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General: El Movimiento San Isidro enemigos de Cuba
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De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 09/12/2020 14:41
 En la televisión nacional nos llaman enemigos de Cuba
El Movimiento San Isidro es un pequeño paso hacia una conversación nacional.
Por Carlos Manuel Álvarez
LA HABANA — En mi vida he salido al menos dos veces en el noticiero de la televisión cubana. La primera vez tenía diez años, le daba la mano a Fidel Castro y era un niño feliz. La segunda vez, hace unos pocos días, fue en varios reportajes donde me calificaban como alguien “abiertamente hostil contra Cuba”, es decir, enemigo de mi país. No hay aquí un recorrido inédito.
 
Es probable que muchas de las personas que alguna vez le dieron la mano a Fidel Castro hayan sido luego tildados de “traidores a la patria”, juzgados por ello, borrados de fotos y cortados de cintas cinematográficas. Ese hombre, que no admitía el disenso, era un pasaporte directo hacia la muerte civil de quienes no coincidían con él.
 
El 24 de noviembre volé a Cuba desde Nueva York vía Miami y fui a reportear en la sede del Movimiento San Isidro, grupo de activismo radicado en La Habana Vieja, donde varios artistas contestatarios y ciudadanos rechazados por el Estado habían comenzado una protesta pacífica por el  encarcelamiento arbitrario del rapero Denis Solís, miembro de la organización. La protesta había derivado luego en una huelga de hambre y sed de algunos de sus integrantes, que tenía en vilo a la opinión pública y preocupado al poder político.
 
Poco después de mi entrada al lugar, usando como pretexto evitar la propagación de la COVID-19, la policía política sofocó con violencia la protesta la noche del 26 de noviembre, justo unas horas después del cuarto aniversario de muerte de Castro, como para demostrar que su legado de represión sigue vivo. (Al igual que en otros países, incluso en algunos menos autoritarios que Cuba, la pandemia se ha convertido en una excusa eficiente para el aumento de la vigilancia y control de la población). Quienes estábamos ahí fuimos detenidos y luego liberados, pero todavía tenemos patrullas estacionadas frente a nuestras casas para restringir nuestra movilidad.
 
El incidente provocó mi regreso triunfal a la televisión. Vi mi imagen recortada, editada, mientras una voz engolada me movía como una marioneta por el retablo de la propaganda. “¡Qué raro!”, pensé. El dolor se convertía en desconcierto. Si salía yo hablando, lo hacía en off. La gente podía ver mi cara, que era ahí una máscara villana, pero no podían escuchar mis palabras ni tampoco la manera en que las pronuncio, el seseo continuo, cómo atropello lo que digo o me demoro unos segundos intentando encontrar una idea que nunca es la que es. Esos pequeños defectos que me convierten en una persona habían desaparecido.
 
Lázaro M. Alonso, un compañero de curso en la universidad, fue presentador de uno de los programas en los que enjuiciaron mediáticamente al Movimiento San Isidro y a mí. Tampoco creo ser más víctima que él. Este tipo de traiciones son consustanciales a las culturas totalitarias. La tarea de mentir a conciencia es quizá el papel más desagradable de representar en el teatro ideológico cubano. Pero mantener a toda costa la puesta en escena del silencio de los cubanos en plena crisis política y económica, es un lujo que el régimen ya no se puede dar. Solo las nuevas tiendas en dólares no están desabastecidas y los cubanos deben pagar en una moneda que únicamente pueden conseguir a través de remesas y no de su salario. El descontento social es palpable.
 
Verme difamado en televisión hizo que pensara en mi familia. Esa conexión afectiva fue lo único que disipó hasta cierto punto el profundo sentido de extrañamiento. Como todos los cubanos, una vez fui pionero, alumno ejemplar de la patria, y en el barrio muchos me miraban orgullosos porque Castro me había saludado. Ahora el régimen, como director de la puesta en escena nacional, me asignaba el rol de enemigo de Cuba.
 
Cuando vaya de visita a Cárdenas, mi pueblo, quizá algunos me miren como se mira a un sujeto peligroso o apestado. Tal vez también deba padecer ese tipo de saludo triste que algunos usan para demostrar que no sucede nada conmigo, que me saludan no porque me quieren saludar, sino para convencerse de que no temen saludarme. Para no confundirme, para que el “pionero” y el “enemigo del pueblo” no se peleen, vuelvo al viejo tema “Nubes” de Carlos Varela, uno de nuestros músicos de protesta, que dice: “¿Y ahora por qué rezas en tu viejo altar? No bajes la cabeza, y no mires atrás”.
 


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