueva generación de creadores que ha resultado trascendental para la continuidad y evolución de la música cubana, así como de la imagen del latino en general y del cubano en particular. Carlos Oliva y los Sobrinos del Juez, Willy Chirino --una estrella emblemática del exilio, dentro y fuera de la isla--, El Grupo Klaus, Emilio y Gloria Estefan, con el resto de Miami Sound Machine, son algunos de los precursores del llamado "sonido de Miami'', donde se fusionaban los ritmos cubanos con sonoridades del rock y el pop norteamericanos. Un movimiento que produjo formidables trabajos musicales y éxitos de venta considerables, alcanzando su apoteosis con los triunfos mundiales de Gloria Estefan.
Pertenecientes a esta generación, aunque cultivando otros géneros musicales y con proyecciones diferentes, surgieron Natacha Amador y Mario Salas-Lanz, Sergio Fiallo, Roberto Lozano, Tania Martí, Titti Sotto, Hansel y Raúl, Elsa Baeza --en España--, Bertha María, Franco Iglesias, Suzy Lemán, Marisela Verena, Rey Casas, Hilda Luisa Díaz Perera y el Grupo Alma, Olga Díaz, el dúo del poeta Orlando González Esteva y su esposa, la soprano Mara González --quienes ha mantenido viva la tradición de los conciertos de música cubana donde participan constelaciones de figuras antológicas, un estilo de espectáculo que cultivaron en Miami la Sociedad Pro Arte Gratelli, con Pili de la Rosa, Demetrio y Marta Pérez al frente, además de Blanquita Amaro, Mario Fernández Porta y Rosendo Rosell. De igual manera surge en su exilio en Puerto Rico, Lissette Alvarez, quien ya había probado el éxito siendo niña en el show de televisión de sus padres en Cuba, convirtiéndose luego en estrella internacional y en la cantante más cotizada e imitada de la Isla del Encanto.
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Entre los escritores, actores, directores, locutores y presentadores surgidos en el exilio, sobresalen las escritoras Uva Clavijo y Marcia Morgado, las actrices Aurora Collazo, Julia Menéndez, Clara María Diar, además de Mario Ernesto Sánchez --fundador del Festival Internacional de Teatro de Miami--, Alina Interian, Lourdes Mensí, Christy Sánchez, Marilín Romero, Julie De Grandy, Gonzalo Rodríguez, María Madruga, María Meilán, Tony Warner, Ana Margo, Rocky Echevarría --quien luego sería Steven Bauer--, Marcos Casanova, Ivón D'Liz, el imitador Eddy Calderón, Glenda Díaz Rigau, Ana Carballosa, Gilberto Companioni, Richard González, Margarita y Manolo Coego Jr., Sergio Doré Jr., Lucy García, Félix Guillermo, Javier Romero, Agustín Acosta, Adrián Mesa, Pedro de Pol, Leticia Callava, Bernardette Pardo, José Alfonso Almora, Alina Mayo, Mirka Dellanos, Cristina Saralegui, María Laria y Frank Cairo. Los cineastas Iván Acosta y León Ichaso, los guionistas y productores de televisión Luis Santeiro y Pepe Bahamonde --creadores de la comedia ¿Qué pasa USA?, primer show de comedia bilingüe de la televisión norteamericana. Cabe destacar entre la generación de talentos surgidos en el exilio, a la actriz y cantante cienfueguera María Conchita Alonso, la actriz Cameron Díaz, nacida en EE.UU. hija del actor cubano exiliado Manolo Díaz. La cantante y locutora Olguita Alvarez, el pianista y transformista Manuel Arte, el bailarín y tranformista Frankie Kein y la actriz Marilín Pupo, igualmente a Fernando Bujones, bailarín clásico de fama mundial. Así como al actor y productor cinematográfico Andy García.
En Nueva York hubo todo un movimiento teatral, que luego se trasladó a Miami, en el que sus protagonistas surgieron en el exilio, como Marta Velazco, Rubén Rabasa, Julio O'Farrill, Andy Nóbregas, Raimundo Hidalgo Gato --protagonista de la película El Super--, Eduardo Corbet y Zuly Montero, entre otros. En NY igualmente se destacaron los dramaturgos María Irene Fornés --quien llegó a los EE.UU. en 1945, convirtiéndose desde la década del 60 en personalidad esencial de la alternativa teatral de off Broadway--, y el primer premio Pulitzer de teatro latino, Nilo Cruz. También Matías Montes Huidobro, José Corrales, Raúl de Cárdenas, José Triana, José Ignacio Cabrera, Christy Sánchez, René Alomá, Dolores Prida, Fermín Borges, René Ariza y José Abreu Felipe, entre toda una legión de dramaturgos cubanos exiliados.
UNA FLOTILLA CARGADA DE TALENTO
Cuando parecía que la fuerza creativa de los exiliados estaba condenada a desaparecer, producto del envejecimiento de la mayoría de los artistas, con la Flotilla de la Libertad en 1980 llegó un impresionante refuerzo. Integrado, además de escritores como Reinaldo Arenas, Juan Abreu --pintor y novelista-- y Nicolás Abreu (luego de unos años en España, llegaría también el hermano mayor, José Abreu Felipe), Carlos Victoria, Daniel Fernández, René Cifuentes, Roberto Valero, Miguel Correa, Andrés Reynaldo, Luis de la Paz y Reinaldo García Ramos, por otros poetas, narradores y ensayistas y artistas plásticos como Carlos Alfonzo, Juan Boza, Gilberto Ruiz, Miguel Ordoqui, Laura Luna, Agustín Gaínza, Víctor Gómez, Eduardo Michaelson, Andrés Valerio. Luis Vega, Pedro Damian, Julio Venegas, Nelson Franco, Féliz González, Gilberto Marino, Julio Hernández Rojo, Orestes Miqueli, José Chiú y los hermanos Currás, quienes se sumaron a la labor de los veteranos pintores Cundo Bermúdez y Manuel Mijares, llegaron al exilio decenas de actores, directores, bailarines y locutores.
Sobresalen en ese grupo los actores María de los Angeles Montoya, Yolanda Cuellar, Rafael Díaz Palet, Julián Izquierdo, Tatiana Vecino, Adela Serra, Carlos Bermúdez, Rey Batista, Frank Falcón, Grisel González, Germán Barrios, Gonzalo Fontana, Cary Roque --quien había visto truncada su carrera artística por la prisión política siendo muy joven--, además de Marlén Díaz y su esposo, el director, escritor y productor Guillermo (Willy) Leiva --quien desplegaría en la televisión puertorriqueña una formidable labor--, los fundadores del Guiñol Nacional de Cuba, Pepe y Carucha Camejo y Pepe Carril, además de este servidor.
Igualmente, en ese período llegaron a Miami, el director teatral Alberto Zarraín, el animador Salvador Blanco y el coreógrafo Pedro Pablo Peña --quien lograría fundar el Festival Internacional de Ballet de Miami--, el trovador Pedro Tamayo y el escenógrafo y director Rolando Moreno, uno de los creadores teatrales más activos en los últimos años. Igualmente, primero a Madrid y luego a Miami, vijaría el escritor, actor y director Marcos Miranda y la teatrista Karla Barro.
Por la Flotilla del Mariel llegaron los cantantes Armando Pico, Ciralina Quijano, el pianista concertista Adolfo Fernández, María Luisa y Teresita Diego, el pianista Jesús García, Alexander Domínguez, Los Fonomemecos, el travesti Danilo Domínguez (Mariloly) y la bolerista Doris de Goya, además del director vocal Roberto Marín, director del famoso cuarteto Los Bucaneros, y el percusionista Ignacio Berroa, miembro del grupo Irakere, como también el brillante saxofonista, compositor y director de orquesta Paquito De Rivera; el productor musical Ricardo Eddy Martínez y los compositores Mike Porcel, Manolo Blanco y Rudy Pérez. Poco despues llegó la directora Marlén Urbay, fundadora de la Orquesta de Cámara de la Florida.
Más tarde fueron arribando otros artistas famosos de la isla, como Raúl Gómez, Leonor Zamora, Malena Burke, el compositor y director musical Meme Solís, Bobby Jiménez, Wilfredo Méndi, Martha Strada, Maggie Carlés y Luis Nodal, Annia Linares, Mirtha Medina, Delia Díaz de Villegas, Miguel Chávez, Osvaldo Rodríguez, Isaac Delgado, el trombonista y director de orquesta Juan Pablo Torres, los actores Julito Martínez, Ramón Veloz, Reinaldo MIravalles, Miguel Gutiérrez y Gerardo Riverón, el extraordinario trompetista Arturo Sandoval y la sonera Albita Rodríguez --quien logró trascender nuevamente a nivel mundial, sin abandonar sus raíces musicales. Los escritores Zoé Valdés, Eliseo Alberto, Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez, todos premiados en importantes concursos literarios, forman parte del exilio desde hace más de una década.
Igualmente, llegaron al destierro en las últimas décadas, Luis Boffil, el director Manolo Feral, los actores Armando Casín, Magaly Agüero, Lili Rentería, Alis García y Rodolfo Valdés Sigler, la cantatriz Cristina Rebull, las hermanas Nuviola, Alma y Niurka, Lena, Lucrecia, Ley Alejandro, la famosa bailarina Sonia Calero y su esposo, el destacado coreógrafo, maestro y director de ballet Alberto Alonso --quien falleció hace poco en la Florida--, la gran bailarina clásica Rosario (Charín) Suárez, los periodistas de televisión Camilo Egaña, Mario Vallejo y Edmundo García, el actor y animador Omar Moynelo, el actor y cantante Jorge Hernández, el pianista y cantante Lázaro Horta, los comediantes Carlucho y Boncó Quiñongo, la cantante Xiomara Laugart y el cantautor Amaury Gutiérrez.
Más recientemente, se sumaron al éxodo constante de cubanos, el comediante y guionista Alexis Valdés, el animador Carlos Otero y la actriz Susana Pérez, además del grupo Los 3 de La Habana.
Al hacer un balance general de estos 50 años de exilio artístico de un pueblo, podemos apreciar con satisfacción que, los mencionados y los que no, han sido parte fundamental y destacada de un destierro repleto de logros particulares y colectivos. Se trata de miles de hombres y mujeres que hemos salido de nuestra tierra, muchas veces con la ropa que llevábamos encima y que en la inmensa mayoría de los casos hemos podido rehacer nuestras vidas, alegrando, entreteniendo y sensibilizando a nuestros compatriotas durante cinco décadas. Pertenecemos con orgullo a un exilio de fundadores de escuelas de música y teatro, galerías de arte, compañías disqueras, editoriales, salas de teatro, festivales, orquestas sinfónicas y compañías de danza. Se han ganado premios internacionales y, sobre todo, se ha representado en el mundo a la Cuba libre, al exilio cubano.
Algunos veteranos de aquellos primeros años del exilio siguen, con mayor o menor presencia, brindando su arte singular en nuestros escenarios. Roberto Ledesma, Jorge Bauer, René Barrios, Vicky Roig, Gonzalo Fontana, Blanca Rosa Gil, Xiomara Alfaro, Néstor Cabell, Norma Zúñiga, Marta Jorge, Chamaco García, Manolo Torrente, las Hermanas Márquez, el maestro Alfredo Munar, Bebo Valdés, Ana Margarita Martínez Casado, Miguel de Grandi Jr., Bertha Sandoval, Rosendo Rosell, Roberto Torres, Concha Valdés Miranda, Ela O'Farrill, la pianista Zenaida Manfugás, José Le Matt, Guillermo Alvarez Güedes y Olga Guillot. ¡Enhorabuena!
Hoy que las disposiciones de las autoridades cubanas permiten a muchos artistas salir y entrar en la isla, aunque no libremente, como recurso que los inhiba para hacer declaraciones críticas contra el gobierno y posibilitando, a su vez, otra entrada de divisas, cabe recordar con orgullo a muchos de los artistas nuestros que murieron sin poder regresar a una patria libre: Celia Cruz, Fernando Albuerne, La Lupe, Zoraida Marrero, Miguel De Grandi, Ernesto Lecuona, Margarita Lecuona, René Touzet, Mario Fernández Porta, Pepé Delgado, Juan Bruno Tarraza, Osvaldo Farrés, Facundo Rivero, Eduardo Davidson, Sara Escarpenter, Zoraida Marrero, Humberto Suárez, Carlos Díaz, Ernesto Duarte, Julio Gutiérrez, Caridad Suárez, Rolando Laserie, Bobby Collazo, Luis García, Francisco "Panchito'' Risset, Nelo Sosa, Miguelito Valdés, Ñico Membiela, Cristóbal Nodal, Rosario García Orellana, Arsenio Rodríguez, Alberto y José Fajardo, Israel (Cachao) López, Haydée Portuondo, María Luisa Chorens, Rodolfo Hoyos, Martha Strada, Manolo Alvarez Mera, Fernando Albuerne, Tony Alvarez, Celio González, Luis Bravo, La India de Oriente, Orlando Vallejo, Orlando Contreras, Freddy, José Fernández (Valencia), América Crespo, Servando Díaz, Hortensia de Castroverde, Manolo Fernández, Carlos Alas del Casino, René Cabell, Paquito Godino, Vicentico Valdés, Olga Chaviano, Fernando Mulens, Wilfredo Fernández, Israel Kantor, Margot Alvariño, Guillermo Portabales, Patato Valdés, Generoso Jiménez, Rolando "El Ruso'' Aguiló, Juan Pablo Torres, José Dolores Quiñones y la española cubanizada Maruja González, son algunos de los que primero vienen a la mente.
Sin ellos, sin la valoración de su legado, sin el recuerdo de sus nombres y carreras, sin el respeto a sus principios y creencias, sería imposible comprender al pueblo de Cuba, asimilar su portentosa singularidad, ni apreciar el valor esencial de su gente. Más aún, sin tener en cuenta a los artistas exiliados de todas las épocas y manifestaciones, no podría resurgir una nación sensible, honorable, alegre y creativa, como quisiéramos que fuera Cuba. A todos, en este 20 de Mayo, ¡gracias! y que el sincero aplauso de sus compatriotas llegue como un humilde reconocimiento a tanto talento desplegado.
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