La ministra de Igualdad, Irene Montero, está dispuesta a sacar adelanta la primera «ley trans» de la democracia, que permitirá, entre otras cuestiones, que los menores puedan cambiar de sexo sin el consentimiento de sus padres.
Sin embargo, cada vez son más las organizaciones que piden que se detenga «la medicalización de las personas jóvenes», ya que se está haciendo «un experimento a gran escalada con menores» al darles bloqueadores de la pubertad para que puedan cambiar de género. El número de personas que quieren «detransicionar», es decir, volver a su sexo biológico, también está aumentado, y el propio NHS (el servicio nacional de salud) de Reino Unido reconoce en su página web que «se sabe poco sobre los efectos secundarios y psicológicos a largo plazo de los bloqueadores hormonales en menores con disforia de género».
«Me eché atrás cuando estaba a punto de operarme»
Tony (24) empezó a tomar hormonas a los 18 años, cuando decidió emprender un camino de transformación. «Tenía mis dudas, pero como siempre me gustó el fútbol, llevar el pelo corto, jugar con cochecitos y otras cosas supuestamente de niños, me llamaban marimacho. Mi padre sufría pensando que fuera lesbiana, pero es que me gustaban los chicos». «Mis padres preferían pensar que de alguna manera mi alma de hombre estaba en un cuerpo equivocado a asumir que era una mujer masculinizada».
Pidió ayuda en una asociación donde asegura que sufrió «un lavado de cerebro», pero justo antes de hacerse la operación de cambio de sexo cambió de opinión y acudió a una organización para personas que quieren volver a atrás. «Ahí entendí que solo era una niña a la que le gustaban cosas de "niños", pero eso en realidad es un constructo social. Yo estaba en el cuerpo correcto».
«Tenemos un niño que lleva las uñas pintadas»
A Peter, de 5 años, le gustan las muñecas, los vestidos de princesas, el maquillaje. Lleva las uñas pintadas. Su padre cree que esto es «simplemente parte de su personalidad» o «una etapa», mientras que su madre considera posible que sea una niña trans y está en un grupo de Facebook que apoya a progenitores de menores transexuales.
La tensión entre ambos es evidente durante la conversación con ABC. «Sí, tenemos un conflicto entre nosotros por todo esto», confiesan, ya que ella preferiría «aceptar de una vez que es trans y listo, entre más pronto lo aceptemos, más fácil será para todos».
Su padre se niega en redondo: «Solo tiene cinco años, le gustan las cosas de niñas pero eso no significa que sea una de ellas. Lo único negativo son las burlas de la gente, pero la sociedad debe aceptar que cada quien se vista con lo que le de la gana».
«Las mujeres trans son hombres pero hay que proteger a todos»
«Soy una profesora de ciencias en un instituto, que simplemente no puede aceptar que las personas puedan cambiar de sexo solo porque quieren. Aunque soy trans, sigo siendo una científica racional».
Así lo considera Debbie Hayton, una profesora británica que hizo su transición hace ocho años. «Las mujeres trans son hombres, y eso me incluye a mí, que incluso soy padre de tres hijos, y las mujeres son mujeres». «Mi opinión es que puedes proteger los derechos de las personas trans, protegernos del acoso y la discriminación, sin creer que de alguna manera somos del sexo opuesto. La confusión entre sexo y género en las leyes tiene consecuencias muy negativas para las mujeres». Hayton cree que además esto afecta también a las personas transexuales: «Necesitamos acceso a servicios de salud adecuados, a clínicas, a apoyo… la lucha para que nos llamen mujeres deja de lado todo eso».
Igualdad presume de que el 96% de los 60.000 emails recibidos sobre «la ley trans» son «de apoyo»
«Despatologizar» la transexualidad o que los menores puedan tomar bloqueadores hormonales sin consentimiento paterno y sin aguardar dos años (con informes médicos y psicológicos mediante, como rige la norma actual) ha obtenido el respaldo de un 96% de la ciudadanía. Al menos, esto es lo que interpreta el Ministerio de Igualdad, que presume de que, de todas las alegaciones públicas recibidas a su proyecto de «ley trans» (Ley para la Igualdad Plena y Efectiva de las Personas Trans,), la población se ha volcado en escribir 60.957 correos electrónicos y, de ellos, un 96% son para «apoyar» el proyecto.
Fuentes del Ministerio precisan que, de ellos, 58.993 apoyan la futura ley, 1.386 la rechazan y 578 no son válidos. Por ello, Irene Montero transmite a todas las personas transexuales (unas 10.000 en España, según la Federación que agrupa a gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, la Felgtb) que este Gobierno y la población «las apoya»y que «tengan claro» que 2021 será «el año en que sus derechos se van a ver reconocidos», ha manifestado este martes 1 de diciembre en la Cámara Alta, a preguntas de la senadora Elisenda Pérez (ERC), que le inquirió por el balance del proceso de consulta pública al que se ha sometido el texto antes de su remisión a las Cortes.
No obstante, como publicó ABC, sectores del feminismo clásico (socialistas, en su mayoría) se quejaron del proceso opaco abierto por Igualdad, que no había tenido en consideración ninguna de sus propuestas.
Próximos Consejos de Ministros
La ministra ha explicado que tanto esa norma como la ley de Igualdad LGTBI han superado el trámite de consulta previa y próximamente serán aprobadas por el Consejo de Ministros, fruto del compromiso «claro» del Gobierno con la despatologización de la realidad trans. Se trata, en su opinión, de cumplir las obligaciones internacionales -no exigir procesos de hormonación, tratamientos psicológicos o intervenciones quirúrgicas para que se pueda cambiar al cambio en el registro- y de la sentencia del Constitucional que obliga a reconocer los derechos de los menores trans.
Según la ministra, las encuestas muestran que el 83% de los españoles son partidarios de reconocer los derechos de las personas trans, cuyo día a día -ha recalcado- «es un día a día de discriminación», informa la agencia Efe.
La senadora de ERC ha garantizado el apoyo de su formación al Ejecutivo en este proyecto y ha advertido de la «espeluznante» campaña orquestada contra este proyecto, que «se ha convertido en un discurso de odio enorme» que «cumple los sueños de la extrema derecha» pero proviene además de sectores de centro y de izquierda.