Otaola, un líder imperfecto para una Cuba incorrecta
Durante los últimos años, los cubanos han echado en falta un liderazgo verdaderamente efectivo, que reúna a las masas anticastristas en torno a un evento liberador. Incesantes y acalorados debates en las redes sociales, concentrados en cómo liberar a Cuba, suelen desembocar en el mismo callejón sin salida de siempre: Se necesita un líder que aglutine a una mayoría activista rebasando egos y ambiciones desbordadas… pero dicho líder no aparece —no aparecía— por ninguna parte. La buena noticia es que ha surgido uno no solo a la medida de este tercer milenio tecnológico sino a la manera retozona, promiscua incluso, del pueblo al que se aspira a liberar: el presentador Alex Otaola.
Un líder que no pretende ser líder en un sentido estrictamente político –no me refiero aquí a algo almidonado o tradicional, como resulta evidente—, pero que lo es en un sentido sociocultural (lo cual influye mucho más de cara al cubano digital del siglo XXI). Un líder extraordinariamente semejante a la ultranación posnacional que reproduce como un espejo: divertido, explosivo, informal, ocurrente… Para colmo, un líder gay que no posa de gay políticamente hablando. Un políticamente incorrecto socioculturalmente perfecto, es decir, imperfecto. Un líder extrapolítico.
Cabe subrayar esto último, lo de la imperfección, porque, como el propio pueblo que comienza a nuclearse en torno a él, Otaola está lleno de defectos, o al menos de lo que usualmente se consideran defectos en nuestra cultura. Hablamos de un líder imperfecto para un pueblo incorrecto. Pero las virtudes de este youtuber, sobre todo las virtudes que aquí y ahora son necesarias para impulsar la libertad de una Cuba esencialmente pachanguera, superan sus defectos en número e importancia: gran capacidad de convocatoria, valentía inaudita si se consideran los poderosos intereses a los que se está enfrentando y los muchos rencores que alimenta por el camino, inteligencia, personalidad, sentido del humor. Esta es otra característica de Otaola, por cierto, que suma muchísimo a la hora de generar activismo: Su sentido del humor ligado a su feeling escenográfico.
Ojala los políticos tradicionales, los opositores de ambas orillas, no se asusten demasiado. Un líder extrapolítico no va a ser competencia para ellos. No se trata de que Alex Otaola vaya a sustituirlos u opacarlos, dado el caso, en un futuro democrático en Cuba. Es muy poco probable que el inquieto presentador quiera dedicarse a la política profesional —tan aburrida y cargada de rígidas responsabilidades— el día después, tras la caída del castrismo. Así que apóyenlo, arrópenlo, aprovéchenlo a pesar de éste exabrupto o aquél, de aquella pachanga o esta otra. La “coyuntura” lo amerita y la libertad es también una cajita de sorpresas que alguien, movilizando inesperadamente el teatro, abre cuando parecía que bajaba el telón.
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