A las nueve de la noche, después del noticiero nacional de televisión, miles de cubanos, de manera espontánea, imitando un gesto que se puso de moda en España, comenzaron a aplaudir a los médicos y sanitarios que combaten en primera línea al COVID-19. El régimen, temeroso de una acción por cuenta propia, secuestró la iniciativa, manipulando y politizando groseramente los aplausos.
En las barriadas habaneras se dieron cuenta de las segundas intenciones. Y empezaron a menguar los aplausos. O como en el barrio marginal de Jesús María, algunos comenzaron a sonar calderos vacíos en señal de protesta. Susana, peluquera particular, cuenta que en el solar donde vive "a las nueve, los vecinos empezamos a hacer bulla con las cazuelas. Incluso aquí viven médicos que están muy disgustados por las malas condiciones de trabajo”.
La lista de quejas de los residentes en Jesús María es extensa. Omaida, joven con un peinado estrafalario, comenta que “con todo lo que está pasando, hay que ser muy sinvergüenza para pedirle al pueblo que apoye al gobierno. Es enero de este año, por negligencia del gobierno, tres niñas fallecieron por un balcón que les cayó encima. En la zona hay decenas de edificios y casas en peligro de derrumbe. ¿Qué ha hecho el Estado?", se pregunta y ella misma responde: "Nada”.
La Habana profunda
En los barrios de La Habana profunda se vive de “lo que se cae del camión”, bordeando las ilegalidades e infringiendo abiertamente las leyes. Se vende, se alquila o se compra casi de todo. Por 20 dólares puedes pasar la noche con una chica de 17 años y con 200 consigues una pistola rusa Makarov. Conviven jineteras, chulos, gays, travestis, vagos, alcohólicos incurables, aberrados sexuales, vendedores de tabacos piratas y de ropa importada de Panamá o Cancún.
Se pueden adquirir drogas duras y blandas, sicotrópicos, alcohol casero filtrado con carbón industrial y heces de vaca, o ron original robado de los almacenes de alguno de los hoteles cinco estrellas que escoltan el Parque Central y el Paseo del Prado. Existen casas clandestinas de juegos. Se hacen apuestas en la lotería ilegal. Y si tienes moneda dura puedes contratar un sicario para que le propine una golpiza a un enemigo.
El descontento social y las críticas contra el gobierno son habituales en barriadas como Jesús María, San Leopoldo, Colón, La Cuevita o El Moro, distritos pobres y duros de esa Habana que no sale en la televisión cubana ni en revistas turísticas. Una excepción es el documental Canción de Barrio, de poco más de una hora de duración, realizado por Silvio Rodríguez en 2014, y que sin afeites muestra la cruda realidad de unos barrios habaneros olvidados por la revolución de Fidel Castro.
El descontento
Jenny, dueña de un puesto ambulante que oferta jabones Palmolive, champú Dove y bisuterías baratas, señala que debido a la cuarentana y restricciones del gobierno por el coronavirus, las ventas han estado por el piso. “Muchos en Jesús María vivimos del trabajo informal y ya llevamos dos meses parados. Como no hay guaguas, estoy caminando hasta veinte kilómetros en busca de comida. A veces pierdo cuatro horas en la cola del pan. El Consejo de Defensa de Centro Habana nos ha dado una tarjeta llamada COVID-19 para comprar en las tiendas, que casi siempre están vacías y cuando las abastecen no tengo dinero. Vivo con mis dos hijos, mi madre y mi abuela y lo que habitualmente en mi casa se come es arroz, frijoles negros, si consigo, boniato hervido o fufú de plátano burro. La proteína la comemos el sábado y domingo: pollo, huevo o carne de puerco. Ni que fuéramos vegetarianos”.
Onelio y un señor sentado a su lado, en un pequeño parque en la esquina de Cuatro Caminos, en el municipio Centro Habana, dice que además de la lucha para conseguir comida, está el drama de los viejos con achaques y de los enfermos, quienes sin medicinas no pueden seguir el tratamiento médico. "Soy hipertenso y hace dos meses que no viene a la farmacia Enalapril u otro sustituto para mantener compensada la presión arterial. Mi amigo -señala al señor- es asmático y también hace dos meses que no recibe su aparato para el asma. Esas enfermedades son factores de riesgo en caso de que pesquemos el coronavirus, pero al gobierno no le importa. Y después alardean de potencia médica”.
Lo insólito
En medio de la epidemia del coronavirus, la escasez de alimentos y medicinas, las enormes colas y el descontento popular, ha sido noticia la intervención del presidente Miguel Díaz-Canel en un espacio noticioso, donde asombrado, se pregunta “¿Cuándo vamos a tener guarapo por la libre en este país?
Productor de caña y no hay guarapo, podía ser, yo diría, el líquido más común en Cuba”. También dijo que Cuba necesita tener limones para preparar limonada, "que es la base de todo". Mencionó los jugos y jugueras que había en todas las provincias y desaparecieron por falta de frutas (en La Habana, gracias a particulares, se abrieron dos o tres jugueras). Y se refirió a la masa de pizza preelaborada para poner en microwave, electrodoméstico que Díaz-Canel piensa que muchos cubanos tienen en sus cocinas.
En las calles de La Habana se desataron ataques en duros términos, burlas y chistes. En las redes sociales, a las críticas se sumaron los memes. Marta, ama de casa, considera que “Díaz-Canel hizo el ridículo. A estas alturas, preguntar por qué no hay guarapo ni limones y hablar de pizzas en un país donde no hay puré de tomate ni queso y microwave solo tiene una minoría, demuestra que ellos (los del régimen) o son unos cínicos o unos comemierdas. Todo el mundo sabe que Fidel Castro acabó con el café, el pescado, la carne de res y los frutales, entre otras muchas cosas. Es una burla hablar de guarapo, que es jugo de caña, no es comida, y de limonada, cuando una libra de limones, si aparecen, cuesta entre 30 y 50 pesos.
Los descarados
Ninguno de ellos [los del régimen] hace colas y todos desayunan, almuerzan y comen bien y abundante los siete días de la semana. Basta ver las panzas que tienen. Son una partía de descarados”.
Carlos, sociólogo, subraya que es una falta de sensibilidad ese tipo de comentario en plena pandemia del coronavirus y ante el desabastecimiento feroz de alimentos, medicinas y artículos de aseo. “Los precios de la base alimenticia de los cubanos se han disparado increíblemente. La libra de arroz de 4 pesos subió a 25 o 30 pesos, los frijoles negros de 10 pesos la libra a 30 pesos, la carne de cerdo, de 30 pesos la libra a 80 y a cien pesos la libra de carne deshuesada. Solo la yuca y el boniato mantienen sus precios. En un país donde la variedad alimenticia se circunscriben a unos pocos platos, porque otros han desaparecido como la carne de res, pescado fresco, mariscos, así como numerosas frutas y verduras, es una falta de respeto hablar de limonada y guarapo, también desaparecidos. El gobierno cada día se hunde más en la impopularidad. Deben tener precaución, cualquier chispa puede desatar un estallido social. La gente está al límite. Le falta casi de todo y no vislumbran mejoría en un futuro cercano”.
Antonio, diabético, residente en La Víbora, al sur de La Habana, expresa que la falta de medicinas le está pasando factura. “Tengo el azúcar por las nubes. Comiendo bazofia y sin poder hacer el tratamiento, cada vez estoy peor. He bajado de peso, desde hace dos meses me lavo los dientes con jabón y uso bicarbonato como desodorante. No sé hasta dónde nos van a llevar. Si tuvieran dignidad y decencia, debieran renunciar y dejar que otros dirijan el país”.
Por ahora, el gobierno encabezado por un hombre que clama para el pueblo limonada y el guarapo, no ha contemplado esa opción.