Debiera ser una vergüenza para quienes todavía hablan de la "revolución cubana" que hoy el 15% de la población urbana de la Isla no reciba agua de un acueducto. Y vale insistir, no son personas que viven en el campo, sino en las ciudades, incluyendo la capital del país.
En pleno siglo XXI esos 1,2 millones de citadinos tienen que salir a buscar el agua en cubos como hacían los aldeanos en la Edad Media. Y 520.000 de ellos la cargan trabajosamente a una distancia superior a 200 metros de su domicilio, según un estudio especializado.
Parece una exageración, pero no lo es. Con la Zanja Real construida en 1592 por el ingeniero militar italiano Bautista Antonelli los habaneros tenían un suministro de agua más estable y menos estresante que el de hoy. El complejo sistema hidráulico recorría 13 kilómetros para llevar agua desde el río Almendares a la ciudad amurallada, con ramales por el camino que suministraban agua a caseríos, hospitales y molinos.
Con aquel acueducto en el siglo XVI los vecinos de San Cristóbal de La Habana se colocaron entre los primeros pobladores urbanos del Nuevo Mundo que tuvieron agua potable. La Zanja Real operó hasta 1835, cuando se inauguró el Acueducto Fernando VII, aunque siguió suministrando agua hasta el siglo XX a algunos distritos de La Habana extramuros.
"Obra maestra de la ingeniería"
Ya en 1878 tuvo La Habana un acueducto moderno de nivel mundial, cuyo proyecto ingenieril ganó nada menos que la Medalla de Oro en la Exposición Universal de París, que lo consideró una "obra maestra de la ingeniería", y consagró internacionalmente a su diseñador y ejecutor, el ingeniero cubano Francisco de Albear.
La premiada obra podía entregar hasta 302.000 metros cúbicos de agua por día, el triple de los 102.000 metros cúbicos que según las normas vigentes entonces necesitaban los 200.000 habitantes que tenía La Habana entonces.
Luego de 142 años, la maravilla del ingeniero Albear sigue suministrando unos 144.000 metros cúbicos a buena parte de la capital cubana, pero hay ahora dos grandes problemas:
1) La Habana hace tiempo tiene más de dos millones de habitantes;
2) El Gobierno castrista no ha sido capaz de ampliar en serio las fuentes de abasto de agua, no ha mejorado las ya existentes, y no da el mantenimiento adecuado, por lo cual las redes de suministro están en estado deplorable.
No es la sequía, sino el desastre socialista
Tan ruinosas están las redes que Granma publicó en 2011 que el 70% del agua que se bombeaba hacia La Habana se estaba perdiendo por los salideros, las roturas o la desaparición de tuberías, ya destruidas. O sea, no es la sequía la principal causa de la falta de agua, al menos en la capital, como dice el régimen, sino el desastre socialista.
Datos oficiales revelan que en La Habana siguen sin ser reparadas unas 2.000 roturas y grandes salideros (dos tercios de los reportados) y se pierden millones de metros cúbicos del agua procedente de las fuentes de abasto (acuíferos): Ariguanabo, Vento, Cuenca Sur y Jaruco-Aguacate.
Una de las últimas grandes averías ocurrió recientemente en la conductora Cuenca Sur y ha llevado la crisis de agua a zonas donde no faltaba, como el Malecón, el Cementerio de Colón, el Nuevo Vedado, El Carmelo, La Rampa y El Príncipe. Eso afecta a hospitales y policlínicos, como el Calixto García, el Fructuoso Rodríguez, el Fajardo y otros.
En el Calixto García, un enorme hospital, además de la peligrosa falta de higiene en general, la falta de agua impide que los 11 laboratorios de esa instalación realicen los análisis ordenados. Fallan las pipas que le suministran el agua. El pabellón de Geriatría está hasta un mes sin recibir una pipa.
Millones de familias cubanas tienen que esperar a que llegue una pipa al barrio, o que de casualidad pase un "vendedor de agua" particular. Y las pipas demoran hasta dos semanas en llegar. La viceprimera ministra del Gobierno, Inés María Chapman, admitió recientemente que hay lugares del país donde el ciclo de entrega de agua supera los 13 días. Además, muchas veces llegan a las 12 de la noche, o más tarde.
Y todo ha empeorado por las sequías. A propósito, en Cuba casi nadie sabe que las agravó personalmente Fidel Castro al ordenar la deforestación de 250.000 hectáreas en los años 60 para supuestamente sembrar arroz y también pangola y caña. Cientos de buldóceres y otros equipos pesados arrasaron con todo sin dejar ningún sostén de vegetación que evitara el deslave de la capa vegetal cuando llovía. La erosión resultante de los suelos secó arroyos y ríos pequeños, y vastos terrenos fértiles se convirtieron en áridos.
El director del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, Antonio Rodríguez, informó en marzo que la mitad del territorio nacional tenía déficit en sus embalses y que en 163 municipios (de 168 en total) ha llovido por debajo de la media histórica. Pero no dijo nada del extraordinario volumen de agua que se pierde debido al estado calamitoso de las conductoras y redes de abasto, gracias al socialismo.
La falta de agua agrava el azote del Covid-19
Con el Covid-19 el problema el asunto adquiere matices dramáticos. El Gobierno insiste en que se deben extremar las medidas higiénicas para no contagiarse, pero ese mismo gobierno es responsable de que millones de personas no tengan agua mediante un servicio normal estable y seguro, ni tampoco jabón, detergente, desinfectantes.
El castrismo impide la cuarentena al obligar a los cubanos a hacer colas diariamente para poder comer, y encima los expone a contagiarse por falta de agua y jabón.
"Me dicen que hay que lavarse las manos con agua y jabón abundantes, mantener limpia la meseta de la cocina, lavar bien todos los alimentos y la ropa en cuanto regresamos de la calle el agua entra cada cuatro días. Tenemos un tanque y varios cubos para guardar agua, pero el agua no me alcanza para tanto tiempo", dijo a la agencia IPS Cuba la ingeniera Mariela Gómez, residente en La Habana Vieja.
Es tan acuciante la crisis del agua que genera protestas públicas. En febrero en La Habana Vieja vecinos cerraron las calles Zulueta y Corrales en protesta por la falta de agua, y se enfrentaron a la policía. En marzo, también en La Habana Vieja, salieron decenas de vecinos a protestar porque hacía 18 días que no iba ninguna pipa. Y a fines de abril en otro barrio habanero, Luyanó, vecinos lanzaron su ropa sucia a la calle en protesta por la falta de agua desde hacía una semana.
El panorama es parecido en casi toda la Isla. En Cárdenas la situación es crítica pese a que en 2016 Arabia Saudita concedió 29 millones de dólares para construir allí redes de abasto de agua. La Dama de Blanco Leticia Ramos asegura que allí se sigue entregando el agua con una pipa cada siete días. "Las tuberías están totalmente destruidas, hay una sola pipa de agua para abastecer Cárdenas entera", explicó.
En Santa Clara, el opositor Guillermo del Sol denunció que allí suministran el agua con pipas porque se detectó que el agua del acueducto se ha contaminado con aguas negras albañales.
El desastre en el suministro de agua, particularmente en La Habana, es tal que cuando ya no haya dictadura habrá que romper casi todas las calles para remplazar las tuberías desechas y construir nuevas conductoras, y alcantarillados. La otrora bellísima capital cubana (hasta 1959) parecerá una urbe bombardeada con gran ensañamiento.
Lo mismo ocurrirá en todas las ciudades importantes. Ello costará miles de millones de dólares que el nuevo Gobierno deberá conseguir. Será ese un legítimo legado de la "obra de la revolución".