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General: ODIO EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 25/04/2020 13:44
 Odio en tiempos de la COVID
Por Max J. Castro
El odio no se toma un descanso por una pandemia. El odiador en jefe, el presidente Donald J. Trump, convierte en arma la calamidad, capitaliza la incredulidad inicial, llama a las noticias del tsunami de la salud pública un engaño. Acusa a los que él llama enemigos del pueblo –los medios de comunicación y los demócratas– diciendo primero que dieron una falsa alarma para dañarlo políticamente, y luego exagerando todo de forma desproporcionada. Minimiza la amenaza, compara un virus mucho más letal con una gripe sin importancia, crea dudas y complacencia, y convence a los creyentes en el culto de “Trump no puede hacer nada mal” para que se arriesguen estúpida e innecesariamente, se enfermen y mueran.
 
A medida que aumentan las muertes, el genio autoungido trata de minimizar el número de víctimas por medio de una comparación obscena e irrelevante con el número de muertos en la Guerra Civil, la más sangrienta en la historia de la nación, una tragedia de enormes proporciones. Trump se atribuye a sí mismo la diferencia entre la horrible carnicería que está ocurriendo y la destrucción de la población que habría tenido lugar si él no hubiera hecho nada. ¿Qué líder consideraría no hacer nada cuando su pueblo y su nación están en peligro mortal?
 
Cuando se demuestra a través de evidencia indiscutible que la negación del presidente (un segundo impeachment disfrazado), delirios absurdos (los números se reducirán hasta cero en un par de días, un medicamento antipalúdico es una cura mágica que hasta ahora los estudios indican que no funciona y puede aumentar las tasas de mortalidad), la demora (por ejemplo, la negativa a ejercer todo el poder de la Ley de Producción de Defensa, incluso ahora) se ha sumado a una respuesta federal desastrosamente tardía y demasiado débil, de la que él no se hace responsable. En cambio, recurre a su  gastado repertorio de tretas, culpando a los chivos expiatorios habituales: los chinos, una organización internacional (la Organización Mundial de la Salud), y finalmente, por implicación, los inmigrantes.
 
Cuando todos se centran en otras cosas, en la enfermedad, en los moribundos, en el dolor de no poder realmente llorar de manera apropiada a los suyos, en sobrevivir física y económicamente, el odio aprovecha la oportunidad para lograr perversos propósitos preexistentes.
 
Mucho antes de que alguien hubiera escuchado la palabra COVID, Donald Trump, el jefe del odio, inició su campaña explotando la vena xenófoba de Estados Unidos. Desde el primer día de su presidencia, Trump quería poner fin a toda inmigración, pero realidades inconvenientes como leyes, tribunales y jueces y el Congreso lo bloquearon. Utilizando la tragedia actual, que no tiene nada que ver con la inmigración, Trump se movió de manera oportunista para detener la inmigración legal (“temporalmente”).
 
La COVID se trata de la migración de un virus, no de personas. Los virus no conocen leyes, fronteras o muros. La página editorial del derechista Wall Street Journal la llamó la “Distracción de Inmigración de Donald Trump”. Así mismo es. También es un regalo para los xenófobos incondicionales de su administración, como Stephen Miller y otros fuera de ella, que han estado presionando por una política similar mucho antes de Donald Trump. Eso se debe a que ven a los inmigrantes legales como el primer eslabón clave en una cadena mayor de migración que está provocando su peor pesadilla, el cambio de color de Estados Unidos.
 
La excusa de Trump es proteger los empleos estadounidenses, pero el vasto y creciente desempleo no tiene nada que ver con los trabajadores extranjeros y todo que ver con la necesidad de cerrar negocios para salvar vidas, agravado por la respuesta tardía y fallida de la administración al nuevo coronavirus y las consecuencias económicas.
 
Al amparo de la niebla y la oscuridad del desastre y el poder adicional que fluye hacia el líder de un país durante una emergencia nacional, el autoritario en jefe está abusando de ese poder para hacer otras cosas dañinas no relacionadas con la lucha contra la COVID: reducir los estándares de emisiones de automóviles y revertir la regulación de la perforación petrolera que se estableció después del gran derrame de petróleo de Deep Horizon. Trump se autocalifica de presidente de tiempos de guerra, pero, en lugar de centrarse como un láser en la guerra, continúa haciendo la venia a los mecenas corporativos republicanos y satisfaciendo mezquinos agravios personales.
 
Hay principalmente tres tipos de personas que trabajan en esta administración: los perversos (por ejemplo, Mike Pompeo), los patéticos (la doctora Deborah Birx) y los que combinan ambos (Kellyanne Conway).
 
Birx es la coordinadora de la Respuesta al Coronavirus en la administración Trump. Ella es una médica que al principio parecía no haberse bebido la dosis completa del Kool Aid del Partido Republicano al culto del líder Donald Trump. En las conferencias de prensa diarias del Grupo de Trabajo del Coronavirus, ella parecía estar tratando de circular el cuadrado, dando información objetiva mientras trataba de masajear el enorme pero frágil ego del ogro en jefe. No es posible. Houdini no podría haberlo hecho.
 
La enormidad del patetismo de Birx finalmente se reveló por completo cuando respondió a una pregunta de un periodista acerca de lo que pensaba de la decisión del gobernador republicano de Georgia, Brian Kemp, de permitir que se abrieran negocios como peluquerías, salones de belleza y masajes y tiendas de tatuajes. En un esfuerzo desesperado por darle la vuelta a la respuesta para proteger al gobernador republicano, Birx dijo en esencia que, siempre y cuando estas empresas observen el distanciamiento social, está bien, y agregó casi en un susurro que no sabía cómo y, como si se diera cuenta de su paso en falso, dijo que las empresas se han mostrado muy creativas en esto.
 
¿De veras? ¿Cómo se hace un corte de pelo o un tatuaje o un masaje a una distancia de al menos dos metros? No se puede. Birx lo sabe, pero conoce la ira de un tipo al que le gusta decir “estás despedido” y quiere mantener su puesto más que decir la verdad al poder y al pueblo estadounidense.
 
La COVID es una tragedia en el sentido griego clásico. Un componente central de la tragedia es que el público –en el caso de la COVID una vasta red internacional de expertos en enfermedades infecciosas que vieron venir al monstruo e intercambiaron entre sí alarmados correos electrónicos– sabía lo que iba a pasar, mientras los actores en el escenario no sabían qué sucedía y sin darse cuenta seguían haciéndolo todo para facilitar el trágico desenlace.
 
Ha habido muchos villanos en esta crisis, comenzando desde la cima del gobierno. Ha habido apologistas como los pseudoperiodistas de Faux News. Ha habido personas que saben la verdad, como la doctora Birx, pero en última instancia sucumbieron a la cobardía.
 
Pero ha habido más héroes que villanos, héroes médicos, enfermeras, ayudantes, limpiadores, trabajadores de supermercados, repartidores. Y el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien podría engañar a los extraterrestres que vigilan nuestro mundo para que crean que él es el presidente de los Estados Unidos.
 
Entre una impresionante variedad de héroes, hay uno que se destaca: el doctor Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, el lado luminoso de la fuerza en el Grupo de Tarea del Coronavirus frente al lado oscuro de Birx. Él es lo que Trump pretende ser cuando es todo lo contrario, un genio muy estable. Respondiendo a un entrevistador acerca de la apertura de negocios en Georgia, Fauci respondió con la verdad expresada en un eufemismo característico: “Eso podría costarnos. Ciertamente no va a ser útil”.
 
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.
 
 


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