La Navidad siempre fue una tradición enraizada en Cuba, se interrumpió durante casi cuarenta años con la Revolución comunista y resurgió a partir de 1998 con la visita del Papa Juan Pablo II, quien obtuvo el día feriado para el 25 de diciembre. Pero la tolerancia hacia la religión no se hizo evidente hasta el 2010, cuando Raúl Castro entabló un diálogo con los obispos cubanos, restituyendo a la Iglesia los inmuebles confiscados en los años 60 y permitiendo que se difundieran exiguos mensajes navideños por televisión, algo impensable con su hermano en el poder.
Y si bien desde entonces algunas figuras de la Iglesia Católica, entre los que se encuentra el Cardenal Jaime Ortega, han reconocido que la Navidad ha recuperado terreno en la Isla, otros añoran el restablecimiento de las festividades por el nacimiento de Jesús y del Nuevo Año, tal como se realizaba antes de 1959.
El matrimonio de Antonio y Mercedes, casados cerca de 60 años, se caracteriza por ser ambos fervientes católicos y siempre celebran el nacimiento de Jesús, pues conservan un pesebre y otros adornos navideños heredados de los padres. "Antiguamente las navidades en Cuba sí eran fiestas alegres, verdaderas reuniones familiares, con intercambios de regalos y el envío de postales de felicitación, y dondequiera resaltaban los arbolitos decorados, y se escuchaban villancicos, y los paladares disfrutaban del despliegue de la gastronomía navi-deña. Pero ahora el cubano lo que trata es de sobrevivir en tan señaladas fechas. Y, como dicen en la calle, todos se las ingenian metiendo cabeza por aquí y por allá, vendiendo cualquier cosa, luchando el peso, o esperando alguna remesa, para pasarla lo mejorcito que se pueda", dice Antonio.
Sandalia Fernández, de 70 años y residente en Casilda, una zona marginal del Vedado, rememora con tristeza sobre los tiempos de su infancia: "Aquellos pavos y puercos asados y las masas de freír, los variados turrones, las avellanas y nueces, los vinos, las cidras, las manzanas y uvas que antes del año 59 se veían sobre la mesa en cualquier hogar humilde los días 24, 25 y 31 de diciembre, han desaparecido. Hoy no persiste aquel entusiasmo, aquella alegría contagiosa, aquella sensación de felicidad familiar. Y hasta los habituales adornos navideños, que una vez nos deleitaron, ahora brillan por su ausencia".
También Yadiel Cuesta, enfermero, expresó: "Mi padre tenía seis años cuando Fidel llegó al poder, y me contaba que entonces enseguida empezó la propaganda comunista para borrar las tradiciones de Nochebuena, la de Los Reyes Magos, y todo lo que oliera a Navidad".
Otros entrevistados coincidieron en afirmar que en esa época se guardaron los arbolitos navideños, porque según los comunistas eran costumbres burguesas, un invento de los curas y de los imperialistas yanquis, en fin, diversionismo ideológico. Y en caso de desobedecer las orientaciones revolucionarias, surgía una vil denuncia hecha por alguien del barrio a los tribunales populares. "Te fichaban por desafecto o gusano, podías ir a prisión, perder tu em-pleo, y como castigo te mandaban a trabajar en la agricultura".
Javier Sánchez, especialista en estudios bíblicos, comentó: "Desde la década del 80 hubo cierta mejoría en las relaciones entre el Vaticano y el gobierno comunista (recordemos que Fidel Castro fue recibido en 1996 por el Papa Juan Pablo II, y éste visitó Cuba en enero de 1998,), pero las celebraciones de las navidades permanecieron ocultas. Actualmente, nada de cena como Dios manda y la mayoría de las iglesias, tanto católicas como protestantes, sólo exhiben aquellos adornos navideños conservados para celebrar el nacimiento de Jesús, porque si hay que comprarlos cuesta hoy el ojo de la cara".
Julito, pastor de la iglesia evangélica "Las Buenas Nuevas", ubicada en 26 y 17 en el Vedado, explicó: "Todos sabemos la imposibilidad de celebrar Las Navidades como merece Nuestro Señor, y que en la Cuba actual ninguna iglesia es capaz de cuestionar a las autoridades comunistas por la situación de miseria que viven los cubanos de a pie, quienes optan por aceptar su desventura como la voluntad de Dios".
Finalmente Alfredo Hernández, un vendedor de helados, me contó que mientras esperaba en la parada de guaguas, frente a la entrada de la Terminal de Ómnibus Nacionales, se acercó a oír a un anciano que conversaba en solitario cuando recogía laticas de aluminio por los alrededores para venderlas como material reciclable. "El hombre, al darse cuenta que lo estaba observando, y que yo sostenía en la mano un arbolito, se dirigió a mí: "Mire, señor, se puede decir que hablar de celebrar a plenitud las Navidades y la llegada del Año Nuevo, es un triste engaño, desde la instauración en Cuba de este régimen". Luego, haciendo una pausa para aplastar con la bota una lata contra el piso, añadió: "¡Qué caro resulta hoy habilitar una cena normal para festejar estos acontecimientos especiales! Y ni qué decir sobre los altos precios de los adornos navideños en las tiendas recaudadoras de divisas". Y continuó: "Mire, este abrigo lo conseguí en la iglesia. Yo vivo hace diez años en la carretera". El viejo sacó una caneca de ron, se dio un trago, y viró la espalda.
Sus lúcidas palabras, dichas por alguien que parecía sin dudas un loco vagabundo, se grabaron en mi mente, y repetí: ¿Hay Navidades en Cuba?
Este artículo fué publicado hace cuatro años, un 15 de diciembre de 2015, en la actualidad sigue vigente, ya que la vida sigue igual en Cuba.