|
De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 14/04/2021 14:36 |
Tal día como hoy de 1865, el decimosexto presidente de Estados Unidos recibió un disparo en la cabeza cuando asistió a una representación en el teatro .Ford de Washington D. C.
Abraham Lincoln más allá del mito:
La supuesta homosexualidad de un presidente racista
Un sombrero de copa alto, unas citas célebres y un magnicidio. Abraham Lincoln es uno de esos personajes históricos de los que en realidad se sabe muy poco más allá de ciertos brochazos. ¿Era un homosexual reprimido con un plan racista para instalar a los negros lejos de EE.UU? La clase de hombre que había debajo del sombrero se empieza a conocer en las últimas décadas gracias a biografías más incisivas.
Tal día como hoy de 1865, el decimosexto presidente de Estados Unidos recibió un disparo en la cabeza cuando asistía a la representación de la pieza «Our American Cousin» de Tom Taylor, en el teatro Ford de Washington D. C, a manos de un sudista llamado John Wilkes Booth. Él y varios miembros de un grupo simpatizante con la causa sudista creían que al descabezar al gobierno de la Unión lograrían reanudar la Guerra de Secesión. Evidentemente se equivocaban, pues lo único que consiguieron descabezar fue la biografía de Lincoln. El mito barrió la biografía, solapando algunos episodios que resultan incómodos a ciertos grupos conservadores.
«Hay un soldado devoto del presidente, conduce con él y cuando la señora no está en casa, duerme con él. ¡Qué cosas!», anotó en su diario personal la esposa de uno de los asesores de Lincoln en 1862. Según el teniente coronel Thomas Chamberlain, un historiador del siglo XIX, Lincoln compartía cama con David Derickson, capitán de la Compañía K, encargado de custodiar a Lincoln, cuando su esposa Mary Todd estaba ausente. Aquellos rumores de homosexualidad acompañaron durante toda la vida a Lincoln, en un tiempo en el que esta condición sexual estaba más que censurada por la sociedad americana.
Se han enumerado hasta 11 diferentes compañeros de lecho para el presidente, si bien la relación más estrecha fue la que mantuvo con un mercader llamado Joshua Speed, con quién compartió casa y, según distintos historiadores, también lecho durante unos cuatro años. Si bien era frecuente en aquel tiempo que dos hombres compartieran la cama para calentarse, no lo era menos que estas situaciones dieran lugar a aventuras eróticas. A lo largo de los años, los dos amigos siguieron conectados por vía postal y se confesaron algunos de sus miedos más profundos, entre los que se encontraba el pavor al matrimonio.
Lincoln, conocido por su timidez y torpeza con las mujeres, mostró a lo largo de su vida poco interés por el género femenino. «Si aguantas la ceremonia con calma, o mantienes la compostura lo suficiente como para no disparar la alarma de los presentes, estarás a salvo, más allá de la duda», aconsejó Lincoln a Speed en una de sus correspondencias al saber que se casaba. En esas mismas fechas, el decimosexto presidente escribió un poema sobre amor homosexual que desapareció convenientemente de su primera gran biografía, la que escribió su abogado. «Reuben y Charles se han casado con dos chicas, pero Billy se ha casado con un chico; ha probado chicas de todos los sitios, pero ninguna fue de su agrado», decían aquellos versos.
En su libro póstumo «The Intimate World of Abraham Lincoln» (El mundo íntimo de Abraham Lincoln), el psicólogo Clarence Arthur Tripp defendió que, probablemente, el presidente se sentía atraído por el sexo masculino. De hecho, Tripp ponía énfasis en que sus relaciones con las mujeres fueron siempre problemáticas, en contraste con sus cálidas y afectuosas relaciones con varios hombres. Véase el caso de Speed.
Un plan para alejar a los negros de EE.UU.
El esquelético y alto presidente, medía 1,9 metros, fue uno de los personajes más emblemáticos del Partido Republicano y la figura clave para lograr la abolición de la esclavitud en EE.UU. Sin embargo, esto no significaba que su pensamiento político pasara hoy la línea de lo que se considera racista. «Por el bien de vuestra raza, debéis sacrificar parte del bienestar del presente para llegar a ser tan grandes al respecto como los blancos», afirmó el presidente en 1862 a un público repleto de hombres negros. Intentaba así convencerles de que abandonaran la Unión y se instalasen fuera del país. «Especialmente en América Central, por la similitud del clima con la de vuestra tierra nativa», precisó en ese discurso.
Lincoln defendía la reubicación en el extranjero de parte de los negros estadounidenses ante la imposibilidad de la convivencia pacífica en la sociedad blanca. Aquellos negros que insistieran en quedarse actuaban, en su opinión, de forma «egoísta». La mitificación de su figura achacó estos planes a un Lincoln anterior a que accediera a la presidencia, pero los historiadores Philip Magness y Sebastián Page revelaron en 2011 varios documentos inéditos del Archivo Nacional Británico que demuestran que el plan seguía en marcha unas semanas después de firmar la Proclamación de Emancipación.
El plan pasaba por la emigración de los esclavos estadounidenses a varias colonias británicas, Honduras, Guinea y la colonia holandesa de Surinam, entre otros destinos, con la supervisión del Gobierno estadounidense y la autorización del Gobierno británico. Según estos historiadores, los planes se vieron frustrado no por un viraje ideológico de Lincoln, como la leyenda ha querido intuir, sino por la Guerra de Secesión y el magnicidio.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 3 de 3
Siguiente
Último
|
|
Un actor disparó contra Abraham Lincoln en el teatro Ford de Washington el Viernes Santo de 1865. 'La caza del asesino', de James L. Swanson (Paidós), reconstruye la conspiración, el magnicidio y la huida y muerte del criminal, un simpatizante de los sureños vencidos en la Guerra de Secesión.
Estados Unidos recuerda la trágica noche en que uno de los presidentes más queridos y más admirados fue asesinado en un teatro de la capital estadounidense.
La noche del 11 de abril (de 1865), unos pocos miles de ciudadanos con antorchas, bandas de música y pancartas se reunieron en el camino semicircular que llevaba a la entrada de la Mansión del Ejecutivo (Casa Blanca). Esta vez, Lincoln estaba preparado. Había escrito un texto largo en palabras, corto en euforia y pensado para preparar a la gente para el esfuerzo de reconstrucción del país. "Nos reunimos esta noche no con tristeza, sino con alegría en nuestro corazón. La evacuación de Petersburg y Richmond, y la rendición del principal ejército insurgente nos dan esperanzas de una paz justa y rápida. Hay algunos que encuentran también poco satisfactorio que no se le dé el derecho al voto al hombre de color. Yo mismo preferiría que se concediera ahora a los muy inteligentes y a aquellos que han servido a nuestra causa como soldados".
En esa multitud, en pie entre la masa que se agolpaba bajo la ventana de Lincoln, estaba John Wilkes Booth. Se volvió hacia su compañero, David Herold, para denunciar el discurso. "¡Esto implica darles la ciudadanía a los negros!", dijo. "Ahora sí que, por Dios, voy a acabar con él". Booth tenía 26 años, una vanidad infinita, era gallito, emocionalmente exuberante, poseía talento bruto y mucho brío y era uno de los miembros estrella de una famosa familia de teatro. Entre las pasiones de Booth se contaban vestir bien, las mujeres encantadoras y el romanticismo de las causas perdidas.
No, explicó Booth a sus cómplices, no iban a raptar a Lincoln, a Johnson (vicepresidente de EE UU) y a Seward (secretario de Estado). ¿Cómo podía una banda esquelética de sólo cuatro conspiradores secuestrar a la vez a tres hombres en distintas partes de la ciudad? Pero Booth tenía los hombres necesarios para cumplir otra misión. "Booth propuso que matáramos al presidente", recordó Atzerodt [uno de los cómplices, más tarde arrestado]. Sería, dijo Booth, "lo más grande del mundo".
La entrada de Abraham Lincoln en el teatro Ford a las 20.30 del 14 de abril de 1865 fue majestuosa en su simplicidad. Llegó sin séquito alguno, sin guardias armados y sin que se hiciera ningún anuncio al público. Antes de que el grupo del presidente llegara al palco, los actores, músicos y espectadores se dieron cuenta de que los Lincoln habían llegado. El público gritó y jaleó. Los actores interrumpieron la representación. En el momento supremo de la victoria jaleaban a su padre Abraham, al hombre que, tras un comienzo accidentado en el cargo, había aprendido a dirigir ejércitos, había crecido en visión de futuro y elocuencia, había acabado con la esclavitud.
Era el momento. Booth se demoró en el vestíbulo, empapándose de la atmósfera y escuchando el diálogo de la obra. Todo iba según el horario previsto. No necesitaba apresurarse (...) Podía ver la puerta que se abría hacia el vestíbulo que llevaba directamente al palco del presidente. Lo que vio -o, más exactamente, lo que no vio- le sorprendió. No había ningún guarda en la puerta.
Eran aproximadamente las 22.11. Booth se llevó las manos a los grandes y profundos bolsillos de su levita negra y sacó sus armas. En la derecha empuñó la Deringer del calibre 44 y un solo disparo; en la izquierda, el reluciente y afilado cuchillo Río Grande. Se aprestó a la acción. Pocas líneas después, (el actor) Harry Hawk estaría solo en el escenario y pronunciaría una línea que garantizaba unas carcajadas tan espectaculares entre el público que encubrirían cualquier tipo de ruido. Incluso, esperaba Booth, el disparo de una pistola.
Booth amartilló la Deringer con el pulgar hasta que oyó cómo chasqueaba en posición de disparo. Abrió la puerta y entró en el palco del presidente. Hawk empezó a recitar la última frase que Lincoln oiría, una cursi andanada de insultos que siempre encantaba al público.
Lincoln estaba tan cerca. Si hubiera querido, Booth podría haber estirado el brazo y darle un toquecito en el hombro con la boca del cañón de la Deringer. Nadie en el palco le había visto ni oído entrar. Booth empezó la representación que había ensayado en su cabeza una y otra vez esa tarde. Dio un paso hacia Lincoln, que estaba quieto, sin balancearse en la mecedora. Booth se centró en la parte de atrás de la cabeza del presidente. Levantó el brazo derecho a la altura del hombro y lo extendió hacia delante, apuntando la pistola a la cabeza de Lincoln. Ni siquiera necesitaba apuntar -apuntar sugiere cierta calidad de tirador-, pues estaba tan cerca del presidente que lo único que tenía que hacer era encarar la Deringer a su objetivo. El fabricante había dotado la pistola de un gatillo sensible, de modo que hasta que Booth no aumentara la presión de su dedo unos cuantos cientos de gramos, la Deringer no se dispararía. Apretó un poco más fuerte.
-... "vieja sabelotodo embaucahombres...".
Cuando la audiencia estalló en carcajadas, en ese instante, en el último momento posible antes de que se disparara la pistola, Abraham Lincoln apartó la cabeza de Booth, moviéndola hacia abajo y hacia la izquierda, como si tratata de evitar el disparo. La pólvora negra detonó y escupió la bala. James Ferguson (un espectador) vio a Lincoln moverse justo antes de que el resplandor del disparo iluminara momentáneamente el palco como si fuera un rayo en miniatura. El movimiento del presidente y el disparo fueron simultáneos. ¿Había fallado Booth?
Si Booth hubiera fallado, Lincoln se podría haber levantado de su silla y enfrentado a su asesino. En ese momento, el presidente, acorralado, no sólo su vida en peligro, sino también la de Mary , habría sin duda presentado batalla. Si lo hubiera hecho, Booth se habría visto superado al enfrentarse no al amable padre Abraham, sino a la furia desbordada del balsero del Misisipi que fue, al campeón de lucha libre que años atrás humilló a los chicos de Clary's Grove en New Salem en un combate legendario, o incluso al viejo presidente de 56 años que todavía podía coger un hacha de leñador con la punta de sus dedos, levantarla, alzar el brazo hasta ponerlo paralelo al suelo y sostener así el hacha en el aire. Lincoln podría haber acabado con la vida del actor de 1,72 de altura y 68 kilos de peso, o haberlo lanzado por la balaustrada del palco, dejando a Booth caer más de tres metros y medio hasta impactar en el escenario.
Pero Lincoln no vio acercarse a Booth. La pistola, un arma cara y precisa, funcionó a la perfección. Aun así, Booth casi falló. Si el presidente se hubiera inclinado hacia delante un poco más, la bala habría pasado silbando sobre su cabeza. Pero impactó en la cabeza, en la parte inferior izquierda, un poco por debajo de la oreja. La materia húmeda del cerebro redujo la velocidad de la bala, absorbiendo lo bastante de su energía como para impedir que penetrara el cráneo en el otro extremo de la cabeza y saliera a través de la cara del presidente. La bala se alojó en el cerebro de Lincoln, tras su ojo derecho.
El mayor Rathbone, un experimentado oficial del ejército familiarizado con el sonido de las armas, fue el primero en darse cuenta de que algo iba mal. (...) Se levantó de su asiento y avanzó en dirección al presidente. En ese instante vio en el palco a un hombre de mirada salvaje cuya cara destacaba fantasmagóricamente de su ropa, bigote y pelo negros. Como un demonio, Booth emergió de la neblina de la pólvora negra y se lanzó contra él. Simultáneamente, Rathbone se lanzó contra Booth, agarrándole por el abrigo. El asesino consiguió zafarse y, gritando una sola palabra: "¡Libertad!", levantó su brazo derecho tan alto como pudo. El gesto atrajo la mirada de Rathbone, que vio lo que Booth tenía en la mano: un cuchillo grande y reluciente, cuya amenazadora hoja apuntaba directamente al mayor. Iba a descargar un golpe en arco, muy teatral, haciendo pivotar el hombro para empujar con fuerza el puñal a través de las costillas de Rathbone y clavárselo en el corazón. El brazo de Booth ya había iniciado el movimiento cuando, en el último instante, Rathbone levantó el suyo para defenderse del ataque de Booth. El mayor gruñó de dolor. Su maniobra refleja, rápida como un rayo, le había salvado la vida, pero la hoja del asesino había atravesado la manga de su abrigo y se había hundido en la parte superior de su brazo. La herida era profunda y grande.
Booth no tenía tiempo que perder rematando a Rathbone. Si quería escapar del teatro, debía salir del palco inmediatamente. Se giró hacia la balaustrada y pasó una pierna al otro lado. A estas alturas, algunos miembros del público se habían dado cuenta de que algo pasaba en el palco. ¿Había un hombre encaramado al palco del presidente, preparándose para saltar al escenario?. El aterrizaje de Booth fue accidentado y, aunque se mantuvo en pie, se dio cuenta inmediatamente de que algo iba mal. Podía sentirlo en su pierna izquierda, cerca del tobillo, pero no podía hacer nada. Sabía que ésa sería su última actuación sobre un escenario en Estados Unidos y que por ella sería recordado eternamente. Todas las miradas estaban clavadas en él. Se quedó inmóvil, hizo una pausa para aumentar el efecto dramático y levantó en un gesto triunfante su daga ensangrentada. El resplandor de las luces de gas bailó sobe la brillante hoja ahora salpicada de rojo y le dio a Booth un aspecto todavía más salvaje. "Sic semper tyrannis" (Siempre así con los tiranos), atronó. Era el lema del Estado de Virginia. A continuación, Booth gritó: "El sur queda vengado".
Booth huyó a bastidores por la derecha del escenario, blandiendo su daga salvajemente hacia todo -actor, director de orquesta o empleado- el que se cruzó en su camino. Entonces una voz gritó desde el palco del presidente: "¡Detengan a ese hombre!". Booth había disparado a Lincoln, herido a Rathbone, luchado para salir del palco, saltado al escenario, declamado un grito de venganza desde el centro de la escena y desaparecido entre bastidores. En todo ese tiempo, nadie entre el público había movido un dedo. Era justo lo que había previsto Booth. Algunos estaban expectantes y entusiasmados -todavía creían que lo que habían visto formaba parte de la obra-. Otros, entre ellos los actores cerca del escenario y entre bastidores, estaban demasiado conmocionados como para detener o perseguir a Booth.
Poca gente reparó en él mientras huía por el centro de Washington. Galopó hasta la calle Undécima y giró a la derecha, yendo al sur en dirección del puente del Arsenal de la Armada, que llevaba a Maryland, ya fuera de Washington. Le poseía un único pensamiento. ¿Podría alcanzar ese puente y cruzar el brazo oriental del Potomac (hoy el Anacotia) antes de que sus perseguidores, o las noticias del magnicidio, le alcanzaran? (...) El mismo 16 de abril, el teniente general confederado R. S. Ewell envió una remarcable carta a Ulysses Grant (héroe militar de los unionistas), firmada por él y enviada en nombre de otros 16 generales confederados: ellos no habían matado a Lincoln, juró Ewell.
Booth había decidido que era mejor morir que el que le llevaran de vuelta a Washington para juzgarlo. Había visto cómo ahorcaban a un hombre antes. No, se prometió a sí mismo, no podía acabar así. No habría entrevistas ni dramáticas declaraciones en la sala sobre su amado Sur, sobre el tirano de Lincoln, sobre sus sueños o sobre sus motivos. El asesino de Lincoln se convertiría en una estrella sin voz, a la que se podría ver, pero no escuchar. Booth se acercó al centro del granero, donde se quedó en pie en precario equilibrio, con la carabina en una mano, una pistola en la otra y la muleta bajo el brazo. Fuera del granero, los soldados de caballería apostados cerca de la puerta se prepararon para la acción. El sargento Corbett pasó el cañón de su pistola por la obertura entre los maderos de la pared y apuntó a Booth.
Muchos consideran a Lincoln como uno de los presidentes más importantes y queridos de la historia. Su muerte ocurrió justo cuando rescataba al país de una sangrienta guerra civil que llevó a la muerte a unos 620.000 soldados confederados y unionistas.
Haber salvado a la Unión fue uno de los grandes logros de su presidencia, dice Michelle Krowl, una historiadora de la Biblioteca del Congreso en Washington.
“En manos de otros, en manos de una persona menos decidida, de uno menos astuto políticamente, fácilmente habría sido otro el resultado”, dice.
“Hubo momentos en que Lincoln no estuvo seguro de que la guerra pudiera ser necesariamente ganada. Pero vio a Estados Unidos como un experimento en democracia”, señala Krowl, añadiendo que el 16º presidente “estaba sosteniendo lo que los Padres Fundadores habían comenzado. Y en la era en que las repúblicas gobernadas por los pueblos eran pocas y escasas, él no quiso que el experimento democrático fallara”.
Lincoln también ayudó a terminar con la esclavitud.
Su proclamación de emancipación del 1 de enero de 1863 declara que “todas las personas mantenidas esclavas en cualquier Estado… en rebelión en contra de Estados Unidos deberán ser, de aquí en delante y por siempre libres”.
Puso a los afroestadounidenses en el camino hacia la libertad y ayudó a establecer las bases para la aprobación de la 13ª Enmienda a la Constitución dos años más tarde que declara ilegal la esclavitud en todos los estados. |
|
|
|
Se sospecha de la homosexualidad de Abraham Lincoln
Mencionan su problemático matrimonio con Mary Todd y sus amistades de joven con Joshua Speed, quien compartió su cama durante cuatro años.
Ahora, en un nuevo libro, C.A. Tripp sostiene además que Lincoln sostuvo una relación homosexual con el capitán de sus guardias, David V. Derickson, quien dormía con él cuando Mary Todd no estaba.
En The Intimate World of Abraham Lincoln? (El mundo íntimo de Abraham Lincoln), que Free Press publicará el mes próximo, Tripp, sicólogo, influyente escritor gay y ex investigador sexual del doctor Alfred C. Kinsey, intenta resolver de una vez por todas la cuestión de la sexualidad de Lincoln.
El autor, que murió en 2003 a la dos semanas de haber terminado el libro, sometió a minucioso análisis casi cada palabra que llegó a escribir Lincoln o que se escribió sobre él. Su conclusión es que el presidente más grande de Estados Unidos, el guía del Partido Republicano, era homosexual.
Pero el libro no se detuvo en la polémica. Durante los 10 años de su investigación, Tripp compartió sus hallazgos con otros estudiosos. Muchos, incluyendo el profesor emérito de Harvard David Herbert Donald, considerado el máximo biógrafo de Lincoln, están en desacuerdo con él.
El año anterior, en su libro ?We Are Lincoln Men? (Somos hombres de Lincoln), Donald mencionó la investigación de Tripp y debatió sus descubrimientos.
Tripp fue el autor de ?The Homosexual Matrix? (La Matriz Homosexual), un libro de 1975 que debatía la noción freudiana de la homosexualidad como trastorno de la personalidad. En su nuevo libro, dice que los primeros biógrafos de Lincoln, incluyendo Carl Sandburg, se daban cuenta de la homosexualidad de Lincoln.
En el prefacio de la edición original de varios volúmenes de su aclamada biografía publicada en 1926, Sandburg escribió: ?Mes a mes, en montones de hechos y leyendas, encontré compañías invisibles que me sorprendieron. Tal vez algunas de dichas presencias andan a hurtadillas y murmuran en este libro?.
Sandburg escribió también que Lincoln y Joshua Speed tenían vetas de lavanda, puntos tan suaves como violetas de mayo?. Tripp dijo que tales referencias hacia la posible homosexualidad de Lincoln fueron retiradas en la versión condensada en 1954 de la biografía. Tripp sostiene que también otros escritores, incluyendo Ida Tarbell y Margaret Leech, encontraron evidencia de la homosexualidad de Lincoln pero evitaron definirla como tal u omitieron detalles cruciales.
Tripp cita la reserva extrema de Lincoln y declaraciones de quienes lo conocían bien. ?No le gustaban mucho las muchachas, me parecía?, le dijo su madrastra Sarah Bush Lincoln al abogado socio de Lincoln William Hendon. Además, a Lincoln le aterraba casarse con Mary Todd y en cierta ocasión terminó con la relación. Llegaron a tener cuatro hijos.
Pero en We Are Lincoln Men?, Donald escribió que en ese entonces nadie sugirió siquiera que él y Speed fueran pareja sexual. Herndon, quien a veces dormía con ellos en el cuarto, nunca mencionó alguna relación sexual. En aquella época, escribió Donald, el espacio era reducido y los hombres compartían las camas. Y la correspondencia entre Lincoln y Speed no era de amantes, sostuvo. Por otra parte, Lincoln se refería abiertamente a su relación, diciendo, ?dormí cuatro años con Joshua?.
Si fueran amantes, escribió Donald, Lincoln nunca hubiera hablado con tanta libertad.
Tripp menciona las relaciones de Lincoln con otros hombres, incluyendo Billy Greene, con quien supuestamente Lincoln compartió una cama en New Salem, Illinois. Herndon dijo que Greene le comentó que los muslos de Lincoln ?eran tan perfectos como podría ser un ser humano?.
Algunas de las rabietas de Mary Todd sucedían porque Lincoln era tan aislado?, dijo Jean H. Baker, autora de ?Mary Todd Lincoln: a Biography? (Mary Todd Lincoln: una biografía). ?Pero yo antes creía que era ausente porque estaba pensando grandes cosas sobre sus causas en el tribunal, sus debates con Douglas. Ahora veo que hay otra explicación?.
Joshua Fry Speed, supuesta pareja sentimental de Abraham Lincoln
|
|
|
|
|