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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 06/11/2019 16:40 |
Historias de la Guerra Fría
A 30 años de la caída del Muro de Berlín: aún hoy, un trago amargo para los rusos
Por Vladimir Isachenkov
Cuando cayó el Muro de Berlín, la Unión Soviética dio un paso al costado, dejando que el gobierno comunista de Alemania Oriental se desmoronase y aceptando prontamente la unificación alemana. El presidente ruso Vladimir Putin lamenta hoy la inocencia de los líderes soviéticos de entonces que despejó el camino para la expansión de la OTAN, la alianza militar occidental, hacia el este. Lo llamativo es que muchos en Rusia comparten esa visión y consideran que tras la caída del Muro y la reunificación de Alemania, Moscú trató de lanzar una nueva era de cooperación con Occidente y fue engañada por las potencias occidentales.
El presidente soviético de entonces Mijaíl Gorbachov alentó a los líderes comunistas del centro y el este de Europa a que siguiesen sus pasos y adoptasen reformas liberales, y no hizo nada por ayudar a los gobiernos que empezaban a caer ante la presión de fuerzas democráticas. En 1989, sectores reformistas tomaron el poder en las naciones del bloque soviético y pusieron fin a cuatro décadas de gobierno comunista.
La velocidad con que se produjo el cambio sorprendió al propio Gorbachov. El exlíder soviético dijo en una reciente entrevista que vio con buenos ojos los cambios democráticos en Alemania Oriental y en otras naciones del bloque, pero que no anticipó que el Muro de Berlín caería tan rápidamente. “No solo nosotros. Nuestros socios de Occidente tampoco esperaban que la historia se moviese a tanta velocidad”, afirmó al diario Izvestia.
Los incidentes y las grandes manifestaciones contra el muro comenzaron el 4 de noviembre de 1989, y a la mañana siguiente Gorbachov convocó al politburó del Partido Comunista para analizar la respuesta soviética. “El politburó decidió por unanimidad que había que descartar el uso de la fuerza. Algunos sin duda querían ‘restaurar el orden’ con los tanques, pero no dijeron nada en ese momento”, señaló Gorbachov.
Pavel Palazhchenko, quien era intérprete de Gorbachov por entonces, contó que “cualquier otra decisión hubiera acarreado consecuencias muy graves, podría haber sido el principio de un desastre”. En ese momento, la Unión Soviética tenía más de 300.000 soldados y unos 12.000 tanques y vehículos blindados en Alemania Oriental.
“Podrían haber cerrado toda la frontera con sus tanques, pero permanecieron en sus cuarteles”, relató Vladislav Zubok, experto en la historia soviética de la School of Economics de Londres. “La conducción soviética tenía claro que era imposible volver a poner la pasta en el tubo. Había comenzado una nueva era”, agregó.
Nikolai Andreyev, quien era coronel del ejército soviético en Alemania Oriental, recordó que se sintió aliviado al ver que los soviéticos no trataban de sofocar el alzamiento por las armas. “Me alegré de que todo se diese pacíficamente, sin un conflicto militar, sin tiros ni derramamientos de sangre”, manifestó.
La propia Unión Soviética atravesaba por un tumultuoso período de cambios internos. Sectores reformistas liberales del nuevo Parlamento querían poner fin al monopolio del poder por parte del Partido Comunista (PC) y movimientos proindependentistas ganaron rápidamente terreno en las repúblicas soviéticas. La prensa soviética, transformada por la apertura de Gorbachov, informó libremente acerca de la caída del Muro de Berlín.
“Estaba seguro de que nuestras unidades militares no tomarían medidas radicales. Las políticas de Gorbachov lo garantizaban”, dijo Vyacheslav Mostovoi, quien cubrió la cubrió la caída del muro para la televisión estatal soviética.
Tras la caída del muro, Gorbachov aceptó que se entablasen negociaciones aceleradas sobre la reunificación de Alemania y, para sorpresa de muchos en Occidente, aceptó también su incorporación a la OTAN. Le dijo a Izvestia que “eliminé toda fuente de tensión en el centro de Europa” y ayudó a mejorar sustancialmente las relaciones con Alemania.
En Rusia, no obstante, muchos siguen pensando que Gorbachov traicionó a Alemania Oriental, un firme aliado soviético, e ignoró intereses vitales de Moscú. Entre ellos figura Putin, quien acusó al viejo líder soviético de confiar inocentemente en las promesas occidentales de que la OTAN no trataría de incorporar a países del bloque soviético, sin firmar compromiso alguno.
“Gorbachov se equivocó”, dijo Putin. “Es necesario documentar las cosas en la política. Él lo único que hizo fue hablar del tema y pensó que con eso estaba cocinado”. Gorbachov respondió que hubiera sido absurdo exigir a Occidente un compromiso escrito de que ningún miembro del Pacto de Varsovia -la alianza del bloque soviético- se incorporaría a la OTAN porque eso hubiera equivalido a dar por desaparecida la alianza militar liderada por los soviéticos, mucho antes de que dejase de existir formalmente en julio de 1991.
Mientras el Kremlin negociaba la reunificación de Alemania, la Unión Soviética comenzó a desmoronarse en el marco de una fuerte crisis económica y de agitación política. El país se quedó sin reservas y el Kremlin no podía pagar sus cuentas, lo que dejaba a Gorbachov en una posición negociadora débil. “La Unión Soviética estaba en crisis y no pudo negociar desde una posición de igualdad con Occidente”, explicó Zubok. Los problemas económicos continuaron tras la ruptura del bloque soviético en 1991 y Rusia dependió mucho de la ayuda financiera de Occidente en la década del 90’. En los años siguientes, poco pudo hacer el Kremlin para evitar la expansión de la OTAN, que incorporó a Polonia, Hungría y la República Checa en 1999.
La expansión de la OTAN hacia el este fue vista en Rusia como una prueba de sus intenciones hostiles, lo que alimentó un sentimiento antioccidental. “Esa desconfianza en Occidente sigue vigente”, sostiene Konstantin Kosachev, quien preside la Comisión de Asuntos Extranjeros de la Cámara alta del Parlamento ruso. Occidente, afirma, ansioso por declararse victorioso en la Guerra Fría, dejó pasar una oportunidad de construir un mundo más seguro. “La Unión Soviética y Rusia decidieron poner fin a la confrontación con Occidente y empezar a cooperar. Pudo haber sido una situación en la que todos salían ganando, pero para ello las naciones occidentales debieron haber sido mucho más sabias y generosas”, afirma Kosachev.
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Muro de Berlín: cómo y por qué se construyó
A 30 años de su caída, la historia de un ícono sangriento de la Guerra Fría
El Muro de Berlín fue el ícono bárbaro de la Guerra Fría y, pese a que duró 28 años, el símbolo más eficaz de la impotencia estructural del sistema comunista europeo, bajo la conducción absoluta de la Unión Soviética, para desarrollar un modelo atrayente y alternativo al capitalismo.
Nació con el pomposo nombre de Barrera de Protección Antifascista y su construcción comenzó de improviso el 13 de agosto de 1961 por orden directa del Kremlin. Su objetivo: que los ciudadanos de la Alemania comunista no huyeran en masa hacia el lado occidental, luego de que Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS se dividieran el mundo en áreas de influencia en la Cumbre de Yalta (1945).
Entre 1947 y 1961, 2.700.000 alemanes del Este abandonaron el “paraíso de los trabajadores”. Sólo en 1960, los prófugos fueron 200 mil y Moscú dijo basta. Los burocracia totalitaria carecía de imaginación política para intentar otros medios que no fueran la fuerza bruta.
El Muro de Berlín fue único porque partió en dos la histórica capital alemana. Casi 200 calles fueron cortadas, lo mismo que miles de casas que estaban en la nueva frontera. Decenas de miles de personas que las habitaban fueron desalojadas sin contemplaciones.
Las barreras de la primera versión del Muro eran a base de alambre de púa, pero el sistema se fue perfeccionando con dos murallas paralelas que tenían en el medio un “espacio de la muerte”: allí murieron a tiros buena parte de las 173 personas que intentaron cruzarlo y no llegaron a Berlín Oeste.
Hubo cuatro sistemas, que se desarrollaron con los años, en los que creció la represión: los ingenios modernos consistían, por ejemplo, en sistemas automáticos que electrocutaban mortalmente a quien tocaba las murallas y luces que encandilaban largos escenarios mostrando a los que corrían para atravesar el “espacio de la muerte”.
El Muro se estiraba por 43 kilómetros dentro de la ciudad. Otros 112 kilómetros eran suburbanos y completaban la trampa hasta los límites fronterizos.
El enclave de Berlín se encontraba totalmente aislado, salvo una autopista a Alemania Occidental y las rutas aéreas, dentro de la República comunista. Los sectores norteamericano, británico y francés habían sido unificados y enfrentaban la frontera más caliente de la Guerra Fría entre el mundo occidental y el soviético.
Ya en 1948 se había vivido uno de los momentos de mayor tensión cuando Rusia bloqueó todos los accesos occidentales a Berlín, pese a los acuerdos firmados.
El pretexto era la necesidad de unificar Berlín, como sostenía el Kremlin, con un gobierno que no se metiera en los conflictos. La reacción de EE.UU. y sus aliados fue la de poner en marcha un imponente Puente Aéreo por Berlín, que durante meses llevó toda clase de ayuda al sector occidental, hasta que el gobierno de la Alemania comunista aceptó restablecer los accesos a la ciudad.
Durante los 28 años que duró el Muro de Berlín, los incidentes fueron innumerables, exaltando su carácter de frontera más peligrosa de la Guerra Fría. El Muro fue un instrumento magnífico para desprestigiar a la URSS y sus países satélites, pero sobre todo al modelo político que pregonaban.
En los años ‘80, la Unión Soviética, que había elevado su presupuesto militar hasta alcanzar un 25% del presupuesto nacional, sufrió una crisis económica interna que resultó fatal.
Los Estados Unidos habían tomado la delantera como superpotencia imposible de alcanzar: fueron los proyectos de guerra espacial, con enormes inversiones, que anunció el presidente Ronald Reagan, los que comenzaron a escribir la palabra fin al comunismo europeo.
Polonia jugó un papel importante en impulsar la agonía del Kremlin, junto con la llegada al poder del reformista Mijail Gorbachov en medio de la confusión que reinaba entre los líderes de Moscú. La creación del movimiento obrero Solidaridad, que siguió un año después a la visita a su patria del Papa polaco Juan Pablo II, en junio de 1979, pusieron en movimiento un proceso irreversible.
En junio de 1989, Hungría anunció que permitiría el libre tránsito hacia Austria de los ciudadanos de Alemania del Este. Esta decisión fue revulsiva y el 9 de noviembre sobrevino la caída del Muro de Berlín, que puso fin a la Guerra Fría.
La Unión Soviética se retiró de Afganistán ese mismo año , reconociendo el fracaso de su invasión y la pérdida de su condición de superpotencia a la par de EE.UU. En octubre de 1990, Gorbachov autorizó la reunificación alemana. La URSS, en franca agonía, sucumbió definitivamente, disolviéndose el 16 de diciembre de 1991.
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Víctimas del muro
Entre 1961 y 1988, más de 100.000 ciudadanos de la RDA intentaron huir a través de la frontera interalemana o el Muro de Berlín. Más de 600 personas fueron abatidas a tiros por soldados fronterizos de la RDA o murieron de otra forma al intentar huir. Algunos de ellos murieron ahogados, sufrieron accidentes mortales o se suicidaron al ser descubiertos.
Entre 1961 y 1989, tan sólo en el Muro de Berlín perdieron la vida unas 140 personas o murieron en relación directa con el régimen fronterizo de la RDA: 100 fugitivos que intentaron superar las instalaciones fronterizas fueron abatidos a tiros, se suicidaron o murieron de otra forma; 30 personas tanto del Este como del Oeste fueron tiroteadas o murieron de otra forma a pesar de que no tenían intención de huir; 8 soldados fronterizos de la RDA en servicio fueron abatidos por desertores, camaradas, fugitivos o un policía de Berlín Este. Además, murieron unos 251 viajantes procedentes del Este y del Oeste al llevarse a cabo los controles en los pasos fronterizos de Berlín. Incontables son las personas que murieron de tristeza y desesperación por los efectos que tuvo para su vida la construcción del Muro.
Orden de disparar
El uso de armas de fuego en las fronteras externas de la RDA estaba regulado por leyes, ordenanzas y órdenes. Según una orden del Ministerio de Defensa de la RDA de octubre de 1961, se podía hacer uso de las armas de fuego “para detener a personas que no acatasen las órdenes de los guardias fronterizos que se habían identificado como tales, es decir que no se detuviesen tras los avisos verbales o los disparos de aviso de los guradias, sino que claramente intentasen pasar la frontera de la RDA” y “cuando no existía otra alternativa para detener al fugitivo”.
No existía, bajo el punto de vista jurídico, ninguna orden de disparar a matar. Sin embargo, los elogios y gratificaciones para los soldados que habían disparado y matado a fugitivos en su huida, las influencias ideológicas de los jóvenes reclutas y soldados, así como leyes penales que definían intentos de huída bajo condiciones concretas como crímenes, conseguían que para los soldados fronterizos el “permiso” de usar armas de fuego, se convirtieses más bien en una obligación.
No fue hasta el 3 de abril de 1989, tras un comunicado del secretario general del SED, Erich Honecker, que las tropas fronterizas de la RDA recibieron la orden de no utilizar más “las armas de fuego” para “evitar violaciones de la frontera”. |
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