Imagine que usted es de una familia de clase media que vive en un bonito y modesto condominio de dos habitaciones en Miami Beach. Su única hija, una niña, pronto cumplirá 12 años. Es una músico en ciernes, a veces escritora, que pronto será aceptada en la que se considera la mejor escuela secundaria pública del estado. Una escuela que hace énfasis en las artes. No hay necesidad de agregar, pero lo haré: la madre y el padre están tremendamente orgullosos de esta joven. Sus vidas giran en torno a ella.
¿Las malas noticias? Hace unos cuatro años, la que pronto tendría 12 años necesitaba una cirugía a corazón abierto. Mamá y papá harían lo que fuera necesario para asegurarse de que su hija recibiera la atención necesaria. Pero el hecho es que la factura final por la operación y una segunda cirugía de seguimiento, estadías en el hospital y medicamentos necesarios, era de aproximadamente $300 000.
Luego está el tipo que se acerca a los 60 años. Ha tenido presión arterial alta durante más de una década –herencia de su padre y del hecho de que tiene más de unas cuantas libras de sobrepeso. Una tarde, cuando regresaba a casa del trabajo, recibió un aviso por correo de su compañía de seguros de salud –un grupo al que había pagado religiosamente más de $500 al mes durante varios años. La carta era directa: dicha compañía ya no estaría asegurándolo a los casi de 60 años a partir del mes siguiente. La razón: presión arterial alta y otros asuntos no claramente declarados. El hecho: en aproximadamente cuatro semanas, esta personas de casi 60 años no estaría asegurado después de años de pagar miles de dólares a una compañía que ahora lo considera un riesgo costoso y una mala opción comercial.
El de casi 60, que trabaja por cuenta propia, intenta inmediatamente obtener otra compañía que maneje su seguro de salud. Choca con la realidad. Debido a afecciones anteriores, nadie le hará un seguro a no ser, por supuesto, que esté dispuesto a soltar varios miles de dólares al mes, lo cual él no puede darse el lujo de pagar. Se pasa casi dos años sin seguro de salud jugando a la ruleta rusa.
Fue aproximadamente por esa época que se aprobó Obamacare. Y el individuo de casi 60 años se convenció de que la Ley de Atención Asequible (ACA), conocida como Obamacare, le salvó la vida, porque al fin pudo pagar un seguro de vida a un precio asequible.
Después de varias visitas a su médico, a quien casi no había visto en esos dos años, le diagnosticaron un cáncer y lo operaron con éxito. Le dijeron que se había descubierto el cáncer justo a tiempo.
Ambas historias son ciertas.
Y aunque no hubiera otra razón –y hay muchas más– sería suficiente para no votar por Trump en 2020. Porque si Trump se sale con la suya, con la ayuda de los republicanos, acabará con la ACA de Obama. Han estado tratando de hacerlo durante años y precisamente en este mes solicitaron al Tribunal Supremo que la anulara.
Mírenlo de la manera siguiente: en el medio de una pandemia en la cual 130 000 estadounidenses han muerto en unos 100 días, y en la que miles más perecerán debido al nuevo virus, el presidente Trump y sus acólitos en el Congreso y la Casa Blanca están pidiendo al más alto tribunal del país que elimine un programa que borrará el seguro de salud para no menos de 23 millones de estadounidenses.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, puede que lo haya dicho mejor que nadie cuando declaró a The New York Times: “La campaña del presidente Trump y los republicanos para destruir en medio de la crisis del coronavirus las protecciones y beneficios de la Ley de Atención Asequible es un acto de crueldad inconmensurable”. Y agregó: “Si el presidente Trump se sale con la suya, 130 millones de estadounidenses con afecciones preexistentes perderán las protecciones imprescindibles de la ACA y 23 millones de estadounidenses perderán por completo su cobertura de salud”.
Ahora imagínense que son los padres de la niña de casi 12 años, hoy en día una hermosa muchacha de 15, que la operaron del corazón y aún necesita medicamentos y chequeos regulares y a la que, sin Obamacare, se le negara un seguro debido a “afecciones preexistentes”.
“Mira”, me dijo su padre hace poco, “si eliminan Obamacare…” Quedó en silencio durante unos cuantos segundos. Sé que está pensando en su hija. “Cualquier persona que esté a favor de Trump”, continuó, “y que sepa de la situación de mi hija…”, otra pausa. “No me importa quiénes son. No quiero saber nada de ellos, nunca más”. Seguro tenía otras cosas en mente, pero había dicho lo suficiente.
Por eso es que el uso por Pelosi de la palabra “crueldad” para definir las acciones de Trump y los republicanos es un término demasiado dócil. Me hace pensar en una palabra mejor usada recientemente por Max Castro en una columna para describir la presidencia de Trump como “la hecatombe”.
En momentos en que la administración está usando la pandemia para recompensar a amigos y familiares con jugosos regalos multimillonarios disfrazados de una ley conocida como HÉROES, ellos han dado el siguiente paso para castigar a los estadounidenses de a pie que luchan por salir adelante y se preocupan por su futuro debido a un virus desconocido.
Aunque no sea por otra razón, y si ustedes creen en la justicia y de que debemos cuidarnos unos a los otros, la medida de eliminar Obamacare sin tener otro plan (mejor) para reemplazarlo debiera ser suficiente para que todos y cada uno de los electores estadounidenses voten en contra de Trump en noviembre.
Finalmente, me gustaría agregar que ese tipo de casi 60 años cuya vida probablemente haya salvado Obamacare ahora está felizmente en Medicare. Yo soy ese hombre.