¿Por qué la ultraderecha está obsesionada con hacernos volver a los armarios donde estuvimos siglos recluidos? Y sobre todo, ¿cómo consiguen los partidos de extrema derecha que su mensaje antiLGTB cale en la sociedad?
La extrema derecha, en cualquier lugar del mundo, siempre se ha caracterizado por varios factores: la exaltación de “lo nuestro”, el uso de simbología para apelar al nacionalismo e incluso la apropiación de símbolos ajenos, la alianza con las instituciones religiosas, la represión contra el diferente y, también, el establecimiento de una jerarquía social machista donde los hombres valen más que las mujeres.
Hoy, el mundo entero vive un auge de esta tendencia política del odio, y el colectivo LGTB es uno de los principales objetivos a hacer desaparecer para ellos. Obviando por supuesto países como Arabia Saudí o Rusia y multitud de países de África, la LGTBfobia más extrema está llegando a Europa.
Antes de entrar en materia, debemos recordar que hay personas de nuestro colectivo (principalmente hombres gays, cisgénero, blancos y ricos) que han confiado su voto a partidos de extrema derecha. ¿Te suena el concepto homonacionalismo? Se trata de una estrategia de falso trueque en el que el candidato político promete derechos de las personas LGTB a cambio de su voto.
No obstante, estos líderes políticos abandonan sus promesas en cuanto se hacen con el poder, y su política se vuelve enemiga nuestra. Además, la retórica del odio de estos partidos de extrema derecha respecto a las personas extranjeras se ha visto potenciada con la crisis de refugiados de la última década, y su mensaje xenófobo es lo primero que quieren que la gente interiorice.
Finalmente, un porcentaje de hombres gays, blancos, europeos y ricos, se decantan por este tipo de partidos, porque en el caso de Europa, cuenta más la clase social, el color de piel y el país de origen que la orientación sexual. El caso más evidente es el de Francia. El Frente Nacional de Marine Le Pen cuenta con el apoyo del 22% de la comunidad LGTB francesa.
La LGTBfobia está directamente relacionada con el machismo y el capitalismo.
El machismo, además de ser peligroso para las mujeres por razones más que obvias, también lo es para los hombres gays y bisexuales y personas trans, ya que el pensamiento machista implica que un hombre debe tener siempre una actitud considerada socialmente como masculina (ser un tío duro, sin sentimientos, cosificador de las mujeres, egoísta, violento) y en caso de tener una actitud más afeminada, el machista lo va a considerar como una ofensa directa hacia su masculinidad, y va a ver la actitud afeminada como algo que hacer desaparecer para mantener su masculinidad intacta.
Además de ello, para el machista un hombre debe tener pene, si no, no es un hombre. En definitiva, a los hombres trans se les niega la identidad de hombres y a las mujeres trans se las trata como objetos sexuales. Un aspecto presente en todas las sociedades y que también es un potencial divulgador del machismo es la religión.
Los líderes de ultraderecha se alían con entidades religiosas para unirse en contra del colectivo LGTB y lanzar mensajes contra nosotrxs, empleando términos como ‘lobby’, ‘adoctrinamiento’ o ‘ideología de género’ y utilizando la ‘protección de la infancia’ como excusa, una excusa simple pero potente.
Esto es lo que está ocurriendo en España, sobre todo en la Región de Murcia con el ‘pin parental’ impuesto por el partido ultraderechista Vox, por no hablar de los grupos neonazis y nacionalcatólicos que llevan desde las últimas elecciones en una batalla campal contra el colectivo LGTB en dicha región.
Por otro lado, en nuestro planeta, donde poderoso caballero es ‘Don Dinero’, es una pequeña oligarquía la que dirige la deriva del mundo. Se trata de un grupo de personas que ostentan una inmesurable fortuna que les hace llegar a su posición de poder casi absoluto. En este caso, casi todas esas personas extremadamente ricas que controlan el mundo, son hombres heterosexuales y cisgénero.
Para ellos la visibilidad LGTB y la lucha feminista son sus grandes rivales, ya que con la lucha de ambos colectivos, la sociedad terminaría por normalizar la existencia de personas LGTB y las mujeres se consolidarían como personas iguales en derechos y deberes a los hombres.
En lo que a nosotrxs respecta, la visibilidad LGTB conllevaría nuestro ascenso en la aceptación social. A partir de aquí, se produce un efecto dominó que pasa de la lucha a la visibilidad en la sociedad, de la visibilidad a la aceptación, de la aceptación a la consolidación de nuestros derechos, y de ahí a tener mayor protagonismo en el mundo.
Teniendo el protagonismo, la hegemonía de los hombres cisheterosexuales se tambalearía y, con el paso de las décadas, se derrumbaría. Ellos temen la pérdida de su poder, y es por eso por lo que se alían con los colectivos ultrarreligiosos (de cualquier credo) con el fin de mantenernos tan invisibles e inaceptadxs como sea posible.
La solución a este problema sonará muy redundante y manida, pero si no peleamos por hacernos bien visibles y aceptadxs y ganarnos nuestro espacio digno en la sociedad, estas ultraderechas pueden destruir nuestras décadas de progreso en nuestros derechos.