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General: 125 aniversario de la muerte en combate de José Martí
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De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 19/05/2020 13:45
 Martí y la sangre
El tiempo pasó y el cadáver de Martí dista ya de causar espanto o frenesí. El domingo 19 de mayo de 1895, la sangre de Martí se derramó en un potrero de Boca de Dos Ríos al recibir un balazo que fracturó el esternón y salió por el cuarto espacio intercostal; otro que salió por el labio superior tras entrar por debajo de la barbilla —por tener la cabeza hiperextendida en virtud del impacto anterior— y otro más en la parte posterior del tercio inferior del muslo, al pasar la pierna derecha por encima del caballo en la caída.
 
125 aniversario de la muerte en combate de José Martí
Arnaldo M. Fernández,
Hoy conmemoramos el 125 aniversario de la muerte en combate de José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba, en un enfrentamiento en 1895 con una columna española en Dos Ríos, en el oriente de la isla.
 
Martí pasó años preparando la Guerra de Independencia desde Estados Unidos y en abril de 1895 desembarcó en Playitas para dirigir el conflicto junto a Máximo Gómez y Antonio Maceo.
 
El 19 de mayo, una columna española se desplegó en la zona de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano, donde acampaban los cubanos.
 
Durante el combate, Martí se separó de las fuerzas mambisas junto a su ayudante Ángel de la Guardia y cabalgó, sin saberlo, hacia un claro donde cayó abatido por los disparos de españoles ocultos en la maleza.
 
Nacido el 28 de enero de 1853, Martí dejó una enorme cantidad de escritos literarios y políticos en donde dio forma a sus ideas sobre la independencia de Cuba.
 
Fue el fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la guerra del 95 o la Guerra Necesaria y es considerado la figura cumbre de la nación cubana.
 
************Martí y la sangre
El domingo 19 de mayo de 1895, la sangre de Martí se derramó en un potrero de Boca de Dos Ríos al recibir un balazo que fracturó el esternón y salió por el cuarto espacio intercostal; otro que salió por el labio superior tras entrar por debajo de la barbilla —por tener la cabeza hiperextendida en virtud del impacto anterior— y otro más en la parte posterior del tercio inferior del muslo, al pasar la pierna derecha por encima del caballo en la caída.
 
Tiempos de cambio
En vez de dejar a Martí al frente y cuidado del campamento mambí de Vuelta Grande, como había hecho ya el viernes 17 por salir de Dos Ríos con todos los caballos disponibles a hostigar un convoy español, el General en Jefe Máximo Gómez dejó aquel domingo al coronel Francisco Estrada con su tropa protegiendo el acceso al campamento y dejó que Martí tomara parte —con grado de mayor general, pero sin tropa— en la acción irrelevante de salir a batirse con la columna enemiga que, luego de llevar el convoy hasta su destino sin ser hostigada, cambió de rumbo y enfiló hacia Dos Ríos creyendo que los insurrectos acampaban allí.
 
El campamento mambí se había trasladado a Vuelta Grande, durante la noche del sábado 18 y la madrugada del 19, porque no había pasto suficiente en Dos Ríos para los trescientos o más caballos con que arribó el mayor general Bartolomé Masó. La caballería entera cruzó el río Contramaestre hacia el oeste para acampar en los mejores prados de Vuelta Grande.
 
Nada sabía el jefe de la columna española, coronel José Ximénez de Sandoval, pero Gómez se enteró enseguida por aviso —su último escrito conocido— que Martí envió con mensajero. Gómez llegaría a Vuelta Grande casi al mediodía y su encuentro con Masó, según el cronista de la guerra José Miró Argenter, devino en parada militar que incluyó discurso en que Martí soltó: “¡Quiero que conste que por la causa de Cuba me dejo clavar en la cruz!”
 
La cruz maldita
Ya en el almuerzo se oyeron algunos tiros lejanos y llegó la noticia de que una columna enemiga enrumbaba hacia Dos Ríos. Como allí el Contramaestre confluye con el Cauto, la clave táctica era salir de Vuelta Grande y cruzar el Contramaestre hacia el este por detrás de los españoles, a fin de cercarlos por su retaguardia y flanco derecho. Su vanguardia y flanco izquierdo quedarían entonces contra el Cauto y el Contramaestre, respectivamente, y rifleros en las orillas opuestas de ambos ríos amargarían todavía más la vida del coronel Ximénez de Sandoval.
 
La vanguardia de la columna mambisa avanzaba más allá del Paso del Salvial cuando las fuerzas del centro —con Gómez y el resto del generalato: Masó, Martí y Francisco Borrero— llegaban al paso anterior de Santa Úrsula y por allí cruzaron imprudentemente el Contramaestre a la altura de las posiciones enemigas. Gómez relataría: “Ordené al general Borrero que atacara por la derecha y yo lo hice por la izquierda”, así como que “Martí siguió por el centro, acompañado del ayudante Guardia, un loco, en tanto Masó se abstenía de seguirlo o apoyarlo en el avance, y se puso lejos del peligro” [Ver Infografía].
 
El suboficial Ángel de la Guardia, ayudante de Masó, acompañó a Martí en su cabalgata hacia la muerte y no dejó testimonio directo, pero su hermano —también ayudante de Masó— sí que atestiguaría por escrito la muerte del Apóstol. Y lo hizo de manera plausible, al margen de todo bombo y platillo en periódicos y revistas. El campesino Dominador de la Guardia fechó el 11 de marzo de 1916 en Niquero una carta al Dr. Eligio Palma, quien indagaba cómo había muerto su paciente y amigo. Así explica en qué cruz clavaron a Martí aquel 19 de mayo.
 
El práctico de la vanguardia, al llegar al primer paso del Contramaestre, dijo que por allí no se podía pasar y siguió la marcha a buscar otro paso. Al llegar el general Gómez con su práctico, este último aseguró que por allí podía vadearse el río.
Gómez dijo: “Pues pasemos” y sería el primero en echarse al Contramaestre junto con el práctico. “¡Aquello fue el delirio! Los jefes y oficiales no quisieron quedarse atrás y cada uno espoleó su caballo y se perdió la formación”.
Al otro lado del río acampaba la avanzada española, que hizo una descarga y se dio a la fuga. El grueso de las fuerzas del coronel Ximénez de Sandolval esperaba en formación cerrada de tres líneas y rompió el fuego. A la orden del general Gómez, los mambises se detuvieron. En ese momento el general Masó estaba al lado del general Gómez. Este le dijo a Martí: “¡Aquí!”, y le señaló detrás de él, como para ampararlo con su cuerpo. “Yo estaba al lado del general Masó y mi hermano Ángel al lado mío y junto a Martí”.
Al romperse el fuego contra los españoles, Martí convidó a mi hermano Ángel a seguir adelante y así lo hicieron. “Con el humo de los disparos no nos dimos cuenta de su avance y se adelantaron a nosotros como cincuenta metros”. Así presentaron un blanco magnífico a las fuerzas españolas y estas les hicieron una descarga cerrada. Martí cayó y “Angelito trató de cargarlo, pero no pudo”.
Entonces dio espaldas al enemigo para venir adonde nosotros en su caballo, que casi no podía caminar. Al darnos finalmente la noticia de la muerte de Martí, los españoles llegaban ya adonde estaba el cadáver.
No hay enigma en Dos Ríos
 
De nada vale justificar la caída de Martí con que decidió correr al combate, pues el quid estriba en que fue el único mambí que murió aquel día. La simple recomendación, advertencia, orden, consejo, indicación o lo que sea, de ponerse detrás de Gómez o quedarse atrás no bastaba para orientar a quien recibe su bautismo de fuego en la situación nunca vista de mayor general sin un solo soldado bajo su mando.
 
La víspera Martí había plasmado —en su famosa carta inconclusa a Manuel Mercado— la máxima prioridad de su andar por aquellos potreros: “Seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar, conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas”. Para el 22 de agosto de 1895, desde Ciego de Najasa (Camagüey), el General en Jefe mandaba por carta su valoración al sucesor de Martí en la jefatura del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma:
 
“Lo que hizo Martí es nada, lo que usted tiene que hacer ahora es lo gordo. Aquello fue la incubación, ahora es llegada la hora del parto, que después de su fracaso (el pobre) tiene que ser muy laborioso. Porque Martí, aunque no es tiempo de juzgar, empezó a torcerse y fracasar desde la Fernandina hasta caer en Boca de Dos Ríos (…) Pudiera decirse que los amigos de Martí, que alocados lo endiosaban, lo empujaron a ocupar un lugar que no era el suyo y donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él”.
 
Coda
La asamblea de delegados del pueblo cubano visible sesionaría del 13 al 18 de septiembre de 1895 en Jimaguayú sin que ninguna de sus actas recogiera tan siquiera una referencia a Martí [3]. Hoy sus restos son hasta polvo iluminado para muchos, mientras que otros optan por tirotear su estatua en Washington y por embarrar sus bustos en La Habana con sangre de cerdo. Al cabo el tiempo pasó y el cadáver de Martí dista ya de causar espanto o frenesí.
 
Ustedes sí tienen a Martí llorando sangre
Aldo el Aldeano y Silvito el Libre
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 19/05/2020 14:09
     Los cinco entierros de José Martí    
 
ALEJANDRO ANTONIO TORREBLANCA
El azaroso peregrinaje del cadáver de José Martí, en los cerca de 150 kilómetros que median entre Dos Ríos y la necrópolis de Santa Ifigenia, y las exhumaciones de sus despojos, unas veces por intereses políticos y otras por el justo homenaje que merecen los héroes, coronaron el destino de un hombre al que Cuba eterniza como el guardián de su luz y el apóstol de su libertad.
 
Reza la historia que en la noche del 19 de mayo los colonialistas acamparon en El Jobo, y allí un capitán de apellido Satué y varios desertores de las filas insurrectas reconocieron el cuerpo del líder cubano.
 
Ese día también comenzó a entretejerse la nefasta y aciaga proeza de su matador: el traidor Enrique Oliva, que había llegado a Dos Ríos con los mambises, salió del campamento en busca de provisiones, al ser detenido delató a su compatriotas, fue al combate para identificar a los caudillos y a cambio de su vida disparó a mansalva y sin contemplación contra Martí.
 
 DIARIO DE CUBA intentó tener acceso a la bandera y la medalla que España le concedió como premio de consolación, pero la familia declinó hablar del acontecimiento aduciendo que ese capítulo estaba sepultado desde el instante en que los veteranos lo ajusticiaron, en una taberna  de Palmarito de Cauto, por vanagloriarse con alevosía de su felonía, su crimen y su traición.
 
Convencidos de tener en su poder los restos de Martí, los españoles iniciaron aquella madrugada lo que la posteridad consignó como el itinerario funerario de los restos martianos. 
 
Primer entierro
Al amanecer del 20 de mayo, el coronel José Ximénez de Sandoval penetró en el caserío de Remanganagua, y a las tres de la tarde, en ese desconocido paraje del oriente cubano, sepultó por primera vez el cadáver.
 
La noticia trascendió y estremeció de punta a cabo la Isla. El propio capitán general, Arsenio Martínez Campos, que se encontraba de trámite ocasional por Santiago de Cuba, ordenó la partida urgente de un médico para que realizara la exhumación y certificara el deceso.
 
El doctor Pablo A. de Valencia Forts, llegó al sitio el día 23 y ante el avanzado estado de descomposición del cuerpo, ordenó sepultar allí las vísceras.
 
En el dictamen forense el médico señala los rasgos físicos de Martí, que en el momento de su caída, vestía saco oscuro y pantalón claro, calzaba borceguíes negros y llevaba consigo, entre otras prendas, un reloj de oro con sus iniciales, un revólver con culatín de nácar, un machete, alforjas de cuero, una cartera de bolsillos con notas, retratos y espuelas vaqueras.
 
También una escarpela bordada con mostacilla —que se dice utilizó Carlos Manuel de Céspedes en la primera guerra—, un libro muy pequeño manuscrito con letras del Padre de la Patria y en el dedo de la mano una sortija, en la que se leía la palabra "Cuba", elaborada con los grilletes que le aprisionaron en el presidio político.
 
De acuerdo con los testimonios de los propios españoles, Martí fue despojado de todo, hasta de 500 pesos, para consumirlos en tabaco y ron.
 
Y no podía ser de otra forma, porque Sandoval, conociendo el rango del muerto lo condujo amarrado en una bestia, y en un momento de descanso, sobre la tierra enfangada, lo sepultó sin caja y con el cadáver de un sargento español encima.
 
Realizados los trámites legales de la exhumación, llegan y pernoctan en Palma Soriano, y en el parque que hoy lleva su nombre lo muestran a la expectación pública por única vez.
 
Consigna la historia que allí ultrajaron sus despojos mortales, al escupirlo y realizar actos de degradación. Frente a ese espectáculo el pueblo protestó enérgicamente y de inmediato el cadáver fue trasladado al cuartel de las milicias locales para redoblar la vigilancia.
 
De ese poblado partieron al alba del 26, y en el sitio conocido por Paraná detienen el andar debido al asedio continuo de las tropas del general mambí Quintín Banderas. Este, como otros intentos de los insurrectos por rescatarlo, no fructificó.
 
A su llegada a San Luis sus restos descansan en el cuartel y la estación de ferrocarril, donde esperan el tren que cubría el recorrido hacia la ciudad de Santiago de Cuba. Para reforzar su custodia envían la primera compañía del quinto peninsular. El convoy iba tan custodiado que resultaba un suicidio acercarse o intentar una acción altruista en su favor.
 
Segundo entierro
A las seis de la tarde llegan a la terminal santiaguera y esperan la noche para trasladar su féretro. Tal operación, realizada con absoluta discreción, no impide que en horas tempranas del 27 varias personalidades acudan a la necrópolis.
 
Según consta en los documentos de la época su ataúd estaba sobre una parihuela y en el centro de la capilla.
 
El expediente que comprueba los trámites para el entierro de Martí en el camposanto santiaguero consigna la posición de Juan Salcedo, comandante general de la primera división del ejército español en la provincia de Oriente, y de Jorge Garrich, gobernador  militar de la plaza, de cubrir con sus ahorros el entierro.
 
Los pliegos también revelan que el Ayuntamiento resolvió la situación erogando los siete pesos que se utilizaron para comprar la madera y los clavos con que confeccionaron el sarcófago y concediendo un permiso, por cinco años, para colocar su cadáver en el nicho 134 de la galería sur del cementerio.
 
El entierro oficial y la segunda inhumación tuvo lugar el 27 de mayo de 1895, y a ella asistió una pequeña concurrencia integrada básicamente por oficiales colonialistas y algunos cubanos, entre ellos Antonio Bravo Correoso y Joaquín Castillo Duany.
 
Pese a la compleja situación de la Isla, en octubre de 1898 Emilio Bacardí trajo y colocó una lápida de mármol donada por los emigrantes cubanos en Jamaica que decía: "Martí, los cubanos te bendicen", y pasó a la historia como el primer detalle genuinamente cubano para su veneración.
 
Por condiciones sanitarias, en 1906, se demolieron las tres galerías de nichos, dejando solo la de Martí y Federico Capdevila. Ese año se creó la comisión "Restos de Martí" para la atención adecuada al lugar.
 
Tercer entierro
Los restos fueron exhumados e inhumados por tercera vez el 24 de febrero de 1907. Ese día, ante los despojos mortales del Héroe Nacional, se dieron cita su hijo José Francisco y veteranos de la Guerra de Independencia. El general Rafael Portuondo Tamayo dijo las palabras de la ceremonia.
 
El 19 de mayo de 1913 fue develado el busto realizado por el escultor italiano Hugo Luisi, que inicialmente fue colocado en el templete erigido en su memoria. 
 
Durante los primeros 40 años de República se apreció una marcada intención por darle un sitio más digno de reposo al Maestro y es así como en 1943 los integrantes del Club Rotario crearon el comité "Una tumba digna para Martí".
 
Los focos de este club diseminados por el país, la voz de García Inclán en la revista Bohemia, la propuesta y defensa del senador villaclareño Elio García de Cárdenas y el reclamo de los veteranos, concluyeron con la aprobación de una ley que concedía 100.000 pesos para la construcción del mausoleo.
 
Para llevarlo a efecto se convocó a un concurso nacional donde se presentaron 18 proyectos, resultando electo el del escultor Mario Santí y el arquitecto Jaime Benavent.
 
Cuarto y quinto entierros
En septiembre de 1947 tiene lugar el cuarto entierro, al trasladar sus restos al Retablo de los Héroes, debido a la construcción del mausoleo.
 
Allí permanecieron hasta el 29 de junio de 1951 en que fueron llevados a la sede del Gobierno provincial para iniciar los honores del quinto entierro, al que fueron convocados todas las fuerzas políticas, el cuerpo diplomático, masones y personalidades de la cultura.
 
El 30 de junio el cortejo fúnebre partió en un armón de artillería y recorrió las calles céntricas de Santiago de Cuba. A su paso el pueblo dejó caer rosas blancas. En la necrópolis lo esperaron los veteranos de la Guerra de Independencia, quienes entregaron al presidente Carlos Prío Socarrás la urna para colocarlo en la cripta donde hasta hoy reposan.
 
La forma hexagonal del mausoleo se corresponde con el número de provincias de la Isla de entonces, representadas cada una por sus atributos. En el interior se observan el emblema patrio y los escudos de las naciones americanas, tras los cuales hay un puñado de tierra de cada país en cuestión.
 
Los mármoles del piso conforman una estrella como expresión de los rasgos fundamentales de su pensamiento: independencia, soberanía, unidad, libertad y coraje. Las piedras de Jaimanitas con las que fue edificado hacen referencia a la parte occidental de la isla que lo vio nacer, los mármoles de la Isla de Pinos a su prematuro cautiverio y los 28 monolitos que lo custodian a algunos campamentos martianos desde el desembarco en Playita de Cajobabo hasta su caída en combate en Dos Ríos. 
 
Desde su llegada al camposanto santiaguero la tumba de Martí siempre se mantuvo en la misma área, que era la designada originalmente para las personas pobres y de muy escasos recursos.
 
Sobre la cripta donde reposan sus restos siempre incide un rayo de luz. Desde 2002 en el mausoleo se realiza una guardia de honor permanente que comienza al amanecer, termina con el ocaso y cambia cada 30 minutos.
 
Varios años después en su entrada se colocó la Llama Eterna que rinde honor a los mártires desconocidos de la nación cubana. Más recientemente, a su entorno fueron trasladadas las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales, en su condición de Padre y la Madre de la Patria.
 
La única nota discordante en ese conjunto monumentario es la piedra donde se encuentran las cenizas del dictador Fidel Castro, que nunca escuchó el grito de desesperación de los cubanos al hacer suya esta lapidaria frase de José Martí: "Cuando un pueblo migra sus dirigentes sobran".
 
 


 
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