El movimiento nudista alemán ha perserverado entre personas de todas las edades durante eras como la nazi, la comunista y la de Instagram. A los alemanes les encanta desnudarse, se han estado desnudando en público por más de un siglo.
Desnudo se siente más rico
En Alemania, la libertad también significa estar al desnudo
BERLÍN — La primera vez que Michael Adamski vio a su suegra desnuda fue una situación incómoda.
Pero no tan incómoda como cuando Adamski vio a su jefe desnudo.
Adamski, oficial de policía en Berlín que investiga casos de delincuencia organizada, empezó a ir a un campamento nudista en un lago ubicado en las afueras de la capital alemana después de conocer a su esposa, cuya familia tenía una cabaña en el área.
Un fin de semana, cuando apenas comenzaba a acostumbrarse a quitarse la ropa frente a sus suegros, se encontró en el campamento al coronel de mayor rango en su comisaría… y el coronel lo retó a jugar tenis de mesa.
Desde entonces, Adamski y el coronel se tutean.
“Ya que jugaste pimpón con alguien al desnudo, no puedes llamarlo ‘coronel’”, dijo Adamski. “La desnudez nos convierte en iguales”.
A los alemanes les encanta desnudarse. Se han estado desnudando en público por más de un siglo, cuando los primeros naturalistas se rebelaron contra las suciedades de la industrialización y luego de la masacre generalizada de la Primera Guerra Mundial.
“La cultura del cuerpo libre”, que básicamente significa tener expuesto todo el cuerpo para darse baños de agua o de sol (a veces mientras uno hace ejercicio), se volvió la mayor consigna para quienes abogan por un estilo de vida saludable y armonioso como un antídoto a la destructiva modernidad.
El campamento al que acude Adamski, fundado en 1921, fue el primer club nudista de lago que operó con permiso en toda Alemania. Casi cien años después hay riberas enteras designadas como áreas nudistas. El país tiene un sendero oficial de nudistas, hay eventos deportivos nudistas —desde yoga al desnudo hasta andadas en trineo al desnudo— y las saunas en Alemania son de uso mixto y, sí, al desnudo. La gente también se quita la ropa con frecuencia en televisión.
Es algo que puede desconcertar a cualquiera que llega a Alemania de otro lugar. Hace poco que llevé a mi marido, británico, a una sauna cerca de Berlín, él no sabía ni a dónde dirigir la mirada.
En la piscina había cuerpos al desnudo flotando sobre el agua y al lado, cuerpos desnudos en los camastros cerca del bar. Había cuerpos desnudos haciendo fila para comprar helado en el área de jardines, con solo sandalias y sombreros contra el sol… en un caso había alguien con playera (pero sin pantalones).
Cuando mi marido y yo pensamos que realmente ya habíamos visto todo, anunciaron que era la hora para practicar zumba acuática. Al desnudo.
A los alemanes incluso les encanta contar una anécdota sobre la canciller Angela Merkel. Según lo cuentan, la noche que cayó el Muro de Berlín, la política que creció en Alemania oriental decidió acudir a su cita semanal en una sauna antes de cruzar hacia Occidente.
Tal vez es porque en Alemania el acto de desnudarse tiene mucho que ver con luchar contra la represión.
“Se trata enteramente de la libertad”, dijo John C. Kornblum, exembajador estadounidense en Alemania que ha vivido ahí intermitentemente desde los años sesenta (y recuerda la vez en que le gritó un alemán desnudo porque él no se había quitado su traje de baño antes de entrar a un jacuzzi).
“A los alemanes les da miedo la libertad y la anhelan al mismo tiempo”, dijo Kornblum. “Tienen tan arraigadas las ideas de jerarquía y de seguir las reglas que muchos consideran impensable la discordancia pública para temas sociales o de política. Cuando la gente camina desnuda por una playa obtiene una dosis de sentirse rebelde”.
Los nazis intentaron eliminar el nudismo, al igual que el régimen comunista. No lo lograron.
No es que muchos alemanes anden siempre al desnudo en público, pero el nudismo es suficientemente común como para que sea una cuestión de espíritu nacional.
“La mayoría de los alemanes consideran perfectamente normal estar desnudos en una sauna, ver pechos al desnudo en la playa y a niños al desnudo en la sección para niños de la piscina”, dijo la profesora Maren Möhring, historiadora de cultura y experta en nudismo de la Universidad de Leipzig.
Aunque hay nudistas en otras partes del mundo, Möhring dijo que en ningún otro país se ha generalizado tanto el movimiento. “Es una excepción alemana”, comentó.
Una clave para entender la actitud tan relajada respecto a la desnudez, según Möhring, es que desde sus inicios el nudismo fue presentado como algo asexual. El argumento era que los bikinis sí sexualizaban el cuerpo pero que “el nudismo es rendirle culto a lo natural”, explicó la académica.
El historiador social Stefan Wolle lo puso así: “Es lo menos erótico del mundo”. Wolle ayudó a crear una instalación sobre el nudismo en el Museo DDR, el cual tiene exhibiciones sobre la vida en la comunista República Democrática Alemana, o Alemania Oriental.
Una mañana reciente, en una playa de la costa del mar Báltico, le pregunté a Tina Müller, alemana de 39 años y madre de dos hijos, qué la llevó a decidir desnudarse. Más bien me cuestionó a mí: “¿Qué te llevó a decidir ponerte un traje de baño incómodamente mojado y ceñido?”.
Müller entonces me explicó que cuando nadas al desnudo “sientes el hormigueo sobre la piel. Se siente cada movimiento de las olas, cada golpe de viento, directamente en tu piel. Sientes el cuerpo entero. Te sientes vivo, te sientes libre”.
A algunos les preocupa que la tradición nudista de Alemania esté perdiendo su encanto, en parte por el uso generalizado de móviles con cámaras y la popularidad de plataformas para compartir las imágenes, como Instagram.
“Muchos jóvenes no quieren desnudarse porque no quieren terminar en fotos compartidas por todo el internet al día siguiente”, dijo Möhring.
La membresía formal en clubes de nudismo ha caído a 32.000, la mitad de la cifra que tenía hacia finales de la era comunista. Pero Christian Utecht, presidente de la Asociación de la Cultura del Cuerpo Libre para Berlín y Brandeburgo, dijo que los números van otra vez al alza a medida que las familias más jóvenes redescubren el igualitarismo que conlleva el nudismo.
“Cuando empiezas a conocer a la gente al desnudo, todas las cuestiones de estatus dejan de importar”, dijo Adamski, el policía. “Dejas de prestar atención a qué tanto costó su traje sastre o de qué marca son sus zapatos”.
De hecho, Adamski comentó que hace unos días se topó con un compañero nudista del campamento en el lago. Pero dijo que no reconoció al otro hombre en un inicio porque “traía puesta ropa”.
Christopher F. Schuetze colaboró con el reportaje.
Katrin Bennhold ha sido corresponsal internacional de The New York Times desde 2004. Primero estuvo en Francia; después, en el Reino Unido, y, ahora, en Alemania; ha escrito de diversos temas, como política europea, terrorismo, género e inmigración.
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