La cantante y compositora cubana Albita Rodríguez, que aunque etiquetada como intérprete de música campesina se mueve en el escenario como una rockera, ha vuelto a sus orígenes de trovadora con el disco “Acústica”, el décimo octavo de su carrera y que acaba de ser nominado a los Latin Grammy.
“Es un disco totalmente escrito por mí, rescatando un poco a la Albita compositora a la que he tenido abandonada, aunque siempre en mis álbumes incluyo canciones mías”, dice la autora en entrevista con Efe.
En “Acústica”, nominado este año en la categoría de mejor álbum cantautor en los Latin Grammy, destacan la guitarra del reconocido instrumentista también cubano Ahmed Barroso y el sonido del cajón del percusionista Otto Santana, e incluye en un tema la colaboración vocal de Lena Burke y la también cubana Yusa.
La propia artista agradeció en su cuenta de Twitter apenas supo que figuraba entre las nominadas de 2019: “Gracias!!! Feliz por esta nueva nominación por ‘Acústica’, mi nuevo sueño”.
“Acústica” habla de las libertades, del erotismo y de manera puntual sobre los derechos de la mujer.
“Esta parte mía de este disco apuesta más a la lírica, aunque yo empecé así en Cuba, yo empecé desde la guitarra, pero la gente conoce poco ese trabajo mío”, confiesa Albita durante una charla en el restaurante Yuca, en Miami Beach, uno de los primeros lugares donde se dio a conocer en esta ciudad, a la que llegó en 1993.
Excepto dos temas, “Son sin concepto”, del disco “Albita llegó” y con el que ganó un Latin Grammy en 2004, y “Soy una mujer y estoy aquí”, del álbum “Mis tacones” (2009), las demás canciones son inéditas aunque eso no significa que hayan sido escritas recientemente, como apunta la compositora.
“Son canciones que he compuesto en diferentes épocas de mi vida y nunca las había sacado a la luz. Tenía muchos deseos de rescatar a Albita la compositora”, remarca.
De “Acústica”, el sencillo “Décimas infieles” (segundo surco) ya circula acompañado de un vídeo muy erótico que se puede ver en YouTube, mientras otros temas más “tranquilitos” o más líricos ocupan la mayor parte del álbum.
Hacia el final, el son cubano vuelve a tomar presencia con “Privilegio”, donde destacan la trompeta y el tres, y precisamente hay una especie de clímax en “Son sin concepto”.
“Es un disco que me apetecía mucho hacer y que me encantaría que algunos cómplices lo escuchen tomando una copita de vino”, confiesa la cubana, que cruzó la frontera sur estadounidense con su banda, luego de un éxito en Colombia (“Parranda, laúd y son”) que le abrió las puertas del mundo y de sus deseos de “libertad”.
“Fue complicado porque se quedaba mi familia en Cuba. Una nunca está preparada para eso. Cruzar una frontera es ilegal y a una no la crían para eso; soy hija de guajiros e ir contra las leyes no estaba en mi enseñanza”, confiesa mientras mira atrás, precisamente, sentada en un salón que la acogió en sus inicios en el sur de Florida.
“Yo tenía claro que quería ser libre y decidir mi vida, incluso a costa de perder mi carrera en 1993”, desgrana la artista nacida en La Habana en 1962, quien confiesa que en Miami era prácticamente desconocida.
“Crecí en una Habana congestionada de muchas fuentes musicales, veníamos de una prohibición fatal de todo tipo de música en inglés, por lo que crecimos escuchando esa música. A mí me influyó mucho Led Zeppelin”, afirma y sorprende a la vez.
“La estética o la manera de asumir el escenario los rockeros a mí me fascina, no sé porqué no fui rockera, me encanta esa fuerza en el escenario y lo bailaba en mi época”, reveló la trovadora.
Sobre su trabajo con la décima o espinela, el verso octosílabo con el que siempre ha convivido y del que respecto a las Islas Canarias, donde también se utiliza en la música, está convencida de que esa métrica hizo un viaje de ida y vuelta, se trata de “un formato que me gusta mucho”.
“Décimas infieles”, en particular, habla de ciertos amores “prohibidos”.
“En esa canción la décima es una piel, una boca y un alma, por eso dice ‘la quiero porque no es mía, si fuera mía no la quiero’. No la había cantado antes, pero no es nueva”, puntualiza la autora.
Hija de una pareja de “repentistas” (improvisadores), Martín y Minerva (Mima y Pipo), un matrimonio que tenía una muy famosa controversia, un conocido formato entre los cantantes de décimas campesinas, y que eran parte del programa de televisión “Palmas y Cañas”.
Con ese acervo, Albita comenzó en Miami cantando con su guitarra para las señoras que trabajaban en las factorías, “a las siete de la mañana”, recuerda.
Hasta que un productor como Emilio Estefan y un diseñador de modas como Gianni Versace se fijaron en ella. “Lo otro es historia”, dice la cubana, quien se identifica como “una trovadora que rescató la música campesina”.
“Mi mamá no me dio leche, me alimentaba con ‘punto guajiro’. A los siete años compuse mi primera décima. Para mí la décima es mi hábitat natural”, zanjó Albita.