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General: Un siglo de la Ley Seca: la resaca de una prohibición
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 20/01/2020 16:29
Economía, fanatismo y religión
El experimento fue un fracaso que sólo generó violencia y no sirvió para erradicar un hábito que mata a tres millones de personas al año. Una cruzada de más de 13 años que dio resultados contrarios a los esperados.
 
Un siglo de la Ley Seca
La resaca de una prohibición que no acabó con el alcohol
JAVIER RICOU
      Bares clandestinos, bandas organizadas, contrabando de whisky, ginebra y ron, destilerías ilegales, películas de gánsters, venganzas a tiros, sermones de fanáticos... Y los primeros cócteles para disimular la mala calidad de un alcohol que mataba antes de crear adicción. Es la resaca de la Ley Seca.
 
Tal día como hoy de hace cien años los norteamericanos vivían el segundo día de abstinencia obligada a cualquier bebida alcohólica de más de 0,5 grados, incluidos vino y cerveza. El 17 de enero de 1920 la producción, distribución y venta de alcohol quedó prohibida en Estados Unidos al entrar en vigor la enmienda 18 de la Constitución. La Ley Seca estuvo vigente hasta el 5 de diciembre de 1933.
 
Una cruzada que duró casi catorce años con unas consecuencias contrarias a las esperadas. Años después de levantarse la Ley Seca los norteamericanos bebían más alcohol que el consumido antes de la prohibición. El veto no sirvió para un cambio global de hábitos. A finales de la década de 1910 los habitantes de EEUU consumían, por habitante, alrededor de 7,5 litros al año. Hoy la media de consumo por ciudadano es de 8,7; o como les gusta decir a los norteamericanos, nueve tragos a la semana.
 
Y aunque algunos estudios sanitarios concluyen que durante esa época se redujeron las muertes e ingresos hospitalarios por intoxicaciones etílicas, la Ley Seca se cobró otras víctimas: los fallecidos por la guerra de mafias para hacerse con el control del contrabando de alcohol y los muertos o lesionados por la ingesta de unos licores mal destilados y de mala calidad. Un veneno que además se pagaba a precio de oro.
 
La violencia y el estraperlo inundaron las calles. Antes de la prohibición había cuatro mil personas en las prisiones federales; en 1932 esa cifra de reclusos ascendió hasta casi los 27.000 al dispararse la delincuencia común.
 
Calcular lo que se bebió durante los más de trece años que duró a Ley Seca es imposible. El alcohol corrió sin control por bares clandestinos y oscuras habitaciones camufladas en subterráneos de negocios legales. Se construyeron por todo el país alambiques ilegales para satisfacer consumos particulares y atender una demanda que no paraba de crecer. Mafias con una violencia nunca vista antes (con Al Capone a la cabeza) abrieron rutas de contrabando para importar alcohol de Canada o Cuba.
 
Los investigadores que han intentado poner cifras a la ingesta de alcohol durante la Ley Seca han tomado como referencia datos sobre arrestos por embriaguez, muertes causadas por cirrosis en esa época o ingresos en hospitales por intoxicación etílica. Esa información sugiere que el consumo de alcohol sí descendió en un tercio durante el primer año de la prohibición: pero en los años posteriores –con la economía más boyante, hasta el crack de 1929– esa tendencia se invirtió.
 
Y llegaron los locos años veinte. La economía iba viento en popa y los ciudadanos podían permitirse pagar fortunas por esa mercancía ilegal que manaba a borbotones (algunos estudios auguran que en 1922 ya se bebía más que antes de la prohibición) con la connivencia de funcionarios y policías sobornados por gánsters que amasaron ingentes fortunas gracias a esa ley.
 
Pero, ¿cómo se gestó la Ley Seca? Economía, temor al empoderamiento de los inmigrantes, fanatismo y religión se entremezclan en las investigaciones que buscan una explicación a un veto que hoy aún pervive en una quincena de países –la mayoría musulmanes– y algunos condados de EEUU, que presumen de la “sobriedad” de sus vecinos.
 
Ninguno de los restaurantes del paseo marítimo de Ocean City (complejo turístico de Nueva Jersey) ofrece alcohol en su menú. Tampoco hay ningún bar en esa población, recoge una información de AFP. Es lo que los americanos llaman “un pueblo seco”. Y todavía quedan muchas localidades en ese territorio que mantienen viva la atmósfera puritana extendida por la American Temperance Society (Movimiento por la Templanza) muy beligerante y crucial en la campaña para conseguir el veto.
 
Esas comunidades “secas” son la huella más fanática dejada por la Ley Seca. La paradoja, repetida por todo EEUU, es que muchas de esas ciudades sobrias como es el caso de Ocean City –fundada por metodistas y donde proliferan los anuncios de iglesias– están rodeadas de bares donde sí se puede beber. Esa ciudad que mira al Atlántico está a sólo media hora de coche de los casinos y clubes de striptease de Atlantic City, centró neurálgico de las mafias durante la prohibición. Allí corre el alcohol sin problemas. Aquellos que quieren beber y desfasarse en público lo tienen, por lo tanto, muy fácil.
 
Óscar Iglesias, sociólogo y profesor de la UNED, considera un error “centrar la lucha contra el consumo nocivo del alcohol bajo criterios religiosos”. Es lo que aún impera hoy en la mayoría de países y ciudades “secas”. Lo que no debe confundirse, aclara, con la necesidad de “abordar el asunto como un serio problema de salud pública”. Iglesias recuerda que el alcohol provoca más de tres millones de muertes al año en todo el mundo, lo que representa el 5,3% de todas las defunciones, según datos de la Organización Mundial de la Salud”.
 
Plantear el problema del alcohol desde la vertiente económica –postura defendida por algunos economistas de la época, como Irving Fisher en los meses previos a la implantación de la Ley Seca– tampoco parece ser la receta. Fisher, un ardoroso fanático con raíces religiosas que abogaba por la vida sana– sostenía que “las naciones sobrias serían mucho más competentes que aquellas con una fuerza laboral borracha”.
 
Y llegó a calcular la factura cobrada por el alcohol en la producción laboral. Su teoría era que los trabajadores de la época ingerían cinco tragos fuertes antes de ir al trabajo, lo que reducía en un 10% su producción. Lo que no calculó este economista es que en plena Ley Seca iba a producirse el crack del 29. Una crisis que llegó cuando los trabajadores tenían que estar, en teoría, sobrios y, por lo tanto,productivos como nunca.
 
Fisher llegó a afirmar que esta prohibición “marcaría el comienzo de una nueva era en el mundo”. Al Capone hizo también su propia valoración empresarial. Cuando le detuvieron –derogada ya la Ley Seca– afirmó en su defensa que él se había limitado a dar “al público lo que el público pide”, sin necesidad de campañas de marketing ni vendedores agresivos. Lo único que lamentó es no haber podido atender tanta demanda.
 
En este sentido otros economistas como Gary Becker han concluido que prohibir el alcohol provocó una “demanda inelástica”, un efecto que se produce con productos cuya demanda no se ve apenas afectada por la subida de precio o las dificultades para adquirir el bien. Ejemplo que valdría para explicar lo que ocurre en la actualidad con el tabaco. El incremento del precio del producto o la prohibición de fumar en espacios públicos no es suficiente para erradicar el nocivo hábito.
 
La demanda inelástica de la que habla Becker funcionó, principalmente, con las bebidas de alta graduación. Pese a ser las más caras, licores como el whisky, ron o ginebra fueron las más consumidas durante la prohibición, mientras que la demanda de cerveza y vino disminuyó durante esos trece años.
 
El sociólogo Óscar Iglesias insiste en que “los problemas sanitarios, de seguridad y socioeconómicos que ocasiona el alcohol se pueden reducir eficazmente mediante distintas medidas que van desde la educación, la prevención y la sensibilización; la regulación más estricta de la comercialización de bebidas alcohólicas, especialmente a menores, el aumento de los impuestos a las bebidas alcohólicas, la prohibición de la publicidad en más espacios o un tratamiento adecuado a las personas con síntomas de alcoholismo”.
 
Queda claro que prohibir no es, por lo tanto, la solución al problema. Todo lo contrario. En los últimos meses proliferan en EEUU, como nunca, los speakeasy, bares que emulan a los locales ilegales durante la Ley Seca; espacios para beber que recrean escenarios de los años 20 en su decoración. Escondidos y camuflados y a los que se accede con una contraseña. Es un reclamo que fomenta la ingesta de alcohol y que funciona.
 
Y donde los cócteles son el producto estrella. Principalmente los elaborados con ginebra, que durante la prohibición era un licor de bañera (poco menos que veneno) pero a la vez el alcohol de baja calidad, de todos los producidos en aquellas destilerías ilegales, más fácil de camuflar –con el whisky era más difícil– con cócteles inventados sobre la marcha a los que se añadían ingredientes dulces.
 
Si hay que buscar a ganadores o beneficiados por la Ley Seca, la industria del cine se erigiría como la clara vencedora. La prohibición del alcohol cambió la vida en EEUU y la violencia desatada en las calles provocada por las mafias del contrabando de licores fue plasmada con especial crudeza en la gran pantalla.
 
La ley del hampa (1927) y La horda (1928) fueron las primeras películas, antes de llegar la hora de Al Capone, pánico en Chicago (1931) o, mucho más tarde, Bugsy Malone (1976) o Los Intocables de Eliot Ness (1987). Sin olvidar la magistral trilogía de El Padrino, un fiel reflejo de lo vivido en la Ley Seca.
 
Radiografía del alcohol en el mundo
 
Edad para consumir
Varía en función del país. En EEUU no se puede vender alcohol a menores de 21 años, mientras que la mayoría de países fijan ese límite a los 18 años. En Bélgica, Holanda o Dinamarca se permite la venta de bebidas con menos de 16.5 grados de alcohol a partir de los 16 años.
 
Ingesta por habitante
Una investigación de la Organización Mundial de la Salud, centrada en 191 estados, concluyó que Moldavia es el país (17,4 litros al año por habitante) donde más alcohol se consume. Bielorrusia, con 17,1 litros, ocupa el segundo lugar y el tercer puesto es para Lituania, con 16,2 litros. En Europa se consume una media, por habitante, de 10,9 litros al año, una cifra inferior al consumo (11,2 litros) de España.
 
Muertes por alcoholismo
Un estudio reciente cifra en más de 3 millones las muertes achacadas directamente al consumo del alcohol cada año en el mundo. Eso supone 1 de cada 20 fallecimientos.
 


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De: cubanet201 Enviado: 21/01/2020 14:19
 



 
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