Los mitos, dicen, nunca mueren. Frase que, en el caso de Marilyn Monroe, adquiere una nueva dimensión. Han pasado ya 57 años de su muerte (a los 36 años, en su casa de Brentwood, California, el 5 de agosto de 1962) y la rubia platino más famosa de la Historia, aquella tentación que vivía arriba, con faldas y a lo loco, sigue fascinando hoy y dando que hablar día sí, día también. El pasado mes de agosto vieron la luz en un documental emitido por Fox News las escabrosas imágenes del cadáver de la actriz, tomadas por el fotógrafo Leigh Wiener, quien se coló en la morgue de Los Ángeles y, tras chantajear a los funcionarios con whisky, disparó, sin escrúpulos y con su cámara, al cadáver 81828.
Menos de un año antes, Marilyn lucía radiante en todo su esplendor. Estaba en la cima de su carrera. La revista «Look» encargó a un joven fotógrafo canadiense, Douglas Kirkland, una sesión de fotos con la actriz para el número especial del 25 aniversario de la publicación. La sesión tendría lugar la noche de un viernes de noviembre de 1961 en Beverly Hills. Con poco más que unas sábanas, una botella de champán y la voz de Frank Sinatra sonando en un tocadiscos, el joven Kirkland capturó en toda su esencia la belleza etérea y trascendente de uno de los grandes iconos del siglo XX.
La sala Christie’s sacará a subasta el 29 de octubre en Nueva York la cámara Hasselblad 500C que Kirkland utilizó en aquella legendaria sesión, dos lentes Carl Zeiss, además de unas copias de archivo de edición limitada de dos de esas fotografías –«Marilyn (Overhead)» y Marilyn (Hugging Pillow)»–, entre otras piezas. El precio estimado del lote oscila entre 200.000 y 300.000 dólares. Kirkland fue uno de los primeros en usar este modelo de Hasselblad. Con 27 años, el que fuera asistente de Irving Penn entró en la plantilla de la revista «Look», dieciocho meses antes de aquella sesión con Marilyn. A partir de entonces, el joven reportero gráfico se convertiría en el fotógrafo preferido de las estrellas de Hollywood y el mundo de la cultura. Inmortalizó a Elizabeth Taylor, Marlene Dietrich, Brigitte Bardot, Audrey Hepburn, Sophia Loren, Catherine Deneuve, Coco Chanel y Andy Warhol, entre otras muchas celebridades.
Unos días antes de la sesión de fotos, Douglas Kirkland y dos de sus colegas de la revista se reunieron con Marilyn Monroe y su agente en el apartamento de Beverly Hills donde tendría lugar la cita para ultimar los detalles. Kirkland recuerda que, cuando llegó la noche en cuestión, esperaba nervioso a Marilyn Monroe. No es para menos. Era su mayor desafío hasta la fecha. Marilyn llegó, como era habitual en ella, dos horas tarde. «Ella siempre aparece», le decía, tratando de tranquilizarle, su agente.
Finalmente, llegó. Kirkland describe aquella aparición como «un estallido de belleza etérea». La química entre el joven fotógrafo de 28 años y la estrella de 35 no tardó en llegar. A sus 85 años, Kirkland evoca que fue «una noche íntima, de una gran tensión sexual». Marilyn le aseguró que todo lo que necesitaban para hacer magia era una cama, unas sábanas de seda blanca, algunos discos de Frank Sinatra y champán Dom Pérignon. «Ella entendió mis ideas y las llevó a cabo mejor de lo que yo habría podido hacer –dice Kirkland–. Aprendí de ella una importante lección: si quieres conseguir su mejor actuación, trata a una estrella como la princesa que quieres que esté frente a tu objetivo».
Cuenta que sirvió el champán helado, seleccionó un disco de Sinatra y puso la aguja en el vinilo. Recuerda que Marilyn, mientras tanto, «entró al vestidor. Apareció con un vestido, pero no estaba a gusto. Volvió al vestidor, se quitó la ropa y se deslizó en la cama envolviéndose seductoramente entre las sábanas de seda blanca. Mostró cómo se sentía, fue muy emocionante. Estaba con Marilyn Monroe frente a mí, deslizándose eróticamente entre las sábanas semitransparentes». La cita daría un giro inesperado cuando Marilyn pidió estar a solas con el fotógrafo. Había más gente del equipo de producción. «Fue extremadamente íntimo: solo la cámara, Marilyn y yo». «La Marilyn Monroe con la que estuve aquella noche me atrapó firmemente. Llegó en una nebulosa y cuando se marchó fue como si se hubiera evaporado».
Dice Douglas Kirkland que nunca hubo una sola Marilyn: «Estaba la chica alegre de nuestra primera reunión, la verdadera Marilyn de la noche de nuestra sesión de fotos (la belleza sexy de la que todo hombre estaba enamorado) y una mujer más oscura y triste con la que me senté a revisar las fotografías una semana después. Nunca estuve con la misma persona dos veces».
Aquellas fotografías se hallan entre las últimas imágenes de Marilyn. A finales de junio de 1962, posó por última vez. Fue ante el objetivo de Bert Stern. Conocida como «La última sesión», tuvo lugar en la suite 261 del hotel Bel-Air de Los Ángeles. Sacó 2.571 fotografías. Bajo los fulares con los que a duras penas tapaba su cuerpo desnudo se entrevé la cicatriz de su operación de vesícula. Seis semanas después, moría Norma Jean y nacía el mito Marilyn Monroe.