FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ
La triangulación es un fenómeno psicológico. Se introduce un tercero entre dos en conflicto para aflojar la tensión. De esa forma, el conflicto se desplaza hacia el vértice, y este carga toda la tirantez existente. En la vida familiar es frecuente que las suegras y las madrastras carguen con las culpas de lo que sucede en el matrimonio, o en la educación de los hijos.
Los triángulos siempre son tóxicos, y confunden. Los triángulos no dejan percibir con claridad el problema principal, y por tanto, no habrá soluciones verdaderas hasta que ese tercero triangular desaparezca del plano.
El llamado diferendo Cuba-Estados Unidos es uno de esos triángulos perversos. Impide ver con claridad que el conflicto central es entre cubanos y no entre el Norte y la Isla. No quiere decir que no haya una relación llena de dificultades, incomprensiones, luces y sombras entre ambos países a través de la historia.
Los muy listos y avezados políticos cubanos —y de América Latina— de todas las épocas usaron a los yanquis para triangularlos cuando la caña se puso a tres trozos. Sin duda fue el ex máximo líder quien mejor redondeó ese triángulo. Nadie como él para cargarle todos los pecados a un tercero. Desde la Sierra Maestra lo advirtió con tiempo: esa sería su verdadera lucha. Los políticos norteamericanos, a veces con sus inconsistencias y soberbias, le sirvieron de vértice triangular perfecto.
Después de los últimos sucesos en el Ministerio de Cultura, la palabra mercenario se ha hecho frecuente en el discurso y la prensa insular. Ser mercenario es alquilar los servicios a una potencia extranjera sin mediar ideología o religión. Un mercenario es un individuo cuyo valor radica en el salario que le pagan, y asume riesgos calculados.
Ahora en Cuba, además de los llamados mercenarios de Playa Girón —jóvenes cubanos todos, con ideologías, y que no cobraran un centavo— son también legionarios al servicio del Imperio aquellos que de una forma pacífica —aunque una sentada o un silencio son demoledores— exigieron un diálogo para cambiar lo que ellos creen imprescindible cambiar.
Otra vez el régimen triangula con los servicios de inteligencia y propaganda del Norte, y los acusa de estar detrás de los sucesos del 27N y el MINCULT. Es el mismo modus operandi de los antiguos países socialistas: todo el que sacaba la cabeza era pagado por Occidente.
La mayoría de estos ciudadanos, declarados no-personas o cadáveres vivientes, no consiguen trabajo, si lo obtienen es lejos de sus casas, y en niveles inferiores a su capacidad. Me contaban que al difunto Osvaldo Payá, ingeniero en electromedicina, lo machucaron todo lo que pudieron.
Que estas personas reciban ayuda de un gobierno extranjero no los hace sujetos al servicio de una potencia extranjera. Si no recibieran apoyo, tendrían solo dos caminos: claudicar —cooperar con las autoridades— o emigrar, la propuesta que siempre está sobre la mesa del interrogatorio. De ese modo, se fabrican "antisociales" o "individuos sin vínculo laboral", argumento frecuente en el asesinato de reputación.
En la era Obama, sus asesores creyeron que sacando de la ecuación el vértice norteño, la tirantez sobre el segmento gobierno-sociedad civil llevaría a un desenlace pacifico, un nuevo contrato social donde lo importante no sería la política sino la economía y el bienestar de los cubanos. Nunca comprendieron que, hagan lo que hagan, el régimen cubano tiene una noción distinta de la geometría: evadir a cualquier precio la lidia con el segmento cubano, cada día más grande y para el cual no hay soluciones tangibles.
Es difícil comprender la lógica espacial del régimen. Resulta curioso, cuando no alucinante, que al tiempo de acusar a Estados Unidos de promover una falsa oposición, pagarla y cobijarla, quieran negociar con los padrinos, dicen ellos, de esa misma oposición. Las empresas norteamericanas depredadoras de los recursos naturales y del ambiente tienen las puertas abiertas para invertir en la Isla. El dólar, símbolo imperial, es la moneda dura de mayor circulación. En fin, es fajarse con la suegra y alabarla al mismo tiempo por dar techo y comida a recién casados que no tienen donde vivir.
El absurdo continúa en las esferas de la vida política, social y económica de Cuba. Las organizaciones culturales, religiosas y sociales norteamericanas pueden financiar becas, viajes y préstamos a personeros del Gobierno cubano. Esas organizaciones nunca entran en el triángulo perverso. El régimen puede enviar médicos, deportistas y militares a Venezuela y Nicaragua con claras intenciones de penetración ideológica. Y esos no son mercenarios políticos.
El triángulo mayor se da con la diáspora, sobre todo la que habita en el sur de la Florida. La "madriguera de apátridas" y "terroristas" paga más de la tercera parte de lo que consume la Isla. A pesar de eso, los "gusanos" son responsables directos del bloqueo, el hambre y la improductividad de Cuba. Que el bloqueo o embargo ha impedido el desarrollo socialista no se vale: durante 30 años hubo ayuda multimillonaria de Europa del Este, y al caer el "telón de acero", tras la "cortina de bagazo" estaban peor que tres décadas atrás.
Hasta la pandemia ha sido triangulada con Miami. La culpa de tantos casos y muertes se debe a los visitantes cubanoamericanos. El mal siempre viene de "allá". No obstante, desearían —nosotros también— que el país a quien titulan fracasado en el enfrentamiento al Covid-19, enviara medicamentos, vacunas y equipos para palear la peor crisis sanitaria en 60 años.
Dice la leyenda que el Triángulo de las Bermudas es un misterioso lugar donde desaparecen buques y aviones sin dejar rastro. La Isla es, metafóricamente, ese lugar, también oscuro e irracional, donde desaparecen la vergüenza y el respeto por quienes piensan diferente.