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General: EL EMBARGO Y LA LÓGICA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 14/04/2020 13:25
Embargo, Bloqueo, Exilio
Si la gran mayoría de los que apoyan el embargo están fuera de la Isla, qué lógica tiene el pensar que esa estrategia de mandar a inmolar a los de abajo dará algún resultado en el sentido esperado.

El Embargo y la lógica
José Gabriel Barrenechea | Cubaencuentro
Si como me replican los que están a su favor el embargo no afecta a los de abajo, ya que se pueden importar alimentos y medicinas de Estados Unidos, y constatablemente a los de arriba, que hasta carros usados se traen de allá; si para comprar lo imprescindible para reprimir y vigilar el régimen encuentra mejores proveedores en Rusia y China, o para pagar su eficiente red de chivatos no necesita más que entregar diplomas cada 26 de marzo, o hacerse de la vista gorda y dejar que sus incondicionales roben a diestro y siniestro, entonces: ¿para qué sirve el embargo?
 
Bueno, me responden, es para que sus legítimos propietarios puedan recuperar los bienes nacionalizados por el castrismo.
 
Se entiende que los ciudadanos americanos, descendientes de los entonces ciudadanos americanos a los cuales se les intervinieron tierras, negocios, industrias, casas… presionen a su gobierno para que tome medidas que les permitan recuperar lo perdido por sus familias. Incluso se entiende que algunos cubanos, nacionalizados americanos, pero descendientes de cubanos que no eran ciudadanos de los States para la fecha de la expropiación, intenten colarse por esa puerta. Pero si no se es apoderado del yuma referido en la primera oración, o del cubano naturalizado de la segunda, si tus abuelos no tenían ni un puesto de fritas en 1960, o en el 62 o 68, ¿por qué apoyas un embargo que según esa percepción tiene como fin únicamente recuperar los bienes “robados” por el gobierno revolucionario? Porque permítaseme aclarar que, aunque ahora todos los cubanos nos las demos de descendientes de algún dueño de ingenio, o de al menos una bodega, la realidad es que no es así, y que si bien antes de 1959 Cuba no era el infierno que el castrismo deseara hacernos creer, tampoco era el paraíso de la pequeña propiedad burguesa sobre la Tierra que otros, desde una percepción de nuestra historia tan simplificadora como aquella, pretenden imponernos.
 
Me dirás, seguro, que defiendes la devolución de las propiedades, y consecuentemente el embargo porque eres un creyente fundamentalista en el derecho de propiedad como inalienable. A lo que te respondo que los únicos derechos inalienables son los referidos al libre pensamiento, a su libre expresión, y a la libre reunión para defender el criterio propio en la conformación de las decisiones de la colectividad. Y que en el libre ejercicio de esos únicos derechos inalienables los cubanos nos dimos una Constitución, la de 1940, en la que a la propiedad se la define no como inalienable sino de interés social, embargable en caso de interés público. Lo que es muy importante aquí, porque evidentemente los imaginarios de los cubanos contemporáneos a las expropiaciones se mantuvieron dentro del marco legal de dicha Constitución, y dentro del espíritu social que consensuó a aquella: La Ley Fundamental castrista de 7 de febrero de 1959, y las consiguientes hasta 1976, se mantuvieron apegadas al texto de la Constitución de 1940, y todas ellas mantuvieron ese carácter de la propiedad no como derecho individual, sino como institución de interés social; por su parte el declarado propósito de todas las oposiciones al castrismo, contemporáneas a las expropiaciones, era restablecer dicha Constitución, con lo cual admitían su legalidad de fondo, y solo negaban que fuera procedente haberlo hecho de la manera en que se hizo. Lo que a la larga las llevaba, al menos a las oposiciones consecuentemente democráticas, a admitir la procedencia de la Primera Ley de Reforma Agraria, o de la Ley de Reforma Urbana, que contaron con un mayoritario apoyo al momento de ser adoptadas, y lo mantuvieron luego, hasta el presente.
 
El asunto con el embargo es que sí afecta a los de abajo, aunque para nada a los “barrigas llenas” de arriba. Si no me cree vaya a preguntarle a Díaz-Canel y sus 40 ladrones, a toda su pandilla de bien vitaminados y curvilíneos miembros del cuadro administrativo sociolisto que lo rodean, si han notado que su dieta desmejorara de enero de 2017 a la fecha.
 
Por tanto, constatado todo lo anterior, dado que hay tan pocos cubanos con posibilidad de recuperar algo (más bien las hay de perder o una casa o una finquita), o de apoderados de futuros yumas afortunados, cuando se dicte la organización de un “Ministerio de Bienes Recuperados”, no nos queda más que aceptar que lo que se persigue con el embargo es que los de abajo nos tiremos para la calle.
 
Bien, si es así, dejando de lado el si es ético o no que yo intente manipular a mis connacionales, mediante la necesidad, para que se arriesguen a hacer lo que la mayoría de los que empujan no tendrán que hacer, porque la gran mayoría de los que apoyan el embargo están fuera de la Isla, está el hecho de si tiene alguna lógica esperar que está estrategia de mandar a inmolar a los de abajo dará algún resultado en el sentido esperado.
 
Aquí, más que la lógica, parece faltar la capacidad de ponerse en los zapatos del otro: la incapacidad de los cubanos de afuera, que son quienes con más entusiasmo apoyan al embargo, de ponerse en los gastados del de adentro. Un problema que tiene que ver con la increíble capacidad del cubano para olvidar, sobre todo para olvidar cómo vivía en Cuba, y como pensaba en ella (quizás sea que el cubano nunca piensa conscientemente, y por eso no alcanza a recordar sus pensamientos), a sólo tres meses de haberla abandonado. Problema que empeora el que haya ciertos isleños dispuestos a decirle a los de afuera sólo lo que estos desean oír, vaya a saberse por qué razón…
 
Para que se entienda: si usted llega y me dice a mí, pobre diablo isleño que no ve mucho más allá del muro informativo con que el régimen me ha rodeado por todas partes, que Cuba está hecha mierda por causa del gobierno (el isleño ni en privado dice régimen), y San Seacabó, yo de inmediato me pregunto: bueno, y si está mierda funciona tan mal que se mata sola, ¿para qué además le aplican el tal bloqueo ese (el cubano isleño dice bloqueo, no embargo, incluso cuando lo entrevistan para una visa en la Embajada)? ¿Y si tan mal funciona, y además le han puesto un bloqueo para acelerar su colapso, cómo es que ya ha durado sesenta años?
 
Porque el cubanito será un total mal informado a resultas de la política informativa del régimen, pero algo de la más elemental lógica se le pegó en sus estudios en el sistema educativo cubano. Además de que no es sólo cuestión de su capacidad lógica, sino de que esa pregunta el régimen se encarga día, noche y madrugada, de promoverla en su cabeza, con una insistencia y acceso a ella de la que carecen aquellos que se inventan cincuenta mil justificaciones para justificar su apoyo al embargo.
 
Porque nunca se debe de olvidar que todavía hoy el cubanito isleño es parte de una audiencia cautiva, secuestrada por el régimen.
 
Con lo que no debe de extrañarnos que los ciudadanos lleguen en Cuba al convencimiento de que algo de razón hay en lo que le dice el gobierno, mediante sus medios que lo rodean como un muro infranqueable. Que dé por buena la explicación de que su pésima situación se debe a la actitud y actividad antipatriota de los malos cubanos que apoyan y promueven el embargo. Y por tanto no debe de extrañarnos que los cubanos de adentro terminen por hacer todo lo contrario de lo que quienes buscaban presionarlos con sus necesidades perseguían, y sí, terminen por tirarse para la calle, pero el primero de mayo. Más cuando el régimen ha demostrado cierta capacidad para abrirse otras posibilidades que ayudan a no dejar que el país finalmente colapse, gracias a que al presentarse como una víctima del acoso “imperial” consigue la solidaridad de los muchos que en este planeta, de una u otra manera, no están a gusto con la posición hegemónica de Estados Unidos en el sistema mundial.
 
Por cierto, el que los cubanos terminen por irse a la calle no cualquier día, sino el primero de mayo, no necesariamente debe interpretarse como que son unos tracatanes lame culos. Consideremos que la absoluta mayoría de quienes escriben esas bellezas de argumentos, como respuesta a quienes intentamos confrontar su apoyo al embargo, o sea el 99,99 % de los emigrados jóvenes, tan combativos ahora bajo la sabía guía, por el camino correcto que les señalan unos cuantos camajanes que han aprendido a vivir de la politiquería barata, como el señor Otaola, antes de dejar Cuba no le disparaban un hollejo a un chino, y tampoco se perdían un desfile del primero de mayo. Actitud que de inmediato cambiaron no bien abandonaron esa burbuja informativa en que eran mantenidos acá (aunque seamos sinceros, también influyó en ese cambio el haberse puesto a buen recaudo de la simiesca mano de la Seguridad del Estado).
 
Los emigrados pueden pensar que la opinión va por el camino que ellos quisieran, y que el embargo está casi al lograr sus objetivos. Que mañana en una cola de detergente o de pollo va a comenzar la Revolución que les permitirá, cuando ya se haya pacificado la cosa, claro está, regresar a una nueva Cuba. Una nueva Cuba en que cualquiera con 100 dólares podrá comprar el puerto del Mariel, o recuperar vaya a saberse que ruina.
 
La realidad es muy otra, no obstante.
 
El embargo, para el cubano que desconoce sus detalles escritos en letra pequeña, y que sólo sabe de que por culpa de él no pudieron traer una donación de medicamentos de China, o que fue Trump quien le jodió el negocito de que se había hecho con los pasajeros de los cruceros yumas, no funciona más que como una buena razón para dejarse enredar por el discurso nacionalista y antiimperialista del régimen, o en todo caso como un ruido que junto al control totalitario de los medios de comunicación no le deja ver claro.
 
El embargo por un lado no deja ver con claridad que es la natural ineficiencia del régimen cubano la que le hace el mayor daño a la economía cubana, y por el otro facilita el que al presentarse como víctima de una superpotencia, no muy querida en todas partes, pueda obtener hasta mecenas que se ocupen de pagar para mantener funcionando en precario su economía.
 
Resumiendo: el embargo no logra más que darle las condiciones de aislamiento, y la atmósfera de acoso, que tan esenciales son al castrismo. Apoyarlo por tanto es una de tres: un empecinamiento idiota, carente de lógica y demasiado embarrado de esa testosterona que tanto afecta los asuntos políticos nuestros; una manera de apoyar discretamente al castrismo; el resultado de intentar mantener una industria espuria, un negocito para vivir del cuento del anticastrismo militante.
 
Notas anexas:
 
1. El tinglado represivo en Cuba requiere de muy poco para operar con eficiencia: algunos jeeps o motos Suzuki chinas para asegurar la movilidad, par de Ladas chinos, un pedazo de puerco para los agentes de cuando en cuando, tolerancia para los cambalaches e irregularidades en el ejercicio de sus funciones, una habitación de mala muerte una vez al año en algún balneario de segunda, la seguridad de que al retiro del agente se le conseguirá un empleo con mucha “búsqueda”… con eso basta.
 
2. La señorita París Hilton no tiene nada que reclamar en Cuba, dado que la empresa de su abuelo solo administraba el hotel propiedad de un sindicato cubano de empleados del comercio.
 
3. Es muy interesante como hay un tipo de disidente que mientras vive en la Isla va contra el embargo, pero que al poner un pie en Miami de inmediato cambia de opinión. Como he comprobado la escasa capacidad del proembargo para argumentar de forma convincente su elección (comunistón, chivato, lame culos… no son buenos argumentos), me pregunto si los tales no iban contra el embargo aquí más que para no aparecer ante el régimen como radicales. Para cuidarse las espaldas. Todo un error, por cierto, porque si a un opositor le teme el régimen no es al radical, sino a ese con un discurso que le disputa lo que considera su monopolio sobre cierta posición política.
 


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