La campaña para retirarle la green card (tarjeta de residencia) a Malcolm y Alexander pasa de las 5 mil firmas, generadas por un portal web desde La Casa Blanca. Se han sumado ilustres como María Elvira Salazar y Willy Chirino. Entre tanto, aparentar inocencia es igual a Pablo Lye aduciendo defensa propia ante el juez, en ambos casos las cámaras no perdonan. El invento maravilloso exige humildad.
Disfrutar de ciertas cuotas de poder en Cuba, que no se consiguen solo con dinero, parece ser el señuelo mordido por el dueto cubano de música urbana de mayor impacto en la actualidad internacional. Juntarse con la familia real de los Castro tiene su precio, por si no lo pensaron antes, ahora habrán de pagarlo.
Imaginaron los integrantes de Gente de Zona las consecuencias de integrarse a un cartel mafioso. Los padrinos están jurados, se saben fuera de la ley, por tanto, quien a ellos se integra deberá asumir esa filosofía. Ahora mismo acaban de sancionar a Raúl Castro y a sus familiares cercanos respecto a los vínculos personales privilegiados que mantenían con Estados Unidos.
Hace tiempo que ellos asumieron desafiar al imperio, por tanto, la medida molesta, pero la asumen con resignada tranquilidad. No es lo mismo para quiénes han ganado Grammys en tierras imperiales.
La ignorancia de la ley, como se sabe, no justifica su incumplimiento. Por si este par de analfabetos políticos no lo saben, los comunistas cubanos están fuera de la ley hace sesenta años, el régimen por ellos creado, mantenido hoy bajo un Estado policiaco, viola un principio mundialmente aceptado según el cual ustedes, ignorantes, pueden acumular millones de dólares: el libre ejercicio de la propiedad privada.
Les cabe a ustedes, Alex y Malcolm, la pregunta repetida por Greta Thumberg a quienes atentan contra la sagrada naturaleza que a todos nos anida: ¿Cómo se atreven?
En su país, ustedes que han declarado sentirse orgullosos de ser cubanos, la policía reprime a la gente en los carnavales lanzándolos cual sacos de escombros por encima de una cerca de dos metros de altura, y cayendo al asfalto, les vienen encima palos y perros sin bozal.
En su país, ese presidente que ustedes llamaron “nuestro presidente” ante miles de personas y ahora en Miami balbucean incongruencias al recordarles el hecho, ese jefe de Estado por el cual nadie ha votado, ordena golpear a mujeres cuya protesta es vestirse de blanco, caminando por las calles con una flor en las manos.
Ese amiguito de apellido real no puede justificar la adquisición y disfrute del yate que comparte con ustedes, sin embargo, ustedes sí pueden comprar un yate aquí en el país de la libertad, sin esconderse de la gente. Sencillamente porque el ejercicio de la propiedad no es un permiso dado por el gobierno a quiénes le aplauden o simplemente callan en silencio cómplice, regla obligatoria allá, donde vive ese presidente puesto a dedo que según ustedes es su presidente.
Cuba está en llamas y sería el colmo que ustedes tampoco lo supieran. Las redes sociales son hoy la pesadilla de mucha gente, gente que han perdido su ubicación en el tiempo y el espacio. Gente, diría yo, fuera de Zona.
Vísperas de su multitudinario concierto, los opositores a la dictadura se aprestaban a una marcha de girasoles demostrando su inconformidad con un estado social inadmisible para la mayoría de la población. Son cubanos orgullosos, cansados de escaseces sin fin, son quiénes les han hecho a ustedes estrellas, sacándolos de la historia sin final y ahora ustedes los convierten en víctimas mediáticas de la música.
Hay gente valiente que da la cara, cantando verdades a riesgo de su propia vida.
Las cámaras no perdonan. Lo peor es que hubo otros agraciados en aquel concierto del lugar y momento inoportuno. Sencillamente a ustedes les tocó enfrentar la culpa por ser los más famosos.
Reza el adagio bíblico, “cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.