Tania Bruguera es una artista cortejada por la élite de museos y galerías internacionales, lo cual es bien paradójico considerando que es una anticastrista creando en las propias entrañas de la dictadura cubana.
Bruguera puede recoger sus maletas, escapar del acoso y la represión ahora mismo y tiene trabajo garantizado y bien remunerado en instituciones que siempre han sido honradas con su presencia como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) o la Tate Gallery de Londres.
Sin embargo, el pasado 10 de octubre, cuando organizaciones culturales opositores tenían planes de celebrar la histórica fecha en el corazón de La Habana, fue vulgarmente perseguida, en un acto de repudio singularmente salvaje, donde le gritaban: “perra”, “mercenaria”, “cochina”, “fuera de aquí”, entre otros improperios.
Hasta ahora, no he leído protestas del gremio internacional ante tan notoria represión, grabada y subida a los medios sociales. Ser anticastrista sigue teniendo sus inconvenientes en los círculos culturales de izquierda que todavía controlan las artes visuales y aún tienen fe en la debacle cubana.
Claudia Calviño es, tal vez, la más reconocida productora del cine independiente cubano, muy respetada en los círculos cinematográficos mundiales. La cultura cubana le debe, entre otros empeños de gran valor, filmes como “Juan de los muertos” y los dos largometrajes de Carlos Lechuga, “Melaza” y “Santa y Andrés”.
Conocí a Claudia cuando fue invitada al Festival de Cine de Miami, durante una memorable presentación de la filmografía independiente cubana. Persona afable, siempre abriendo puertas para sus coterráneos.
La vida de Claudia, sin embargo, cambió al involucrarse sentimentalmente con el fundador de la revista virtual cubana “El Estornudo” y columnista del Washington Post, Abraham Jiménez Enoa, quien, por cierto, es de la raza negra.
He leído en Facebook entradas de Claudia donde cuenta, escuetamente, cómo la policía política, de manera impune, se lleva a su pareja para ser interrogado.
En su más reciente columna en el diario norteamericano, Jiménez Enoa, otra persona decente y sin antecedentes penales escribe: “La Seguridad del Estado puede expulsar a tu madre de su trabajo y dejarla sin empleo. La Seguridad del Estado puede citar a tu padre para interrogarlo. La Seguridad del Estado puede escribirle a tu pareja, en medio de un embarazo, mensajes con calumnias”.
“La Seguridad del Estado puede meter en un calabozo y luego llevar a interrogatorio a un vecino solo porque es tu amigo. La Seguridad del Estado puede dejarte arrestado en tu propio domicilio cuando le plazca. La Seguridad del Estado puede prohibirte salir del país hasta que estime. La Seguridad del Estado intercepta el teléfono de tu casa, tu teléfono móvil y te corta el internet cuando desea. Todo eso lo puede la Seguridad del Estado, que es más o menos el resumen de lo que me ha hecho en los últimos años, pero vuelvo a aclarar que ni siquiera soy la peor de las víctimas”.
Cuando entrevisté al cineasta Carlos Lechuga, en un hotel de Miami en el año 2013, a propósito de la presentación de “Melaza”, lo sentí algo tenso y esquivo al responderme. No era para menos, hubo un tiempo en el que el miedo era consustancial a los artistas de la isla.
Luego nos vimos en otros de sus viajes a la ciudad y ahora somos amigos. La arbitraria censura de su película “Santa y Andrés”, resultó ser un hecho preocupante.
Desde entonces Carlos ha ido cambiando o siempre pensó de tal modo. A propósito de la represión sufrida por Bruguera y otros artistas cubanos el pasado 10 de octubre, ha disertado sobre el miedo en Hypermedia Magazine:
“La violencia los desprestigia. El día que se apague el Noticiero de Televisión, que Radio Reloj no de más la hora, que entre ustedes mismos se empiecen a comer y a fajar allá arriba por este pedazo, por este hotel, por este cayito, ese día, recen porque la gente no se organice.
“Recen para que la gente no pierda el miedo.
“A fin de cuentas, ustedes solo tienen eso: el cuento, la mentira y la violencia. Los tanques. Ustedes lo saben.
“Deseo un país sin ustedes.
“Ustedes no son Cuba. Ustedes no salvan.
“Ustedes reprimen. Ustedes golpean.
“Sigan echándole la culpa al ‘enemigo’. Sigan cantando ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’ o ‘Me dicen Cuba’. Sigan creyéndose los bárbaros.
“Sigan dando palo. Sigan dando golpe.
“La historia no los absolverá”.
En medio de este aquelarre represivo, el régimen cubano acaba de ser nombrado para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.