El año 1844 se conoce en la Historia de Cuba como "el año del cuero", en alusión a la violenta represión a golpe de látigo, con que la sociedad blanca de la época sofocó las sublevaciones de esclavos en el occidente cubano.
Al calor de estas revueltas, mulatos y negros libres de La Habana, Matanzas y Trinidad, dedicados en su gran mayoría a oficios manuales, comenzaron a mostrar, según el historiador Moreno Fraginals, una "silenciosa, pero perceptible rebeldía negra urbana".
Esa insumisión de artistas y artesanos negros y mulatos fue aplastada con violencia. Aquel pasaje sangriento de nuestra historia se conoce como La conspiración de la escalera y costó la vida al poeta cubano Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido.
A la sacarocracia blanca (o blanqueada) cubana no le bastó con detener a los rebeldes, encarcelarlos, deportarlos, embargar sus bienes o hasta fusilarlos. También los estigmatizó de manera que los sobrevivientes y sus descendientes no pudieron desprenderse nunca de su pasado.
La historia se repite. La represión con que en el siglo XIX se sofocó La conspiración de la escalera se parece muchísimo al acoso y detenciones arbitrarias que están viviendo hoy en Cuba jóvenes artistas e intelectuales. Los más visibles son negros y mestizos, que han plantado cara a la Seguridad del Estado y a la Policía Nacional Revolucionaria exigiendo derechos humanos tan básicos como la libertad de expresión, de reunión o de manifestación. Pero también sufren ataques artistas negros y mulatos en el exilio que han dicho basta y han decidido poner a Cuba por delante de sus deseos de volver a pisar la Isla.
Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara están sufriendo en La Habana una violencia comparable a la que vivieron negros y mulatos libres, que en el siglo XIX levantaron su voz contra la esclavitud, el látigo y el comercio negrero.
De esa época surge la frase "aquí el problema es no morirse", que hoy encaja a la perfección en la filosofía de vida de muchos cubanos de dentro y fuera de la Isla.
Son épocas distintas, pero los perseguidos, con tres siglos de diferencia entre ellos, comparten perfil rebelde y la misma ambición de libertad.
A estas alturas del siglo XXI en Cuba se sigue utilizando la estigmatización para desacreditar el disenso. Luis Manuel Otero Alcántara no es artista a ojos del Gobierno cubano: es un "terrorista". Para ellos, Maykel Osorbo no es un músico: es un "presunto rapero". Incluso para la autoproclamada élite cultural, Tania Bruguera no es una artista, sino una mercenaria.
Esto que está pasando en Cuba, ya lo hemos vivido en 1844. Con la diferencia de que en medio de toda la ola de protestas ha surgido una canción que ha descolocado al Gobierno cubano: Patria y Vida.
Yotuel Romero, Alexander Delgado, Randy Malcom, Descemer Bueno, Maykel Osorbo y El Funky han desquiciado a los comunistas de la Isla, que se han despertado atados de pies y manos a una consigna vieja. Su Patria o Muerte, suena hoy más que nunca al Blut und Boden (Sangre y suelo) nazi.
Díaz-Canel sabe que ha perdido la batalla por el relato. Él, que dice ser continuidad, sólo puede certificar hoy la muerte de la consigna con que Fidel Castro ponía fin a sus discursos cargados de odio, chusmería y promesas incumplidas.
Por eso, mientras oficiales del MININT y la PNR cantan al Patria o Muerte, el gobernante cubano se pasa al Patria y Vida.
Mientras la intelectualidad rancia en tiempo de pre-jubilación se desgañita desde las páginas de la prensa pagada con dinero del Partido Comunista, defendiendo la vitalidad de la muerte por encima de la propia vida, Díaz-Canel suscribe el Patria y Vida.
El continuista ha emprendido una operación infructuosa como la que intentó el Granma, asociando la frase Patria y Vida a la figura Fidel Castro. Ahí también perdieron el relato. Como lo perdieron con la conga chea de Virulo, el bodrio de Raúl Torres y ahora con los jóvenes policías rapeando.
Si siguen por ese camino terminarán convirtiendo 2021 en el año del cuero. El año de la represión pero también de los memes, aprovechando esa ambigüedad finísima con que los cubanos utilizamos el lenguaje.
Una cosa es dar continuidad a la mala gestión, a la privación de libertades y a la represión de los tiempos de Fidel Castro y otra muy distinta llegar al Congreso del PCC a gritar Patria y Vida. De hacerlo Díaz-Canel estará renegando del discurso del odio que tanto defendió y defiende el fidelismo histórico.
Quiere hacernos creer que él está en sintonía con la mayoría de los cubanos que quieren y les gusta Patria y Vida. Ahora sólo nos queda asistir al ridículo espectáculo que nos ofrece en este año 2021, que va camino de convertirse en otro año del cuero.