La hostilidad del presidente norteamericano, Donald Trump, ha conseguido lo que hasta hace poco parecía casi imposible: el Gobierno cubano ha tomado la senda de la eliminación definitiva de la perniciosa doble moneda, aunque previamente tendrá que hacer caja de magua dura autorizando a los cubanos a abrir cuentas en divisas y a contratar importaciones de artículos de consumo, y quizá llevándose por delante a las llamadas “mulas”.
Gobierno, opositores, economistas y cubanos que se mueven en el área dólar coincidían en la necesidad de eliminar la doble moneda, pero el Partido Comunista se resistía y aún hoy no debe estar convencido del todo porque ha encargado el anuncio al vicepresidente Salvador Valdés Mesa, escoltado por ministros y funcionarios, preservando a Raúl Castro y Díaz-Canel del envite.
Que la tabla de salvación del tardocastrismo sea el dólar yanqui provoca sonrojo en la mayoría de los cubanos sensatos; una pena que muchos no puedan manifestar su repulsa ante esta maniobra porque necesitan comer cada día y aliviarse las penas en silencio.
Los participantes en la Mesa Redonda precisaron que el caso de otras monedas como el euro o los yenes japoneses, la tasa de referencia será el dólar norteamericano. Más claro, agua. Aunque sus abundantes exégetas que por el mundo andan seguirán contando los milagros del Foro de Sao Paulo y el BRIC y la prensa pagada por el Partido Comunista alabando a China y Rusia.
El Gobierno ha designado varias tiendas en La Habana y una en Santiago de Cuba para comenzar la venta en divisas, que solo será posible mediante el pago con una tarjeta de débito, respaldada por una cuenta corriente que el titular o titulares de la deben abrir y dotar previamente.
Curiosamente, la Ministra-Presidenta del Banco Nacional de Cuba, Irma M. Martínez Castrillón -que se explica peor que Grau San Martín- inventó un neologismo para identificar a los titulares de ese medio de pago: el tarjeta habiente. Ya sabemos que los funcionarios no paran de inventar y que el enemigo acecha, pero cuando los burócratas de La Habana se ponen creativos, no hay quien les gane en metáforas.
Al no poder pagarse en efectivo, el Gobierno reduce el margen de robos y se garantiza que la moneda dura pase del banco donde esté depositada a nombre del comprador a la cuenta de la empresa vendedora o importadora porque el decreto gubernamental autoriza a los cubanos a contratar la importación de mercancías que no tengan las tiendas habilitadas para el ensayo; siempre a través de una importadora, que les cobrará una tasa mínima, según el ministro de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca.
La medida puede afectar directamente a las llamadas “mulas”, que no podrán competir con el Gobierno por su mayor capacidad de compra y, por tanto, se beneficiará de mayores descuentos en Panamá, donde ya Cuba se habría gastado 4 millones de dólares norteamericanos en adquirir electrodomésticos, partes y repuestos de automóviles, que estarían almacenados a la espera de la puesta en marcha de lo anunciado en la Mesa Redonda de este martes.
Pero en este aspecto, el Gobierno tampoco las tiene todas consigo; pues los cubanos –especialmente los que manejan divisas– temen sufrir un Corralito financiero, justificado por el gobierno en el propio cerco de Trump y la falta de divisas; mientras que con las “mulas”, que podrán seguir ejerciendo su actividad como hasta el presente, tienen la ventaja de controlar mejor el riesgo para su dinero, aún teniendo que pagar más por el producto.
El Gobierno necesita un aluvión de divisas porque es incapaz de producir nada y las exportaciones están en niveles mínimos; pero los cubanos ya han aprendido a manejarse y es probable que –en la mayoría de los casos– operen las nuevas cuentas con cautela fenicia, yendo a las tiendas, comprobando la existencia del producto que quieren y su precio y luego depositando y pagando.
Claro que ello implicaría la molestia de dar dos viajes a la tienda, pero nada es más cobarde que el dinero y en el imaginario colectivo cubano persiste aquella estafa gubernamental de que las personas entregaran las botellas de cervezas y refrescos vacías para que no faltaran las llenas que nunca regresaron de la OFICODA.
Además, se da la circunstancia que la mayoría de los potenciales clientes cubanos dependen de las remesas de sus familiares emigrados, que trabajando en el capitalismo democrático, son capaces de vivir ellos y ayudar a su familia en la isla, que sobrevive cuidando ese dinerito como a la niña de sus ojos.
La economía se basa en la confianza y la crisis de legitimidad del Gobierno cubano contamina cualquier iniciativa; no solo por malas experiencias anteriores y el sobresalto habitual que padecen los abastecimientos, sino porque nada es más cobarde que el dinero y los cubanos se han hecho expertos en leer al revés las iniciativas del Palacio de la Revolución.
Toda medida económica exige tiempo de asimilación y aceptación, especialmente en los mercados deprimidos de Estados improductivos y parásitos, como es el cubano que, con esta apuesta, confirma su ruina económica y refuerza su dependencia de la emigración, a la que maltrata con tarifas de atraco en los servicios consulares y a la que intenta manipular con sus letanías antibloqueo y despolitizadora de pagar y permanecer callados, privándola de influencia política.
La eliminación de la doble moneda aún tardará un tiempo, pues las tiendas en CUC seguirán abiertas para dar salida a la pacotilla barata y a la chatarra tecnológica almacenada, y sobre todo, porque nadie sabe el volumen financiero real que generarán las tiendas de Alejandro (Gil), como ya las llaman los jodedores de La Habana, en alusión al Ministro de Economía. ¿Alguien sabe algo de los compañeros ALBA, Marino Murillo y Peso cubano?
La dictadura verde oliva, la más antigua de la región, no encuentra otra salida que apelar al enemigo yanqui y otras 12 monedas del mundo libre, para intentar sobrevivir sin renunciar al alarde habitual de baba sin quimbombó y como hizo el vicepresidente Valdés Mesa en el cierre de la Mesa Redonda: somos un hueso duro de roer, y sonrió.
De momento, nada de libertades políticas y económicas, ni siquiera la libre importación de alimentos y medicinas; una medida que aliviaría la coyuntura gubernamental y las coyunturas de millones de cubanos empobrecidos por el absurdo comunista.
El próximo lunes, Cuba abrirá bancos y tiendas para incitar a los cubanos a comprar en dólares norteamericanos y otras monedas duras juguetes Made in afuera, 57 años después de aquella Crisis de Octubre de 1962, año de nacimiento de la Libreta de Racionamiento más resistente de América Latina.