Los compradores del mercado matutino miran a Liu Peilin cuando pasa vestida con su chaqueta roja y su peluca gris cubierta con horquillas rojas, maquilladas sus mejillas sonrosadas y sus ojos con una sombra en un tono a juego. Peilin es una transgénero china que se siente mujer desde que tenía diez años. Con 63, aún no puede hacer su vida con normalidad debido al estigma y la discriminación, pero no pierde la esperanza de cambiar su sexo, casarse e incluso formar una familia.
Ser transgénero en este país asiático es todavía hoy un problema. Amnistía Internacional denunció en una investigación publicada en mayo de 2019 que quienes quieren cambiar de sexo están realizándose peligrosas cirugías y comprando tratamientos hormonales no seguros en el mercado negro porque les resulta casi imposible acceder a la atención médica que necesitan urgentemente.
En 2012 un vídeo que contaba su historia se hizo viral y eso provocó que se hiciera conocida en todo el país. Ocurrió cuando los medios de comunicación informaron de un incendio en un complejo residencial en la ciudad oriental de Qingdao y mostraron imágenes de un hombre que regresaba a las instalaciones vestido con ropa femenina y con el pelo recogido en unas trenzas adornadas con coloridos pasadores.
Los internautas chinos llamaron al hombre Big Joy Brother, (alegre gran hermano en castellano) burlándose de él por su travestismo. Era Liu Peilin, quien había pasado muchos años reprimiendo sus sentimientos. "En ese momento, no estaba permitido", dijo, refiriéndose a la Revolución Cultural, cuando la gente vestía uniformes de inspiración soviética. "Tuve que tener en cuenta los factores sociales y enterré la idea en el fondo de mi corazón", cuenta ella. Fue solo a partir de sus 40 años, después de la apertura de China, cuando Peilin sintió que podía comenzar a usar ropa de mujer. Aunque su breve roce con la fama viral le dio un apodo no deseado y burlas no merecidas, también le puso en contacto con una comunidad de apoyo.
La gente que conoció le ayudó a mudarse el pasado mes de marzo a un pueblo de Guanzhong, en el sur de China, después de que su casero le aumentara el alquiler de la que había sido hasta entonces su vivienda y le amenazara con echarla de no pagarlo. Además, ha ganado admiradores, que la llaman "Hermana Peilin". Muchos le envían ropa, otros le dan libros...
Aun así, ella sigue sufriendo discriminación. "Todos sabemos que no es una mala persona", dice un funcionario de la aldea de apellido Lin, que se niega a dar su nombre completo. "Pero comportarse como una mujer, especialmente cuando se viste, no se ve tan bien... Algunas personas que no la conocen piensan que está loca", añade.
Peilin, que está desempleada, documenta su vida diaria escribiendo en su diario. Dice que quiere someterse a una cirugía de reasignación de género, pero carece de fondos. "Espero que en el futuro pueda tener una vida normal después de cambiar mi género. Quiero casarme y tener una familia. No importa si hay un niño o no. Quiero encontrar un compañero y vivir una vida".
Las personas transgénero arriesgan sus vidas con peligrosas autocirugías
Las personas transgénero en China están realizándose ellas mismas peligrosas cirugías y comprando tratamientos hormonales no seguros en el mercado negro porque les resulta casi imposible acceder a la atención médica que necesitan urgentemente, ha dicho Amnistía Internacional en un nuevo informe.
El informe “I need my parents’ consent to be myself- Barriers to gender-affirming treatments for transgender people in China” revela que la discriminación y el estigma generalizados, los restrictivos requisitos de idoneidad y la falta de información aboca a las personas transgénero a buscar tratamientos de afirmación de género no regulados e inseguros.
“China les está fallando a las personas transgénero. Las leyes y políticas discriminatorias hacen pensar a muchas personas que no tienen más elección que arriesgar sus vidas realizándose autocirugías sumamente peligrosas y buscar medicación hormonal en el mercado negro”, afirma Doriane Lau, investigadora sobre China en Amnistía Internacional.
“Las autoridades y la profesión médica deben dejar de clasificar a las personas transgénero como enfermos mentales. Es preciso que los requisitos para acceder a cirugías de afirmación de género dejen de ser tan sumamente restrictivos, y que se solucione la falta de información relacionada con temas de salud para que la gente pueda acceder a la atención médica que necesita.”
La comunidad transgénero en China es prácticamente invisible, y sufre una arraigada discriminación en la familia, la escuela, el trabajo y el sistema de salud. A pesar de las dificultades, 15 personas transgénero de todo el país estuvieron dispuestas a compartir sus experiencias con Amnistía Internacional.
Muchas hablaron del sufrimiento emocional que les causaba el desajuste entre su género y sus características sexuales.
Zijia*, mujer transgénero de 21 años, contó a Amnistía Internacional por qué había comenzado a hormonarse: “Estaba ansiosa por cambiar mi cuerpo. Me asqueaban mis caracteres sexuales masculinos. Los cambios que produjo la medicación fueron muy graduales, pero en seguida comencé a sentirme mucho mejor. Por fin podía empezar a ser yo misma.”
Sin embargo, en las entrevistas, Amnistía Internacional encontró una alarmante falta de conocimientos sobre la forma en que las personas transgénero pueden acceder a tratamientos de afirmación de género en el sistema público de salud. Esto, junto con unos requisitos de idoneidad sumamente restrictivos y discriminatorios, hace que a menudo no se apoye a las personas transgénero para acceder a la atención de salud que necesitan.
En China, las personas transgénero son clasificadas como “enfermas mentales”, y las cirugías de afirmación de género requieren el consentimiento de la familia. Se trata de un gran obstáculo para acceder a un tratamiento seguro. Por temor a ser rechazadas, muchas personas transgénero optan por no decir nada a sus familias.
Muchos otros criterios de idoneidad para acceder a cirugías de afirmación de género —como la soltería o la ausencia de antecedentes penales— también suponen importantes barreras para acceder a este tratamiento.
Defraudadas con el sistema de salud, las personas transgénero han dado un paso muy peligroso: la autocirugía. Dos personas contaron a Amnistía Internacional sus traumáticas experiencias. Una de ellas fue Huiming, que deseaba desesperadamente hacer coincidir sus caracteres sexuales masculinos con su identidad de género femenina desde el inicio de la pubertad.
Huiming, que tiene 30 años, empezó a automedicarse cuando aún estaba en la universidad, comprando medicamentos hormonales en el mercado negro online, pero dejó de hacerlo apenas transcurrido un mes, ya que le provocaban grandes cambios de humor y tenían un gran impacto en su salud mental.
Huiming no se planteó siquiera el acceso a tratamientos de afirmación de género en un hospital, ya que temía que su familia la rechazara cuando les pidiera el consentimiento. En 2016, tomó la desesperada decisión de intentar una autocirugía.
Huiming creyó que no tenía otra opción: “Pensaba que era un ser anormal. ¿Cómo podía explicarle esto a mi familia? Sentí felicidad y miedo. Miedo porque sangraba muchísimo, podría haber muerto allí mismo. Temí morir como hombre, porque no había llegado a terminar mi cirugía.”
La llevaron a toda prisa a urgencias en el hospital, donde pidió al médico que mintiera a su familia y les dijera que había sufrido un accidente. Sus padres no se enteraron del desesperado acto de Huiming para eliminar sus órganos sexuales masculinos. En 2017, Huiming viajó a Tailandia para someterse a una cirugía de afirmación de género. Antes de partir, se lo dijo a su madre, que la aceptó tal como es.
Debido a las deficiencias del sistema de salud, personas transgénero que necesitan urgentemente alinear su cuerpo con su identidad de género dijeron a Amnistía Internacional que no tienen más remedio que recurrir al inseguro y arriesgado mercado negro para conseguir medicación hormonal.
Esto supone comprar los medicamentos a través de chats en las redes sociales, tiendas online y terceras personas en el extranjero, a menudo a precios muy superiores a los del mercado legal. Ninguna de las personas transgénero a las que entrevistó Amnistía Internacional había tenido acceso al asesoramiento de profesionales de la medicina cuando comenzaron a tomar esta medicación.
Al no haber regulación ni supervisión alguna, existe un auténtico peligro de que los medicamentos adquiridos en el mercado negro sean inseguros y falsos. Sin conocer la dosis adecuada, los efectos secundarios ni la calidad de las sustancias, muchas personas transgénero dijeron a Amnistía Internacional que habían experimentado cambios de humor en distintos grados, que en algunos casos llegó a la depresión, sin supervisión médica ni acceso a un profesional de la medicina para tratar estos problemas.
La personas transgénero estaban dispuestas a arriesgarse a comprar medicación no segura, pues deseaban huir del sufrimiento que les ocasionaba vivir en un cuerpo que no coincidía con su identidad de género.
Shanshan, mujer transgénero de 21 años, natural de Pekín, detestaba sus caracteres sexuales masculinos. “Mi mayor ansiedad es ser un hombre. A veces me he sentido tan mal que he querido suicidarme”, dijo a Amnistía Internacional.
Incapaz de vivir con esa ansiedad, Shanshan empezó a comprar medicación hormonal en el mercado negro.
Falta de información adecuada
Las personas transgénero entrevistadas por Amnistía Internacional no recibieron de sus médicos asesoramiento ni orientación sobre tratamientos de afirmación de género cuando empezaron a hormonarse. La información sobre las opciones de tratamiento la consiguieron preguntando a sus amistades y buscando en Internet. No consideraron que los médicos del sistema público de salud pudieran apoyarlas.
Hay pocos centros de salud especializados en tratamientos de afirmación de género. En toda China sólo hay una clínica multidisciplinar especializada en diversos tratamientos de afirmación de género. El equipo médico multidisciplinar para casos de afirmación de género comenzó a funcionar en septiembre de 2018 en el Tercer Hospital Universitario de Pekín, y es el primero de este tipo en China.
Las directrices actuales de los profesionales de la medicina sobre tratamientos de afirmación de género no son adecuadas. Esto, unido a la falta de información adecuada, hace que las personas transgénero se encuentren con importantes obstáculos y dificultades para acceder a la atención que necesitan.
En marzo de 2019, el gobierno chino aceptó las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de prohibir por ley la discriminación contra las personas LGTB.
“El gobierno chino puede demostrar que se toma en serio la tarea de combatir la discriminación contra la comunidad LGBT eliminando los obstáculos con que se encuentran las personas transgénero al intentar acceder a tratamientos seguros de afirmación de género”, ha dicho Doriane Lau.