Esta mañana, en la calle, me encontré con alguien que me dijo –voy a la cola de los palos. Me quedé en silencio sin comprender, entonces me aclaró – pa´ lo que venga, y nos reímos.
Entonces recordé que desde principios del pasado año la crisis alimentaria que padecemos los cubanos amenazó con recrudecerse. A manera de ejemplo, la carne de pollo y cerdo, que son las más consumidas por el ciudadano promedio comenzaron a desaparecer, y cuando reaparecían, las colas para obtenerlas se multiplicaban. Y no solo para comer, se multiplicaban para casi todo, en una especie de maldición que no ha cesado, con o sin coronavirus.
En aquel contexto, el nonagenario comandante de la Revolución y Héroe de la República, Guillermo García Frías, apareció en el programa televisivo Mesa Redonda explicando ante las cámaras las alternativas que buscaba la dirección del país para solucionar un problema que ya tiene décadas de existencia.
Según sus declaraciones, existían proyectos con respecto a las carnes de cocodrilo, jutías y avestruces.
Alegó que la jutía y el cocodrilo poseen mayores niveles de proteínas que la carne de ganado vacuno, como si esta última estuviera al alcance general de la mayoría de los cubanos. También expresó que se estaban criando cocodrilos. Imagino que se refiriera a crías independientes de las que poseen en la Ciénaga de Zapata.
Sin embrago, la mayor ponderación entre todos estos animales se la llevó el avestruz, un ave exótica de quien dijo que produce más que una vaca.
Estas fueron sus palabras… “produce más que una vaca. ¡Parece mentira! Un avestruz produce 60 huevos. De los 60 huevos estamos teniendo la experiencia, ya que se gozan 40 pichones. Esos 40 pichones tienen cuatro toneladas de carne. A 100 kilos cada pichón, mientras la vaca pare un ternero y al año es un añojo y no tiene ese peso, esa cantidad de carne…”
Agregó que en el territorio nacional se estaban desarrollando siete granjas para la cría de avestruces, fundamentalmente en la zona oriental del país, y que estaba previsto abrir una en la Isla de la Juventud.
Todo eso desató una ola de memes y burlas en las redes sociales. Y es que el pueblo, a fuerza de promesas incumplidas y aventuras alimentarias, hace mucho dejó de creer en los delirios de sus gobernantes.
Una nación que lleva décadas sin solucionar el problema alimentario debería enrumbarse hacia un modelo agrario que permita desarrollar las fuerzas productivas como parte de un sistema verdaderamente democrático y revolucionario. Un sistema que, liberado de trabas burocráticas y controles absurdos, respete la iniciativa individual en aras del mayor incentivo para la productividad: el sentirse dueño del producto de su trabajo.
La solución pasa por lo anterior, y no por ideas peregrinas como la desecación de la Ciénaga de Zapata, la zafra de los 10 millones, el café caturra, las vacas enanas, los búfalos, el picadillo de soya… hasta la moringa.
Pero mientras eso no ocurra, continuará la escasez de alimentos, y de vez en vez, algún que otro ingenuo se preguntará: ¿y el avestruz pa´ cuando?