La vergonzosa candidatura de
Venezuela al Consejo de Derechos Humanos de la ONU
Esto no es un chiste: Venezuela, un régimen tan represivo como las dictaduras militares de Argentina y Chile en la década de 1970, tiene casi asegurada su elección para un escaño en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Cuando escuché sobre la probable victoria de la candidatura de Venezuela a un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pensé que era una broma. Pero cuando contacté a varios grupos de derechos humanos para averiguar si semejante locura es posible, me confirmaron que es cierto.
Venezuela tiene casi asegurado su asiento en el Consejo a pesar de que la propia Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, reportó recientemente que los escuadrones de la muerte del dictador venezolano Nicolás Maduro son responsables de más de 6,800 ejecuciones extrajudiciales entre enero de 2018 y mayo de 2019.
Además, el informe de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU cita el uso generalizado de la tortura contra prisioneros políticos, incluidas descargas eléctricas, asfixia con bolsas de plástico y violencia sexual por parte del régimen de Maduro.
Según YourHRC, UNWatch y otros grupos de derechos humanos que siguen de cerca al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, los dos países latinoamericanos que probablemente sean electos para el Consejo en las próximas semanas son Brasil y Venezuela.
Los 47 miembros del Consejo, con sede en Ginebra, son elegidos por la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Los países necesitan dos tercios de los votos de la Asamblea General, o 126 votos, para ser elegidos.
“En este momento, es casi seguro que Venezuela sea electa, porque solo hay dos escaños disponibles para América Latina en el Consejo, y hay solo dos países que se postulan”, me dijo el director de UNWatch, Hillel Neuer.
Dado que la elección para el Consejo tendrá lugar en octubre, puede ser demasiado tarde para que se postule algún otro país latinoamericano. Normalmente, los países que se postulan para un asiento en el Consejo lo hacen con más de un año de anticipación, para tener tiempo para cabildear a su favor en todo el mundo, me dijo Neuer.
Muchas de las peores dictaduras del mundo invierten tiempo y dinero para obtener un asiento en el Consejo, para protegerse de acusaciones externas de que violan los derechos humanos. Entre los miembros actuales del Consejo se encuentran Arabia Saudita, China y Cuba.
Casi siempre, estas dictaduras ofrecen a los países democráticos su apoyo a sus candidaturas para escaños en las comisiones económicas de la ONU —en las que los países democráticos están más interesados— a cambio del apoyo de las democracias en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
“La probable elección de Venezuela para el Consejo es realmente escandalosa”, dice José Miguel Vivanco, jefe del departamento de América del grupo de defensa de Human Rights Watch. “Los países latinoamericanos que han denunciado a Venezuela deberían proponer a un tercer país de la región y hacer una campaña para evitar la elección segura de Venezuela”.
Estados Unidos debería hacer lo mismo. Desafortunadamente, la decisión del presidente Donald Trump de retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y varios otros foros como el Acuerdo Climático de París han erosionado seriamente la influencia global de Estados Unidos.
Pero Washington, la Unión Europea y el Grupo de Lima —compuesto por Brasil, Argentina, y otros países que buscan la restauración de democracia en Venezuela— deberían reclutar urgentemente a un tercer país latinoamericano que pueda derrotar la candidatura venezolana. “Es tarde y sería muy difícil, pero no es imposible”, dice Neuer, de UNWatch.
En lugar de hacer declaraciones vacías contra Maduro que solo buscan ganar votos cubanoamericanos y venezolano-americanos en Florida, Trump debería usar lo que le queda de influencia diplomática para derrotar la candidatura de Venezuela al consejo. Si no lo hace, la dictadura de Maduro pronto se anotará una importante victoria diplomática, mientras el mundo democrático estaba dormido.
ANDRES OPPENHEIMER, SEPTIEMBRE 2019
|