En todos estos años, en Cuba nunca ha existido el socialismo, ni siquiera una aproximación. Más bien se podría decir que ha habido una Monarquía Parlamentaria. Esto me lo demostraron las conclusiones del Octavo Congreso del Partido Comunista, que acaba de finalizar en este mes de abril de 2021.
Por mera casualidad resultó elegido el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, como Primer Secretario del Partido Comunista. Como se puede ver, se pasan el poder y los cargos de mano en mano. Yo esperaba que saliera elegida otra persona, alguien nuevo y con ideas frescas, pero no, ya estaba predeterminado quién sería el próximo.
He expresado Monarquía, a pesar de no existir rey en la realidad, pues si se observa bien en Cuba ha habido una dinastía, la Dinastía Castro. Desde que Fidel Castro tomó el poder no ha habido nadie que mande en el país más que él mismo. La Dinastía Castro es el absolutismo cubano. De la misma manera que el Rey Luis XIV de Francia dijo que hablar del Estado francés era hablar de su misma persona, eso mismo sucede con los Castro.
Cuba no es de los cubanos, sino de la Dinastía Castro. La soberanía no reside en el pueblo. Socialismo significa propiedad colectiva de los medios de producción. Yo no creo que esta tenga relación con la definición de dinastía y monarquía. Y comunismo significa tendencia a lo común, a la igualdad.
No pienso que los Castro sean iguales al pueblo. Ellos tienen yates, fincas privadas, gimnasios y cines particulares, etc., y ningún cubano tiene derecho a disfrutar de algo parecido. Es más, comer carne de res y langosta es delito para los ciudadanos de este país.
En Cuba hay un partido único, una sola ideología, férreo control del Estado sobre el ejército, la policía y sobre los medios de comunicación y, por último, también una economía planificada por el Estado. Por lo tanto, a mí me parece que esto no tiene nada que ver con el concepto de república ni el de democracia ni el de libertad. Yo no he podido encontrar los derechos y las libertades de los ciudadanos dentro de los decretos que se emiten en el país.
El fanatismo ha cegado al Gobierno cubano durante décadas y se olvidaron de satisfacer las necesidades del pueblo, su función primordial. Se olvidaron de los derechos naturales del ser humano. Ellos son los que dicen cuáles películas se pueden ver o no, ellos son los que escogen qué es lo malo y lo bueno para el pueblo y dan instrucciones de felicidad.
Cuando se muera el último líder de la Revolución es probable que ocurra una guerra civil. Es posible que exista una pugna por el poder entre los nietos de Raúl y Fidel Castro con los hijos y nietos del Ché y los jefes de los ejércitos occidental, central y oriental y otros viejos empoderados que quedan.
En caso de que eso ocurra habrá sido provocado por los Castro, por no haber garantizado de manera constitucional elecciones presidenciales libres y con límite de tiempo. Los Estados Unidos tienen este tipo de elecciones y una república que ha sobrevivido más tiempo que Cuba y funcionan y producen riquezas y tienen desarrollo económico y científico.
Ahora queda esperar el destino de la nación, que es muy incierto. Lo que sí es seguro es que no habrá ninguna reforma como el Glasnost y la Perestroika que puedan desmantelar lo que la Dinastía Castro ha hecho de este país.
La miseria, la mala calidad de vida y la penumbra económica que ha dejado la Dinastía Castro no se pueden comparar ni siquiera con las plagas que según la Biblia le envió Dios al rey de Egipto, por retener al pueblo de Israel de manera arbitraria.