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General: Sin casa ni trabajo: la historia de un cubano en Nueva York
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ELCUBANOLIBRE  (Mensaje original) Enviado: 23/10/2019 12:51
EXILIO
Para el ajedrecista y cineasta Carlos Luis Pujol, los exiliados creemos en el futuro hasta en las peores circunstancias. Muchas veces, por pudor o por no preocupar a la familia, callamos nuestros problemas, contribuyendo así el mito de que "afuera siempre se está mejor".

Sin casa ni trabajo:
La historia de un cubano en Nueva York
LIEN CARRAZANA  |  DIARIO DE CUBA
Del exilio solemos contar las historias positivas. Entendiendo por positivo el éxito. Como si la vida lejos de Cuba no fuera dura también. Muchas veces, por pudor o por no preocupar a la familia, callamos nuestros problemas, contribuyendo así el mito de que "afuera siempre se está mejor". En parte es así cuando escapas del infierno disfrazado de paraíso, pero eso no significa que estés bien, porque dejas de compararte con el que eras en la Isla, y empiezas a mirar a tu alrededor. A pensar en ti a partir del punto en que llegaste.
 
Hoy tengo que escribir de un amigo. Y eso hace este texto muy difícil. Preferiría no tener que hacerlo, preferiría que él no estuviera desesperado, pernoctando en un Starbucks 24 horas o en un Men's Shelter (albergue para hombres) de Nueva York porque su vida colapsó, y perdió trabajo, alquiler y asideros. Preferiría que su estado de salud no fuera delicado, impidiéndole hacer repartos de comida rápida a pie por toda la ciudad, pero sus piernas son frágiles tras dos operaciones y secuelas de una enfermedad llamada celulitis. Preferiría que esta historia fuera ficción, pero es realidad, la del cubano Carlos Luis Pujol, a quien conozco desde hace 20 años.
 
Ciudadano norteamericano desde 2016, "casualmente desde entonces todo empezó a ir cuesta abajo", me dice Carlos, que lleva 12 años fuera de Cuba. "Viví en Montreal, Nueva Jersey, Nueva York, Phoenix, Los Ángeles, San Francisco y otra vez Nueva York. Al llegar hice de todo, trabajé en Warehouses (almacenes), de security, y cuando perfecciono el inglés empecé a dar clases de ajedrez en Nueva York y Phoenix…" Carlos es maestro de la Federación Internacional de Ajedrez, subcampeón nacional juvenil y campeón de La Habana, donde dio clases de ajedrez hasta que entró en el Instituto Superior de Arte (ISA) donde estudió Radio, Cine y Televisión.
 
También estudió cine en EEUU: "Apliqué en 2012 para el Master en Cinematografía en Los Ángeles, fui aceptado, y empecé en 2013 hasta 2014. Esta es una escuela privada y debo casi 170.000 dólares por esos dos años. Cuando terminé en 2014, al mismo tiempo que hacía trabajitos de director de fotografía, manejaba para Uber, y no me iba mal".
 
"Obtuve un Master en Cinematography en el New York Film Academy. Soy Life Master de la Federación Americana de Ajedrez. Completamente bilingüe, y jodido hasta los huesos", y es lamentablemente literal.
 
Además del cine y el ajedrez, Carlos escribe. En 2003 cursó estudios de formación literaria en el Centro Onelio Jorge Cardoso de La Habana.
 
"Los problemas empiezan en realidad con una relación que tuve, la ayudé a salir de una situación comprometida con abogados, después con ayuda médica, eso me dejó casi sin nada…", explica.
 
"La cosa se pone dura después, en 2016 mis piernas cogen una infección llamada celulitis, y me pareció que me iban a amputar desde la rodilla hacia abajo del pie izquierdo, tan feo estaba… Eso parecía lepra. Por suerte, en aquel entonces tenía seguro de salud, así que no me costó nada. Pero mientras estaba desarrollando la infección tuve un accidente de carro, y entré en el hospital, estuve enfermo sin trabajar un tiempo, no tenía dinero y caí en depresión, me quitaron el carro por falta de pagos."
 
"Cuando mejoré y la depresión se relajó, alquilé un carro y seguí manejando. Tuve un accidente que no fue mi culpa en agosto de 2017, que todavía estoy luchando en Corte, y la compañía dejó de alquilarme el carro. Por primera vez estoy en peligro de que me saquen de mi estudio, este accidente me jodió la espalda, no puedo caminar mucho sin que me duela y desde entonces no he podido filmar nada tampoco porque el rigor de las horas de pie me destruye la espalda."
 
"Me parece que también me jodió la coordinación o la fuerza de las piernas porque ese mismo año tuve dos accidentes más en los que no pude parar a tiempo. El último fue con un carro que compré a crédito, y entonces me quedé en la calle", relata Carlos.
 
"Perdí el carro. Por suerte, encontré una de esas gentes que vende o alquila carros a plazos a gente con mal crédito, pero a precios desorbitantes. Y viví en él hasta abril del año pasado, haciendo deliveries (repartos) y cosas así, cosas que no requerían mucho esfuerzo físico", aclara.
 
"Estaba empacando todas mis cosas dentro de un Prius alquilado —porque ni siquiera era mío— y que iba a oficiar como mi casa ambulante y centro de trabajo, y el pensamiento de que este era el fin de mi camino me asaltó. La imagen de mi persona con ropas raídas y elefantiasis en las piernas en una esquina de Los Ángeles me pareció tan grotesca que no sé cuánto tiempo estuve al lado del carro buscando una salida a esa persona en el futuro", rememora.
 
"Vine a Nueva York por una vaga propuesta de trabajo dando clases de ajedrez, que no funcionó porque no pagaban lo suficiente. Fue entonces que se me infectó la vesícula (cosa que venía arrastrando desde 2015, pero no sabía que tenía, pensé que era acidez) y me tuvieron que operar de emergencia. Aquí no tengo seguro, así que esto es el final de la historia, actualmente debo 50.000 dólares al hospital. Cuando salgo del hospital, la celulitis me vuelve, me dan unos antibióticos que combinados con la operación que tuve me jode el estómago, y me da c-diff, una bacteria que te come los intestinos, y ahí casi si me voy del aire. Estuve como un mes ingresado otra vez. Cuando salí estuve en el carro haciendo trabajitos mierderos hasta que tuve el accidente el otro día…"
 
Carlos dudó mucho en hacer pública su historia, sobre todo por no preocupar a su familia en Cuba. "Nunca he dejado de ayudar a mi gente por allá, y cada una de ellas está jodida. Mi tía, con un solo riñón y diabetes, mami, con su vejez y locura, mi abuela con Alzheimer, mi hermana con un niño, cuidando a mami y en la escuela."
 
"Desde que me quedé sin carro he estado tratando de buscarme la vida pedaleando una bicicleta, pero el cuerpo no me da para más, obeso y enfermo. Desde entonces estoy en algún Starbucks buscando soluciones sin encontrarlas. No me he podido bañar desde la semana pasada."
 
Le pregunto si ha pensado en regresar a la Isla. "¿Volver a Cuba? Si aun en mi situación no he dejado de ayudar a mi gente allá. Qué voy a hacer allí ahora, en un lugar que lo más probable es que me sea hostil. Irónico que lo diga, pero me fui (y no regresé) porque sentí que en Cuba no había futuro. Yo sé que puedo salir de estos problemas, pero necesito un empujón o voy a terminar mal."
 
Mientras escribo su historia Carlos no sabe qué hacer para recuperar sus pertenencias. "El lugar donde guardo mis cosas, y que debo un par de meses, la van a subastar si no pago. Y dentro tengo mis papeles, mi certificado de ciudadanía y mis títulos de la Universidad".
 
Una cadena de desventuras lo ha empujado a ese destino que nunca pensamos como propio. "¿Saben lo que más se anhela cuando se es homeless? Oscuridad. En cualquier rincón que decidas cual va a ser tu lugar en la noche hay luz que impedirá un sueño relajado."
 
"Y me he agarrado a ese anhelo por la oscuridad que se produce tras cerrar una puerta. Una puerta que me ayudara a planear un futuro que todavía veo distante, donde podré planear mi próxima filmación o analizar el último torneo en que participé, escribir los artículos y novelas que nunca he escrito pero que están en mi mente."
 
Para Carlos este texto es más difícil que para mí, obviamente, es su vida. Pensamos mucho antes de decidirnos a contarlo. Pero él tiene fe en el futuro, como todos los exiliados.
 
"Me veo víctima de pura mala suerte. Cierto que a veces en medio de mi catatonia social, he dejado pasar oportunidades. Pero, en general, si acepto mi puro fracaso, entonces no tengo confianza en el futuro, y si no creo en un futuro, no me pudiera parar aquí delante de ustedes pidiendo ayuda", confiesa mi amigo desde algún punto de Nueva York donde se busca unos dólares jugando al ajedrez.
 
"El otro día encontré gente jugando ajedrez en la calle, y por suerte no me conocían, y pude ganar casi 100 dólares. Pero eso es raro, los chess hustlers de Union Square o Washington Park me conocen y no quieren jugar conmigo porque pierden dinero", dice.
 
¿Qué salida tiene Carlos? Tiene la vida, y por eso sigue luchando por sobrevivir, aun cuando está solo y no cuenta con apoyos. Quiero pensar que podemos ser parte de la solución, por eso escribo este texto y le doy voz a su historia y a una campaña para recaudar fondos que le permitan salir de la calle. Ese impulso, esa solidaridad, esa mano invisible que lo ayude a empezar de nuevo.
 
Porque la realidad adversa de Cuba nos empujó al mundo, pero la libertad tiene un alto precio si eres cubano. No hay malla de seguridad ante la caída, exiliarse es arrojarse al vacío con fe en que planearemos eficazmente para evitar el fracaso, quizás somos ilusos, pero somos unos ilusos con muchas ganas de vivir. Por eso el futuro es nuestro. También de Carlos. 
LIEN CARRAZANA, MADRID 2019     


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