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General: El Día de las Madres nació como una protesta
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 09/05/2021 14:46
El Día de las Madres nació como una protesta
Por Jazmina Barrera
CIUDAD DE MÉXICO — En mi casa no se celebraba el Día de las Madres. Mi abuela lo odiaba. Le recordaba los bordados y manualidades que la ponían a hacer en la escuela para regalárselos a su madre, que siempre le salían mal. Le recordaba también a su propia madre, enferma de Parkinson, a quien cuidó durante sus últimos años. Mi bisabuela se emocionaba mucho ese día y se arreglaba para ver a sus hijos. Durante el resto del año la visitaban muy poco, pero ahí estaban ese día, puntuales y con flores. A mi abuela le daba tristeza, pena ajena y coraje tener además que hacerle de anfitriona. Nunca quiso festejarlo, no aceptaba regalos ni felicitaciones. Le parecía una fecha hipócrita y artificial. Lo que sí le gustaba era ir a los restaurantes ese día —en particular a Sanborns—, para ver cómo sacaban “a pasear a las viejitas”, así decía. Se reía de los peinados bombachos, de los atuendos, y escuchaba las conversaciones en las mesas de junto. Luego volteaba para contarnos de qué estaban hablando. Sus diagnósticos nos mataban de risa. El último Día de las Madres que salimos con mi abuela, ella tenía ya una demencia senil avanzada y todo el trayecto fue deseándonos feliz navidad.
 
Mi madre también aborrecía la fecha. Un poco por herencia, supongo, pero su mirada era —es— más ideológica porque la consideraba una celebración consumista y llena de clichés, cuyo único propósito era hacer gastar a la gente. En la primaria hippie a la que asistí no se celebraba el Día de las Madres, por los mismos motivos. Así que nunca hice tarjetas, no recité poemas ni armé espectáculos ni desfiles. La conmemoración, en realidad, nunca me significó realmente nada —salvo mucho tráfico en las calles— y eso no cambió cuando nació mi hijo. Empecé, eso sí, a recibir cadenas por WhatsApp, rosas virtuales y mensajes empalagosos que me enchinaban las pestañas y me ponían de pésimo humor. También, lo admito, recibí un dibujo indescifrable de mi hijo que me encantó, aunque no más que los que hace todos los días.
 
Ya no recuerdo cómo di con la historia del origen del Día de las Madres, pero de ahí nació mi convicción de que la fecha tiene remedio, si logramos retomar sus raíces de protesta. Hoy, la celebración se construye alrededor de los estereotipos decimonónicos de la madre sacrificada, entregada, amorosa y perfecta que tanto daño les hacen a las mujeres en general y a las madres en particular. Todo gira alrededor del consumo, en especial de los electrodomésticos, como para regresar a la madre a su lugar patriarcal por excelencia: la cocina, y ahí retenerla con juguetes nuevos. Parece inverosímil que esta celebración edulcorada y cursi tuviera, en realidad, un origen feminista. Pero lo tiene.
 
Ann Maria Reeves Jarvis nació en Estados Unidos en 1832 y durante varios años organizó lo que llamaba “clubs de trabajo del día de las madres”, para mejorar la salud y la higiene a través de la educación de las mujeres. Durante la Guerra de Secesión, Jarvis cuidó de muchos heridos y su idea era organizar un Día de las Madres de protesta pacifista en contra de la guerra. La feminista y sufragista Julia Ward Howe retomó la idea de Jarvis y escribió una potente declaración del Día de la Madre, donde instaba a las mujeres a oponerse a la guerra, a sentir empatía por las madres de otros países y a no permitir que sus hijos sean entrenados para lastimar a los hijos de alguien más. “Desde el seno de la devastada tierra, una voz se alza con la nuestra. Dice: ¡Desarme, desarme!”.
 
Cuando su madre murió, la hija de Ann Maria Reeves Jarvis, Ann Jarvis, comenzó a mandar peticiones para declarar un día de celebración nacional en honor a su madre pacifista. Luego de mucho esfuerzo lo consiguió, y se volvió una celebración oficial en Estados Unidos en 1914. Pero muy pronto los empresarios vieron el enorme potencial en el día y la idea original se corrompió. Unos años después, Jarvis escribió una declaración diciendo que los floristas y los vendedores de tarjetas eran “charlatanes, bandidos, piratas, estafadores, secuestradores y termitas que tratan de demeritar con su avaricia uno de los movimientos, y una de las celebraciones, más nobles y verdaderas”. Trató durante el resto de su vida de acabar con el Día de las Madres, pero era demasiado tarde.
 
En México llegó ya echado a perder. Como explica Guadalupe Nettel, el Día de las Madres fue importado por el periódico Excélsior, con apoyo de la Secretaría de Educación Pública y de la Iglesia católica, y su propósito era intentar detener un importantísimo movimiento feminista en Mérida, Yucatán, donde Elvia Carrillo Puerto, entre otras cientos de participantes, realizaron en 1916 un congreso feminista.
 
Así, el Día de las Madres se fue volviendo antagonista del feminismo, pero en su raíz histórica perdura la batalla de las madres por transformar el mundo. Si a esos orígenes nos aferráramos, sería posible convertir el día en un bastión para las luchas de las “madres desobedientes”, por retomar el término que usa Esther Vivas en Mamá desobediente, el brillante libro que reconcilia al feminismo con las madres.
 
Si en vez de pedir flores pidiéramos licencias de maternidad más largas (acordes con el periodo de lactancia que recomienda la Organización Mundial de la Salud). Si en lugar de escribirnos tarjetas con lugares comunes redactáramos las leyes que hacen falta para asegurar jornadas de trabajo reducidas, compatibles con la crianza. Si reemplazáramos los chocolates con licencias de paternidad obligatorias y equivalentes a las de las madres. Si cambiáramos las frases sobre el amor infinito y el sacrificio abnegado por reflexiones para acabar de una vez por todas con los estereotipos románticos de las madres perfectas, y con los tabúes y prejuicios alrededor de la lactancia. Si intercambiáramos las joyas por planes concretos para terminar con la violencia obstétrica. Si dejáramos de inundar las redes con felicitaciones vacuas y mejor las llenamos de ideas para la crianza colectiva. Si en vez de salir a los restaurantes saliéramos a las calles a exigir un sistema nacional de cuidados, aborto legal, seguro y gratuito en todos los estados de México —y en toda América Latina y en el mundo entero—, así como justicia para las madres de personas desaparecidas y víctimas de feminicidios. Si así fuera, el 10 de mayo volvería a tener sentido.
 
En los últimos años las marchas del Día de la Mujer, el 8 de marzo, en América Latina han sido colosales y formidables. En ellas salimos a protestar para reclamar, entre otras cosas, el derecho a la existencia, a la autonomía sobre nuestros cuerpos y a una vida digna. Pero un día al año, ya se ve, no es suficiente. Necesitaríamos los 365 días para denunciar todo lo que hay que denunciar, para exigir lo que tenemos que exigir. Apropiémonos por lo pronto del Día de las Madres. Resignifiquemos la fecha y celebremos también lo que es digno de celebrarse: las voces que se alzan, las iniciativas, las leyes, los nuevos discursos y la imparable fuerza colectiva que sigue cambiando el mundo.
 
En México, en América Latina y en todo el planeta, queda un enorme camino por recorrer para que las maternidades sean elegidas, libres y gozosas. Hagamos del Día de las Madres un día de lucha, por todas las que han sido, por las que son y serán. Un día así, hasta mi abuela lo habría celebrado.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 09/05/2021 15:07
 Los hijos de madres lesbianas
Cada vez más mujeres lesbianas, en pareja o no, están planteándose ser madres o lo son ya, pese a las dificultades añadidas a ese tipo de maternidad. Criar a los hijos no es tarea sencilla, pero aún es más complicado si se tiene que afrentar también los problemas de una homofobia generalizada, los tabús y tópicos que rodean a la homosexualidad y procurar la buena adaptación de los hijos a ese entorno hostil.
 
Hoy en día, va estando más normalizada la imagen de las madres lesbianas o los padres gay pero, en según qué comunidades, todavía es complicado que se admita con naturalidad la presencia de una familia homoparental. Y, consecuentemente, esto lo notan los pequeños y les afecta en mayor o menor medida.
 
Y, a la adaptación y aceptación del medio donde se reside, se añaden los posibles tropiezos con las leyes y su ambigüedad al respecto, por el hecho de ser lesbiana o pareja homosexual. Las distintas legislaciones de cada país o estado disponen una amplia variedad, en cada caso, de normativas para la adopción, registro civil de los menores, derechos de las madres, etc.
 
Los hijos de lesbianas en el hogar
Aunque no son muchos los estudios realizados sobre aspectos sociológicos de este núcleo de población, todos los que existen apuntan a que los hijos menores de madres lesbianas crecen sin problemas emocionales, en hogares estables, y no presentan ningún trauma ni carencia por el hecho de la cacareada “falta de la figura paterna o masculina”. Alguno de estos estudios, como el realizado por la revista médica Pediatrics (el primer estudio en ser realizado a hijos de dos madres, desde el nacimiento a la adolescencia), revelan incluso que los niños procedentes de estos hogares son más sociables, mejor educados en la aceptación de la diversidad y obtienen mejores calificaciones escolares o académicas.
 
Otro estudio fue llevado a cabo por el Williams Institute de UCLA, sobre 78 parejas de mujeres y sus hijos, durante 24 años. Las conclusiones fueron, por ejemplo, que en los niños de ninguna de estas familias de madres lesbianas se apreciaba un solo signo de abuso o maltrato.
 
Según los investigadores, en estudios similares, un 26% de los muestreos en todo tipo de parejas pertenece a adolescentes que admiten algún tipo de abuso o maltrato en sus vidas, por parte de sus padres o tutores legales. Sin embargo, entre las familias compuestas por dos mujeres y sus hijos, eso no es así y ningún menor es maltratado de forma alguna, según se concluyó en el estudio de UCLA.
 
Así pues, según lo constatable hasta ahora, los hijos de lesbianas son niños que crecen felices, en hogares estables y sin carencias materiales, afectivas ni emocionales de otro signo, mostrando un adecuado desarrollo cognitivo y emocional, en muchos casos, superior a la media.
 
Los únicos menores pertenecientes a familias homoparentales que revelaron problemas psicológicos, en estos y otros estudios, fueron los que han padecido algún tipo de ataque homófobo en su entorno o el de sus familias. Es decir, problemas externos al seno familiar.
 
Temores infundados y nuevos problemas
Cuando, hace unas décadas, los detractores de la adopción y cuidado de menores por parte de parejas del mismo sexo, aducían como argumentación a su oposición que, ese tipo de familia, produciría traumas y alteraciones en la psicología de los pequeños, se equivocaban completamente. Ahora, más de dos décadas después y ante las evidencias, se constata que los hijos de parejas gay o lesbianas son niños, en general, bien adaptados y educados socialmente, e incluso menos agresivos y con menos problemas a la hora de incumplir normas, que la media en sus edades.
 
Se incide en los estudios conocidos que también existe menos incursión en las drogas y otras dependencias por parte de adolescentes procedentes de ese tipo de familias.
 
Y también queda desmentido el otro argumento de los contrarios a la crianza de hijos por parejas del mismo sexo, que decía que “potenciaría la homosexualidad entre esos niños”, ya que los estudios revelan que existe la misma posibilidad de hijos homosexuales en esas familias que entre las heterosexuales.
 
A pesar de todos esos datos positivos para las familias homoparentales, surge al paso de los años una todavía inexplorada parcela, donde empiezan a detectarse algunos problemas graves, a causa de la confusión y ambigüedad en las legislaciones sobre parejas del mismo sexo: las parejas con hijos que deciden divorciarse o separarse, topan a menudo con el problema de régimen de visitas a los menores, derechos de las dos madres o los dos padres, y otras situaciones complejas que no han sido debidamente estipuladas todavía, en casi ninguna legislación de ningún país. Los menores, en esos casos, se ven privados de la figura de una de sus madres o padres, sin que las leyes protejan sus derechos. O una dura pugna entre la llamada “madre biológica” y la “madre adoptante”, aunque ambas hayan participado en su crianza.
 
Desde los departamentos jurídicos de las asociaciones de LGBT, se plantean estos problemas, todavía novedosos para la jurisprudencia, como una prioridad que los estados y los jueces deben resolver lo antes posible, ya que la confusión jurídica reinante complica la de por sí conflictiva situación de un divorcio o separación de los padres o madres.

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 09/05/2021 15:08


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: guajiro cubano Enviado: 10/05/2021 15:00
DÍA DE LAS MADRES EN CUBA: HISTORIA DE UNA TRADICIÓN
RACHEL PEREDA
Ahí está la madre, con su bebé en brazos, luchando contra el tiempo. El blanco de su ropa se confunde entre las nubes. El parque florecido le da la bienvenida a mayo.
 
Muchas de las viejas farolas no funcionan. La tarja perdió las letras que contaban parte de esta historia. Dos jóvenes sentados en el banco más cercano se conectan a la wifi sin percatarse de la estatua de blanco que recoge una tradición y representa a la madre cubana.
 
Recorro el parque con mi hijo cargado y siento que, de cierto modo, ahora soy ella. Abrazo a mi pequeño y le doy un beso en la frente. Por primera vez camino el parque desde que me convertí en mamá. Me invade cierta nostalgia. Ya no soy esa niña que se abrazaba a las viejas farolas y corría dentro de la fuente que nunca más ha tenido agua.
 
En mi pueblo a veces parece que nos detuvimos en el tiempo. Por un lado, sus calles vacías son el rostro de la pandemia; y, por otro, muchos de sus hijos han emigrado en busca de un futuro mejor.
 
Todo ha cambiado, se han perdido tradiciones, se ha olvidado el patrimonio. La mujer vestida de blanco con su bebé en brazos sigue ahí, insistiendo en recordar que en Santiago de Las Vegas se celebró, por vez primera de forma oficial y masiva, el Día de las Madres en Cuba.
 
EL DÍA DE LAS MADRES EN EL MUNDO
Las celebraciones dedicadas a las madres en la era moderna se remontan a la Inglaterra del siglo XVII, donde se estableció el Mothering Day el cuarto domingo luego de Pascua. En esta fecha los sirvientes recibían el día libre y se les sugería volver a sus pueblos natales, para compartir con sus madres y realizar una jornada de festividades y agradecimiento en la iglesia local.
 
En 1872, Julia Ward Howe celebró en Boston el Día de la Paz, considerado el primer antecedente contemporáneo del Día de la Madre. La poeta y activista social fue la primera mujer en la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, en 1908. En 1870 escribió su Proclama por el día de las madres:
 
«¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: “No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia”. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice “¡Desarma! ¡Desarma!”. La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión. En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales».
Luego, la maestra estadounidense Anna Jarvis creó en Filadelfia una asociación para impulsar el festejo a la figura materna.
 
Jarvis quería oficializar un día especial para las madres, y rendir honor a la suya para aliviar el dolor de haberla perdido. Luego de tres años de esfuerzos, el domingo 10 de mayo de 1908 tuvo su origen la fiesta del Día de las Madres durante una ceremonia religiosa.
 
Como parte de los homenajes surgió la tradición de los claveles rojos y blancos; los primeros representaban a las madres vivas y los segundos eran en honor a las fallecidas. En 1914, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la fecha como el Día de las Madres y se declaró fiesta nacional.
 
Hoy gran parte del mundo dedica a las madres el segundo domingo de mayo, tal es el caso de Cuba, aunque la fecha varía según la región.
 
El primer domingo de mayo se realizan los festejos a las madres en Hungría, Lituania, Portugal, Sudáfrica y España. También en mayo, pero el día 8, lo festejan Bosnia y Herzegovina, Croacia, Serbia, Montenegro, Eslovenia, Eslovaquia, Macedonia, Albania, Bulgaria y Rumanía. En Noruega, por ejemplo, se celebra el segundo domingo de febrero y en Georgia, el tres de marzo. El primer día de primavera lo hacen Baréin, Egipto, Siria, Palestina, Jordania, Kuwait, Emiratos Árabes y Yemen. En Rusia las fiestas acontecen el último domingo de noviembre, en Panamá el ocho de diciembre y en Indonesia el 22 del último mes del año.
 
EL DÍA DE LAS MADRES LLEGA A CUBA: HISTORIA DE UNA TRADICIÓN
Esta celebración llegó muy temprano a Cuba y a Santiago de las Vegas, pueblo situado al sur de la capital, que es precursor de esta tradición en la Isla.
 
Algunos relatos históricos sitúan la primera vez de esta iniciativa en la localidad tunera de Puerto Padre, promovida por el doctor Eduardo Queral, el 6 de abril de 1920. Recientes revelaciones ubican esta celebración temprana en Santiago de Cuba.
 
No obstante, los festejos en mayo, tal como se conocen actualmente, sucedieron por primera vez en 1920 en el Centro de Instrucción y Recreo de la localidad habanera de Santiago de las Vegas, por iniciativa del maestro y escritor Francisco Montoto.
 
Varias semanas antes, Montoto había sugerido realizar cada año esta celebración, y consiguió el apoyo del periodista Víctor Muñoz, quien escribió el artículo «Mi clavel blanco» en el periódico El Mundo, de La Habana.
 
«Cuando se logre llegar a la conclusión del propósito perseguido por los que han trabajado a favor de que se cree el Día de las Madres en Cuba, lograrán, como los americanos, que disminuya el número de los malos hijos a nuestro alrededor y con eso habrán prestado un gran servicio a la Patria y a la Humanidad», escribió Muñoz en su columna.
 
Meses después, Víctor Muñoz fue electo concejal por el Ayuntamiento de La Habana, mediante las elecciones del 1ro de noviembre de 1920. Fue en ese mismo concejo que el 22 de abril del año siguiente propuso realizar estos festejos en toda La Habana.
 
No fue hasta 1928 que recibió carácter de ley y se extendió a todo el país. Muñoz no pudo presenciar su sueño porque había fallecido seis años antes. Finalmente, el Día de las Madres se convirtió en tradición nacional.
 
EL PASO DE LOS AÑOS: CLAVELES PARA MAYO
Para rendir homenaje a la fecha, el pueblo de Santiago de las Vegas decidió construir un hermoso monumento en el parque Martí, antigua Plaza de Armas. Artesanos, profesores y obreros de la localidad reunieron los fondos y en mayo de 1945 se levantó la obra del escultor Plácido Crespo.
 
El monumento estaba acompañado de una tarja que rendía honores a Francisco Montoto y su grupo de jóvenes, quienes ayudaron a materializar la celebración del Día de las Madres en Cuba.
 
De este modo, la mujer vestida de blanco con su bebé en brazos llegó a ocupar el espacio que hasta hoy conserva entre las viejas farolas y los árboles florecidos.
 
Un siglo después de las primeras celebraciones en el pueblo habanero, el parque que honra esta tradición nacional está descuidado. La tarja se convirtió en un pedazo de cemento de donde se ha borrado tan importante legado. Cualquier visitante que llegue a ese lugar no tendrá forma de saber lo que representa ni la historia que recoge en honor a las madres cubanas.
 
A pesar de todo, el monumento parece tocar el cielo.



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