Winston Churchill, figura mítica de la historia del Siglo XX, recibió su bautismo de fuego y se inició como Corresponsal de Guerra en Cuba (1895).
Churchill nació el 30 de noviembre de 1874, en el hermoso palacio de Blenheim, nombre memorable de la decisiva batalla ganada en 1704 por John Churchill, Primer Duque de Marlborough.
Su padre, Lord Randolph Churchill, fue un prominente líder del Parlamento y ministro en varios gobiernos británicos. Su madre Jennie Jerome, nacida en Nueva York, formó con Randolph una elegante pareja en la alta sociedad de la Inglaterra de la Reina Victoria, donde Jennie hizo gala de su atractivo porte y su extraordinaria belleza.
Durante su vida Churchill profesó devoción por la memoria de su padre como excelente orador y político, pero para emular su legado necesitaba darse a conocer por sus propios méritos. La carrera militar y el periodismo se combinarían para alcanzar la fama de soldado valiente y llevar su nombre a miles de lectores como corresponsal de guerra. Con este propósito, Churchill necesitaba tomar presencia en un conflicto bélico. Inglaterra vivía años de paz y supo que en Cuba se peleaba por la libertad contra la dominación española.
Con 20 años, recién graduado de la Academia Militar de Sandhurst con rango de segundo teniente, Churchill logró un permiso de 10 semanas y gestionó con el embajador inglés en Madrid, Sir Henry Drummond-Wolf amigo de la familia, la acreditación para que él y su colega, el teniente Reginald “Reggie” Barnes viajaran a Cuba y se incorporaran al ejército español en combate.
Luego el joven teniente persuadió al editor del “Daily Telegraph”, gran amigo de su difunto padre, para que lo empleara como corresponsal de guerra. El periódico aceptó y Churchill se dio a la tarea de viajar a Cuba.
A principios de noviembre de 1895, Churchill y Barnes embarcaron para Nueva York (Jennie pagó el pasaje de su hijo). El 17 de noviembre viajaron en tren a Tampa y al día siguiente tomaron el barco que los llevó a La Habana.
El Capitán General Arsenio Martínez Campo, por cortesía con el embajador inglés en Madrid, recibió a Churchill y Barnes y los autorizó para que se trasladaran de inmediato a la zona de combates en Sancti Spíritus Las Villas, por donde en esos días avanzaba la Columna Invasora al mando de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo.
En Sancti Spíritus Churchill escribe que la ciudad padecía una doble epidemia de viruela y fiebre amarilla, señalando que habían pasado la noche “en una taberna sucia ruidosa y llena de gente. Al día siguiente entró en la ciudad el General Valdez”. Churchill se refería al general de división Álvaro Suárez Valdez. El 30 de noviembre Churchill cumplió 21 años en Cuba.
El 2 de diciembre, en ruta de Arroyo Blanco a la Reforma, tropas españolas de infantería, caballería y artillería, llevando a Churchill y Barnes integrados al Estado Mayor del general Suarez Valdez, chocaron con destacamentos mambises de la Columna Invasora que avanzaba hacia el Occidente de Cuba.
Como corresponsal de guerra Churchill escribe: “El General Valdez resuelve atacar… durante 300 metros no se hizo ni un disparo. De repente una serie de nubecillas ascendieron de una loma, seguida por el repiqueteo de los disparos enemigos… La infantería española contestaba al fuego sin dejar de avanzar. A nuestro lado las balas silbaban, suspiraban, ronroneaban como abejones”… El fuego cerrado se mantuvo intenso. Churchill y Barnes estuvieron erguidos en sus caballos.
Continúa Churchill: “los españoles se mostraron ardorosos y tuvimos que echar mano de todo nuestro pundonor para salvar las apariencias. Aquello parecía muy peligroso, pero me quedé estupefacto al comprobar cuan pocos heridos provocó semejante lluvia de balas… la persecución era imposible en aquella jungla impenetrable… Satisfechos el honor español y nuestra propia curiosidad, la columna regresó a la costa y nosotros a Inglaterra”.
Su breve presencia en Cuba le valió a Churchill iniciar su carrera militar bajo las balas, su naciente habilidad como corresponsal de guerra, su gusto por el tabaco cubano y el recuerdo indeleble de su bautismo de fuego.
Cuarenta y cinco años después, como el indomable Primer Ministro de Inglaterra, fue factor decisivo en el rescate del ejército británico de las playas de Dunkerque. Su carismática tenacidad inspiró el camino de la victoria y su pasión por los derechos humanos lo llevó a condenar los crímenes del totalitarismo fascista y comunista.
Churchill fue el periodista más famoso de su época y como tribuno el mejor orador de los tiempos modernos. El 5 de marzo de 1946, denunció el peligro que representaba para el mundo libre el férreo control que el ejército soviético imponía sobre los países de Europa del Este. Su emblemático discurso es conocido como “La cortina de hierro” y marcó en términos geopolíticos el inicio de la “Guerra Fría”.
Para nosotros los cubanos, que luchamos ayer, hoy y siempre contra la feroz tiranía comunista, Winston Churchill será recordado con la devoción que merece un símbolo de la inclaudicable lucha por la libertad y el recuerdo histórico que fue en Cuba donde inició su vida como soldado y periodista.
Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en historia de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos “La muerte de un sueño. Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad”. Es veterano de la Brigada 2506.