CUBA 60 AÑOS DE DICTADURA
En varias ocasiones, la prensa oficialista ha reconocido la carencia de juguetes, sobre todo, para niños menores de 6 años. En las décadas del 70 y 80 en Cuba, se asignaba a cada familia con hijos la posibilidad de comprar mediante cupones, y una vez al año, un “juguete básico”, uno “no básico” y otro “dirigido”.
El país donde los niños juegan con plástico reciclado
Todos los domingos Alexis llega al parque a las siete de la mañana y sitúa su carricoche a la sombra de algún árbol. Durante media hora se dedica a organizar la mercancía sobre una funda de nylon y a inflar varios globos de colores para llamar la atención de los niños. En su puesto de venta hay réplicas de superhéroes, cornetas confeccionadas con material hospitalario robado, camiones y carretas de latas de refresco o cerveza recicladas, todos ellos manufacturados, unos con mejor acabado que otros.
El trabajo de Alexis Moro es tratar de vender la mayor cantidad de juguetes durante el día para ganarse tres o cuatro pesos por cada uno. A veces, cuando llega el fin del mes, suele quedarse hasta tarde porque decae el negocio. “La gente tiene menos dinero siempre a fin de mes”, explica.
“Esto no lo produzco yo, me lo da un socio que se lo compra a otro que, a su vez, se lo compra al fabricante. Yo los vengo a adquirir de cuarta mano. Otras veces, cuando el tipo me falla, voy directamente a la fábrica particular y allí escojo lo que me cuadre. Lo que más tiene salida son las tortugas ninjas, los spiderman, los caballitos de juguete. Los padres vienen buscando los superhéroes de las películas. Estos no son iguales, claro que no, son más feítos, pero es lo que hay…”
A tres cuadras del parque Vidal de Santa Clara, donde Alexis vende sus grotescos muñecos de plástico fundido, está situada la única tienda recaudadora de divisa dedicada a la comercialización de juguetes. La apertura de la misma, hace aproximadamente un año y medio, provocó la irritación de decenas de padres que no lograban comprender los altos precios de aquellos artefactos de goma importados de China. Solamente, una réplica de un dinosaurio de 20 centímetros alcanza allí el precio de 50 CUC o 1148 pesos cubanos, el doble del salario mensual de cualquier cubano que trabaje para el estado.
“Es una tortura pasar por aquí”, dice Aida Méndez, abuela de un niño de cinco años. “Evito coger esta calle porque ya no sé cómo explicarle que no tenemos cómo comprarle un camión de 40 dólares. Cada vez que un niño pasa delante de esta tienda se antoja de entrar, eso es lógico. Yo los he visto pegados a las vidrieras, mirando. Aquí no tienen noción de las cosas que hacen: ¿cómo van a poner una tienda de estas a menos de diez metros de una escuela primaria?”.
En las décadas del 70 y 80 en Cuba, se asignaba a cada familia con hijos la posibilidad de comprar mediante cupones, y una vez al año, un “juguete básico”, uno “no básico” y otro “dirigido”. La mayoría de estos artículos eran importados de la antigua URSS o de la RDA. En las llamadas “bodegas” se congregaban los padres para adquirir los números al azar que permitían la obtención de muñecas, bicicletas y hasta trenes eléctricos.
“Tampoco eran tan baratos”, recuerda Aida. “Quince pesos eran quince pesos. Recuerdo que había quien vendía el número porque eran de los primeros en la lista y no podían darse ese lujo. El dirigido casi siempre lo compraban todos los padres, pero eran cosas muy sencillas, como unos balines o un juego de yaquis. Mi mamá no me dejaba sacar los patines a la calle porque tenía amigos muy pobres. Aunque el gobierno lo niegue, en aquella época también existieron muchas diferencias sociales, como ahora”.
Con el advenimiento del período especial, Cuba dejó de fabricar las llamadas muñecas Lily, que fueron distribuidas, incluso, fuera del país y que participaron en competencias internacionales por la calidad de su factura. Actualmente, la mayoría de los juguetes que se comercializan en las tiendas recaudadoras de divisa en Cuba provienen principalmente de China, productora de cerca del 80 % de la industria juguetera mundial. Sin embargo, pocos padres pueden comprarles a sus hijos una muñeca “Barbie” de 20 CUC o un oso de peluche que alcanza el monto de 30 CUC. También se han dado casos de decomisos por parte de la aduana cuando familiares de cubanos radicados en el extranjero han tratado de entrar a la isla juguetes de factura “sospechosa” y conducidos por control remoto.
En varias ocasiones, la prensa oficialista ha reconocido la carencia de juguetes en Cuba, sobre todo, para niños menores de 6 años. Para paliar la situación, el gobierno autorizó entre los trabajos por cuenta propia la venta de juguetes en las categorías de “productor de piñatas y otros artículos similares para cumpleaños” o “vendedor de accesorios de gomas”.
Pascual González y Maritza Sánchez son dueños de una pequeña tienda de juguetes manufacturados. Ambos pagan 60 pesos por el autorizo de la patente y 50 mensuales que garantizan la seguridad social. La mayoría de los artículos infantiles comercializados por ellos se fabrican en La Habana y son distribuidos con previa petición a través de una red privada encargada de surtir estos negocios en el centro del país.
“Las piñatas y las muñecas de tela sí las hago yo misma”, cuenta Maritza. “Yo me hice de una impresora en un viaje a Panamá. Aquí vienen los padres y nos piden el dibujo que quieren para el cumpleaños. Ahora se han puesto de moda los muñequitos de Frozzen, del Rayo Mc Queen o del Hombre Araña. Tratamos de venderlos lo más barato posible porque sabemos que no son de la mejor calidad, algunos vienen con desperfectos, pedazos de plástico sobrantes o que les falta pintura para los ojos o la boca, pero los niños tienen mucha imaginación y se conforman con eso mismo, aunque no se parezcan en nada a los superhéroes de las películas. También sabemos que el material no es el mejor, son muy duros y algunos pueden ser tóxicos, pero esos no los vendemos nosotros. Cuando sales del país llega hasta darte lástima”.
Maritza y Pascual aseguran que conocen a personas dedicadas a recoger tubos plásticos para surtir las fábricas de juguetes y que, incluso, suelen vaciar los contenedores de basura en la madrugada porque cada uno de estos tanques son bien cotizados en el mercado clandestino. “Este es nuestro negocio, vivimos de esto”, apunta Pascual. “Sin embargo, no niego que da vergüenza pensar que los niños cubanos tengan que jugar con juguetes tan feos y que, además, los fabriquen de cualquier cosa, hasta de petróleo o cubos de basura”.
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