Para estudiar Medicina, para alistarse en el ejército y seguir a su marido, o para casarse con una mujer: muchas han sido las razones que han llevado en el pasado a las mujeres a travestirse de hombre. Y muchas, bien distintas, las que aún las hacen continuar con esta práctica en la actualidad.
Larga es la lista de mujeres que, vestidas de hombre, han roto con las limitaciones que la época les imponía. La reportera de guerra Dorothy Lawrence falsificó su documentación para hacerse pasar por el soldado raso Denis Smith y cubrir la Primera Guerra Mundial. La independentista cubana Martina Pierra de Agüero se lanzó "a la lid con los patriotas, vestida con el arreo de un soldado y montada en un espléndido corcel", según contó el Post de Nueva Orleans en 1851.
La Historia guarda también nombres como el de Juana de Arco, en Francia. Vestida de soldado, en 1429 dirigió el ejército de más de 5.000 hombres que le confió a Carlos VII a la victoria en Orleans.
Célebre es también la historia de James Barry, una mujer inglesa que se disfrazó de hombre para poder estudiar Medicina. Su nombre era Margaret Ann Bulkley. Nacida en Irlanda del Norte en 1795, ejerció como cirujano del ejército británico. Aunque vivió toda su vida adulta como un hombre, cuando murió en 1865 y se procedió a preparar el cuerpo para el entierro, se descubrió que en realidad era mujer. En aquel entonces la Medicina estaba vetada para el sexo femenino.
En el mundo literario hay escritoras como George Sand, cuyo verdadero nombre fue Amandine-Aurore-Lucille Dupin, baronesa Dudevant, quien luego de divorciarse de su esposo comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas y fumar cigarrillos, logrando así circular libremente en París, y tener acceso a lugares que de otro modo estaban negados para una mujer.
La orientación sexual también ha sido un motivo. Según El Público, el primer caso documentado en Europa de una boda gay por la iglesia fue en 1901, y estuvo protagonizada por Marcela y Elisa. El hecho fue considerado por El Suceso Ilustrado como un 'Matrimonio sin hombre'.
"En vez de poner énfasis en que jamás hasta entonces se habían casado dos mujeres, el titular incidía en la ausencia del varón y, de paso, invisibilizaba a Elisa, quien había adoptado la identidad de Mario Sánchez para poder consumar legalmente su amor con Marcela. Cuando fueron descubiertas, las maestras coruñesas tuvieron que huir a Portugal y, luego, a Buenos Aires. El investigador Narciso de Gabriel, autor de Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, especula sobre el trágico destino de Mario: pudo quitarse la vida en el puerto de Veracruz o fallecer de un cáncer terminal en la capital argentina", señala el artículo.
Historias reales que saltan al cine
El afán transgresor de las mujeres también ha llegado al cine. Las historias de mujeres que vistieron y vivieron como hombres han sido inspiración para cineastas.
Boys Don't Cry (1999), de Kimberly Peirce, es un filme basado en la vida de Brandon Teena, quien nació en 1972 en Lincoln, Nebraska. De niña la ofendían calificándola de "marimacho" y todo el mundo la llamaba Brandon. Tras sufrir abusos sexuales por un familiar, se mudó a Richardson County, Nebraska, y allí comenzó una nueva vida como hombre. Hizo migas con dos exconvictos, John Lotter y Marvin "Tom" Nissen. También comenzó a tener citas con una mujer, Lana Tisdel. Nadie sospechaba que Brandon era realmente una mujer.
Por temas relacionados con falsificación de cheques, fue encarcelado. Cuando Lana acudió a la prisión se enteró del verdadero sexo de su novio, ya que se encontraba en la sección de mujeres. A sus amigos Lotter y Marvin tampoco les sentó muy bien que Brandon se hiciera pasar por hombre y, tras violarla y maltratarla, la mataron de un disparo. Lotter fue condenado a muerte y Nissen a cadena perpetua. La historia de Brandon Teena se convirtió en Boys Don’t Cry, película ganadora de un Oscar.
El cine cubano también cuenta con un filme donde una mujer vestida de hombre es la protagonista. El director Fernando Pérez en Insumisas, su última película, recrea la historia de Enriqueta Favez.
Nacida en Suiza en 1791, estudió Medicina en Francia, y bajo el nombre de Enrique Favez, fue médica de guerra y luchó en el frente de campaña de Napoleón, hasta que fue capturada y hecha prisionera por las tropas vencedoras del duque de Wellington.
Liberada poco tiempo después, decidió cruzar el océano en busca de mejor fortuna. Así llegó a Santiago de Cuba, donde se estableció. Sin dejar de vestirse como un hombre consiguió practicar con éxito la cirugía y se casó por la iglesia con una lugareña, Juana de León.
Pero "el doctor Favez" fue llevado a los tribunales en 1824. Un grupo de médicos amenazaba con practicarle el examen físico ordenado por el juez. El verdadero motivo era una denuncia presentada por su propia esposa, que aseguraba que el respetado médico "no era, en realidad, lo que decía ser".
Enriqueta Favez no tuvo otro remedio que confesar su mayor secreto, pero fue inútil: los médicos y guardias la desnudaron y revisaron su cuerpo, parte por parte, con minuciosidad.
Según detalla BBC Mundo, en el informe del proceso judicial, que aún se conserva en el Archivo Nacional de Cuba, todavía pueden leerse los resultados de aquella inspección. La persona examinada "se hallaba dotada de todas las partes pudendas propias del sexo femenino", por lo que era "real y perfectamente mujer".
Favez fue la primera doctora de Cuba, y de América Latina. Su historia ha sido recogida en libros como Por andar vestida de hombre, del historiador cubano Julio César González Pagés, y en la novela biográfica Mujer en traje de batalla, del cubano Antonio Benítez Rojo.
El matrimonio de Enriqueta Favez con Juana de León es el primero bajo los oficios de la iglesia en toda Hispanoamérica. Además, "hasta donde se conoce no había antecedentes públicos de lesbianismo en América Latina", señala González Pagés. "Cuando se lee el expediente del juicio al que la sometieron y las cartas entre ella y su esposa que fueron vendidas después, no queda duda que entre las dos había una auténtica relación lesbiana de mutuo consentimiento", asegura.
¿Por qué la denuncia entonces Juana? "Al parecer, una empleada de la casa llegó un día y encontró a Enrique borracho sobre la cama, con la camisa desabotonada y le vio los senos. A partir de ahí, se comenzó a difundir el rumor, y parece que Juana, ante el temor de lo que le pudiera pasar y de las presiones de su propia familia, decidió denunciarla", explica el historiador.
"Si en el siglo XXI, asumir la sexualidad es algo que todavía cuesta en muchos lugares de América Latina, imagina en el siglo XIX. Es una decisión contradictoria la de Juana de León, pero comprensible", asegura.
Tras el largo proceso judicial, "el más escandaloso de Cuba en el siglo XIX", según Pagés, Enriqueta Favez fue expulsada de forma definitiva de todos los territorios de España en América. Nunca más regresó a la Isla. Murió en Nueva Orleans en 1856, vistiendo los hábitos de las hijas de la Caridad.
Vestirse de hombre para tener sus derechos
En países como Albania hay una tradición, proveniente del siglo XVI, que consiste en la decisión de algunas mujeres de vivir como hombres. Son las llamadas burnesha: "vírgenes juradas". Se visten, comportan y viven como hombres, comprometiéndose a mantenerse siempre célibes. En el país todavía quedan algunas de ellas, localizadas en su mayoría en pequeñas aldeas del norte.
La burnesha hace un voto de castidad por el resto de su vida, vive como un hombre, evita el matrimonio y sobresale en la sociedad patriarcal de Albania. Son aceptadas sin ningún tipo de cuestionamiento, ya que vivir como hombres era para algunas la única forma de conservar su honor y resistirse a las normas sociales del arcaico código del Kanun —que establece que las mujeres son propiedad de sus maridos—.
Un documental del canal Arte muestra la vida de una de las últimas burneshas y de cómo su opción de cambio de género le permitió acceder a una profesión (conductor de autobús), e ir y venir libremente sin casarse y tener que pedir permiso a un hombre. Aunque la tradición ya no está vigente, el documental expone que aún la mujer albana enfrenta muchas desigualdades con respecto a los hombres.
En Arabia Saudita en 2012 las autoridades tomaron medidas por el incremento de mujeres vestidas de hombre para lograr acceso a las universidades, aunque también lo hacían por orientación sexual.
En ese país árabe se practica una versión rigorista del Islam, y aunque se han suavizado las restricciones de viaje impuestas a las mujeres, un "tutor masculino" sigue teniendo la posibilidad de limitar sus movimientos o de dejarlas pudrirse en refugios similares a cárceles, reporta AFP.
En agosto pasado se les permitió a las mujeres mayores de 21 años obtener un pasaporte y viajar al extranjero sin el consentimiento previo de un "tutor", generalmente el padre, el marido o un pariente cercano. Pero, según Human Rights Watch, un tutor puede obtener una orden judicial que prohíba a una familiar viajar y también presentar una denuncia por "desobediencia" contra una pariente, lo que puede dar lugar a su encarcelamiento.
Autorizadas a conducir desde junio de 2018, también se les permitió la entrada a los estadios de fútbol, pero la lista de prohibiciones para las saudíes sigue siendo larga.
Aunque queda mucho por conquistar en lo referente a la igualdad entre sexos, en las sociedades occidentales se ha avanzado lo suficiente como para que la mujer no tenga que recurrir al transformismo para ejercer una profesión.
Actualmente, vestirse de hombre para "ser" un hombre es el primer paso, en muchos casos, de un cambio de género e identidad. Es el caso del actor y humorista francés Océan, quien documentó su transición a hombre trans en una serie.
Ya no es necesario hacerse pasar por un hombre para casarse con una mujer. El matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en 30 países, entre ellos España, Dinamarca, Argentina, Alemania, Sudáfrica, Taiwan y Uruguay, entre otros. Cuba sigue esperando.
Tampoco tienen las mujeres que disfrazarse de hombre para estudiar en la universidad si viven en Occidente, pero aún hay muchas sociedades en las que la mujer no goza de los mismos privilegios que los varones. Toca conquistarlos sin tener que hacerse pasar por hombre para ello.